En la carta apostólica Rosarium Viginis Mariae el Beato Juan Pablo II nos
explicaba los 20 misterios del Santo Rosario: Misterios de gozo, Misterios de
luz, Misterios de dolor y Misterios de gozo, que publico aquí separadamente en
cuatro posts.
“Los Evangelios dan gran relieve a los misterios del dolor de Cristo. La
piedad cristiana, especialmente en la Cuaresma, con la práctica del Via
Crucis, se ha detenido siempre sobre cada uno de los momentos de la Pasión,
intuyendo que ellos son el culmen de la revelación del amor y la fuente
de nuestra salvación. El Rosario escoge algunos momentos de la Pasión,
invitando al orante a fijar en ellos la mirada de su corazón y a revivirlos. El
itinerario meditativo se abre con Getsemaní, donde Cristo vive un momento
particularmente angustioso frente a la voluntad del Padre, contra la cual la
debilidad de la carne se sentiría inclinada a rebelarse. Allí, Cristo se pone
en lugar de todas las tentaciones de la humanidad y frente a todos los pecados
de los hombres, para decirle al Padre: «no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc
22, 42 par.). Este «sí» suyo cambia el «no» de los progenitores en el Edén. Y
cuánto le costaría esta adhesión a la voluntad del Padre se muestra en los
misterios siguientes, en los que, con la flagelación, la coronación de espinas,
la subida al Calvario y la muerte en cruz, se ve sumido en la mayor ignominia: Ecce
homo!
En este oprobio no sólo se revela el amor de Dios, sino el sentido mismo
del hombre. Ecce homo: quien quiera conocer al hombre, ha de saber
descubrir su sentido, su raíz y su cumplimiento en Cristo, Dios que se humilla
por amor «hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2, 8). Los misterios de
dolor llevan el creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de la
cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios al
hombre y sentir toda su fuerza regeneradora.”
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