En la carta apostólica Rosarium Viginis Mariae el Beato Juan Pablo II nos
explicaba los 20 misterios del Santo Rosario: Misterios de gozo, Misterios de
luz, Misterios de dolor y Misterios de gozo, que publico aquí separadamente en
cuatro posts.
“El primer ciclo, el de los
«misterios gozosos», se caracteriza efectivamente por el gozo que produce el
acontecimiento de la encarnación. Esto es evidente desde la anunciación,
cuando el saludo de Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación a la
alegría mesiánica: «Alégrate, María». A este anuncio apunta toda la historia de
la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo. En efecto,
si el designio del Padre es de recapitular en Cristo todas las cosas (cf. Ef
1, 10), el don divino con el que el Padre se acerca a María para hacerla Madre
de su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la humanidad está como
implicada en el fiat con el que Ella responde prontamente a la voluntad
de Dios.
El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, dónde la
voz misma de María y la presencia de Cristo en su seno hacen «saltar de
alegría» a Juan (cf. Lc 1, 44). Repleta de gozo es la escena de Belén,
donde el nacimiento del divino Niño, el Salvador del mundo, es cantado por los
ángeles y anunciado a los pastores como «una gran alegría» (Lc 2, 10).
Pero ya los dos últimos misterios, aun conservando el sabor de la
alegría, anticipan indicios del drama. En efecto, la presentación en el
templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo
Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será «señal de
contradicción» para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre
(cf. Lc 2, 34-35). Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el
episodio de Jesús de 12 años en el templo. Aparece con su sabiduría divina
mientras escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien
'enseña'. La revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a las
cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que, ante las
exigencias absolutas del Reino, cuestiona hasta los más profundos lazos de
afecto humano. José y María mismos, sobresaltados y angustiados, «no
comprendieron» sus palabras (Lc 2, 50).
De este modo, meditar los misterios «gozosos» significa adentrarse en
los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo.
Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y
sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a
aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo
es ante todo evangelion, 'buena noticia', que tiene su centro o, mejor
dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único
Salvador del mundo.”
(Beato Juan Pablo II Carta ApostólicaRosarium Virginis Mariae)
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