Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 31 de enero de 2015

Miroslaw Mróz: Las alas de la verdad: fe y razón (1 de 2)

Transcurridos más de cien años desde la publicación e la encíclica Aeterni Patris de León XIII, le pareció a Juan Pablo II necesario retomar el discurso sobre la relación entre la fe y la filosofía de manera más sistemática. De este modo, su decimocuarta encíclica Fides et Ratio, de 1998, vino a rendir testimonio tanto de su sensibilidad de Papa como pastor de la Iglesia y primer responsable de la “diaconía de la verdad” (FR 2)., como de su pensamiento filosófico, siempre al servicio de la cátedra de Pedro.

Sin duda, el mensaje de esta encíclica de Juan Pablo II es uno solo: la fe y la razón no se oponen, sino que son “como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la Verdad (FR pròlogo). Dios  mismo puso en el corazón del hombre el deseo de la verdad así como el deseo del bien – recordaba el Papa en Veritatis Splendor – y tanto de uno como de otro el objeto final es el de conocer y amar a Dios.

Esta búsqueda de la verdad caracteriza al hombre desde le principio del mundo: genera la pregunta sobre el sentido de nuestra existencia, y sobre qué dirección debe dar cada uno a su vida. Juan Pablo I recuerda que hoy en numerosos lugares se le niega a la fe la posibilidad de alcanzar la verdad, y el surgimiento de ciertas formas de agnosticismos y pragmatismo “ha llevado a la filosofía a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general”.  Precisamente por esto hace falta “devolver al hombre de nuestro tiempo la verdadera confianza en su capacidad cognitiva, y provocar a la filosofía para que pueda recuperar y desarrollar su verdadera dignidad” (FR 6).

Esto es importante también en el contexto del conocimiento que se adquiere mediante el descubrimiento de la verdad de la Revelación. Solo en la verdad de Jesucristo se explica definitivamente la verdad sobre el hombre, sobre su vida y su historia. La fe es la respuesta al don de esta verdad encarnada. Se puede por lo tanto decir que la razón humana, abierta al misterio divino, obtiene fuerzas, “afina la mirada interior”. (FR 16), permitiendo descubrir en el mundo la presencia operante d ela Providencia. En este contexto, el Papa claramente repite que “la razón y la fe, por lo tanto, no pueden ser separadas sin que disminuya la capacidad del hombre de conocerse adecuadamente a sì mismo al mundo y a Dios” (FR 16).”


martes, 27 de enero de 2015

70 años de la liberación de Auschwitz

He tenido la oportunidad de visitar este lugar tan particular de dolores, angustias y máxima perversidad,  lugar que ha sido, por otra parte también testigo de admirables gestos humanitarios como el del padre Maximiliano Kolbe   y seguramente tantos otros cuyos rostros no hemos conocido y cuyos nombres desconocemos.

Reflexionando no hay dudas que la primera vez fue un golpe de incredulidad absoluto ante las montañas de cabellos, juguetes, ropa infantil, anteojos, valijas….La estupefacción va in crescendo a medida que uno va visitando los diferentes lugares, el  Museo, el paredón de la muerte, las barracas de los presos....
Auschwitz(Oswiecim) fue el campo de concentración y muerte alemán más grande.  Durante los años 1940-1945 los nazis deportaron por lo menos l.300.000 personas a Auschwitz.   Según la página oficial murieron allí  unas 1.100.000 personas, o sea que se “liberaron” tan solo 300.000 de aquellos que pasaron por aquel terrible campo de concentración.   

Hoy en una ceremonia conmemorativa oficial unos 300 sobrevivientes fueron acompañados por líderes de más de 40 países: reyes, presidentes, primeros ministros, diplomáticos y representantes de numerosas instituciones internacionales y organizaciones.  Los huéspedes fueron recibidos por el Presidente de la República de Polonia, Bronisław Komorowski quien les dio la bienvenida y les dirigió palabras de aliento y apoyo.

“ Vengo aquí hoy como peregrino. Se sabe que he estado aquí muchas veces... ¡Cuántas veces! Y muchas veces he bajado a la celda de la muerte de Maximiliano Kolbe y me he parado ante el muro del exterminio y he pasado entre las escorias de los hornos crematorios de Brzezinka. No podía menos de venir aquí como Papa.
Vengo pues a este particular santuario, en el que ha nacido —puedo decir—el patrono de nuestro difícil siglo lo mismo que hace nueve siglos nació bajo la espada, en Rupella, San Estanislao, Patrono de los polacos.
Vengo para orar junto con todos vosotros que habéis llegado aquí —y al mismo tiempo con toda Polonia— y con toda Europa. Cristo quiere que yo, Sucesor de Pedro, dé testimonio ante el mundo de lo que constituye la grandeza del hombre de nuestros tiempos y de su miseria. De lo que constituye su derrota y su victoria.

Vengo pues y me arrodillo en este Gólgota del mundo contemporáneo, sobre estas tumbas, en gran parte sin nombre, como la gran tumba del Soldado Desconocido. Me arrodillo delante de todas las lápidas interminables, en las que se ha grabado la conmemoración de las víctimas de Oswiecim en las siguientes lenguas: polaco, inglés, búlgaro, cíngaro, checo, danés, francés, griego, hebreo, yidis, español, flamenco, servio-croato, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro, italiano.”

sábado, 24 de enero de 2015

“Fides et ratio” : paginas animadas por la esperanza y la confianza



“La carta encíclica Fides et Ratiopublicada en noviembre de 1998, es, sin duda alguna, un documento importante del magisterio de Juan Pablo II, y hay que leerlo como continuación de Veritatis Slendor.

 (1993) Esta última, tratando de los fundamentos de la moral y de algunas corrientes incompatibles con la moral católica, habla de un debilitamiento o incluso de una negación de la dependencia de la libertad respecto de la verdad. La encíclica reconocía ya una crisis de la verdad misma.
Fides et Ratio retoma la cuestión desde su raíz. Lo hace con mayor amplitud, refiriéndose a las fuentes bíblicas, al pensamiento de los Padres de la Iglesia, de los grandes teólogos del Medioevo, incluso de los pensadores cristianos más recientes. Al mismo tiempo, la encíclica se pregunta sobre algunas corrientes contemporáneas particularmente emblemáticas.

Fe y razón son “como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”.  La enseñanza tradicional de la Iglesia, confirmada por el Concilio Vaticano I y por numerosas intervenciones del magisterio  moderno, insiste sobre el principio de la unidad entre la fe y la razón. Cuando esta última se ha separado de la fe, la consecuencia ha resultado desastrosa para el pensamiento humano.
La encíclica dialoga directamente con la filosofía, siendo el compromiso filosófico la búsqueda de la verdad en el ámbito del orden natural.

Desde el Concilio Vaticano I, la situación ha cambiado profundamente. Entonces la Iglesia tenía que afrontar la pretensión de un racionalismo que se proclamaba autosuficiente, con el rechazo consecuente de las verdades sobrenaturales de la fe.
Hoy, al contrario, es necesario recordar con fuerza el deseo de verdad perteneciente a la misma naturaleza del hombre, que es capaz de acceder también al conocimiento de las verdades últimas. La encíclica confirma la índole metafísica de la razón humana.
La encíclica analiza con atención diferentes formas de la crisis, que puede definirse como desconfianza en la capacidad de la razón humana, o como duda sobre la pertinencia de la cuestión del sentido mismo.

Propone algunas vías de investigación positivas sea para la filosofía que para la teología. Un viento de esperanza y de confianza anima estas páginas, en las que la fe se convierte en “abogado convencido y convincente de la razón”.

Fides et Ratio no ha perdido nada de su actualidad. Aún hoy tiene que ser objeto de nuestra reflexión.

(Cardenal Georges Cottier, OP, "Totus Tuus" nr. 3 2010) 

jueves, 22 de enero de 2015

Maria puerto seguro en la búsqueda de la sabiduría.


“Mi último pensamiento se dirige a Aquélla que la oración de la Iglesia invoca como Trono de la Sabiduría. Su misma vida es una verdadera parábola capaz de iluminar las reflexiones que he expuesto. En efecto, se puede entrever una gran correlación entre la vocación de la Santísima Virgen y la de la auténtica filosofía. Igual que la Virgen fue llamada a ofrecer toda su humanidad y femineidad a fin de que el Verbo de Dios pudiera encarnarse y hacerse uno de nosotros, así la filosofía está llamada a prestar su aportación, racional y crítica, para que la teología, como comprensión de la fe, sea fecunda y eficaz. Al igual que María, en el consentimiento dado al anuncio de Gabriel, nada perdió de su verdadera humanidad y libertad, así el pensamiento filosófico, cuando acoge el requerimiento que procede de la verdad del Evangelio, nada pierde de su autonomía, sino que siente como su búsqueda es impulsada hacia su más alta realización. Esta verdad la habían comprendido muy bien los santos monjes de la antigüedad cristiana, cuando llamaban a María « la mesa intelectual de la fe ». 132 En ella veían la imagen coherente de la verdadera filosofía y estaban convencidos de que debían philosophari in Maria.

Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la sabiduría. Que el camino hacia ella, último y auténtico fin de todo verdadero saber, se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre.”


martes, 20 de enero de 2015

El diálogo virtuoso entre filosofía y teología “Razón y Fe”


“La encíclica Fides et Ratio del Papa Juan Pablo II representa un hecho de gran relevancia religiosa y cultural: vuelve a proponer al homo viator el camino de la inteligencia filosófica que, en la búsqueda de la verdad, se abre a la revelación cristiana.

La filosofía le es de ayuda a la teología por dos motivos que constituyen el método de investigación teológica: el auditus fidei y el intellectus fidei. Mediante el auditus fidei la teología entra en posesión de los contenidos de la Revelación; mediante el intellectus fidei la teología elabora una reflexión especulativa sobre la Revelación misma. En cuanto a la preparación de un correcto auditus fidei, la filosofía ayuda a la teología sobre todo de dos maneras: considerando la estructura de la conciencia y del lenguaje; aportando instrumentos para una comprensión coherente de la Tradición, de los pronunciamientos del Magisterio y de las reflexiones de los grandes teólogos (Fideset Ratio, n.65) 

En cuanto al intellectus fidei, la filosofía ayuda a la teología a identificar las estructuras lógicas y conceptuales en las que se articula la enseñanza de la Iglesia y la misma reflexión del teólogo. El debate, pues, se diversifica y se explica en base a las ramificaciones del saber teológico. Sobre todo la filosofía ayuda a  la teología dogmática a articular las reflexiones sobre el Misterio de Dios Uno y Trino y sobre la economía de la salvación, que culmina en la Encarnación y el Misterio Pascual, tanto de forma narrativa, como sobre todo de forma argumentativa. Además la teología dogmática presupone e implica una filosofía del hombre, del mundo y, más radicalmente, del ser, fundada sobre la verdad objetiva (id. nr. 66).

Por cuanto se refiere a la teología moral, esta presupone una ética filosófica que le permita hacerse comprender por todo hombre cuando utiliza los términos como “ley moral” “conciencia”, “libertad”, “culpa”, “responsabilidad personal” y los profundice a la luz de la fe. Más fuerte aún es la interacción entre filosofía y teología fundamental: la filosofía, de hecho, posee también una función “propedéutica” a la fe, demostrando verdades fundamentales para formular correctamente la cuestión de la relación entre Dios y el hombre, como por ejemplo la existencia y el conocimiento de Dios, la inmortalidad del alma, la racionabilidad y la credibilidad de la Revelación misma. Podría finalmente afirmarse que la filosofía es capaz de desarrollar una función “apologética”  por cuanto puede defender la fe corrigiendo perspectivas filosóficas erradas incompatibles con la teología cristiana (por ejemplo el relativismo ético). La Encíclica, por lo tanto, pone en evidencia que la razón filosófica es verdaderamente correcta en su despliegue cuando sabe reconocer dentro de su propia búsqueda el límite dado entre la desproporción entre sujeto consciente y objeto investigado. Además de este conocimiento, la filosofía está llamada a adoptar y expresar la exigencia de un acto revelador capaz de llenar el vacío evidenciado por la desproporción entre lo finito y el Infinito: acto que no puede provenir del hombre mismo, sino del Absoluto trascedente.”


Fuente:  Mario Pangallo  Totus Tuus, N. 3 mayo/junio/julio 2010. 

lunes, 12 de enero de 2015

Fe y razón, recorrido en torno al misterio

(foto Juan Juvancic, Padua) 


“A … años de distancia, una mirada atenta a la encíclica Fides et ratio permite percibir con admiración su actualidad perdurable: en ella se revela la clarividente profundidad de mi inolvidable predecesor. En efecto, la encíclica se caracteriza por su gran apertura con respecto a la razón, sobre todo en una época en la que se ha teorizado la debilidad de la razón. Juan Pablo ii subraya en cambio la importancia de conjugar la fe y la razón en su relación recíproca, aunque respetando la esfera de autonomía propia de cada una. [… En la encíclica se lee que hay que tener confianza en la capacidad de la razón humana y no prefijarse metas demasiado modestas [….] Por lo demás, el paso del tiempo manifiesta cuántos objetivos ha sabido alcanzar la razón, movida por la pasión por la verdad. […]

Con todo, no podemos ignorar que se ha verificado un deslizamiento desde un pensamiento preferentemente especulativo a uno más experimental. La investigación se ha orientado sobre todo a la observación de la naturaleza tratando de descubrir sus secretos. El deseo de conocer la naturaleza se ha transformado después en la voluntad de reproducirla. Este cambio no ha sido indoloro: la evolución de los conceptos ha menoscabado la relación entre la fides y la ratio con la consecuencia de llevar a una y a otra a seguir caminos distintos. La conquista científica y tecnológica, con que la fides es cada vez más provocada a confrontarse, ha modificado el antiguo concepto de ratio; de algún modo, ha marginado a la razón que buscaba la verdad última de las cosas para dar lugar a una razón satisfecha con descubrir la verdad contingente de las leyes de la naturaleza.
[…]  La ciencia, por otra parte, no es capaz de elaborar principios éticos; puede sólo acogerlos en sí y reconocerlos como necesarios para erradicar sus eventuales patologías. En este contexto, la filosofía y la teología son ayudas indispensables con las que es preciso confrontarse para evitar que la ciencia avance sola por un sendero tortuoso, lleno de imprevistos y no privado de riesgos.  […]
La razón, por otro lado, siente y descubre que, más allá de lo que ya ha alcanzado y conquistado, existe una verdad que nunca podrá descubrir partiendo de sí misma, sino sólo recibir como don gratuito. La verdad de la Revelación no se sobrepone a la alcanzada por la razón; más bien purifica la razón y la exalta, permitiéndole así dilatar sus propios espacios para insertarse en un campo de investigación insondable como el misterio mismo. La verdad revelada, en la "plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), tomó el rostro de una persona, Jesús de Nazaret, que trae la respuesta última y definitiva a la pregunta de sentido de todo hombre. La verdad de Cristo, en cuanto toca a cada persona que busca la alegría, la felicidad y el sentido, supera ampliamente cualquier otra verdad que la razón pueda encontrar. Por tanto, en torno al misterio es donde la fides y la ratio encuentran la posibilidad real de un trayecto común. “

(Papa Benedicto XVI , del discurso a los participantes en el Congreso Internacional con motivo del aniversario de la Enciclica Fides et Ratio de Juan Pablo II, 16 de octubre de 2008)



viernes, 9 de enero de 2015

La tentación de la desesperación es una de las mayores amenazas


“Nuestra época ha sido calificada por ciertos pensadores como la época de la « postmodernidad ». Este término, utilizado frecuentemente en contextos muy diferentes unos de otros, designa la aparición de un conjunto de factores nuevos, que por su difusión y eficacia han sido capaces de determinar cambios significativos y duraderos. Así, el término se ha empleado primero a propósito de fenómenos de orden estético, social y tecnológico. Sucesivamente ha pasado al ámbito filosófico, quedando caracterizado no obstante por una cierta ambigüedad, tanto porque el juicio sobre lo que se llama « postmoderno » es unas veces positivo y otras negativo, como porque falta consenso sobre el delicado problema de la delimitación de las diferentes épocas históricas. Sin embargo, no hay duda de que las corrientes de pensamiento relacionadas con la postmodernidad merecen una adecuada atención. En efecto, según algunas de ellas el tiempo de las certezas ha pasado irremediablemente; el hombre debería ya aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provisional y fugaz. Muchos autores, en su crítica demoledora de toda certeza e ignorando las distinciones necesarias, contestan incluso la certeza de la fe.”

Este nihilismo encuentra una cierta confirmación en la terrible experiencia del mal que ha marcado nuestra época. Ante esta experiencia dramática, el optimismo racionalista que veía en la historia el avance victorioso de la razón, fuente de felicidad y de libertad, no ha podido mantenerse en pie, hasta el punto de que una de las mayores amenazas en este fin de siglo es la tentación de la desesperación.

Sin embargo es verdad que una cierta mentalidad positivista sigue alimentando la ilusión de que, gracias a las conquistas científicas y técnicas, el hombre, como demiurgo, pueda llegar por sí solo a conseguir el pleno dominio de su destino.