El
Papa Francisco comenzó su homilía en la Misa celebrada en la Plaza San Francisco con el saludo franciscano Paz y bien a
todos y decía con toda humildad que “Como
tantos peregrinos, también yo he venido para dar gracias al Padre por todo lo
que ha querido revelar a uno de estos «pequeños» de los que habla el evangelio:
Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís. El encuentro con Jesús lo llevó
a despojarse de una vida cómoda y superficial, para abrazar «la señora pobreza»
y vivir como verdadero hijo del Padre que está en los cielos. Esta elección de
san Francisco representaba un modo radical de imitar a Cristo, de revestirse de
Aquel que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2Co
8,9). El amor a los pobres y la imitación de Cristo pobre son dos
elementos unidos de modo inseparable en la vida de Francisco, las dos caras de
una misma moneda.”
¿Cuál es el testimonio que nos da hoy Francisco?
¿Qué nos dice, no con las palabras –esto es fácil– sino con la vida?
La primera cosa que nos dice, la realidad
fundamental que nos atestigua es ésta: ser cristianos es una relación viva
con la Persona de Jesús, es revestirse de él, es asimilarse a él.
¿Dónde inicia el camino de Francisco hacia Cristo?
Comienza con la mirada de Jesús en la cruz. Dejarse mirar por él en el
momento en el que da la vida por nosotros y nos atrae a sí. Francisco lo
experimentó de modo particular en la iglesita de San Damián, rezando delante
del crucifijo, que hoy también yo veneraré. En aquel crucifijo Jesús no aparece
muerto, sino vivo…..”
En el evangelio hemos escuchado estas palabras:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad
mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt
11,28-29).
Ésta es la segunda cosa que Francisco nos
atestigua: quien sigue a Cristo, recibe la verdadera paz, aquella que sólo
él, y no el mundo, nos puede dar. Muchos asocian a san Francisco con la
paz, pero pocos profundizan. ¿Cuál es la paz que Francisco acogió y vivió y nos
transmite? La de Cristo, que pasa a través del amor más grande, el de la Cruz.
Es la paz que Jesús resucitado dio a los discípulos cuando se apareció en medio
de ellos (cf. Jn 20,19.20).
La paz franciscana no es un sentimiento almibarado.
Por favor: ¡ese san Francisco no existe! Y ni siquiera es una especie de armonía
panteísta con las energías del cosmos… Tampoco esto es franciscano, tampoco
esto es franciscano, sino una idea que algunos han construido. La paz de san
Francisco es la de Cristo, y la encuentra el que «carga» con su «yugo», es
decir su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (cf. Jn
13,34; 15,12). Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción,
con soberbia, sino sólo se puede llevar con mansedumbre y humildad de corazón.
Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: enséñanos
a ser «instrumentos de la paz», de la paz que tiene su fuente en Dios, la paz
que nos ha traído el Señor Jesús."
(Invito leer texto completode la homilía del Papa Francisco)
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