En la carta apostólica Rosarium Viginis Mariae el Beato Juan Pablo II nos
explicaba los 20 misterios del Santo Rosario: Misterios de gozo, Misterios de
luz, Misterios de dolor y Misterios de gozo, que publico aquí separadamente en
cuatro posts.
“Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de
Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar de
manera especial «misterios de luz». En realidad, todo el misterio de Cristo
es luz. Él es «la luz del mundo» (Jn 8, 12). Pero esta dimensión se manifiesta
sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio
del Reino. Deseando indicar a la comunidad cristiana cinco momentos
significativos –misterios «luminosos»– de esta fase de la vida de Cristo,
pienso que se pueden señalar: 1. su Bautismo en el Jordán; 2. su
autorrevelación en las bodas de Caná; 3. su anuncio del Reino de Dios invitando
a la conversión; 4. su Transfiguración; 5. institución de la Eucaristía,
expresión sacramental del misterio pascual.
Cada uno de estos misterios revela el Reino ya presente en la persona
misma de Jesús. Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En
él, mientras Cristo, como inocente que se hace 'pecado' por nosotros (cf. 2
Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo
proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende
sobre Él para investirlo de la misión que le espera. Misterio de luz es el
comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando
el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la
intervención de María, la primera creyente. Misterio de luz es la predicación
con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión
(cf. Mc 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con
humilde fe (cf. Mc 2, 3-13; Lc 7,47-48), iniciando así el
ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo,
especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la
Iglesia. Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la
tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece
en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles
extasiados para que lo « escuchen » (cf. Lc 9, 35 par.) y se dispongan a
vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la
alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo.
Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo
se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del
vino, dando testimonio de su amor por la humanidad « hasta el extremo » (Jn13,
1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.
Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda
en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en
algún que otro momento de la predicación de Jesús (cf. Mc 3, 31-35;
Jn 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de
la institución de la Eucaristía. Pero, de algún modo, el cometido que desempeña
en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en
el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece
también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna
dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: «Haced lo que él os diga» (Jn
2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de
Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos
los «misterios de luz».”
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