Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 25 de agosto de 2025

Los Papas del Concilio Vaticano II – (6 de 8) “Los otros Papas” Albino Luciani – Juan Pablo I - Luis Marin de San Martin, OSA

 

Hubo otros tres hombres que participaron en el Concilio durante todas sus etapas y que, andando el tiempo, llegarán a la sede de Pedro con los nombres de Juan Pablo I (1978), Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI. Estas líneas quieren ser un breve apunte sobre estos otros papas del Vaticano II que nos permita vislumbrar cómo vivieron el Concilio Albino Luciani, Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger.

 Albino Luciani

 



Cuando Juan XXIII inauguró el Concilio en 1962, uno de los obispos que tomaron parte en la procesión y posterior celebración solemne fue Albino Luciani, que acababa de cumplir cincuenta años y era obispo de Vittorio Véneto desde 1958. No tomó la palabra nunca, ni intervino en ninguna de las sesiones conciliares, aunque siguió atentamente los debates y tomó abundantes notas, que le sirvieron para escribir numerosas cartas a sus diocesanos, en las que les informaba sobre los principales temas, con un estilo muy particular, casi a modo de conversación, lleno de anécdotas y citas. Era partidario de la renovación y aggiornamento de la Iglesia, término que prefería al de reforma, ya que este término insinuaba un estado de decadencia que, de hecho, no existía. Para él todo cambio deberá hacerse desde el respeto a la ortodoxia, fundamentado en la tradición viva de la Iglesia: «Se puede cambiar y se podrá decir: la Iglesia que sale del Concilio es todavía la de ayer pero renovada. Pero nunca se podrá decir: tenemos una nueva Iglesia, diferente de la que teníamos ayer»

Respecto a los grandes argumentos del Concilio, el interés de Luciani se centró principalmente en tres puntos: la reforma litúrgica, la libertad religiosa y la vida de la Iglesia. Al comentar las modificaciones introducidas en la misa, uno de los temas estrella del Concilio, Albino Luciani decía que el punto de partida conciliar había sido «qué tipo de ayuda se ha de ofrecer al fiel para que recoja el mayor fruto posible». Y la ayuda ofrecida era triple: potenciar y resaltar la lectura de la palabra de Dios; usar la lengua materna de cada país108; simplificar los ritos. Por lo que se refiere a la libertad religiosa, sabemos que produjo en él un auténtico choque que le llevó a un verdadero cambio de mentalidad y de apertura a las nuevas orientaciones propuestas por el Vaticano II. Él había estudiado en el seminario que sólo la verdad tenía derechos y, por tanto, era justo privar de la libertad religiosa a quienes se alejaban de la verdad. Ahora la perspectiva cambiaba: «También he cambiado yo. Antes pensaba de manera diferente y lo enseñaba así. La verdad permanece intacta, pero se propone de manera diversa, con respeto a las personas». Y lo explicaba así: «Todos estamos de acuerdo en que sólo hay una verdadera religión, y el que la conoce está obligado a practicar nada más que aquella. Pero, dicho esto, hay otras cosas que también son justas y es necesario decirlas. Es decir, que quien no se siente católico tiene derecho a profesar su religión con más motivo. El derecho natural dice que cada cual tiene derecho a buscar la verdad»109. En cuanto a la vida de la Iglesia, Luciani mostró siempre una acendrada defensa de la autoridad del papa basada en el amor a su figura como sucesor de Pedro y como garantía de la unidad de la eclesial. Alejarse del papa y de su magisterio significaría romper esta unidad y poner en cuestión la estabilidad110. También merece destacarse el interés de Luiciani por el laicado y el entusiasmo con el que acogió la promulgación de textos como

Lumengentium. 

Apostolicamactuositatem 

o Gaudium et spes 

en la que veía oficialmente reconocidas intuiciones que él había procurado llevar a la práctica, dentro de sus posibilidades, ya antes del Concilio. Albino Luciani fue nombrado patriarca de Venecia en 1969 y cardenal en el consistorio del 5 de marzo de 1973. Elegido papa el 26 de agosto de 1978, fue encontrado muerto, tras un fugaz pontificado, en la mañana del 29 de septiembre del mismo año. De él queda la imagen cercana y sonriente de un pastor según el espíritu del Concilio y el recuerdo inolvidable de un cristiano sencillo y bueno.

 

  Eneste enlace puede leerse el texto completo de

Concilio Vaticano II 40 años después  - Centro Teologico San Agustin 

 

 

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