Hubo otros tres hombres que participaron en el Concilio durante todas sus etapas y que, andando el tiempo, llegarán a la sede de Pedro con los nombres de Juan Pablo I (1978), Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI. Estas líneas quieren ser un breve apunte sobre estos otros papas del Vaticano II que nos permita vislumbrar cómo vivieron el Concilio Albino Luciani, Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger.
Durante la primera sesión intervino brevemente el 7 de noviembre de 1962 en el debate sobre la renovación litúrgica, pidiendo que en el nuevo rito del Bautismo se insistiera en la obligación de los padres y padrinos de educar al niño en la fe. También intervino el 21 de noviembre en el debate sobre las fuentes de la Revelación, insistiendo en que la Revelación no es tanto comunicación de conocimientos cuanto autorrevelación de Dios, y presentó un texto escrito en el debate sobre la naturaleza y misión de la Iglesia, en el que propuso reconocer una vocación laica específica. En el segundo período, otoño de 1963, participó en la discusión sobre la Iglesia como pueblo de Dios, tanto oralmente como por escrito, argumentando sobre la realidad de la Iglesia y su misión en el mundo, entendida desde la trascendencia, y sobre la vocación a la santidad. El 30 de diciembre de 1963 Wojtyla fue nombrado arzobispo de Cracovia y como tal participó en las dos siguientes sesiones conciliares. En la tercera presentó un largo escrito, en nombre del episcopado polaco, sobre el lugar que debía ocupar la Virgen María en el proyecto de documento sobre la Iglesia, a lo que añadió una intervención personal escrita en la que pedía que el capítulo sobre la Virgen no fuera el último del documento, sino el segundo, inmediatamente detrás del dedicado al misterio de la Iglesia. Su propuesta no tuvo éxito. En la discusión sobre la libertad religiosa intervino una vez de forma oral, el 25 de septiembre, y dos por escrito. En ellas presentó la libertad religiosa tanto un asunto ecuménico como una cuestión propia de las relaciones Iglesia-Estado y ofreció una reflexión sobre la libertad, considerándola en su relación con la verdad, destacando el papel de la religión, que no aliena, sino que ayuda al ser humano a alcanzar su destino. El 8 de octubre de 1964 intervino en el debate sobre el apostolado de los laicos pidiendo el diálogo con los fieles bautizados y una eclesiología no clericalizada. También aportó un escrito sobre el tema específico del apostolado propio de los laicos en la Iglesia. Sin embargo, su principal contribución fue respecto al esquema sobre la Iglesia en el mundo moderno, que daría origen a la constitución Gaudium et spes. El 21 de octubre de 1964 habló para pedir que se tuviera una visión amplia al hablar de «mundo» y no reducirlo a las sociedades avanzadas de Europa y América del Norte. También pedía evitar una actitud negativa y cualquier clase de soliloquio magisterial. La Iglesia debía hacer su propuesta a la modernidad con argumentos, entrando en diálogo con el mundo.
Durante la cuarta sesión volvió a intervenir tanto oralmente como por escrito sobre el tema de la libertad religiosa. En septiembre de 1965 habló argumentando que no es suficiente decir «soy libre», sino «soy responsable» y ofreció una declaración escrita en la que proponíasentar la libertad religiosa como doctrina revelada que está en consonancia con la razón. Varias de las ideas de Wojtyla están recogidas en el texto final de la Dignitatis humanae.
El 28 de septiembre de 1965 tomó la palabra en el debate sobre la Iglesia en el mundo moderno, con un discurso en el que habló de la Redención de Cristo como prisma desde el cual la Iglesia hace su propuesta sobre el mundo: no es algo extrínseco al mundo, sino que le da sentido. También defendió la legítima autonomía de las realidades temporales, aunque pidió que, así como la Iglesia debe abrirse al mundo, también el mundo debe abrirse a la posibilidad de trascendencia. E insistió en que el diálogo con el ateísmo debe hacerse siempre con argumentos. Concluyó afirmando que la fe cristiana es liberadora en el más profundo sentido de la libertad humana. Hubo otras dos intervenciones de Wojtyla sobre la Gaudium et spes.
La primera eran una serie de enmiendas a los textos, la otra tocaba el tema del amor matrimonial y pedía dialogar con las parejas casadas sobre la castidad conyugal y el método moralmente apropiado para el control de la natalidad. Así pues, la participación del Karol Wojtyla en el Concilio fue muy rica. Creado cardenal por Pablo VI el 28 de junio de 1967, lo que anunciaban sus intervenciones durante el Vaticano II lo fue desarrollando en los años posteriores como profesor universitario y arzobispo. También en su activa presencia en las sucesivas asambleas del Sínodo de los obispos podemos encontrar ya muchos de los temas y de las orientaciones que marcarán su largo y fecundo pontificado, iniciado en la tarde del 16 de octubre de l978, cuando fue elegido sucesor de Juan Pablo I en la octava votación del cónclave, y concluido a las 21,37 del sábado 2 de abril de 2005. Aún hace falta cierta perspectiva para evaluar de forma completa la huella de Juan Pablo II en la Iglesia de nuestro tiempo, pero su vínculo con el Concilio Vaticano II debe ofrecernos, sin duda, una fuerte línea de reflexión
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