Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 30 de marzo de 2021

“¡Oh sublime misterio de esta Noche Santa!

 


Noche en la cual revivimos ¡el extraordinario acontecimiento de la Resurrección! Si Cristo hubiera quedado prisionero del sepulcro, la humanidad y toda la creación, en cierto modo, habrían perdido su sentido. Pero Tú, Cristo, ¡has resucitado verdaderamente!

 

Entonces se cumplen las Escrituras que hemos escuchado de nuevo en la liturgia de la Palabra, recorriendo las etapas de todo el designio salvífico. Al comienzo de la creación "Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno" (Gn 1,31). A Abrahán había prometido: "Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia" (Gn 22,18). Se ha repetido uno de los cantos más antiguos de la tradición hebrea, que expresa el significado del antiguo éxodo, cuando "el Señor salvó a Israel de las manos de Egipto" (Ex 14,30). Siguen cumpliéndose en nuestros días las promesas de los Profetas: "Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis..." (Ez 36,27).

 

En esta noche de Resurrección todo vuelve a empezar desde el "principio"; la creación recupera su auténtico significado en el plan de la salvación. Es como un nuevo comienzo de la historia y del cosmos, porque "Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto" (1 Co 15,20). Él, "el último Adán", se ha convertido en "un espíritu que da vida" (1 Co 15,45).

 

El mismo pecado de nuestros primeros padres es cantado en el Pregón pascual como "felix culpa", "¡feliz culpa que mereció tal Redentor!". Donde abundó el pecado, ahora sobreabundó la Gracia y "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular" (Salmo resp.) de un edificio espiritual indestructible.

 

En esta Noche Santa ha nacido el nuevo pueblo con el cual Dios ha sellado una alianza eterna con la sangre del Verbo encarnado, crucificado y resucitado.”

 

(Juan Pablo II Vigilia Pascual Sábado, 19 de abril de 2003)

 

Vigilia Pascual Sabado Santo 2000

 




"Tenéis guardias. Id, aseguradlo como sabéis" (Mt 27, 65).


La tumba de Jesús fue cerrada y sellada. Según la petición de los sumos sacerdotes y los fariseos, se pusieron soldados de guardia para que nadie pudiera robarlo (Mt 27, 62-64). Este es el acontecimiento del que parte la liturgia de la Vigilia Pascual
Vela la Iglesia, esta noche, en todos los rincones de la tierra, y revive las etapas fundamentales de la historia de la salvación….


En esta Noche, la Iglesia, en su velar, se centra sobre los textos de la Escritura, que trazan el designio divino de salvación desde el Génesis al Evangelio y que, gracias también a los ritos del agua y del fuego, confieren a esta singular celebración una dimensión cósmica. Todo el universo creado está llamado a velar en esta noche junto al sepulcro de Cristo. Pasa ante nuestros ojos la historia de la salvación, desde la creación a la redención, desde el éxodo a la Alianza en el Sinaí, de la antigua a la nueva y eterna Alianza. En esta noche santa se cumple el proyecto eterno de Dios que arrolla la historia del hombre y del cosmos.


En la vigilia pascual, madre de todas las vigilias, cada hombre puede reconocer también la propia historia de salvación, que tiene su punto fundamental en el renacer en Cristo mediante el Bautismo.


El sepulcro. El lugar donde lo habían puesto (cf. Mc 16, 6). Allí está espiritualmente presente toda la Comunidad eclesial de cada rincón de la tierra. Estamos también nosotros con las tres mujeres que se acercan al sepulcro, antes del alba, para ungir el cuerpo sin vida de Jesús (cf. Mc 16, 1). Su diligencia es nuestra diligencia. Con ellas descubrimos que la piedra sepulcral ha sido retirada y el cuerpo ya no está allí. "No está aquí", anuncia el Ángel, mostrando el sepulcro vacío y las vendas por tierra. La muerte ya no tiene poder sobre Él (cf Rm 6, 9).


¡Cristo ha resucitado! Anuncia al final de esta noche de Pascua la Iglesia, que ayer había proclamado la muerte de Cristo en la Cruz. Es un anuncio de verdad y de vida.
"Surrexit Dominus de sepulcro, qui pro nobis pependit in ligno. Alleluia!"
Ha resucitado del sepulcro el Señor, que por nosotros fue colgado a la cruz.Sí, Cristo ha resucitado verdaderamente y nosotros somos testigos de ello.


Lo gritamos al mundo, para que la alegría que nos embarga llegue a tantos otros corazones, encendiendo en ellos la luz de la esperanza que no defrauda.

CRISTO HA RESUCITADO
ALELUYA 

 

jueves, 25 de marzo de 2021

25 años de la Exhortación Apostólica Vita Consacrata

 


No se puede negar, además, que la práctica de los consejos evangélicos sea un modo particularmente íntimo y fecundo de participar también en la misión de Cristo, siguiendo el ejemplo de María de Nazaret, primera discípula, la cual aceptó ponerse al servicio del plan divino en la donación total de sí misma. Toda misión comienza con la misma actitud manifestada por María en la anunciación: « He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra » (Lc 1, 38).

(…)

 Después de María, Madre de Jesús, Juan, el discípulo que Jesús amaba, el testigo que junto con María estuvo a los pies de la cruz (cf. Jn 19, 26-27), recibió este don. Su decisión de consagración total es fruto del amor divino que lo envuelve, lo sostiene y le llena el corazón. Juan, al lado de María, está entre los primeros de la larga serie de hombres y mujeres que, desde los inicios de la Iglesia hasta el final, tocados por el amor de Dios, se sienten llamados a seguir al Cordero inmolado y viviente, dondequiera que vaya (cf. Ap 14, 1-5).[40]

 

La Virgen María, modelo de consagración y seguimiento

28. María es aquella que, desde su concepción inmaculada, refleja más perfectamente la belleza divina. « Toda hermosa » es el título con el que la Iglesia la invoca. «La relación que todo fiel, como consecuencia de su unión con Cristo, mantiene con María Santísima queda aún más acentuada en la vida de las personas consagradas [...] En todos (los Institutos de vida consagrada) existe la convicción de que la presencia de María tiene una importancia fundamental tanto para la vida espiritual de cada alma consagrada, como para la consistencia, la unidad y el progreso de toda la comunidad»[48].

En efecto, María es ejemplo sublime de perfecta consagración, por su pertenencia plena y entrega total a Dios. Elegida por el Señor, que quiso realizar en ella el misterio de la Encarnación, recuerda a los consagrados la primacía de la iniciativa de Dios. Al mismo tiempo, habiendo dado su consentimiento a la Palabra divina, que se hizo carne en ella, María aparece como modelo de acogida de la gracia por parte de la criatura humana.

Cercana a Cristo, junto con José, en la vida oculta de Nazaret, presente al lado del Hijo en los momentos cruciales de su vida pública, la Virgen es maestra de seguimiento incondicional y de servicio asiduo. En ella, «templo del Espíritu Santo»[49], brilla de este modo todo el esplendor de la nueva criatura. La vida consagrada la contempla como modelo sublime de consagración al Padre, de unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu, sabiendo bien que identificarse con «el tipo de vida en pobreza y virginidad»[50] de Cristo significa asumir también el tipo de vida de María.

La persona consagrada encuentra, además, en la Virgen una Madre por título muy especial. En efecto, si la nueva maternidad dada a María en el Calvario es un don a todos los cristianos, adquiere un valor específico para quien ha consagrado plenamente la propia vida a Cristo. « Ahí tienes a tu madre » (Jn 19, 27): las palabras de Jesús al discípulo « a quien amaba » (Jn 19, 26), asumen una profundidad particular en la vida de la persona consagrada. En efecto, está llamada con Juan a acoger consigo a María Santísima (cf. Jn 19, 27), amándola e imitándola con la radicalidad propia de su vocación y experimentando, a su vez, una especial ternura materna. La Virgen le comunica aquel amor que permite ofrecer cada día la vida por Cristo, cooperando con Él en la salvación del mundo. Por eso, la relación filial con María es el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud[51].

Imagen viva de la Iglesia-Esposa

34. Importancia particular tiene el significado esponsal de la vida consagrada, que hace referencia a la exigencia de la Iglesia de vivir en la entrega plena y exclusiva a su Esposo, del cual recibe todo bien. En esta dimensión esponsal, propia de toda la vida consagrada, es sobre todo la mujer la que se ve singularmente reflejada, como descubriendo la índole especial de su relación con el Señor.

A este respecto, es sugestiva la página neotestamentaria que presenta a María con los Apóstoles en el Cenáculo en espera orante del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 13-14). Aquí se puede ver una imagen viva de la Iglesia-Esposa, atenta a las señales del Esposo y preparada para acoger su don. En Pedro y en los demás Apóstoles emerge sobre todo la dimensión de la fecundidad, como se manifiesta en el ministerio eclesial, que se hace instrumento del Espíritu para la generación de nuevos hijos mediante el anuncio de la Palabra, la celebración de los Sacramentos y la atención pastoral. En María está particularmente viva la dimensión de la acogida esponsal, con la que la Iglesia hace fructificar en sí misma la vida divina a través de su amor total de virgen.

La vida consagrada ha sido siempre vista prevalentemente en María, la Virgen esposa. De ese amor virginal procede una fecundidad particular, que contribuye al nacimiento y crecimiento de la vida divina en los corazones[72]. La persona consagrada, siguiendo las huellas de María, nueva Eva, manifiesta su fecundidad espiritual acogiendo la Palabra, para colaborar en la formación de la nueva humanidad con su dedicación incondicional y su testimonio. Así la Iglesia manifiesta plenamente su maternidad tanto por la comunicación de la acción divina confiada a Pedro, como por la acogida responsable del don divino, típica de María.

Invocación a la Virgen María

 


María, figura de la Iglesia,
Esposa sin arruga y sin mancha,
que imitándote «conserva virginalmente
la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero»[263],
sostiene a las personas consagradas
en el deseo de llegar a la eterna y única Bienaventuranza.

Las encomendamos a ti,
Virgen de la Visitación,
para que sepan acudir
a las necesidades humanas
con el fin de socorrerlas,
pero sobre todo para que lleven a Jesús.
Enséñales a proclamar
las maravillas que el Señor hace en el mundo,
para que todos los pueblos ensalcen su nombre.
Sostenlas en sus obras en favor de los pobres,
de los hambrientos, de los que no tienen esperanza,
de los últimos y de todos aquellos
que buscan a tu Hijo con sincero corazón.

A ti, Madre,
que deseas la renovación espiritual
y apostólica de tus hijos e hijas
en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo,
elevamos confiados nuestra súplica.
Tú que has hecho la voluntad del Padre,
disponible en la obediencia,
intrépida en la pobreza
y acogedora en la virginidad fecunda,
alcanza de tu divino Hijo,
que cuantos han recibido
el don de seguirlo en la vida consagrada,
sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada,
caminando gozosamente,
junto con todos los otros hermanos y hermanas,
hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso.

Te lo pedimos,
para que en todos y en todo
sea glorificado, bendito y amado
el Sumo Señor de todas las cosas,
que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Dado en Roma, junto a san Pedro, el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, del año 1996, decimoctavo de mi Pontificado.

(Oración con que termina la Exhortacion apostolica Vita Consagrata de Juan Pablo II)

sábado, 20 de marzo de 2021

Los mosaicos del padre Marko Ivan Rupnik en el Santuario San Juan Pablo II de Cracovia. (2 de 2)

 


En este sitio están todas las explicaciones de las distintas escenas de los mosaicos y sus simbolismos,  uno por uno.   Abrir https://santojp2.pl/prezbiterium-sciana-centralna/  (sino googlear en buscador - traducción al castellano)     y seleccionar : Mosaicos del P. Marko Rupnik - simbolismo de escenas

 

Si nada funcona abrir  https://santojp2.pl/ (Jan Pawel II sto lat – Centenario Juan Pablo II) y buscar con paciencia.

Los mosaicos del padre Marko Ivan Rupnik en el Santuario San Juan Pablo II de Cracovia. (1 de 2)

 


El interior de la iglesia superior del Santuario de St. Juan Pablo II está decorado con mosaicos originales del P. Marko Ivan Rupnik, jesuita, monje, sacerdote de Eslovenia, que vive permanentemente en Roma, donde dirige la escuela Centro Aletti de creación de mosaicos. El padre Rupnik es el artista de mosaicos más exitoso del mundo en la actualidad. Sus obras adornan, entre otras santuarios en Lourdes, Fátima, San Giovanni Rotondo, la Capilla Redemptoris Mater en el Vaticano.

El padre Marko es un representante del tipo de mosaico oriental: piedras grandes, las figuras presentadas tienen caras alargadas, ojos grandes, pómulos prominentes. En nuestra cultura, encontramos con mayor frecuencia el estilo occidental, caracterizado por piedra fina y formas precisas.

Los mosaicos de la iglesia superior fueron realizados por el equipo de 20 personas del padre Marko Rupnik en varias etapas.
Los mosaicos tienen un simbolismo muy rico, cuya comprensión es un tema clave para su contemplación.

(En el sitio del Santuario debajo del texto precedente hay tres videos del padre Rupnik hablados en italiano (con traduccion al polaco)  con explicaciones del padre Rupnik, que habla muy lentamente y puede entenderse bastante bien.)

(si no funciona el enlace  googlear como buscador!!!  https://santojp2.pl/category/sanktuarium-sw-jana-pawla-ii/kosciol-gorny/mozaiki-o-marko-rupnika/)

viernes, 19 de marzo de 2021

Oracion del Médico

(imagen de Wikipedia)

 Señor Jesús, Médico divino,

que en tu vida terrena
tuviste predilección por los que sufren
y encomendaste a tus discípulos
el ministerio de la curación,
haz que estemos siempre dispuestos
a aliviar los sufrimientos de nuestros hermanos.

Haz que cada uno de nosotros,
consciente de la gran misión que le ha sido confiada,
se esfuerce por ser siempre instrumento
de tu amor misericordioso en su servicio diario.
Ilumina nuestra mente.
Guía nuestra mano.
Haz que nuestro corazón sea atento y compasivo.
Haz que en cada paciente
sepamos descubrir los rasgos de tu rostro divino.

Tú, que eres el camino,
concédenos la gracia de imitarte cada día
como médicos no sólo del cuerpo
sino también de toda la persona,
ayudando a los enfermos
a recorrer con confianza su camino terreno
hasta el momento del encuentro contigo.

Tú, que eres la verdad,
danos sabiduría y ciencia,
para penetrar en el misterio del hombre
y de su destino trascendente,
mientras nos acercamos a él
para descubrir las causas del mal
y para encontrar los remedios oportunos.

Tú, que eres la vida,
concédenos anunciar y testimoniar en nuestra profesión
el "evangelio de la vida",
comprometiéndonos a defenderla siempre,
desde la concepción hasta su término natural,
y a respetar la dignidad de todo ser humano,
especialmente de los más débiles y necesitados.

Señor, haznos buenos samaritanos,
dispuestos a acoger, curar y consolar
a todos aquellos con quienes nos encontramos
en nuestro trabajo.

A ejemplo de los médicos santos que nos han precedido,
ayúdanos a dar nuestra generosa aportación
para renovar constantemente las instituciones sanitarias.
Bendice nuestro estudio y nuestra profesión.
Ilumina nuestra investigación y nuestra enseñanza.

Por último, concédenos que,
habiéndote amado y servido constantemente
en nuestros hermanos enfermos,
al final de nuestra peregrinación terrena
podamos contemplar tu rostro glorioso
y experimentar el gozo del encuentro contigo,
en tu reino de alegría y paz infinita.

Amén.

(Oracion del Medico compuesta por Juan Pablo II)


 

 

jueves, 18 de marzo de 2021

Maria, “llena de gracia”

 


Siempre que nos dirigimos a María, la Madre de Dios, en la oración, recordamos que Ella es "llena de gracia". Así la saludó el Arcángel Gabriel en el momento de la Anunciación: "Salve, llena de gracia, el Señor es contigo" (Lc 1, 28). Y, en efecto, estas palabras del Ángel son verdaderas. De todas las personas que Dios ha creado, sólo Ella estuvo siempre sin pecado. Desde el primer momento de su vida Ella estuvo en comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. María respondió a este gran don de Dios con disponibilidad y generosidad: "Hágase en mí -dijo- según tu palabra" (Lc 1, 38).

Como María, también a nosotros se nos ha concedido el don de la gracia de Dios, aunque no hayamos recibido su plenitud. Como María, estamos llamados a responder, a estar abiertos a la Palabra de Dios, a ser generosos en el decir sí a Dios. Para nosotros eso significa hacer la voluntad de Dios, viviendo de acuerdo con sus mandamientos, sirviendo a nuestro prójimo, rechazando el pecado. En otras palabras, con María debemos responder con amor al amor de Dios.

(Juan Pablo II Ángelus, 13 de septiembre de 1987)

VIAJE APOSTÓLICO A ESTADOS UNIDOS Y CANADÁ

miércoles, 17 de marzo de 2021

Juan Pablo II Tríptico Romano El juicio

 


Y aquí precisamente, al pie de esta maravillosa policromía Sixtina

se reúnen los cardenales – la comunidad responsable

de la heredad de las llaves del Reino. Viene precisamente aquí.

Y Miguel Ángel de nuevo abarca con la visión.

«En El vivimos, nos morimos y existimos»…

¿Quién es Él?

He aquí la mano creadora del Anciano Todopoderoso dirigida hacia Adán…

En el principio creo Dios…

Él, que vio todo…

La policromía Sixtina hablará, entonces, con la Palabra del Señor:

Tu es Petrus (Tú eres Pedro)  - oyó Simón, hijo de Jonás.

«Te doy las llaves del Reino»,

Los hombres a quienes se confió el cuidado de la heredad

     [de las llaves, se encuentran aquí se dejan abarcar

     [por la policromía Sixtina,

Por la visión que dejó Miguel Ángel

Así fue en agosto y, luego en octubre del memorable año

De los dos conclaves,

Y así será de nuevo, cuando se presente la necesidad,

Después de mi muerte,

Es menester que les hable la visión de Miguel Ángel.

«Con-clave»: el común cuidado de la heredad de las llaves,

De las llaves del Reino.

He aquí que se ven entre el Principio y el Final,

entre el Día de la Creación y el Día del Juicio…

¿Se permitió al hombre morir una sola vez y, luego

     [el Juicio!

La transparencia final y la luz

La transparencia de los hechos

La transparencia de las conciencias

Es preciso que, durante el cónclave, Miguel Ángel

concientice a los hombres

No olvidéis:  Omnia nuda et aperta sunt ante oculos Eius.

Tú que penetras todo – indica!

Él indicará…

 

El juicio – Tríptico Romano – Postfacio – Karol Wojtyla

 

 

 

sábado, 13 de marzo de 2021

Candido Pozo: Juan Pablo II y el Concilio Vaticano II (2 de 2)

 


Después de su Introducción el padre Pozo comienza a desmenuzar las diferentes etapas de la participación de Karol Wojtyla en el Concilio. He aquí el detalle. 

1. Monseñor Karol Wojtyla en el Concilio 2. La actividad conciliar de Mons. K. Wojtyla está testimoniada en las actas del Concilio. Ya entre los documentos preparatorios se encuentra un amplio «votum» suyo, como Obispo auxiliar de Cracovia con fecha de 30 de diciembre de 1959) (….)

2. El esfuerzo del Cardenal Wojtyla en CracoviaConcluído el Concilio, del que necesariamente tenía que considerarse coartÍfice, en cuanto que había trabajado intensamente dentro de él, Mons. Wojtyla puede dedicarse con exclusividad a la tarea pastoral en su di6cesis. Obispo del Vaticano n, Mons. Wojtyla (Cardenal muy poco después) so, es consciente de que la obra conciliar no puede quedar en una «Summa» constituída por sus 16 documentos. Es urgente que su doctrina se haga vida en todas las Iglesias locales. A que su di6cesis de Cracovia alimentara su vida con el Concilio 51, dedicó todas energías (…)

3. El programa inicial. del Pontificado de Juan Pablo II Cuando Mons. Wojtyla tomó posesión· de la Archidiócesis de Cracovia como Arzobispo, declaraba: «En la perspectiva de mi pastoral veo sobre todo que debemos realizarla juntos ... Si alguno quisiera llamar a esto un programa, también se lo podría llamar así. En este programa no hay nada de original, es simple y existe desde siempre. Las cosas que existen desde siempre, las cosas de Dios son las más simples y las más profundas; no hacen falta nuevos programas; hace falta solamente entrar en aquel programa de siempre de manera nueva, con nuevo celo y con una nueva prontitud y realizarlo en la medida de nuestros tiempos. El Concilio apenas está en curso de desarrollo, pero el Concilio vive sobre todo de esta idea. y yo deseo reavivar con esta idea la Archidiócesis de Cracovia para que viva del espíritu del Concilio y del espíritu de la Iglesia» (…)

4. El nuevo Código de Derecho Canónico El anuncio, por parte de Juan XXIII, de su prop6sito de celebrar un Concilio ecuménico (25 de enero de 1959) fue acompañado por el de otras dos iniciativas: la convocaci6n de un Sínodo diocesano en Roma y la reforma del C6digo de Derecho Can6nico. (…) Muerto Juan XXIII el 3 de junio de 1963, su sucesor Pablo VI, el 22 de junio, al día siguiente de su elecci6n, asumía expresamente el compromiso de continuar la obra del Pontífice fallecido: «la prosecuci6n del Concilio Vaticano II» y «la revisi6n del C6digo de Derecho Canónico» (...)

5. El Sínodo de 1985 El 25 de enero de 1985 en la Basílica de San Pablo, muy cerca de la sala capitular del Monasterio en que 27 años antes Juan XXIII había expresado su propósito de convocar el Concilio, Juan Pablo II anunciaba la decisión de celebrar una Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos . Tras recordar que en ese año de 1985 se cumplía el vigésimo aniversario de la clausura del Vaticano II, subrayaba la importancia del Concilio mismo: «El Vaticano II continúa siendo el acontecimiento fundamental en la vida de la Iglesia contemporánea (…)

6. La recta interpretación del Concilio.  La imagen compleja de luces y sombras que ofrece la época posconciliar, _ supone que el Concilio no siempre ha sido leído y entendido correctamente 123. La Asamblea extraordinaria del Sínodo de 1985 fue consciente de que frente a «la lectura parcial y selectiva del Concilio y la interpretación superficial de su doctrina en uno u otro sentido», urgía «tener en cuenta todos los documentos en sí mismos y en su conexión entre sí, para que de este modo sea posible exponer cuidadosamente el sentido íntegro de todas las afirmaciones del Concilio, las cuales frecuentemente están muy · implicadas entre sí»(...)

 


El ensayo termina con esta conclusión:

El recorrido que hemos hecho a lo largo de estas páginas, muestra la figura de Juan Pablo n como un Pastor identificado y comprometido con el Concilio desde que éste comenzó su andadura. El Vaticano n ha marcado su espiritualidad y constituye la fuente más poderosa de su inspiración pastoral. Cuando se leen sus Encíclicas, no se puede olvidar que ésta es la mentalidad de su Autor. Será siempre posible recoger la referencia constante en las notas, a los documentos conciliares 146. Cuando se trata de un problema concreto, como puede ser el caso en la cuestión del encarnacionismo en la Encíclica Redemptor hominis, su solución coincide exactamente, incluso expresada con más fuerza, con la que dió el Concilio.  Es evidente que, muchas veces, la temática va más allá del  Vaticano II. . En éste, por ejemplo, no existe la desarrollada teología trinitaria que ofrece la trilogía de Encíclicas de Juan Pablo sobre las tres divinas Personas. En tales casos, es mucho lo que el Papa aporta más allá del Concilio. Pero, como él mismo ha dicho, lo más fundamental es «la adquisición de una mentalidad» , es decir, de la mentalidad del Vaticano II.  El la tiene. Y se refleja aun en los casos en que su reflexión se extiende más allá de la temática estrictamente conciliar.

Candido Pozo: Juan Pablo II y el Concilio Vaticano II (1 de 2)

 


Desconozco cuan cerca estuvo físicamente el padre jesuita Candido Pozo del Concilio Vaticano II, pero el seguimiento minucioso de la participación de Karol Wojtyla en el Concilio y que ha logrado plasmar en su escrito es magistral. No he leído hasta ahora nada tan detallado, paso a paso, año a año. Publico aquí la introducción, detalle del indicativo de  capítulos y conclusión  e invito a quien tenga interés en el tema leerlo minuciosamente (son 33 paginas) .  Verdaderamente sin parangón.   

Ya había citado esta parte de la Introduccioon en este blog Y  vuelvo a publicarlo pues así comienza el articulo del padre Pozo.   

El 6 de octubre de 1985, a la salida de la ceremonia de Beatificación de tres jesuitas españoles (Diego Luis de San Vitores, JoséMaría Rubio y Francisco Gárate), escuché atentamente las palabras de Juan Pablo II  antes de rezar el «Angelus». Me impresionaron fuertemente. Constituían una. vibrante afirmación de que su experiencia conciliar lo había sellado definitivamente: «Cuantos hemos sido participantes en la Asamblea ecuménica, hemos advertido la presencia mística y eficaz del Espíritu Santo y hemos sacado de ello un impulso incoercible para el compromiso de la actuación práctica del Concilio.

Pero el Papa no se limitaba a esta declaración. No podía ni debía hacerlo como si fuera una posición nueva en él. Evocaba y recordaba ulteriormente consideraciones suyas a sus diocesanos de Cracovia después de haber asistido a las cuatro etapas del Concilio: «Un obispo que ha participado en el -Concilio Vaticano II, se siente en deuda con él  El Concilio... tiene un valor y un significado único e irrepetible para cuantos han tomado parte en él y lo han puesto en práctica... Hemos contraído una deuda con el Espíritu Santo, con el Espíritu de Cristo. Ese Espíritu que es el que habla a las Iglesias (d. Apoc 2, 7), Y cuya palabra durante el Concilio, y en su virtud, fue especialmente expresiva y decisiva para la Iglesia. Los obispos, miembros del Colegio, que han heredado de los apóstoles la promesa que hizo Cristo en el cenáculo, están especialmente obligados a ser conscientes de la deuda contraída 'con la palabra del Espíritu Santo', puesto que estaban allí para traducir al lenguaje humano la palabra de Dios. Esta expresión, en cuanto que es humana, puede ser imperfecta y estar abierta a formulaciones siempre más exactas, pero es, al mismo tiempo, auténtica, ya que contiene precisamente lo que el Espíritu 'ha dicho a la Iglesia' en un determinado momento histórico. De este modo, la conciencia de la deuda procede de la fe y del Evangelio, que nos permiten poner la palabra de Dios en lenguaje humano contemporáneo, conectándolo con la autoridad del supremo Magisterio de la Iglesia ... La conciencia de la deuda... va unida a la necesidad de dar una ulterior respuesta. Es la fe la que la exige. Esta es, en efecto, por su esencia, una respuesta a la palabra de Dios, a lo que el Espíritu dice a la Iglesia»

(…)

La insistencia en su deuda personal con el Concilio y en su trayectoria de Pastor preocupado por responder a ella, ya como Arzobispo de Cracovia y, por tanto, mucho antes de su elección al Sumo Pontificado, me llamaron poderosamente la atención. Confieso que incluso creí descubrir en estas palabras un cierto sentido, sereno y firme a la vez, de respuesta.

(…)

En todo caso, las palabras del Papa el 6 de octubre antes del Angelus, . se sitúan en una «novena» de breves alocuciones dominicales sobre el Concilio, concebida como preparación al II Sínodo extraordinario, la cual tuvo su punto de partida el 30 de septiembre.  Aquel dia el Papa había recordado: «La Providencia dispuso que cuando sono la hora del Concilio, yo estuviera viviendo mis primicias de Obispo, habiendo recibido la Ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958. He tenido, por ello, la gracia singular de participar en esa gran obra y de dar mi contribución a sus trabajos. De este modo, desde los primeros pasos preparatorios, sucesivamente en las varias etapas de su desarrollo y después en la fase de los compromisos aplicativos, el Vaticano II constituyó el trasfondo, el clima, el centro inspirador de mis pensamientos y de mis actividades de Pastor de la amada Iglesia particular, a la que la bondad del Señor me había llamado»

 

Candido Pozo: Comentarios a las audiencias de Juan Pablo II sobre cielo, purgatorio, infierno

 



En septiembre de 1999 Alfa y Omega entrevisto al Padre jesuita Cándido Pozo,  fallecido en 2011 (profesor de Teologia y  autor de numerosos artículos y libros,  traducidos a varios idiomas,) para pedirle sus puntos de vista con respecto a las Audiencias de Juan Pablo II sobre cielo, purgatorio, infierno y las perplejidades presentadas ante estas catequesis.

¿Hay elementos en la doctrina de Juan Pablo II sobre cielo, infierno y purgatorio que expliquen el impacto que ha producido en la opinión pública?
Supongo que el tema que más ha llamado la atención en no pocos ambientes ha sido la afirmación de que estas realidades no son un lugar, sino un estado. Pero confieso que me ha sorprendido tanta perplejidad ante una afirmación que no es precisamente nueva. Es lo que se venía enseñando en teología, con plena unanimidad, desde hace muchísimo tiempo. Ya san Agustín escribió: Sea Dios mismo, después de esta vida, nuestro sitio. Hans Urs von Balthasar comentaba espléndidamente la frase agustiniana: Dios es la «realidad última» de la creatura. Como alcanzado es cielo; como perdido, infierno; como examinante, juicio; como purificante, purgatorio. El primer tratado que se escribió en la Iglesia sobre las realidades últimas, lo hizo, en España, el año 688, san Julián de Toledo, después de una conversación en Toledo con Idalio, obispo de Barcelona, que se había desplazado a la capital del reino visigodo con ocasión del XV Concilio de Toledo. Es curioso que san Julián insista en que se evite el fundamentalismo en la manera de concebir las realidades posteriores a la muerte. Él sabe que infierno significa etimológicamente lo que está debajo; pero advertirá que no se tome la expresión al pie de la letra como localización del infierno. Lo bajo en un sentido espiritual es lo triste: de la misma manera que en lo corporal lo pesado va abajo, así lo que apesadumbra el alma, lo deprimente, lo triste, es lo que espiritualmente se considera abajo. Para san Julián de Toledo el fuego del purgatorio no es material, sino una metáfora para expresar el sufrimiento del alma que se purifica. Tampoco el valle de Josafat es una denominación geográfica, ya que Josafat significa el juicio del Señor. Lo que llama la atención es el talante contrario a una mentalidad fundamentalista que sería la que verdaderamente crea dificultades: ¿Se ha pensado en serio la impresión de aglomeración de un cielo concebido como lugar para todas las generaciones que han existido desde la creación del hombre? El alma que sobrevive al hombre, es una realidad espiritual (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 14; Pablo VI, Profesión de fe, 8).

Algunos han creído poder descubrir en la catequesis de Juan Pablo II sobre el infierno una especie de atenuación de los sufrimientos que se atribuían a la condenación, como también una cierta tendencia favorable a un infierno vacío.
En cuanto a la atenuación de sufrimientos, el Papa se ha limitado a advertir de la necesidad de estar atentos a la índole metafórica de determinadas expresiones que la Sagrada Escritura utiliza. Ya hace veinte años (mayo de 1979), la Congregación para la Doctrina de la Fe en su carta Recentiores Episcoporum Synodi, dirigida a los miembros de las Conferencias Episcopales del mundo entero, explicaba el fuego del infierno como la repercusión de la privación de la visión de Dios sobre todo el ser del condenado. Opinar que con ello se atenúa la seriedad de la condenación, sólo puede hacerlo quien subvalore todo sufrimiento que no sea físico. Lo que sí aparece en esta perspectiva es que la doctrina de fe sobre el infierno no implica una concepción de Dios que se complazca en torturar a sus hijos pródigos con un tormento infligido desde fuera. Es el hombre el que se cierra a Dios y se aleja de Él; la conciencia de haber errado el camino, que será nítida en la otra vida, más el aislamiento escogido por quien pretendió suplantar el puesto de Dios, constituyéndose egoísticamente en centro, implica el dolor eterno. Me cuesta trabajo entender que se considere esta situación como leve.

En cuanto al pretendido infierno vacío, Juan Pablo II lo rechaza. Explícitamente habla de unos condenados que son los ángeles caídos, los demonios, seres espirituales y libres (ignoro cómo ha podido llegarse a escribir que el Papa no afirmaba la existencia del demonio). Con respecto a la condenación de hombres, se limita, sin embargo, a reconocer que la Iglesia no tiene una especie de poder de hacer canonizaciones al revés, es decir, de declarar quién se ha condenado, de modo paralelo a aquel con que declara que un santo se encuentra en la bienaventuranza eterna. Por lo demás, si el infierno es un estado y no un sitio, no puede decirse simultáneamente que se admite el infierno, pero que está vacío; un estado que no se diese en nadie, simplemente no existiría.

¿Tiene el Papa una nueva perspectiva sobre el purgatorio?
Quizás pueda señalarse un desplazamiento de la idea del purgatorio como castigo a la del purgatorio como purificación, pero éste es un tema absolutamente tradicional. La afirmación del Salmo 15, 1-2 sobre la necesidad de no tener mancha alguna para entrar en la morada de Dios, era interpretada ya en el siglo III por Orígenes como referida al tabernáculo celeste. Por otra parte, la más profunda explicación de la teología del purgatorio se debe a una mujer, a santa Catalina de Génova (no se la debe confundir con la Doctora de la Iglesia, santa Catalina de Siena). Para ella, el purgatorio se refiere a almas que han muerto en gracia y que, por tanto, aman a Cristo. Ese amor se hace plenamente consciente al morir. Pero las manchas veniales o de pecados mortales perdonados y no plenamente purificados, impiden el encuentro con el Señor, la persona amada. Quien ama y se ve retardado de poseer a la persona amada, sufre. Y ese sufrimiento lo purifica. El purgatorio puede definirse como la purificación en el amor y por el amor. Este pensamiento es además frecuente en los místicos (por ejemplo, en san Juan de la Cruz) cuando establecen un paralelismo entre la purificación del purgatorio y ciertas purificaciones que tienen lugar en experiencias místicas, llenas de amor entre el alma y Cristo.

miércoles, 10 de marzo de 2021

El dialogo entre fe y ciencia en el Magisterio de Juan Pablo II –Juan Luis Lorda

 


Quien se acerque a éste como a tantos aspectos del magisterio de Juan Pablo 11 advertirá en sus desarrollos y en sus ideas fundamentales un fuerte sabor del Concilio Vaticano II. Y en esto no se ha de ver sólo la voluntad, tantas veces expresada por el Pontífice -y demostrada con los hechos-, de aplicarlo y desarrollarlo: es también el resultado de una honda compenetración, de una connaturalidad con el espíritu conciliar, propia de quien contribuyó en los trabajos sinodales.

De manera particular, se puede decir que su labor en tomo al esquema XIII -después convertida en la Constitución Pastoral Gaudium et spes-, deja en su espíritu una honda impronta, y consolida ideas muy fundamentales que luego desarrollará en su magisterio pontificio. Se cuestionaba allí la relación de la Iglesia con el mundo moderno. El tenor de las numerosas intervenciones del entonces Arzobispo de Cracovia manifiesta la profunda resonancia que aquella temática tenía en él y que, con el paso de los años, no ha dejado de aumentar.

 Acabado el Concilio, realiza un intento de síntesis y asimilación que da como fruto el libro La renovación en sus fuentes con una poderosa y significativa presencia de los textos y las ideas de la Gaudium el spes. En ese libro, el entonces cardenal Wojtyla recoge y explica las características del diálogo entre la fe y el mundo: la fe es, por una parte «asentimiento», es decir convicción acerca de la verdad alcanzada en la revelación; por otra, y en cuanto actitud conscientemente religiosa que trata de enriquecerse, connota el diálogo ylo acepta!. La fe es, por tanto, primero asentimiento a Dios que se revela, y, en esa medida, en cuanto adhesión de convencimiento a laverdad, deja de ser búsqueda de la verdad en el sentido estricto de lapalabra; pero al mismo tiempo, incluye una búsqueda ulterior sobre la base y en el marco de la verdad conocida.    Y hay que precisar que esa búsqueda -que es el fundamento del diálogo- no es sólo una tarea especulativa: no se trata de un enriquecimiento meramente intelectual. El diálogo no tiene, en este caso (el de la fe) un significado puramente teológico y mucho menos apologético.  No se trata simplemente de crecer en comprensión o de defender los propios principios; el diálogo está orientado por la misma dinámica de la fe que busca que todos los hombres se salven.

 Así el diálogo resulta algo connatural a la Iglesia; por un lado, como medio de aumentar la propia comprensión de la fe en el contraste con los conocimientos y preguntas ajenos; pero sobre todo, es una necesidad derivada de su misión profética. La aportación específica de la Iglesia a cualquiera de los aspectos de su diálogo con el mundo, se caracteriza así, por el anuncio de su fe, a la que sabe están llamados todos los hombres.

 (continuar leyendo)

(Si no funciona el enlace googlear el titulo)

martes, 9 de marzo de 2021

El auténtico desarrollo humano

 



Del Capitulo IV de la Enciclica

Sollicitudo Rei Socialis” de Juan Pablo II

(Recurso de meditación para Cuaresma)

“…. Pero al mismo tiempo ha entrado en crisis la misma concepción « económica » o « economicista » vinculada a la palabra desarrollo. En efecto, hoy se comprende mejor que la mera acumulación de bienes y servicios, incluso en favor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad humana. Ni, por consiguiente, la disponibilidad de múltiples beneficios reales, aportados en los tiempos recientes por la ciencia y la técnica, incluida la informática, traen consigo la liberación de cualquier forma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de los últimos años demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y potencialidades, puestas a disposición del hombre, no es regida por un objetivo moral y por una orientación que vaya dirigida al verdadero bien del género humano, se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo

[…] junto a las miserias del subdesarrollo, que son intolerables, nos encontramos con una especie de superdesarrollo, igualmente inaceptable porque, como el primero, es contrario al bien y a la felicidad auténtica. En efecto, este superdesarrollo, consistente en la excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materiales para algunas categorías sociales, fácilmente hace a los hombres esclavos de la « posesión » y del goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de los objetos que se poseen por otros todavía más perfectos. Es la llamada civilización del « consumo » o consumismo, que comporta tantos « desechos » o « basuras ». Un objeto poseído, y ya superado por otro más perfecto, es descartado simplemente, sin tener en cuenta su posible valor permanente para uno mismo o para otro ser humano más pobre.

Todos somos testigos de los tristes efectos de esta ciega sumisión al mero consumo: en primer término, una forma de materialismo craso, y al mismo tiempo una radical insatisfacción, porque se comprende rápidamente que, —si no se está prevenido contra la inundación de mensajes publicitarios y la oferta incesante y tentadora de productos— cuanto más se posee más se desea, mientras las aspiraciones más profundas quedan sin satisfacer, y quizás incluso sofocadas.

La Encíclica del Papa Pablo VI señalaba esta diferencia, hoy tan frecuentemente acentuada, entre el « tener » y el « ser », 51 que el Concilio Vaticano II había expresado con palabras precisas.52 « Tener » objetos y bienes no perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su « ser », es decir, a la realización de la vocación humana como tal.

Ciertamente, la diferencia entre « ser » y « tener », y el peligro inherente a una mera multiplicación o sustitución de cosas poseídas respecto al valor del « ser », no debe transformarse necesariamente en una antinomia. Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originariamente a todos.

Este es pues el cuadro: están aquéllos —los pocos que poseen mucho— que no llegan verdaderamente a « ser », porque, por una inversión de la jerarquía de los valores, se encuentran impedidos por el culto del « tener »; y están los otros –

—los muchos que poseen poco o nada— los cuales no consiguen realizar su vocación humana fundamental al carecer de los bienes indispensables.

El mal no consiste en el « tener » como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Calidad y jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su disponibilidad al « ser » del hombre y a su verdadera vocación.

Con esto se demuestra que si el desarrollo tiene una necesaria dimensión económica, puesto que debe procurar al mayor número posible de habitantes del mundo la disponibilidad de bienes indispensables para, « ser », sin embargo no se agota con esta dimensión.   En cambio, si se limita a ésta, el desarrollo se vuelve contra aquellos mismos a quienes se desea beneficiar.

Papa Francisco : Dios le pidió a Abraham que mirara el cielo

(Imagen de Wikipedia)


 Este lugar bendito nos remite a los orígenes, a las fuentes de la obra de Dios, al nacimiento de nuestras religiones. Aquí, donde vivió nuestro padre Abrahán, nos parece que volvemos a casa. Él escuchó aquí la llamada de Dios, desde aquí partió para un viaje que iba a cambiar la historia. Nosotros somos el fruto de esa llamada y de ese viaje. Dios le pidió a Abrahán que mirara el cielo y contara las estrellas (cf. Gen 15,5). En esas estrellas vio la promesa de su descendencia, nos vio a nosotros. Y hoy nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, junto con los hermanos y las hermanas de otras religiones, honramos al padre Abrahán del mismo modo que él: miramos al cielo y caminamos en la tierra.

1. Miramos al cielo. Contemplando el mismo cielo después de milenios, aparecen las mismas estrellas. Estas iluminan las noches más oscuras porque brillan juntas. El cielo nos da así un mensaje de unidad: el Altísimo que está por encima de nosotros nos invita a no separarnos nunca del hermano que está junto a nosotros. El más allá de Dios nos remite al más acá del hermano. Pero si queremos mantener la fraternidad, no podemos perder de vista el Cielo. Nosotros, descendencia de Abrahán y representantes de distintas religiones, sentimos que tenemos sobre todo la función de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar la mirada y la oración al Cielo. Todos lo necesitamos, porque no nos bastamos a nosotros mismos. El hombre no es omnipotente, por sí solo no puede hacer nada. Y si elimina a Dios, acaba adorando a las cosas mundanas. Pero los bienes del mundo, que hacen que muchos se olviden de Dios y de los demás, no son el motivo de nuestro viaje en la tierra. Alzamos los ojos al Cielo para elevarnos de la bajeza de la vanidad; servimos a Dios para salir de la esclavitud del yo, porque Dios nos impulsa a amar. La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo. En el mundo de hoy, que a menudo olvida al Altísimo y propone una imagen suya distorsionada, los creyentes están llamados a testimoniar su bondad, a mostrar su paternidad mediante la fraternidad.

Desde este lugar que es fuente de fe, desde la tierra de nuestro padre Abrahán, afirmamos que Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano. Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más, nos corresponde a nosotros resolver con claridad los malentendidos. No permitamos que la luz del Cielo se ofusque con las nubes del odio.