El 7 de diciembre Karol Wojtyla responde en una
carta a los esposos Poltawski:
Queridos
Dusia y Andrzej:
“….Por
el restablecimiento de la salud de Dusia (Wanda) debemos dar gracias: ojala
fuéramos capaces de dar gracias con la misma devoción con que sabemos pedir. La
gratitud siempre nos pone de una manera particular ante la Persona. Además se
trata otra vez del mismo problema: es necesario saber incorporar esta gracia en
la propia vida, poco a poco, descubriendo su significado cada vez más profundo,
en toda nuestra vida y en nuestra
vocación. Es como una continuación de la gratitud o, incluso, simplemente su
profundidad y lentitud. Quizás sea también en las relaciones entre personas. Te
diré, Dusia (esto quizás te alegre) que la progresiva incorporación en la vida
de lo que recibimos, puede incluso ser más importante que el doctorado”
Y
ella responde:
Escribiste
«ojalá fuéramos capaces de dar gracias con la misma devoción con que sabemos
pedir», pero yo no pedí por mi salud, no pedí un milagro. ¡No podía creer en un
milagro y no soy capaz de vivir con el milagro!
¡No
se trata precisamente de eso? ¿De que no soy capaz de vivir con el milagro?
¡Por qué? Intento analizarlo. Quizás algo en mí se rebela contra semejante «manipulación»
de mi persona. Y la realidad de la curación, en vez de ponerme de rodillas para
agradecérsela a Dios, suscita rebelión en mí.
Escribiste:
«Es necesario saber incorporar esta gracia en la propia vida, poco a poco,
descubriendo su significado cada vez más profundo.» Poco a poco….
Quizás
solo tendría que esperar mientras no esté preparada.
Tengo
miedo de ese Dios que me asestó un fuerte golpe y aunque fue positivo, dejó en mí
un temor que me impide darle gracias.
Estoy aturdida por esa experiencia de la gracia. Estoy abatida….no sé cómo
expresarlo.
Esta
curación milagrosa me impide ser yo misma. ¡Quizás he empezado a descubrirme?
No lo sé, pero esta conciencia o mejor dicho, esta experiencia de dependencia
absoluta de Dios me tienen aterrorizada.
El
9 de diciembre continúa escribiendo:
Intento
comprender mi estado. El análisis psicológico es bastante sencillo: era
necesario que se produjese una reevaluación. En efecto, me había preparado para
aceptar la muerte precedida de una enfermedad terrible, y me había dispuesto
heroicamente a soportar el dolor y la desdicha. De repente, todo esto ya no era
necesario. ¿Quizás simplemente sufre mi orgullo?
Ahora
vivo de nuevo y tengo que retomar esta vida de alguna manera .Me parece que es
preciso revalorizar todo de otra forma, pero no soy capaz. No sé aceptarlo y
por eso me deprimo.
Dios
mío, perdóname que no sepa simplemente dar gracias como un niño. No puedo
evitarlo. Por ahora, alejo ese pensamiento de que fue un milagro, de que me he
curado milagrosamente. Me resulta más fácil así.
Lo
escondo en el fondo del alma y pido perdón a Dios, pero también hago que vea,
me hago ver a mí misma…. Toda entera.
El
capítulo III termina con la carta que Karol Wojtyla enviara al Padre Pio desde roma el 17 de noviembre de 1962:
Reverendo
Padre
Aquella
mujer de Cracovia, Polonia, madre de cuatro hijos, el 21 de diciembre antes de
la intervención quirúrgica recupero inesperadamente la salud. Demos gracias a
Dios. También a ti, Reverendo Padre, quiero darte sinceramente las gracias en
su nombre en nombre de su marido y de
toda su familia.
En
el nombre de Cristo
Karol
Wojtyła
Vicario
capitular de Cracovia
Roma,
28 de noviembre de 1962
Wanda Poltawska: DIARIO DE UNA AMISTAD, la familia Poltawski y
Karol Wojtyla
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