Entre los documentos del Papa Pacelli, el
resumen, seco y notarial, de lo que el Pontífice vio antes de la proclamación
de la Asunción, en 1950: el globo solar giraba, como sucedió durante la última
de las apariciones portuguesas
Hasta hace poco (12 de mayo 2017) era un caso conocido, pero sin fundamento documental. En 1950, poco antes de proclamar el dogma mariano de la Asunción de María con su cuerpo en el cielo en el momento de su muerte, el último de los dogmas proclamados por la Iglesia católica, Pío XII asistió a un hecho extraordinario. Mientras paseaba por los jardines vaticanos vio varias veces el mismo fenómeno que se verificó el 13 de octubre de 1917, al final de las apariciones de Fátima, cuando la multitud acudió a donde estaban los tres pastorcillos en un día lluvioso: de repente vio que el sol giraba y se acercaba. Los presentes pudieron observar esta extraña «danza» sin deslumbrarse.
El primero y único que había hablado sobre el «milagro» que vio Pío XII fue el cardenal Federico Tedeschini, durante una homilía. Hace nueve años surgió, en el archivo de la familia Pacelli, un apunte autógrafo del Papa. Un texto inédito sobre aquella visión. Se trata de un apunte manuscrito en el que, en primera persona, Pío XII cuenta lo que le sucedió. La descripción es seca, casi notarial, sin ceder a ningún sensacionalismo. El Papa Pacelli lo escribió reutilizando una hoja que, en la otra cara, tenía algunas líneas mecanografiadas para una audiencia, rasgo que confirma el carácter parsimonioso del Pontífice que nació en Roma, acostumbrado a apagar personalmente las luces en las salas del Vaticano después de las audiencias y a reciclar los sobres con los que le enviaban el programa cotidiano de las audiencias.
El Papa después dice haber asistido al mismo fenómeno el día siguiente, 31 de octubre, y también el primero de noviembre, el día de la definición del dogma de la Asunción. Se habría repetido también el 8 de noviembre. «Y después ya no». Recuerda también haber tratado, en otros días, a la misma hora y en condiciones atmosféricas semejantes, «mirar el sol para ver si aparecía el mismo fenómeno, pero en vano; no pude mirarlo ni siquiera un instante, la vista quedaba inmediatamente deslumbrada».
Hay que notar que el Papa no habla de «milagro» ni se lanza con posibles interpretaciones. Lo que es seguro es que quedó sorprendido por la coincidencia. Durante los días siguientes, Pío XI contó lo que había visto «a pocos íntimos y a un pequeño grupo de cardenales (tal vez cuatro o cinco), entre los que estaba el cardenal Tedeschini». Este último, en octubre del año siguiente, 1951, debía viajar a Fátima para cerrar las celebraciones del Año Santo. Antes de partir fue recibido en audiencia y le pidió al Papa si podía citar esa singular visión del sol girando en su homilía. «Le respondí: “Déjalo, no es el caso”. Pero él insistió —continúa Pío XII en el manuscrito—, sosteniendo la oportunidad de tal anuncio, y yo entonces le expliqué algunos particulares del evento». «Esta es, en breves y simples términos —concluye Pacelli— la pura verdad». «Pío XII estaba muy persuadido de la realidad del fenómeno extraordinario al que asistió en cuatro ocasiones», dijo en su momento sor Pascalina Lehnert, la religiosa y gobernante del aposento papal.
El llamado «milagro del sol», como hemos recordado, se había verificado el 13 de octubre de 1917 en Fátima, durante la última de las apariciones a los tres pastorcillos. Lo describió de esta manera en su crónica M. Avelino di Almeida, periodista laico y no creyente enviado por el periódico «O Seculo», y testigo ocular: «Y se asiste entonces a un espectáculo único e increíble al mismo tiempo, para quien no fue testigo… Se ve a la inmensa multitud voltear hacia el sol, libre de nubes, en pleno día. El sol recuerda un disco de plata descolorido y es posible verlo a la cara sin sentir el más mínimo malestar. No quema, no deslumbra. Se diría un eclipse».
Pío XII tenía un fuerte vínculo con Fátima: la primera aparición a los tres pastorcillos se verificó el 13 de mayo de 1917, el mismo día en el que el Papa Pacelli fue consagrado arzobispo en la Capilla Sixtina. Existen documentos que demuestran que Pío XII y la vidente sor Lucía dos Santos siempre quedaron en contacto, y que el Pontífice, en el último año de su vida, guardó el texto del Tercer Secreto de Fátima en su aposento. Quien mantuvo los contactos directos entre Lucía y el Papa fue la marquesa Olga Morosini Cavadal, la mujer que en 1977 acompañó al patriarca de Venecia, Albino Luciani, a visitar a la vidente de Fátima en el monasterio de Coimbra: «Varias veces —declaró la marquesa en el proceso de beatificación de Pacelli— transmití mensajes del Santo Padre a sor Lucía y de ella para él, pero, como prometí nunca revelar nada a quién sabe quién, no me siento autorizada para hacerlo ahora».



No hay comentarios:
Publicar un comentario