Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 22 de agosto de 2025

Los Papas del Concilio Vaticano II – (3 de 8) Pio XI y Pio XII - Luis Marin de San Martin, OSA

 

El Concilio Vaticano II fue un verdadero don de Dios para la Iglesia, cuya luz ilumina también nuestro presente. Un auténtico motor de renovación, que ha logrado impulsar la vida de los cristianos despertando sus potencialidades y mostrando el rostro de una Iglesia dinámica y en diálogo con el mundo, que ofrece a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la novedad de la fe cristiana vivida en la alegría del amor de Dios, capaz de dilatar los espacios de la esperanza. En estas páginas quiero presentar a los hombres que, de manera más directa, hicieron posible la llegada de esa nueva primavera. El papa Juan XXIII, que convocó el Vaticano II y acompañó su primera sesión. Y el papa Pablo VI, que dirigió las tres siguientes etapas y vivió las tensiones del posconcilio. Junto a ellos quiero recordar a sus antecesores, Pío XI y Pío XII, que también pensaron en un Concilio aunque, por diversas razones no llegaron a convocarlo. Y a sus sucesores, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, que participaron y vivieron las sesiones conciliares. No pretendo hacer aquí una historia minuciosa del Vaticano II, ni tampoco de los pontificados y sus diferentes circunstancias. Tan sólo quiero exponer a grandes rasgos la acción de estos papas y su profundo amor a la Iglesia, tomando como punto de referencia el Vaticano II. Así fueron y actuaron los papas del Concilio.

 

PÍO XI y PÍO XII: Los primeros tanteos.

En la primera mitad del siglo XX encontramos dos corrientes principales respecto a la realidad de los Concilios. Para unos, la definición dogmática de la infalibilidad pontificia y las robustecidas prerrogativas papales hacían completamente innecesarias y superadas las asam- 24 bleas conciliares como lugar efectivamente normativo. Para otros, sin embargo, la conveniencia de reunir un Concilio era una idea recurrente, casi siempre ligada a la reanudación del inconcluso Vaticano I2 . En este sentido, junto con otras iniciativas ligadas a diversas personas y ambientes eclesiales3 , merecen destacarse los pasos dados al respecto por los papas Pío XI (1922-1939) y Pío XII (1939-1958)

 PIO XI

 


El proyecto de Pío XI Ya en la encíclica Ubi arcano, publicada poco después de su elección , Pío XI indicaba que había pensado «convocar oportunamente en Roma, cabeza del mundo católico, una solemne asamblea del mismo carácter, que buscase un remedio oportuno a la actual decadencia provocada por las grandes perturbaciones de la humanidad». No obstante reconocía también que no se atrevía «a emprender la continuación de aquel Concilio ecuménico iniciado, durante nuestra juventud, por el Romano Pontífice Pío IX», sino más bien esperar «a que la bondad misericordiosa del Señor nos manifieste con mayor certeza los designios de su voluntad (Jue 6,17)». Para avanzar en esta tarea clarifica dora, el papa Ratti tomó dos decisiones. La primera fue nombrar en mayo de 1923 una Comisión formada por el dominico Hugon, el servita Lépicer, el jesuita Tacchi Venturi y por monseñor Bianchi Cagliesi, para recoger la documentación del Vaticano I existente en el Archivo y comprobar lo que restaba por hacer según el plan original. La segunda fue ordenar una consulta a todos los cardenales y también a diversos obispos, prelados y abades nullius para que expresaran su opinión, en el plazo de seis meses, sobre la conveniencia o no de continuar el inconcluso Vaticano I6 . Según algunos indicios, aunque no existe prueba documental de ello, el papa nombró en el año 1924 una nueva Comisión presidida por el cardenal Luigi Sincero, con la tarea de estudiar el material. Así, los trabajos se concretaron en dos propuestas presentadas a Pío XI a comienzos de 1924, con una marcada orientación teológico-dogmática y un evidente deseo de robustecer la estructura eclesial7 . No obstante el interés de Pío XI por la idea del Concilio y los pasos dados en los primeros tiempos de su pontificado, lo cierto es que la enormidad de la tarea y las dificultades de todo tipo que prometían acompañar tanto la preparación como el desarrollo, hicieron que el papa Ratti considerase más sensato no dispersar fuerzas y concentrarlas mejor en la solución de temas más urgentes, como por ejemplo la llamada cuestión romana. Además, las dificultades del mapa político, con el ascenso de los totalitarismos, concentraron muchas de las energías de Pío XI durante el resto de su pontificado, con lo que la posible reanudación del Vaticano I quedó sin llevarse a efecto.

 

PIO XII



Pío XII y el reto conciliar.

La idea de reanudar el Vaticano I volvió a resurgir con fuerza después de la Segunda Guerra Mundial ligada a los que podríamos denominar «ambientes conservadores» que propugnaban un Concilio doc trinal que corrigiese errores y desviaciones, aportara seguridades, fijase la posición de la Iglesia frente al mundo y reforzara la disciplina eclesiástica . En efecto, fue el cardenal Ernesto Ruffini, arzobispo de Palermo quien, durante la audiencia concedida por Pío XII 24 de febrero de 1948, propuso la convocatoria de un Concilio. El papa Pacelli nombró una Comisión secreta presidida por el asesor del Santo Oficio, Alfredo Ottaviani, futuro cardenal, que se reunió por primera vez el 15 de marzo de 1948. De esta Comisión formaban parte los monseñores Hudal y Dalpiaz, los jesuitas Hürt, Tromp y Creusen, el benedictino Beste y el p. Grendel, de la Sociedad del Verbo Divino. A propuesta de esta comisión, en marzo de 1949 Pío XII creó cuatro Comisiones preparatorias coordinadas por una Comisión Central, presidida monseñor Francesco Borgongini Duca, nuncio apostólico en Italia, y con el p. Pierre Charles, S.J., profesor de Teología Dogmática en el Colegio Máximo de Lovaina como secretario. Pronto advirtieron en sus trabajos que ya no resultaba posible pensar en una mera reanudación del Concilio limitándose a asumir, tal cual, los proyectos dejados sin tratar por el Vaticano I. Los retos planteados por el mundo no eran ya los de 1870 ni tampoco podían obviarse diversos temas de interés general sobre los que la Iglesia debiera decir una palabra e iluminar con la luz del Evangelio. En la relación conclusiva presentada al papa Pío XII el 15 de enero de 1951 por monseñor Borgongini Duca, presidente de la Comisión Central, se avanzaba un posible esquema sobre las materias a tratar. En él encontramos un claro deseo de robustecer la unidad de la Iglesia desde la clarificación doctrinal, la consolidación de la disciplina y la lucha contra el error. No obstante, al hilo de las discusiones sobre la temática conciliar, surgieron en la Comisión profundas discrepancias de base que harán imposible el acuerdo en el tipo el tipo de Concilio que se pretendía convocar, en su duración, su desarrollo, el papel de la Curia Romana y en otras cuestiones de calado, que afectaban al perfil conciliar, determinando su orientación. Todo esto, unido a las dificultades logísticas y organizativas, hizo que Pío XII ordenara, en enero de 1951, suspender los preparativos y aparcar el tema. En definitiva, el papa Pacelli quedó convencido, al igual que su antecesor, de que los tiempos no estaban maduros para un Concilio largo, que plantearía enormes dificultades, y también de que el mismo magisterio pontificio y la actividad de la Curia podían suplir, en gran medida y con mucho menor coste, los resultados de un Concilio breve circunscrito a condenar los errores contemporáneos y a proclamar el dogma de la Asunción, como había sido la propuesta inicial de Ruffini y Ottaviani en 194811.

 (texto completo)

 

 


No hay comentarios: