El lunes de Pascua se llama
"lunes del Ángel" en recuerdo de lo que sucedió en el alba de aquel
primer día después del sábado. En efecto, un ángel reconfortó a las mujeres
que, habiendo ido al sepulcro, estaban desconcertadas y preocupadas al encontrar
la tumba vacía. "Él les dijo: No tengáis miedo. (...) Ha resucitado.
No está aquí" (Mc 16, 6). Y añadió: "Ahora id" a
anunciar esta buena nueva a los Apóstoles (cf. ib.).
También para nosotros tienen gran
valor estas palabras del ángel, que escuchamos siempre con íntima emoción. En
efecto, si Cristo ha resucitado, todo cambia y cobran sentido nuevo la vida y
la historia.
La liturgia de hoy propone a
nuestra meditación la predicación del apóstol san Pedro a las multitudes de
Jerusalén. Se centra en este anuncio: "Dios resucitó a Jesús, y todos
nosotros somos testigos" (Hch 2, 32).
Con sencillez y claridad, Pedro
afirma que Cristo crucificado está vivo, ha resucitado, y "todos nosotros
somos testigos". Desde entonces, la Iglesia no ha dejado de proclamar esta
"buena nueva". Es urgente que todos los hombres conozcan y encuentren
a Cristo, crucificado y resucitado, y se dejen conquistar por él. A cuantos lo
acogen les abre el corazón a la alegría verdadera que renueva, embellece y
enriquece de esperanza la existencia humana.
Regina caeli, laetare,
alleluia! Con el
gozo pascual exulta particularmente María, la Madre de Cristo, que con él
compartió la dura prueba de la Pasión. Que María haga cada vez más viva nuestra
fe en la resurrección del Señor y nos guíe en nuestro compromiso de testimoniar
el mensaje gozoso y fundamental de la Pascua a los hombres y a las mujeres del
tercer milenio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario