2. Las siguientes palabras, las tomo del rito del
Matrimonio. Quien se casa dice en el Sacramento: “Prometo serte siempre fiel,
en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así
amarte y respetarte todos los días de mi vida”. Los esposos en ese momento no
saben lo que sucederá, no saben la prosperidad o adversidad que les espera. Se
ponen en marcha, como Abrahán; se ponen en camino juntos. ¡Y esto es el
matrimonio! Ponerse en marcha, caminar juntos, mano con mano, confiando en la
gran mano del Señor. ¡Mano con mano, siempre y para toda la vida! Y sin dejarse
llevar por esta cultura de la provisionalidad, que nos hace trizas la vida.
Con esta confianza en la fidelidad de Dios se
afronta todo, sin miedo, con responsabilidad. Los esposos cristianos no son
ingenuos, conocen los problemas y peligros de la vida. Pero no tienen miedo a
asumir su responsabilidad, ante Dios y ante la sociedad. Sin huir, sin
aislarse, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo
hijos. –Pero, Padre, hoy es difícil… -Ciertamente es difícil. Por eso se
necesita la gracia, la gracia que nos da el Sacramento. Los Sacramentos no son
un adorno en la vida. “Pero qué hermoso matrimonio, qué bonita ceremonia, qué
gran fiesta!”. Eso no es el Sacramento; no es ésa la gracia del Sacramento. Eso
es un adorno. Y la gracia no es para decorar la vida, es para darnos fuerza en
la vida, para darnos valor, para poder caminar adelante. Sin aislarse, siempre
juntos. Los cristianos se casan mediante el Sacramento porque saben que lo
necesitan. Les hace falta para estar unidos entre sí y para cumplir su misión
como padres: “En la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la
enfermedad”. Así dicen los esposos en el Sacramento y en la celebración de
su Matrimonio rezan juntos y con la comunidad. ¿Por qué? ¿Porque así se suele
hacer? No. Lo hacen porque tienen necesidad, para el largo viaje que han de
hacer juntos: un largo viaje que no es a tramos, ¡dura toda la vida! Y
necesitan la ayuda de Jesús, para caminar juntos con confianza, para quererse
el uno al otro día a día, y perdonarse cada día. Y esto es importante. Saber
perdonarse en las familias, porque todos tenemos defectos, ¡todos! A veces
hacemos cosas que no son buenas y hacen daño a los demás. Tener el valor de
pedir perdón cuando nos equivocamos en la familia… Hace unas semanas dije en
esta plaza que para sacar adelante una familia es necesario usar tres palabras.
Quisiera repetirlo. Tres palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras
clave! Pedimos permiso para ser respetuosos en la familia. “¿Puedo hacer esto?
¿Te gustaría que hiciese eso?”. Con el lenguaje de pedir permiso. ¡Digamos
gracias, gracias por el amor! Pero dime, ¿cuántas veces al día dices gracias a
tu mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan sin pronunciar esta palabra:
Gracias! Y la última: perdón: Todos nos equivocamos y a veces alguno se ofende
en la familia y en el matrimonio, y algunas veces –digo yo- vuelan los platos,
se dicen palabras fuertes, per escuchen este consejo: no acaben la jornada sin
hacer las paces. ¡La paz se renueva cada día en la familia! “¡Perdóname!”. Y
así se empieza de nuevo. Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos?
(Responden: Sí). ¡Permiso, gracias, perdón! Usemos estas tres palabras en la
familia. ¡Perdonarse cada día!”
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