“Entrando en la Congregación de las Hermanas de
Nuestra Señora de la Misericordia, Sor Faustina se envolvió en el carisma que consistía
en llevar la misericordia a las mujeres y adolescentes caídas moralmente,
mediante la renovación moral. La vida en el convento la dispuso y le aseguró las
medidas necesarias para entrar en el camino de un don mayor que era la misión de
transmitirle al mundo el Mensaje de la Divina Misericordia. Paradójicamente,
Sor Faustina encerrada entre los muros de un convento, se ha convertido para el
mundo en la Apóstol de la Misericordia de Jesús (Diario, 1142). El Salvador en
persona la convirtió en el testigo (Diario 417,689), dispensadora (Diario 570)
y una Secretaria personal de la Misericordia. Obsequiándola generosamente con
múltiples gracias y dones, Jesús esperaba que ella se ofreciese como víctima en
el altar de la Misericordia y ella Le dio, con magnanimidad, su consentimiento:
Ante el cielo y la tierra, ante todos los coros de los ángeles, ante la Santísima
Virgen María, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino que
hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente
como víctima por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas
que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.
Esbozando
las líneas básicas del perfil espiritual de Sor Faustina, en primer lugar hay
que indicar la espiritualidad de su infancia (Diario 1481). En la formación religiosa,
tomó las recomendaciones básicas de la confianza infantil, la sencillez y las limitaciones
personales (Diario 55). Sus encuentros místicos con Dios se caracterizan por
experimentar y sentir Su paternidad (Diario, 27 103, 451l, 629, 709,1818), y también
la maternidad de Dios (Diario 116, 249, 1479, 1490), cuyo eco fue la forma en
la que Jesús se dirigía hacia ella, con las palabras hija mía y niña. El Salvador esperaba de ella la actitud infantil,
lo que subrayó, explicándole los motivos de su aparición como un Niño (Diario
335, 1481): comparar con Diario 1109). Esta actitud la preparó a unirse íntimamente
con la Trinidad: Una vez, después de la
Santa Comunión, oí estas palabras: Tú eres nuestra morada. En aquel momento sentí
en el alma la presencia de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
me sentía el templo de Dios, sentía que era hija del Padre (Diario 451). La
experiencia de una noche oscura la dirigió hacia el camino de humildad y
confianza, gracias a ello, al conocer su propia miseria, se abrió a una inmersión
más atrevida en las profundidades de la Misericordia de Dios. La pobreza
espiritual, vivida por ella más de lo que es el cumplimiento de los votos monásticos,
fue el resultado de la purificación espiritual que la dejó desnuda frente a un
afecto hacia todos los bienes de la creación. Junto con la humildad, esta pobreza
la encaminaba para que adoptara las experiencias místicas más profundas, como
el vuelo del espíritu (Diario 142, 34, 450), luz del conocimiento (Diario 180, 232, 727, 757) o herida del amor (Diario 1304). Desde su punto
de vista el deseo de la Unión, e incluso, la identificación con Jesùs, son
indescriptiblemente fervorosos.”
(de la ponencia del
Arzobispo Władysław Ziółek (Lødz, Polonia) en el II Congreso Mundial de la Divina Misericordia,
celebrado en Cracovia en octubre de 2011)
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