“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1Jn 4, 16) (Lema de la JMJ 1987 Buenos Aires tomado de la primera Carta del Apóstol San Juan.)
Ya se acercaba la gran ceremonia de la Clausura de la
Jornada Mundial de la Juventud en Buenos Aires, pero aun faltaba la gran fiesta
de los jóvenes, esa inmensa alegría que significaba para el Papa encontrarse con
los jóvenes, la Vigilia previa ala Clausura, que es cuando el Papa
verdaderamente dialogaba de corazón a corazón con los jóvenes, como si lo
hiciese con cada uno de ellos frente a frente y les abría su corazón para
que ellos abrieran el suyo al mundo.
Estamos cumpliendo 38
años desde aquella inolvidable Vigilia en la avenida 9 de Julio, la
noche del sábado 11 de abril cuando el Santo Padre Juan Pablo II mantuvo su
encuentro multitudinario con los jóvenes del mundo. En su discurso el Papa
pidió conversión, fidelidad, generosidad y esperanza, en fin “una civilización
de amor”, y dijo “que el problema de la humanidad que más
le preocupa es pensar que los hombres aun no conocen a Cristo ni la verdad del
amor de Dios.”
Era una noche fría, aunque el calor y la alegría de los jóvenes reconfortaban al Papa; el cardenal Pironio sonriente le acerco un “poncho” …como no iba a ponérselo!
Era el abrigo que simbólicamente representaba el calor de todos
los presentes y el de todos aquellos que hubiesen querido estar
allí….Nunca se había visto tal cantidad de jóvenes en las calles de Buenos
Aires…. Hubo cantos, rezos, meditación guitarras, mate y un
breve descanso para aguardar el mensaje del Vicario de Cristo en aquella
Vigilia inolvidable.
Dándole la bienvenida a todos los jóvenes del mundo expresaba el
Papa “¡Qué alegría poder reunirme con vosotros esta tarde, al término de un día
tan intenso y casi al final de mi visita pastoral a Uruguay, Chile y
Argentina, que culmina mañana, Domingo de Ramos, con la celebración de la Jornada
mundial de la Juventud! Este encuentro
de la víspera nos introduce en el clima propio de esa Jornada, que es
un clima de fe en el amor que Dios nos tiene.”
“Pensad que el Señor cuenta con vuestra vida de fe – manifestada
en obras y palabras – …… Os invito ahora a cada uno personalmente, a que dirijáis
una confiada y sincera petición a Dios, como aquel ciego de Jericó que dijo a
Jesús: “Señor que vea” (Lc 18, 41). ¡Que vea yo, Señor, cuál es tu
voluntad para mí en cada momento, y sobre todo que vea en qué consiste
ese designio de amor para toda mi vida, que es mi vocación. Y dame
generosidad para decirte que sí y serte fiel, en el camino que quieras
indicarme: como sacerdote, como religioso o religiosa, o como laico que sea sal
y luz en mi trabajo, en mi familia, en todo el mundo.”
“Levántate y anda” (Mt 4, 16) era el
segundo tema y recordaba palabras de la . (Celebración de la Palabra en Santo Domingo, III, n. 2, 12 de octubre de 1984). “Desde tu
fidelidad a Cristo, resiste a quienes quieren ahogar tu vocación de esperanza”
En estas palabras, he querido expresar también por qué es América Latina el
“continente de la esperanza”: por la fidelidad a Cristo, que este
continente expresa en la gran mayoría de sus habitantes, por su fidelidad a
la única esperanza, que es la cruz de Cristo. Salve, oh
cruz, nuestra única esperanza (Hymnus ad Vespras Hebdomadae Sanctae).
Una esperanza que es única y universal.”
“El mundo necesita, hoy más que nunca, vuestra alegría y vuestro
servicio, vuestra vida limpia y vuestro trabajo, vuestra fortaleza y vuestra
entrega, para construir una nueva sociedad, más justa, más fraterna, más humana
y más cristiana: la nueva civilización del amor, que se despliega en servicio a
todos los hombres. Construiréis así la civilización de la vida y de la verdad,
de la libertad y la justicia, del amor, la reconciliación y la paz”.
“Os consta cuánto me preocupa la paz del mundo y cómo he realizado
con vosotros mismos, en distintas ocasiones, un itinerario evangélico de la
paz. Sabéis bien que la paz es un don de Dios – ¡Jesucristo es “nuestra paz”!
–, que hemos de pedir con insistencia. Pero, además debemos
construirla entre todos, y esto exige, también, de cada uno de nosotros, una
profunda conversión interior. Por eso, queridos jóvenes, hoy quiero
comprometeros de nuevo a ser «operadores de paz », por los caminos de la
justicia, la libertad y el amor .”
Viaje de Juan Pablo II a Uruguay, Chile y Argentina y la II JMJ
Este es un reposteo, con leves ajustes, del Viaje de Juan Pablo II a la Argentina 1987 -
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