En el mes del rosario y durante el Año de la Fe
este año cobra aun más importancia la iniciativa nacida en 2005 e impulsada por
el Consejo de Laicos de Venezuela, que se ha extendido por muchos países con el apoyo
de la Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Hoy viernes 18 los niños del mundo se unirán en oración para
pedir por la unión y la paz de las familias en el país y en el mundo entero.
Rezarán el Rosario, la oración predilecta de la Santísima Virgen María, en la
que a través de la meditación de los misterios, en este caso los dolorosos, la
Madre de Dios enseña a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a
experimentar la profundidad de su amor.
En Buenos Aires, será a las 11 en la plaza Vicente López, Montevideo y Juncal,
junto a la ermita de Nuestra Señora de Schoenstatt, y a las 18.30, en la plaza
Mitre, Las Heras y Pueyrredón, organizados por el taller “Jugando me acerco a
María” de la parroquia del Santísimo Redentor, y la iniciativa también se
replicará en otras plazas del país y en muchos colegios y grupos de catequesis
parroquiales.
En la Argentina se han repartido miles de folletos donde se explica a los niños
el modo de rezar el Rosario y sus pasos: la señal de la cruz, el acto de
contrición, el gloria, el padrenuestro, el avemaría, la oración de Fátima y la
oración de consagración a la Virgen (Bendita sea tu pureza…).
Esta “aventura” de ”jugar” junto a Maria no termina hoy, sino que prosigue
mañana y pasado: mañana en el colegio y
pasado mañana en familia, para que este rezo del Santo Rosario prenda en los
corazones infantiles dentro del seno de la propia familia.
En su carta apostólica
Rosarium Virginis Mariae el Papa Juan Pablo II nos exhorta que el
Rosario es una Oración
por la paz y por la familia: “Algunas circunstancias históricas
ayudan a dar un nuevo impulso a la propagación del Rosario. Ante todo, la
urgencia de implorar de Dios el don de la paz. El Rosario ha sido
propuesto muchas veces por mis Predecesores y por mí mismo como oración por
la paz. Al inicio de un milenio que se ha abierto con las horrorosas
escenas del atentado del 11 de septiembre de 2001 y que ve cada día en muchas
partes del mundo nuevos episodios de sangre y violencia, promover el Rosario
significa sumirse en la contemplación del misterio de Aquél que «es nuestra
paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba,
la enemistad» (Ef 2, 14). No se puede, pues, recitar el Rosario sin
sentirse implicados en un compromiso concreto de servir a la paz, con una
particular atención a la tierra de Jesús, aún ahora tan atormentada y tan
querida por el corazón cristiano. Otro ámbito crucial de nuestro tiempo, que
requiere una urgente atención y oración, es el de la familia, célula de
la sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole
ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e
irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad. En
el marco de una pastoral familiar más amplia, fomentar el Rosario en las
familias cristianas es una ayuda eficaz para contrastar los efectos desoladores
de esta crisis actual.”
El papa Benedicto XVI al término del rezo del Santo Rosario en Aparecida
nos decía: “A
través de sus ciclos de meditación, el divino Consolador quiere introducirnos en
el conocimiento de Cristo, que brota de la fuente límpida del texto evangélico.
Por su parte, la Iglesia del tercer milenio se propone dar a los cristianos la
capacidad de "conocer el misterio de Dios, en el cual están ocultos todos
los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2, 2-3). María
santísima, la Virgen pura y sin mancha, es para nosotros escuela de fe
destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con
el Creador del cielo y de la tierra.” Y nos regalaba una oración a María, con
una súplica especial por toda la geografía latinoamericana.
Y nuestro querido Papa
Francisco le confió a una periodista italiana que había aprendido a apreciar el
Rosario del Papa Juan Pablo II:
"Si no recuerdo mal, era 1985. Una noche fui a rezar
el Santo Rosario que dirigía el Santo Padre. Estaba delante de todos, de
rodillas. El grupo era grande, veía al Santo Padre por la espalda y, poco a
poco, me sumergí en la oración. No estaba solo: Oraba entre el pueblo de Dios
al que yo pertenecía, y todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro
Pastor. En el medio de la oración, me
distraje, mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción, ¡eran todo un
testimonio! Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar el joven sacerdote,
seminarista, el poeta, el trabajador, el niño de Wadowice... en la misma
posición en que estaba en ese momento, orando Ave María tras Ave María. Su
testimonio me impactó. Sentí que este hombre, elegido para dirigir la Iglesia,
había recorrido un camino de regreso hasta su Madre del Cielo, un proceso
iniciado desde su infancia. Y allí me di cuenta de la densidad que tenían las
palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: "No temas, ¿no soy
acaso tu madre?" Comprendí así la presencia de María en la vida del Papa,
que no dejó de testimoniar ni un instante. Desde entonces recito todos los días
los quince misterios del Rosario". (Unrosario por Chile)
(contenido parcial de AICA
y de Gaudium Press)
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