¡Santa
María, Virgen y Madre!
El
Señor te ha bendecido
más
que a todas las mujeres de la tierra:
nuestro
pueblo, lleno de alegría, celebra tu gloría.
Tú
has concebido primero en tu corazón, por medio de la fe
y
luego en tu seno virginal, al Hijo del Altísimo
y
lo has dado a luz por obra del Espíritu Santo,
convirtiéndote
en Madre de Dios.
Tú,
al pie de la cruz de tu Hijo,
mientras
el dolor traspasaba tu alma,
mostrando
tu esperanza inquebrantable,
has
cooperado en nuestra restauración en la gracia,
y
eres Madre nuestra.
Tú,
que nos has dado ejemplo en tu hogar de Nazaret,
haz
que en el santuario de nuestras familias
sea
siempre bendecida y respetada la vida concebida
y
que reine en ellas la concordia y el amor cristiano.
Tú,
que eres signo de esperanza y consuelo para todos,
ayúdanos
a renovar espiritualmente nuestro país,
amando
y respetando a nuestros hermanos,
haciéndonos
promotores de verdad, de justicia, de libertad y de paz.
Tú,
a quien todas las generaciones llaman bienaventurada,
concede
a todos los hombres caminar juntos,
sin
desfallecer y superando obstáculos,
hasta
encontrarnos unidos en la casa del Padre.
Santa
María, Virgen y Madre,
recibe
la alabanza y el agradecimiento
de
este pueblo argentino que a lo largo de su historia
ha
experimentado eficazmente tu valiosa intercesión.
Amén.
Vaticano,
1 de enero de 1980.
Plegaria a la Virgen María en vista del Congreso Mariano
nacional argentino (1 de enero de 1980)
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