En momentos en que el ánimo general argentino se encuentra tan crispado como cuando la profesora Graciela M. Palau (*) escribió este articulo, destinado en principio a un matutino porteño - que luego fue publicado por el Instituto Mounier y publicado en este blog en 2010, sigue siendo tan oportuno como entonces - y como siempre - reflexionar sobre el valor del diálogo, que la Profesora Dra. Palau hace a la luz de las enseñanzas de Karol Wojtyla/Juan Pablo II.
Detrás de la cortina de hierro, en el año 1970, un cardenal polaco, de enorme talla intelectual pero desconocido entonces fuera del ámbito eclesiástico, presentaba su mayor obra filosófica, Persona y Acción, ante un público de pensadores selectos. El lugar: la Universidad católica de Lublin donde Karol Wojtyla, con su característica actitud de apertura al diálogo, daba lugar a un debate sobre su libro entre expertos intelectuales polacos. En la parte final de ese escrito el autor hace una descripción de los modos auténticos de participación social y explica el significado de la solidaridad humana, uno de los principios básicos de la organización social y política. La actualidad de ese análisis para el momento que atraviesa nuestro país se muestra paradigmática. Intentar reflexionar sobre su aplicación a nuestra realidad puede iluminar su comprensión.
Solidaridad significa, según Wojtyla, una disposición constante a aceptar y a
realizar la parte que a uno le corresponde en la comunidad en función del bien
común. Esta orientación hacia el bien común es la que posibilita a cada uno
saber cuándo es necesario aceptar una proporción mayor de la responsabilidad y
actuación que normalmente le corresponden. La actitud solidaria de un miembro
de una comunidad se manifiesta mediante la disposición a complementar lo que
hacen los demás. Además, la solidaridad y la actitud que el autor denomina
oposición constructiva no son intrínsecamente contradictorias. El opositor es
solidario cuando no retira su disposición a actuar y trabajar por el bien
común. Al contrario, el opositor es solidario porque quiere participar en su
búsqueda. La actitud de oposición auténtica busca la participación social como
consecuencia de una honda preocupación por el bien común. Por eso, piensa
Wojtyla que el sistema social debe facilitar no sólo que la oposición
constructiva se exprese a sí misma dentro del marco de la comunidad, sino
también que actúe en beneficio de la comunidad. La búsqueda del bien común debe
liberar y apoyar la actitud de solidaridad, pero nunca de forma que sofoque la
oposición y se mantenga al margen de ella. Esa actitud solidaria y de apertura
a los aportes de la oposición es lo que necesitamos los ciudadanos argentinos
en las actuales circunstancias para afrontar esta etapa de nuestra historia. Es
preciso un reconocimiento sincero de los aportes de todos los sectores y
destacar los puntos de unidad que suelen ser más que las diferencias, para
reconducir la gestión hacia la búsqueda del bien común.
En este contexto arroja luz la explicación que hace Wojtyla sobre el sentido
del diálogo. Es el diálogo una actitud que conduce a una forma adecuada de
seleccionar y resaltar lo verdadero y lo bueno que surge en las situaciones
controvertidas. En cambio, intenta eliminar las actitudes y opiniones
parciales, preconcebidas o subjetivas que son el origen de enfrentamientos y
conflictos empobrecedores de la comunidad. Los titulares de los medios en estos
últimos días posteriores a la votación en el Senado, reflejan un reclamo
social: la necesidad de diálogo para superar la crisis. La ciudadanía quiere
evitar caer nuevamente en las actitudes que Wojtyla llama inauténticas del
conformismo y la evasión. Un conformismo superficial o interesado que pretende
evitarse problemas o busca ventajas inmediatas. La evasión se produce si los
miembros de una sociedad pierden interés en la participación y están ausentes
de la vida social porque se les impide toda colaboración. La democracia no se
construye con dialécticas y enfrentamientos sino con el diálogo auténtico y la
participación de todos. Tenemos que aprender el arte de dialogar, fomentar una
actitud de verdadero interés en comprender a los demás y escucharles con
verdadero interés. Diálogo es búsqueda del logos, de la verdad o de lo
razonable entre dos que se escuchan y entienden.
Como es sabido, la crisis de los sistemas que pretendían ser la salvación del
proletariado en los países comunistas, comenzaron con las protestas en Polonia
en nombre del movimiento Solidaridad. Fueron justamente los trabajadores los
que desautorizaron la ideología que pretendía ser su voz. En la apreciación de
Wojtyla, esos cambios se produjeron por una lucha pacífica, que empleó
solamente las armas de la verdad y de la justicia. Una verdadera lección de la
historia. Sin embargo, cegados a la realidad por el tejido de prejuicios
ideológicos o por la ambición de venganza y de poder, esos regímenes
consideraban que únicamente llevando hasta el extremo las confrontaciones
sociales sería posible darles solución. La actitud confrontativa e impositiva
es realmente incomprensible para el ciudadano común que vive en democracia.
Pero, sobretodo, es una actitud que se mostró incapaz de diseñar y afrontar un
proyecto de nación. Así como el ciudadano polaco se sentía obligado a aceptar
una concepción de la realidad impuesta por la fuerza, el ciudadano que vive en
democracia se resiste a aceptar un modelo de país impuesto y pide el diálogo,
la paz social, la unidad y un proyecto de país que nos incluya a todos. El
argentino es solidario y está acostumbrado a una movilidad social de la que se
enorgullece y desea colaborar con el esfuerzo de su trabajo en un modelo de
país productivo.
La denominada lucha del campo –aunque esta expresión bélica de lucha no es la
más acertada para reflejarlo– tiene alguna semejanza con las luchas que han
conducido a la caída de los regímenes del pasado. Son luchas, según afirma Juan
Pablo II en Centesimus annus, que se caracterizaron por haber insistido
tenazmente en intentar todas las vías de la negociación, del diálogo, del
testimonio de la verdad, apelando a la conciencia del adversario y tratando de
despertar en las autoridades el sentido común. Es el estilo de participación
solidaria que colabora realmente en la construcción de una nación libre.
Un ordenamiento democrático se basa en principios de solidaridad, en el
esfuerzo del trabajo y en el ejercicio de la libertad. Exige reconocer
íntegramente los derechos de la conciencia humana, escuchar al opositor del que
se pueden obtener aportes para el bien común y reconocer los derechos de todos,
sin distinción ni discriminación. En estos principios está el fundamento
primario de todo ordenamiento político auténticamente libre.
El Estado tiene que crear las condiciones favorables al libre ejercicio de la
actividad económica para que exista una oferta abundante de oportunidades de
trabajo y de fuentes de riqueza. Tiene que asegurar a todos, los derechos
básicos para llevar una vida digna. La reciente participación cívica en nuestra
democracia hace nacer las esperanzas de un cambio en las estructuras políticas
y sociales de nuestro país, gravadas por la hipoteca de una dolorosa serie de
injusticias y rencores. Es necesario forjar actitudes que faciliten que los
complejos problemas de la actualidad, se resuelvan por medio del diálogo y de
la solidaridad, en vez de la lucha para destruir al adversario. La educación
forjadora de actitudes tiene un papel preponderante en la conformación de esta
cultura.
El desarrollo de una auténtica cultura del trabajo y del diálogo será lo que
ayude a participar de manera plenamente humana en la vida social. Son precisos
los esfuerzos de todos los argentinos, los gobernantes y los legisladores, los
de la ciudad y los del campo, los trabajadores de la industria y del comercio,
los intelectuales, los educadores y los artistas… Todos tenemos que sumar para
construir un futuro mejor, un orden social basado en el espíritu de trabajo
esforzado, de colaboración y solidaridad.
(*) autora del libro La autorrealización según el personalismo de K. Wojtyla publicado por EDUCA (Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2007.



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