"`Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón´. Estas
palabras del Apocalipsis nos hacen pensar en la gran lucha que se libra entre
el bien y el mal, pudiendo constatar cómo el hombre, al alejarse de Dios, no
puede hallar la felicidad, sino que acaba por destruirse a sí mismo.
El mensaje de Fátima es una llamada a la conversión, alertando a
la humanidad para que no siga el juego del `dragón´, que con su `cola´ arrastró
un tercio de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. La meta
última del hombre es el Cielo, su verdadera casa, donde el Padre celestial, con
su amor misericordioso, espera a todos. Dios quiere que nadie se pierda; por
eso, hace dos mil años, envió a la tierra a su Hijo, `a buscar y salvar lo que
estaba perdido´. Él nos ha salvado con su muerte en la cruz; ¡que nadie haga
vana esa cruz!...
Con su solicitud materna, la santísima Virgen vino aquí, a
Fátima, a pedir a los hombres que "no ofendieran más a Dios, nuestro
Señor, que ya ha sido muy ofendido". Su dolor de madre la impulsa a
hablar; está en juego el destino de sus hijos. Por eso pedía a los pastorcitos:
"Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores, pues muchas
almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas".
La pequeña Jacinta sintió y vivió como suya esta aflicción de la Virgen,
ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores...
Mis últimas palabras son para los niños: La Virgen tiene mucha
necesidad de todos ustedes para consolar a Jesús, triste por los pecados que se
cometen; tiene necesidad de sus oraciones y sacrificios por los pecadores.
Pidan a sus padres y educadores que los inscriban a la `escuela´ de Nuestra
Señora, para que les enseñe a ser como los pastorcitos, que procuraban hacer
todo lo que ella les pedía. Les digo que `se avanza más en poco tiempo de
sumisión y dependencia de María, que en años enteros de iniciativas personales,
apoyándose sólo en sí mismos´. Fue así como los pastorcitos rápidamente
alcanzaron la santidad..."
(San Juan Pablo II)
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