Hoy es un día de gozo para este blog, dia que celebra la memoria litúrgica del Beato Juan Pablo II (ver decreto) y recuerda aquel solemne 22 de octubre de 1978 cuando accedía a la Sede de Pedro un obispo que no
era romano, un Obispo hijo de Polonia, que nos sorprendió con un vigoroso y
firme «¡No tengáis miedo!» como una especie de síntesis de su pre pontificado y
perspectiva de lo que vendría
Sin embargo, no debemos olvidar que Juan Pablo II mismo le reconoce a Vittorio Messori en Cruzando el
Umbral de la esperanza que “Cuando el 22 de octubre de 1978 pronuncié en la
plaza de San Pedro las palabras «¡No tengáis miedo!», no era plenamente consciente
de lo lejos que me llevarían a mí y a la Iglesia entera. Su contenido provenía
más del Espíritu Santo, prometido por el Señor Jesús a los apóstoles como Consolador,
que del hombre que las pronunciaba. Sin embargo, con el paso de los años, las
he recordado en variadas circunstancias.” Circunstancias que recordamos bien,
pues no se cansó de repetirlas en sus reuniones con los jóvenes en todos los
rincones del mundo y fue una expresión que pasó a formar parte de las Jornadas
Mundiales de la Juventud.
Juan Pablo II ahonda en la expresión y aclara en la misma entrevista: “La exhortación «¡No tengáis
miedo!» debe ser leída en una dimensión muy amplia. En cierto sentido era una
exhortación dirigida a todos los hombres, una exhortación a vencer el miedo a
la actual situación mundial, sea en Oriente, sea en Occidente, tanto en el
Norte como en el Sur. ¡No tengáis miedo de lo que vosotros mismos habéis
creado, no tengáis miedo tampoco de todo lo que el hombre ha producido, y que
está convirtiéndose cada día más en un peligro para él! En fin, ¡no tengáis
miedo de vosotros mismos!
¿Por
qué no debemos tener miedo? Porque el hombre ha sido redimido por Dios.
Mientras pronunciaba esas palabras en la plaza de San Pedro, tenía ya la
convicción de que la primera encíclica y todo el pontificado estarían ligados a
la verdad de la Redención. En ella se encuentra la más profunda afirmación de
aquel «¡No tengáis miedo!»: «¡Dios ha amado al mundo! Lo ha amado tanto que ha
entregado a su Hijo unigénito!» (cfr. Juan 3,16). Este Hijo permanece en la
historia de la humanidad como el Redentor. La Redención impregna toda la
historia del hombre, también la anterior a Cristo, y prepara su futuro
escatológico. Es la luz que «esplende en las tinieblas y que las tinieblas no
han recibido» (cfr. Juan 1,5). El poder de la Cruz de Cristo y de su
Resurrección es más grande que todo el mal del que el hombre podría y debería
tener miedo.”
Y
más adelante ratifica: “Al finalizar este segundo milenio (*) tenemos quizá más
que nunca necesidad de estas palabras de Cristo resucitado: «¡No tengáis
miedo!» Tiene necesidad de ellas el hombre que, después de la caída del
comunismo, no ha dejado de tener miedo y que, en verdad, tiene muchas razones
para experimentar dentro de sí mismo semejante sentimiento. Tienen necesidad las
naciones, las que han renacido después de la caída del imperio comunista, pero
también las que han asistido a esa experiencia desde fuera. Tienen necesidad de
esas palabras los pueblos y las naciones del mundo entero. Es necesario que en
su conciencia resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en
sus manos el destino de este mundo que pasa; Alguien que tiene las llaves de la
muerte y de los infiernos (cfr. Apocalipsis 1,18); Alguien que es el Alfa y el
Omega de la historia del hombre (cfr. Apocalipsis 22,13), sea la individual
como la colectiva. Y este Alguien es Amor (cfr. 1 Juan 4,8-16): Amor hecho
hombre, Amor crucificado y resucitado, Amor continuamente presente entre los
hombres. Es Amor eucarístico. Es fuente incesante de comunión. Él es el único
que puede dar plena garantía de las palabras «¡No tengáis miedo!».
(*) la entrevista de Messsori es de 1994
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