El 11 de octubre de
2011 el Santo Padre Benedicto XVI daba a
conocer su Carta Apostólica en forma de Motu Proprio PORTA FIDEI, con la que se convoca el Año de la Fe, un año que llama a
la renovación, a la conversión y a la caridad. Allí el Santo Padre confirmaba que el 11 de octubre también se recuerdan
“los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica,
promulgado por mi Predecesor, el beato Papa
Juan Pablo II,[3] con la intención de ilustrar a todos los fieles la
fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio
Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985
como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante
la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica”
"He pensado que iniciar el Año de
la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio
Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos
dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato
Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario
leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos
cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia.
[…] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia
de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se
nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que
comienza»[9].
“Deseamos que este Año suscite
en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada
convicción, con confianza y esperanza”. En ella el Santo Padre subraya especialmente la caridad “El Año de la fe será también una buena
oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos
recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero
la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13)” “La fe sin la caridad no da fruto, y la
caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y
el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su
camino.”.
El 12 de diciembre de 2011 en la solemnidad de
Nuestra Señora de Guadalupe en la Santa Misa por América Latina el PapaBenedicto decía: “Cuando la Iglesia se preparaba para recordar el quinto centenario de la
plantatio de la Cruz de Cristo en la buena tierra del continente americano, el
beato Juan Pablo II formuló en su suelo el programa de una evangelización
nueva, nueva «en su ardor, en sus métodos, en su expresión» (cf. Discurso
a la Asamblea del CELAM, 9 marzo 1983, III: AAS 75, 1983, 778).
Desde mi responsabilidad de confirmar en la fe, también yo deseo animar el afán
apostólico que actualmente impulsa y pretende la «misión continental» promovida
en Aparecida, para que «la fe cristiana arraigue más profundamente en el
corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento
fundante y encuentro vivificante con Cristo» (V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo, 13).
En el Instrumentum Laboris del 19 de junio 2012 para la XIII Asamblea General Ordinaria “La
Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana” comenzada el 7
de octubre pasado y que durara hasta el próximo 28 de octubre, leemos “Si el plan de una nueva promoción de
la acción evangelizadora de la Iglesia tiene sus últimas expresiones en las
decisiones del Papa Benedicto XVI que hemos apenas evocado, los orígenes de
dicho programa son más profundos y fundados: este plan ha animado el
magisterio y el ministerio apostólico del Papa Pablo VI y del Papa Juan Pablo
II. Más aún, el origen de todo este programa se encuentra en el Concilio
Vaticano II” . Este Instrumentum Laboris se compone de un Prefacio una Introducción, cuatro
capítulos y una Conclusión. Allí se “reafirma
que “nueva evangelización significa dar razón de nuestra fe, comunicando el
Logos de la esperanza al mundo que aspira a la salvación”.
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