Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 16 de octubre de 2013

Hoy hace 35 años de aquel 16 de octubre de 1978


Se cumplen hoy 35 años de la elección del cardenal Karol Wojtyla a la Sede de Pedro. Un papa eslavo, una elección inesperada - al menos puertas afuera – Un Papa que fuera de todo protocolo saludaba  desde el balcón central de la Basílica de SanPedro y se disculpaba por no hablar bien la lengua italiana: 

“¡Alabado sea Jesucristo!
Queridísimos hermanos y hermanas:
Todos estamos apenados todavía por la muerte de nuestro amadísimo Papa Juan Pablo I. Y he aquí que los Eminentísimos Cardenales han designado un nuevo Obispo de Roma. Lo han llamado de un país lejano..., lejano pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición cristiana.
He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima.
No sé si podré explicarme bien en vuestra... nuestra lengua italiana; si me equivoco, me corregiréis.
Y así me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia; y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres.”

Aquel memorable 16 de octubre de 1978 que su secretario Stanislaw Dziwisz describía así en sus recuerdos volcados en Una vida con Karol:
“Yo estaba en la Plaza San Pedro, cerca de la entrada de la basílica. Fue allí donde oì al cardenal Pericle Felici anunciar el nombre del nuevo Papa. ¡Era mi obispo! El corazón me daba brincos de alegría, por supuesto, pero me sentía como bloqueado, petrificado. Pensé para mis adentros: «¡Ha sucedido!». Ha sucedido lo que nadie creía que podía suceder…. Y las puertas del conclave finalmente se abrieron…el Santo Padre ya estaba cenando con todos los miembros del Sacro Colegio. Cuando entré, el cardenal camarlengo Jean Villot se puso de pie y sonriendo me presentó al nuevo Papa… Fue un encuentro muy sencillo, pero para mí, de una emoción extraordinaria. El me miraba, como buscando comprender como reaccionaria viéndolo vestido así. No decía nada, y sin embargo me hablaba con aquella mirada suya que te penetraba. Estaba ante el pastor de la Iglesia universal, el Papa, y en aquel momento comprendí definitivamente que no era más el cardenal Karol Wojtyla sino Juan Pablo II, el sucesor de Pedro….”

En 35 años el mundo ha cambiado mucho. Los países que entonces aún sufrían bajo el dominio del régimen comunista se han liberado de aquel mal, de aquella coexistencia del bien y del mal, de aquel  Misterio de iniquidad.  El mundo europeo bajo la órbita comunista, de alguna manera se ha liberado de aquel mal para adoptar -  mejor dicho saltar hacia otro mal que se ha ido incrustando en la sociedad – como queriendo recuperar el tiempo “perdido”  -  : el relativismo, el consumismo, la indiferencia, el tener más y no en ser más.

Consciente de ello el Papa Juan Pablo II en su segundo viaje a su querida Polonia exhortaba a los jóvenes con el llamado de Jasna Gora:  “Velad”, tan actual en 1983 como hoy y no sólo en los países que entonces aún se encontraban detrás de la llamada "cortina de hierro". 

“Queridísimos amigos” decía: Depende de ustedes ponerle una barrera a la inmoralidad, una barrera – digo – ante aquellos vicios sociales, que no llamaré por su nombre, pero que ustedes conocen perfectamente.  Por eso debéis exigiros de vosotros mismos, aunque los demás no se lo exijan. La experiencia histórica nos habla acerca de cuanto le costó a toda la nación la inmoralidad de ciertos periodos. Hoy cuando luchamos por la forma futura de nuestra vida social, recordad que esta forma depende de cómo será el hombre. Por eso: velad!”  “Cristo le dijo a los apóstoles, durante la oración en Getsemaní: “Velad y orad, para no caer en tentación” (Mt 26,41)

“Velar también quiere decir: ver al otro. No encerrarme en mi mismo, en el estrecho cerco de mis propios intereses, de mis propios juicios. Velar quiere decir: amar al prójimo: quiere decir solidaridad interhumana….Velar también significa: me siento responsable de esta gran herencia común cuyo nombre es Polonia. Este nombre nos define a todos. Este nombre nos obliga a todos. Este nombre nos involucra a todos…. No deseamos una Polonia que no cueste nada. Velemos, sin embargo, junto a todo aquello que constituye la autentica herencia de las generaciones, tratando de enriquecerla. Una nación, es ante todo rica en hombres. Rica en el hombre. Rica en juventud. Rica de todos aquellos que velan en el nombre de la verdad: ésta le da forma al amor.”

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