Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 6 de octubre de 2012

Juan Pablo II «una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una auténtica concepción de la persona humana»


Con motivo de elecciones presidenciales en Venezuela recordamos algunas palabras del Beato Juan Pablo II con o ocasión de la VII Cumbre iberoamericana, que se celebraba en la isla venezolana de Margarita 28 de octubre de 1997 con el tema central  «Los valores éticos de la democracia»  

la fotografía es del blog Bella Señora de Coromoto


Decia Juan Pablo II
 “Las estructuras político-jurídicas han de dar «a todos los ciudadanos, cada vez mejor y sin discriminación alguna la posibilidad efectiva de participar libre y activamente en el establecimiento de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, en el gobierno del Estado, en la determinación de los campos y límites de las diferentes instituciones y en la elección de los gobernantes» (Conc. ecum. Vat. II, const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 75), lo cual comporta para los mismos ciudadanos «el derecho y el deber de utilizar su sufragio libre para promover el bien común» (Conc. ecum. Vat. II const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 75). Para ello es necesario que cada persona tenga no sólo derecho a pensar y propagar sus ideas, y a asociarse con libertad para la acción política, sino que tenga también derecho a vivir según su conciencia rectamente formada, sin perjudicar a los demás ni a uno mismo, y todo esto en virtud de la plena dignidad de la persona humana.
La participación efectiva, consciente y responsable de los ciudadanos en la vida pública no puede detenerse en declaraciones formales, sino que exige una acción continua para que los derechos proclamados puedan ser ejercidos realmente. Ello comporta un decidido compromiso en favor de los derechos fundamentales de la persona, civiles, sociales, culturales y políticos, y «la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales» (enc. Centesimus annus, 46).
En el ejercicio democrático de la responsabilidad política tienen ciertamente importancia las orientaciones de las mayorías, si bien aquellas no han de considerarse siempre como el último y exclusivo criterio de acción. Hay unos fundamentos éticos y jurídicos anteriores, que justifican precisamente la participación de todos los ciudadanos, y que no pueden ser violados sin renegar de la estructura democrática misma.
Suele suceder que, en nombre del derecho a la libertad, se intenta conculcar la libertad de las personas, bien porque las mayorías niegan los legítimos derechos de las minorías, bien porque atentan a derechos de la persona que ningún poder humano está autorizado a violar: «especialmente el derecho a la vida en todas las fases de la existencia; los derechos de la familia, como comunidad social básica o “célula de la sociedad”; la justicia en las relaciones laborales, los derechos concernientes a la vida de la comunidad política en cuanto tal, así como los basados en la vocación trascendente del ser humano, empezando por el derecho a la libertad de profesar y practicar el propio credo religioso» (enc. Sollicitudo rei socialis, 33).
La Iglesia enseña que, «una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una auténtica concepción de la persona humana» (enc. Centesimus annus, 46). Y, sin embargo, asistimos a un deterioro de este sistema cuando a través del mismo se buscan sólo situaciones de poder en vez del auténtico servicio al pueblo; cuando las mayorías olvidan la presencia y los derechos de las minorías imponiéndose sobre ellas y provocando actitudes de resentimiento y rechazo. Por eso, si no hay plena libertad para todos, muchos se sentirán como esclavizados. Es decir, mientras no se produzca el desarrollo dé la auténtica libertad es imposible que se llegue verdaderamente a una eficaz cultura de la paz.”

“¡Reina de la Paz! Salva a las naciones y a los pueblos de todo el continente, que tanto confían en Ti, de las guerras, del odio y de la subversión.” 

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