“Con gran alegría, a los 50 años de
la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II” el Santo Padre Benedicto XVI da
por iniciado el Año de la
fe. Después de saludar a los presentes le daba una bienvenida particular, saludándolos
con “particular afecto” a quienes habían tenido la gracia de vivir en
primera persona aquel momento memorable y justamente para rememorar el Concilio
expresaba en su homilía “que la celebración se ha enriquecido con algunos signos específicos: la
procesión de entrada, que ha querido recordar la que de modo memorable hicieron
los Padres conciliares cuando ingresaron solemnemente en esta Basílica; la
entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y
la entrega
de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la
Iglesia Católica, que haré al final, antes de la bendición. Estos
signos no son meros recordatorios, sino que nos ofrecen también la perspectiva
para ir más allá de la conmemoración. Nos invitan a entrar más profundamente en
el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo
nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue
siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de
comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación
de la Iglesia por los caminos de la historia.”
Leyendo entre líneas creo que el Santo Padre ha querido subrayar una vez más
que ha llegado la hora de los laicos invitándonos a vivir el Concilio en
nuestras casas, en nuestras parroquias y en nuestro medio, hacerlo nuestro compartiendo nuestra fe y
nuestra esperanza y no olvidarnos de “proclamar desde los tejados la buena nueva de que"tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el quecrea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
“El Año de la fe que hoy inauguramos – proseguía el Santo Padre Benedicto
XVI- está vinculado coherentemente con todo el camino de la Iglesia en los
últimos 50 años: desde el Concilio, mediante el magisterio del siervo de Dios
Pablo VI, que convocó un «Año de la fe» en 1967, hasta el Gran Jubileo del
2000, con el que el beato Juan Pablo II propuso de nuevo a toda la humanidad a
Jesucristo como único Salvador, ayer, hoy y siempre. Estos dos Pontífices,
Pablo VI y Juan Pablo II, convergieron profunda y plenamente en poner a Cristo
como centro del cosmos y de la historia, y en el anhelo apostólico de
anunciarlo al mundo. Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree
en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. Él es el
cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo no es
solamente el objeto de la fe, sino, como dice la carta a los Hebreos,
«el que inició y completa nuestra fe» (12,2).
Invito leer la magnífica síntesis del Santo Padre Benedicto XVI de “aquel
día esplendido del 11 de octubre de 1962”
Tal como ya informara en este blog la Universidad Católica Argentina invita a vivir esta fiesta de la
Iglesia participando de la la celebración que tendrá lugar en su sede de Puerto
Madre esta tarde a las a18.45 (Salón Juan Pablo II, Alicia Moreau de Justo
1680,2do piso.
2 comentarios:
Juntas en este nuevo caminar del año de la fe.
Un abrazo.
Hola Sacramento. Gracias por tu apoyo. Que maravilla que podamos caminar juntos desde tantos puntos distantes en esta tierra nuestra para comunicar la fe desde los techos y estar siempre unidos espiritualmente!
Publicar un comentario