Probablemente
sea una sorpresa para muchos – lo fue para mí – el hecho que el Papa Pio XII
haya sido el Papa que más cartas encíclicas le ha dedicado a Maria : 8 cartas. El Papa Pacelli fue el primer Pontífice que,
respondiendo al pedido de la Virgen Maria en Fátima, consagró el mundo al Corazón Inmaculado deMaría, el 31 de octubre de 1942, mediante un radio mensaje titulado “Una oración por la consagración de la
Iglesia y del género humano al Corazón Inmaculado de María.” Donde expresaba a
su comienzo “Reina del Santísimo
Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de
todas las batallas de Dios! Te suplicamos postrándonos ante tu trono, seguros
de obtener misericordia y de recibir las gracias y la ayuda necesaria para
hacerle frente a las calamidades presentes, no por nuestros méritos, de los
cuales no presumimos, sino únicamente merced a la inmensa bondad de tu corazón materno.”
La devoción a María de Juan XXIII se
revela en el “Diario del alma”, donde “recoge las anotaciones espirituales que fue
tomando Angelo Roncalli a lo largo de casi setenta años, desde su entrada en el
seminario hasta su muerte, cuando ya no era Angelo Roncalli sino el papa Juan
XXIII.” El Papa Juan XXIII confió el Concilio Vaticano II a partir de la inauguración
misma a María: “¡Oh María, auxilio de los cristianos, auxilio de los obispos, de
cuyo amor recientemente hemos tenido peculiar prueba en tu templo de Loreto,
donde quisimos venerar el misterio de la Encarnación! Dispón todas las cosas
hacia un éxito feliz y próspero y, junto con tu esposo San José, con los santos
Apóstoles Pedro y Pablo, con los santos Juan, el Bautista y el Evangelista,
intercede por todos nosotros ante Dios.”
Promulgada la Constitución DogmáticaLumen Gentium el 21 noviembre de 1964, Pablo VI declaró
a la Virgen María “Madre de la Iglesia” y el 2 de febrero de 1974 firmó la
exhortación apostólica Marialis Cultus, “para la recta ordenación y desarrollo del
culto a la Santísima Virgen Marìa.” “La
Iglesia católica, - dice el Papa Pablo VI allí - basándose en su experiencia
secular, reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el hombre
hacia la conquista de su plenitud. Ella, la Mujer nueva, está junto a Cristo,
el Hombre nuevo, en cuyo misterio solamente encuentra verdadera luz el misterio
del hombre, (124) como prenda y garantía de que en una simple criatura —es
decir, en Ella— se ha realizado ya el proyecto de Dios en Cristo para la
salvación de todo hombre.”
La devoción mariana del Beato Juan
Pablo II nace en el seno de su familia en su pueblonatal Wadowice, y ante la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de su parroquia; se
desarrolla en sus peregrinaciones a los Santuarios marianos más emblemáticos de
Polonia, Nuestra Señora de Jasna Gora y Kalwaria Zebrzydowska - para citar solo algunos ejemplos – se expresa plenamente en su lema episcopal y apostólico Totus Tuus y podría ser el tema para todo un
tratado. Su amor y devoción a María fue un tesoro anidado en su corazón, que en 1978 llevó a Roma y que no
abandonaría jamás. Ya siendo Papa le dedicó su Carta EncíclicaRedemptoris Mater ,
que “desarrolla y actualiza la enseñanza
del Concilio Vaticano II contenida en el capítulo VIII de la Constitución
dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia”; con ocasión del año Mariano 1987/1988
nos regaló, especialmente a las mujeres, su Carta Apostólica Mulieris Dignitatem sobre la
dignidad y la vocación de la mujer; y el 16 de octubre de 2002 la Cartaapostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el Rosario donde dice: “El Rosario es una
oración orientada por su naturaleza hacia la paz, por el hecho mismo de que
contempla a Cristo, Príncipe de la paz y «nuestra paz» (Ef 2, 14). Quien
interioriza el misterio de Cristo –y el Rosario tiende precisamente a eso–
aprende el secreto de la paz y hace de ello un proyecto de vida. Además, debido
a su carácter meditativo, con la serena sucesión del Ave Maria, el
Rosario ejerce sobre el orante una acción pacificadora que lo dispone a recibir
y experimentar en la profundidad de su ser, y a difundir a su alrededor, paz
verdadera, que es un don especial del Resucitado (cf. Jn 14, 27; 20,
21).” El Beato Juan Pablo II consagró al mundo al Inmaculado Corazón de María en
dos oportunidades: durante el Ángelus del 16 de octubre de 1983 y con ocasión del Jubileo de los Obispos el 8 de octubre del año 2000
En continuidad con su predecesor, Benedicto
XVI en cada audiencia, discurso y homilía hablaba a los fieles de María, al igual que en sus viajes apostólicos a
los Santuarios Marianos. En su viaje apostólico
a su natal Baviera el Papa Benedicto renovaba el Acto de Consagración deBaviera a la Virgen María. Y durante el mismo
viaje expresaba: “De María aprendemos la bondad y la
disposición a ayudar, pero también la humildad y la generosidad para aceptar la
voluntad de Dios, confiando en él, convencidos de que su respuesta, sea cual
sea, será lo mejor para nosotros.” En el discurso final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecidanos recordaba que : “A través de los ciclos de meditación del Rosario, el
divino Consolador quiere introducirnos en el conocimiento de Cristo, que brota
de la fuente límpida del texto evangélico. Por su parte, la Iglesia del tercer
milenio se propone dar a los cristianos la capacidad de "conocer el
misterio de Dios, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y
de la ciencia" (Col 2, 2-3). María santísima, la Virgen pura y sin
mancha, es para nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos
en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo y de la tierra.
La devoción mariana del Papa Francisco
nos es aún más conocida. Los argentinos
sabemos que fue el entonces sacerdote jesuita Jorge Bergoglio quien introdujo
la devoción en la Argentina a la Virgen que desata los nudos, a aquella a quien
se dirigió en la reciente Oraciónmariana en la Plaza San Pedro .
Recordamos, también con cierta nostalgia sus tradicionales homilías con ocasión de las peregrinacionesjuveniles al Santuario de Nuestra Señora de Luján.
El 24 de julio de este año en Brasil,en Aparecida, el Papa Francisco recordaba que “al
día siguiente de mi elección como Obispo de Roma fui a la Basílica de Santa
María la Mayor, en Roma, con el fin de encomendar a la Virgen mi ministerio y
expresaba “Hoy he querido venir aquí para pedir a María, nuestra Madre, el
éxito de la Jornada Mundial de la Juventud, y poner a sus pies la vida del
pueblo latinoamericano.”
Durante su visita a la Virgen de Bonariaen Cagliari el Papa Francisco reiteraba su devoción mariana: “En el camino, a
menudo difícil, no estamos solos, somos muchos, somos un pueblo, y la mirada de
la Virgen nos ayuda a mirarnos de modo fraterno entre nosotros. ¡Mirémonos de
modo más fraterno! María nos enseña a tener esa mirada que busca acoger,
acompañar, proteger. Aprendamos a mirarnos unos a otros bajo la mirada maternal
de María.”
(para este post me inspiré en el artículo
de Luz Erika Limachi de Radio Vaticana –Vatican News, pero prácticamente solo en el título y en cierta manera en la secuencia)
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