Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 31 de diciembre de 2019

Juan Pablo II : Te Deum laudamus!



Te Deum laudamus! 

Otro año termina. Con viva conciencia de la fugacidad del tiempo, nos encontramos reunidos esta tarde para dar gracias a Dios por todos los dones que nos ha concedido…

Te Deum laudamus! Te damos gracias, Padre, porque, en la plenitud de los tiempos, enviaste a tu Hijo (cf. Ga 4, 4), no para juzgar al mundo, sino para salvarlo con inmenso amor (cf. Jn 3, 17).

Te damos gracias, Señor Jesús, nuestro Redentor, porque quisiste asumir de María, Madre siempre Virgen, nuestra naturaleza humana… queremos agradecerte con el fervor más intenso el don de tu Cuerpo y de  tu  Sangre  en  el  Sacramento del altar.

Te alabamos y te damos gracias, Espíritu Santo Paráclito, porque nos haces tomar conciencia de nuestra adopción filial (cf. Rm 8, 16) y nos enseñas a dirigirnos a  Dios llamándolo Padre, "Abbá" (cf. Jn 4, 23-24; Ga 4, 6).


 "Salvum fac populum tuum, Domine", "Salva a tu pueblo, Señor". Te lo pedimos esta tarde, por medio de María, al celebrar las primeras Vísperas de la fiesta de su Maternidad divina.

Santa Madre del Redentor, acompáñanos en este paso al nuevo año. Obtén para Roma y para el mundo entero el don de la paz. Madre de Dios, ruega por nosotros.





viernes, 27 de diciembre de 2019

Javier Lozano Barragán: Las tres partes de Veritatis Splendor



Como es sabido VeritatisSplendor tiene tres partes:
En la primera se asienta la base plena de moralidad;  en la segunda se tratan problemas fundamentales acerca de la libertad, la ley, la verdad, la conciencia, la opción fundamental y el acto moral y en la tercera;  sus consecuencias para la vida de la Iglesia y del mundo, el martirio, la universalidad de la norma, la vida social  y política, la gracia, la nueva Evangelización y el servicio de los teólogos y los pastores.
Especificando más:
En el primer capítulo el Papa nos dice que la norma moral cristiana es el seguimiento de Cristo. Cristo se lo propone al joven rico: Dios es el único bueno, por tanto la única normal. El camino son los 10 mandamientos. Se perfeccionan por el seguimiento pleno de Cristo en un amor total a Él y a los demás.
En el capitulo segundo afirma que se han relativizado hoy las normas éticas. Se quisiera tener solo una certeza matemática. Como en moral los hombres piensan diferente en cuanto a las normas estiman que no existe así ninguna valida y hay que contentarse con la sabiduría de cada uno Aun entre algunos teólogos se suele decir que hay que tener una norma suprema que es el amor a Dios y a los demás, esa es la opción fundamental, de aquí se deducirán algunas leyes que siempre habrá que cumplir. Pero hay otras que se llaman “premorales” y son las que se refieren al cuerpo, como la salud, a la integridad vital, la reproducción, etc. Estas se miden de acuerdo a la opción fundamental descrita y a los principios prácticos del teleologismo, consciencialismo y proporcionalismo. De manera que no hay acciones buenas o malas en si sino que todo depende de la intención con la que se hagan. Lo bueno es lo mejor en este caso concreto. El Papa reacciona contra esta manera de pensar y afirma que contra este maniqueísmo hay que afirmar fuertemente la unidad cuerpo y alma y la moralidad como un todo. Verdad y libertad es otro de los puntos básicos que considera aquí el Santo Padre; la libertad no es fuente de verdad ni por tanto, puede ser autónoma.
En el tercer capítulo se reconoce la dificultad de actuar bien, que solo se logra con la gracia de Dios, por la fuerza del Espíritu Santo, los santos son el ejemplo de superación a esta dificultad, en especial los mártires. El Magisterio ayuda a encontrar la verdad moral, asi se propicia el dialogo con los teólogos moralistas.

martes, 24 de diciembre de 2019

El Belen. El árbol de la vida y la Navidad


 “Sea pequeño o grande, sencillo o elaborado, el belén constituye una representación familiar y muy expresiva de la Navidad. Es un elemento de nuestra cultura y del arte, pero sobre todo un signo de fe en Dios, que en Belén "vino a habitar entre nosotros" (cf. Jn 1, 14).”

La fiesta de Navidad, quizá la más querida por la tradición popular, está llena de símbolos, vinculados a las diversas culturas. Entre todos, el más importante es ciertamente el belén.
Junto al belén, como en esta plaza de San Pedro, encontramos el tradicional "árbol de Navidad". Se trata de una costumbre igualmente antigua, que exalta el valor de la vida, porque en la estación invernal el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere. Por lo general, en el árbol adornado y en su base se ponen los regalos navideños. Así, el símbolo se hace elocuente también en sentido típicamente cristiano: nos recuerda el "árbol de la vida" (cf. Gn 2, 9), figura de Cristo, don supremo de Dios a la humanidad.

Por tanto, el mensaje del árbol de Navidad es que la vida permanece "siempre verde" si se convierte en don: no tanto de cosas materiales, cuanto de sí mismos: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca.
Que María nos ayude a vivir la Navidad como ocasión para gustar la alegría de entregarnos a nosotros mismos a los hermanos, especialmente a los más necesitados.”
FELIZ Y SANTA NAVIDAD A TODOS!!!
 (Juan Pablo II Ángelus 12 de diciembre 2004 y 19 de diciembre 2004


sábado, 21 de diciembre de 2019

Benedicto XVI: La experiencia de la JMJ Madrid. (4 de 4) Donde esta la luz? Como anunciar el Evangelio? La alegría y la fe



Finalmente, como última característica que no hay que descuidar en la espiritualidad de las Jornadas Mundiales de la Juventud, quisiera mencionar la alegría. ¿De dónde viene? ¿Cómo se explica? Seguramente hay muchos factores que intervienen a la vez. Pero, según mi parecer, lo decisivo es la certeza que proviene de la fe: yo soy amado. Tengo un cometido en la historia. Soy aceptado, soy querido. Josef Pieper, en su libro sobre el amor, ha mostrado que el hombre puede aceptarse a sí mismo sólo si es aceptado por algún otro. Tiene necesidad de que haya otro que le diga, y no sólo de palabra: «Es bueno que tú existas». Sólo a partir de un «tú», el «yo» puede encontrarse a sí mismo. Sólo si es aceptado, el «yo» puede aceptarse a sí mismo. Quien no es amado ni siquiera puede amarse a sí mismo. Este ser acogido proviene sobre todo de otra persona. Pero toda acogida humana es frágil. A fin de cuentas, tenemos necesidad de una acogida incondicionada. Sólo si Dios me acoge, y estoy seguro de ello, sabré definitivamente: «Es bueno que yo exista». Es bueno ser una persona humana. 
Allí donde falta la percepción del hombre de ser acogido por parte de Dios, de ser amado por él, la pregunta sobre si es verdaderamente bueno existir como persona humana, ya no encuentra respuesta alguna. La duda acerca de la existencia humana se hace cada vez más insuperable. 

Cuando llega a ser dominante la duda sobre Dios, surge inevitablemente la duda sobre el mismo ser hombres. Hoy vemos cómo esta duda se difunde. Lo vemos en la falta de alegría, en la tristeza interior que se puede leer en tantos rostros humanos. Sólo la fe me da la certeza: «Es bueno que yo exista». Es bueno existir como persona humana, incluso en tiempos difíciles. La fe alegra desde dentro. Ésta es una de las experiencias maravillosas de las Jornadas Mundiales de la Juventud.



Benedicto XVI: La experiencia de la JMJ Madrid. (3 de 4) Donde esta la luz? Como anunciar el Evangelio? La adoración y la penitencia



Un tercer elemento, que de manera cada vez más natural y central forma parte de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y de la espiritualidad que proviene de ellas, es la adoración. Fue inolvidable para mí, durante mi viaje en el Reino Unido, el momento en Hydepark, en que decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, respondieron con un intenso silencio a la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento, adorándolo. Lo mismo sucedió, de modo más reducido, en Zagreb, y de nuevo en Madrid, tras el temporal que amenazaba con estropear todo el encuentro nocturno, al no funcionar los micrófonos. Dios es omnipresente, sí. Pero la presencia corpórea de Cristo resucitado es otra cosa, algo nuevo. El Resucitado viene en medio de nosotros. Y entonces no podemos sino decir con el apóstol Tomás: «Señor mío y Dios mío». La adoración es ante todo un acto de fe: el acto de fe como tal. Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente, yo me inclino ante él. Entonces, razón, voluntad y corazón se abren hacia él, a partir de él. En Cristo resucitado está presente el Dios que se ha hecho hombre, que sufrió por nosotros porque nos ama. Entramos en esta certeza del amor corpóreo de Dios por nosotros, y lo hacemos amando con él. Esto es adoración, y esto marcará después mi vida. Sólo así puedo celebrar también la Eucaristía de modo adecuado y recibir rectamente el Cuerpo del Señor.

Otro elemento importante de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la presencia del Sacramento de la Penitencia que, de modo cada vez más natural, forma parte del conjunto. Con eso reconocemos que tenemos continuamente necesidad de perdón y que perdón significa responsabilidad. Existe en el hombre, proveniente del Creador, la disponibilidad a amar y la capacidad de responder a Dios en la fe. Pero, proveniente de la historia pecaminosa del hombre (la doctrina de la Iglesia habla del pecado original), existe también la tendencia contraria al amor: la tendencia al egoísmo, al encerrarse en sí mismo, más aún, al mal. Mi alma se mancha una y otra vez por esta fuerza de gravedad que hay en mí, que me atrae hacia abajo. Por eso necesitamos la humildad que siempre pide de nuevo perdón a Dios; que se deja purificar y que despierta en nosotros la fuerza contraria, la fuerza positiva del Creador, que nos atrae hacia lo alto.




Benedicto XVI: La experiencia de la JMJ Madrid (2 de 4). Donde esta la luz? Como anunciar el Evangelio? Encuentro con los voluntarios.



De aquí nace después un modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos. Una de las experiencias más importantes de aquellos días ha sido para mí el encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud: eran alrededor de 20.000 jóvenes que, sin excepción, habían puesto a disposición semanas o meses de su vida para colaborar en los preparativos técnicos, organizativos y de contenido de la JMJ, y precisamente así habían hecho posible el desarrollo ordenado de todo el conjunto. Al dar su tiempo, el hombre da siempre una parte de la propia vida. Al final, estos jóvenes estaban visible y «tangiblemente» llenos de una gran sensación de felicidad: su tiempo que habían entregado tenía un sentido; precisamente en el dar su tiempo y su fuerza laboral habían encontrado el tiempo, la vida. Y entonces, algo fundamental se me ha hecho evidente: estos jóvenes habían ofrecido en la fe un trozo de vida, no porque había sido mandado o porque con ello se ganaba el cielo; ni siquiera porque así se evita el peligro del infierno. 

No lo habían hecho porque querían ser perfectos. No miraban atrás, a sí mismos. Me vino a la mente la imagen de la mujer de Lot que, mirando hacia atrás, se convirtió en una estatua de sal. Cuántas veces la vida de los cristianos se caracteriza por mirar sobre todo a sí mismos; hacen el bien, por decirlo así, para sí mismos. Y qué grande es la tentación de todos los hombres de preocuparse sobre todo de sí mismos, de mirar hacia atrás a sí mismos, convirtiéndose así interiormente en algo vacío, «estatuas de sal». Aquí, en cambio, no se trataba de perfeccionarse a sí mismos o de querer tener la propia vida para sí mismos. Estos jóvenes han hecho el bien –aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios– simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás. Sólo se necesita atreverse a dar el salto. 

Todo eso ha estado precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio «yo». Una oración atribuida a san Francisco Javier dice: «Hago el bien no porque a cambio entraré en el cielo y ni siquiera porque, de lo contrario, me podrías enviar al infierno. Lo hago porque Tú eres Tú, mi Rey y mi Señor». También en África encontré esta misma actitud, por ejemplo en las religiosas de Madre Teresa que cuidan de los niños abandonados, enfermos, pobres y que sufren, sin preguntarse por sí mismas y, precisamente así, se hacen interiormente ricas y libres. Esta es la actitud propiamente cristiana. También ha sido inolvidable para mí el encuentro con los jóvenes discapacitados en la fundación San José, de Madrid, encontré de nuevo la misma generosidad de ponerse a disposición de los demás; una generosidad en el darse que, en definitiva, nace del encuentro con Cristo que se ha entregado a sí mismo por nosotros.





Benedicto XVI: La experiencia de la JMJ Madrid. (1 de 4) Donde esta la luz? Como anunciar el Evangelio? (1 de 4)



¿Dónde está la luz que pueda iluminar nuestro conocimiento, no sólo con ideas generales, sino con imperativos concretos? ¿Dónde está la fuerza que lleva hacia lo alto nuestra voluntad? Estas son preguntas a las que debe responder nuestro anuncio del Evangelio, la nueva evangelización, para que el mensaje llegue a ser acontecimiento, el anuncio se convierta en vida.
[…]
¿Qué es una reforma de la Iglesia? ¿Cómo sucede? ¿Cuáles son sus caminos y sus objetivos? No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad. ¿Qué debemos hacer entonces? Hay una infinidad de discusiones sobre lo que se debe hacer para invertir la tendencia. Y, ciertamente, es necesario hacer muchas cosas. Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema. El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces.
[…]

La magnífica experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido una nueva evangelización vivida. Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano, que quisiera intentar caracterizar en cinco puntos.
Primero, hay una nueva experiencia de la catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esto es lo que ha impresionado de inmediato a los jóvenes y a todos los presentes: venimos de todos los continentes y, aunque nunca nos hemos visto antes, nos conocemos. Hablamos lenguas diversas y tenemos diferentes hábitos de vida, diferentes formas culturales y, sin embargo, nos encontramos de inmediato unidos, juntos como una gran familia. Se relativiza la separación y la diversidad exterior. Todos quedamos tocados por el único Señor Jesucristo, en el cual se nos ha manifestado el verdadero ser del hombre y, a la vez, el rostro mismo de Dios. Nuestras oraciones son las mismas. En virtud del encuentro interior con Jesucristo, hemos recibido en nuestro interior la misma formación de la razón, de la voluntad y del corazón. Y, en fin, la liturgia común constituye una especie de patria del corazón y nos une en una gran familia. El hecho de que todos los seres humanos sean hermanos y hermanas no es sólo una idea, sino que aquí se convierte en una experiencia real y común que produce alegría. Y, así, hemos comprendido también de manera muy concreta que, no obstante todas las fatigas y la oscuridad, es hermoso pertenecer a la Iglesia universal, a la Iglesia católica, que el Señor nos ha dado.



martes, 17 de diciembre de 2019

Belen : El Santuario de la Natividad


En nuestra peregrinación espiritual, nos dirigimos hoy a Belén, al santuario de la Natividad. 


Desde que los pastores hicieron la primera visita a María Santísima, al Salvador recién nacido y a San José y "les contaron lo que les habían dicho de aquel niño" (Lc 2, 17), esa "mística gruta", como la llamaban los fieles de las primeras generaciones, fue considerada un santuario, celebrado por cristianos y no cristianos. Aún después que el emperador Adriano, en el año 135, la hizo recubrir con tierra de relleno, ordenando que se plantara allí un bosque en honor de una divinidad pagana, la gruta no quedó en el olvido y siguió visitándose devotamente; de modo que, cuando el emperador Constantino ordenó en el año 325 los trabajos de demolición para la construcción de la basílica, ésta fue hallada casi intacta.

El centro ideal de la maravillosa basílica de la Natividad, la única superviviente de las tres que hizo construir ese emperador, es la cripta, formada por la sagrada gruta, donde la Bienaventurada Virgen "dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre" (Lc 2, 7). Al visitar la basílica, se puede bajar a la gruta y admirar el ábside que recubre como una concha el altar de la Natividad; pero sobre todo, se puede rezar ante la lápida de mármol que hay debajo, donde está incrustada una estrella, alrededor de la cual se lee una inscripción en latín: "Hic de Vergine Maria Iesus Christus natus est".

Este santuario está vinculado de modo especial a la Bienaventurada Virgen María. Allí, no sólo el pueblo cristiano sino también personalidades ilustres de otras religiones han expresado su respeto y devoción por la Madre de Jesús, quien precisamente en este bendito lugar, que San Jerónimo llama "augustissimum orbis locum" (Epist. 58) dio a luz al Salvador del mundo.

¡Sí! El santuario de Belén nos recuerda a la Theotokos; nos hace venerar a la alma Redemptoris Mater…. La contemplamos absorta ante su Hijo, el Niño divino, que tomó carne de su seno purísimo. Pero la contemplamos también solícita para con todos nosotros, hermanos adoptivos de su Primogénito. La maternidad de María nos hace descubrir el sentido y el valor de ser sus hijos espirituales. Pero el serlo nos compromete a parecernos a Ella, a cambiar la forma de pensar y de amar; y a ver en los hombres a sus hijos y a nuestros hermanos, y a acoger en nuestro corazón al Verbo Encarnado.


Navidad y la dignidad de la infancia del hombre



La Navidad nos enseña cuál es la dignidad de la infancia del hombre. ¡La persona humana posee siempre su nobilísima dignidad de persona en todos los momentos de la vida desde el principio hasta el fin!
Esto nos lo enseña el Hijo de Dios que, con su nacimiento, se ha hecho Hijo del hombre, Hijo de María, en la familia de José… Vosotros, los pequeños, tenéis el espíritu sencillo y abierto, y podéis comprender mejor que nadie el significado profundo de la Navidad. Vosotros sabéis que la venida del Hijo de Dios en nuestra carne es la expresión más alta del amor de Dios Padre a todos los hombres.

Quisiera invitaros a pensar hoy en todos los niños del mundo, sobre todo en los que sufren de diversas maneras, en los niños abandonados, en los que padecen hambre, en los que carecen de los cuidados necesarios…. Pediremos al Niño Jesús que esté a su lado, que sea su protector…Queremos pedirle que nos conceda un mundo donde no haya ya niños que sufran. Que interceda por nosotros la Virgen María.



sábado, 14 de diciembre de 2019

Juan Pablo II: El genio de la mujer



La carta que había causado más impresión era aquella dirigida A lasmujeres. 
 El veía y admiraba la presencia del “genio de la mujer” en el mundo. Para él, la figura femenina sobre la tierra era “un signo de la ternura de Dios hacia el género humano”.
En la comunidad eclesial, la mujer, en razón de su femineidad, era como la expresión de aquello que es la Iglesia: “Esposa de Cristo y madre de los creyentes”. Es decir, para el pueblo de Dios la Iglesia señalaba en la mujer aquello que de más tierno y delicado podía atribuirse: representar de manera mística, con su femineidad, el amor a Cristo.
Por eso exclamaba maravillado: “Gracias a ti, oh mujer, por el hecho mismo de ser mujer!”. Hablaba de las actitudes de Jesus hacia la mujer: “Apertura, respeto, recibimiento, ternura”. El Evangelio mostraba esto;  sin embargo, el Papa se preguntaba: “¿Cuánto de ese mensaje es captado y puesto en práctica?”. En la sociedad, quería decir, pero también en la Iglesia.
El Papa escribía: “Lamentablemente somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en todas las latitudes, han dificultado el camino de la mujer, ignorada en su dignidad, falseadas sus prerrogativas, no pocas veces marginada e inclusive reducida a la esclavitud. Si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidad objetiva incluso de no pocos fieles de la Iglesia, lo lamento sinceramente”.
Escribía acerca de la ternura de Jesus hacia las mujeres. También el demostraba ejercitar aquella ternura, incluso hacia la mujer que “elige el aborto, grave pecado”. Nunca, en ninguna parte del mundo, en ningún lugar en que sus viajes lo hicieran llegar, aun más, ni en la dureza de sus discursos contra las leyes sobre el aborto había tenido jamás palabras de condena o de desprecio hacia la madre que sacrificaba a su propio hijo.
También para esta mujer había tenido siempre expresiones de participación misericordiosa, de “ternura”, precisamente. Por ella, una ver, invirtió el texto bíblico del libro del Génesis, dando una nueva visión sobre el relato del pecado original.
Allá, en el jardín del Edén, se muestra  eva que arrastra a Adán a la perdición. “Detrás del pecado de una mujer siempre está el hombre”, había comentado el Papa un dia, en Varsovia. El “hombre”, en este caso, no era solamente una persona física masculina, eran además ciertas estructuras de la sociedad. Este concepto lo había repetido en la Carta a las mujeres. “La elección del aborto, antes de ser una responsabilidad para cargar sobre las mujeres, es un crimen para atribuir al hombre y a la complicidad del ambiente circundante”.
Por otra parte, el Papa ya había dirigido su atención hacia la muer en una carta solemne, una carta apostólica, la Mulieris digitatem, el 30 de septiembre de 1988, el 30 de septiembre de 1988. Todo el documento tenía la forma de una meditación, una extensa, apasionada consideración acerca de la mujer construida casi exclusivamente sobre el plano sobrenatural y metafísico, inundada de textos bíblicos, un texto para la defensa y exaltación de la dignidad y la sublimidad de la mujer, del “genio femenino”, como decía ahora el Papa.
El principio del cual partía bíblicamente y sobre el cual insistía era aquel de la igualdad de la mujer y del hombre delante de Dios en el género humano. Del principio de la igualdad se derivaba que la mujer no podía transformarse en objeto de dominio y de posesión masculina. Esto valía para el matrimonio, pero también en los diversos campos de la convivencia social: las situaciones en las uales la mujer permanece en desventaja o es discriminada por el hecho de ser mujer. “Estas situaciones – escribía el Papa – son objetivamente dañinas, injustas”.
El Pontífice había llegado casi a teorizar acera de una superioridad de3 la mujer sobre le hombre. “Lo femenino es símbolo de todo lo humano; Dios lo confía al hombre de un modo especial.  Será el genio de la mujer, cuya mas alta identidad es donar amor, la que salvara la sensibilidad para el hombre, porque es esencialmente humana, una sensibilidad que amenaza con desaparecer en esta nuestra árida era tecnológica”.
Comentando la aparición de la mujer sobre la tierra según la Biblia, el Papa escribía: “La exclamación del primer hombre a la vista de la mujer fue una exclamación de admiración y encanto que atraviesa toda la historia del hombre sobre la tierra”.
La Mulieris dignitatem era la expresión de admiración y encanto que el Papa elevaba hacia la mujer de todos los tiempos.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Juan Pablo II : El Evangelio del niño



El Papa no pensaba solamente en los viejos, aquellos que se encaminaban al final de la vida, sino también en aquellos que se encontraban en el inicio de la misma. Una Navidad escribió una 
 “Queridos niños – decía allí – les escribo pensando cuando, hace ya muchos años también yo era un niño como ustedes.   En ese entonces yo también vivía intensamente la serena atmósfera de Navidad y, cuando brillaba la estrella de Belén, iba rápidamente al pesebre de la iglesia junto con mis compañeros para revivir aquello que había sucedido hace 2000 años en Palestina.”
Hablaba de la importancia que Jesús dio a los niños, tanto que los propuso como modelo para entrar en el reino de los Cielos. Incluso veía el Evangelio como “el Evangelio del niño”. “Que importante es el niño a los ojos de Jesús!”, escribía: “Se  podría señalar que el Evangelio esta profundamente impregnado de la verdad del niño”. ¿Qué quiere decir, en efecto, la afirmación de Jesus: ¨Si no se hacen como niños no entraran en el reino de los Cielos?´  ¿Acaso Jesús no pone al niño como modelo también para los adultos?”
“En el niño hay algo que nunca puede faltar en aquel que quiera entrar en el reino de los Cielos. Al cielo están destinados los que son sencillos como los niños, los que, como ellos, están llenos de confiado abandono, los ricos en bondad, puros”.
El escribía a los niños y ellos, en su pureza y simplicidad, a veces le hacían preguntas cuando los encontraba en las parroquias romanas o en sus viajes. “Porque estás siempre viajando por el mundo?” le había preguntado un monaguillo cuando, un domingo, el Papa se entretuvo con los niños que le servían la mesa en una parroquia de Roma. Era la pregunta de un niño, pero era también una pregunta que se hacían los adultos.
El Papa comprendió que no debía responder solamente al niño. Primero dijo, bromeando: “Porque el mundo no está todo aquí”. Luego, agrego. “Has leído lo que dijo Jesus?” “Vayan y anuncien el Evangelio a todo el mundo”. Por eso yo viajo por todo el mundo”.

martes, 10 de diciembre de 2019

¿Qué es la vejez? La vejez y el humor de Juan Pablo II



La sugerencia para que escribiera una carta a Mis hermanas yhermanos ancianos le llego de la Organización de las Naciones Unidas, que en el año 1999 decidió  hacer un  llamado mundial a los hombres de la llamada “tercera edad”. “Anciano también yo – escribía el Papa – sentí el deseo de entablar un dialogo con ustedes”. Quería dirigirse a todo aquel que transcurriese sus días en medio de las tribulaciones de la vejez: “Queridos ancianos que se encuentran en precarias condiciones por la salud o por otras causas, estoy cerca de ustedes afectuosamente”.  “¿Qué es la vejez”, se preguntaba, y respondía Cicerón: “De ella, a veces, se habla como del otoño de la vida”. Pero más que compararla con una estación descendente, él prefería definirla como el tiempo en que crece la sabiduría”.: “Es la época privilegiada de aquella sabiduría que, generalmente, es fruto de la experiencia, porque el tiempo es un gran maestro”.
Esa era la sabiduría del cristiano, que mantenía en su vejez el espíritu joven mirando hacia lo eterno”. “Si la vida es un peregrinar hacia la patria celestial, la vejez es el tiempo en el que más naturalmente se mira hacia el umbral de la eternidad”.
Esto no quería decir un adiós al amor a la vida: “Son años en que hay que vivir con un sentido de confiado abandono en las manos de Dios, Padre providente y misericordioso”. “El don de la vida – escribía el Papa – no obstante el cansancio y el dolor que la marcan, es demasiado hermoso y precioso para que nos podamos cansar”.
Él, si bien se encontraba a las puertas de los ochenta años, no se cansaba. “No obstante las limitaciones que llegan con la edad – concluía – en este momento de mi vida, después  de veinte años de ministerio en la Cátedra de Pedro, conservo el gusto por la vida. Le agradezco al Señor. Es hermoso poder agotarse hasta el final por la causa del reino de Dios”.
Aún más; conservaba todavía el gusto por la ironía y el buen humor. Un día, después de su regreso del hospital Gemelli, donde se había hecho atender a causa del fémur derecho, fracturado por una caída en el baño de su departamento privado, recibió la visita de un obispo. El prelado había comenzado elogiando el buen aspecto del Pontífice. “Lo veo en forma”  insistía – “Más aun, ¿sabe que le digo? El hospital le ha  hecho bien. Usted está mejor ahora que antes de la internación en el Gemelli”. El Papa lo miro con expresión picaresca y le dijo.” Entonces, porque no va a recuperarse también usted?”  
Domenico Del Rio: Karol el Grande, Historia de Juan Pablo II, Paulinas, 2004

Juan Pablo II: Sumido en el combate insistía en la oración



El cardenal Lustiger relata:
 “En Lyon, en octubre de 1986, al terminar la Misa presidida por el Papa, deseaba presentarle un nuevo obispo. Los organizadores comenzaban ya a desmontar el escenario. Sin embargo, los automóviles de la comitiva oficial esperaban al Papa.

¿Dónde podía estar?

 Lo descubrimos en el interior del escenario, en una pequeña habitación arreglada como capilla. Allí, donde  había sido colocado el Santísimo Sacramento,  se había preparado antes de la Misa.  El Papa estaba solo, arrodillado ante el Santísimo Sacramento, en acción de gracias, en el medio del barullo de la multitud y del ruido de los martillos. Rezaba tal como un leñador da golpes, totalmente concentrado e indiferente al estrepito.

Me vinieron al espíritu las palabras de San Lucas: “Y sumido en el combate insistía cada vez más en la oración” (Lc, 22,44). Quedamos un largo rato detrás de Juan Pablo II rezando a su ritmo.  Tal como en la montaña el guía marcha a la cabeza e impone el paso, porque sabe cómo debe avanzar.”

Daniel-Ange: Florecillas de Juan Pablo II, anécdotas de un trotamundos, Lumen 2007)

domingo, 24 de noviembre de 2019

Solemnidad de Cristo Rey



"Yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz" (cf. Jn 18, 37).

Hoy la basílica de San Pedro vibra con la liturgia de una solemnidad extraordinaria. En el calendario litúrgico postconciliar la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo va unida al domingo último del año eclesiástico. Y está bien así. Efectivamente, las verdades de la fe que queremos manifestar, el misterio que queremos vivir encierran, en cierto sentido, cada una de las dimensiones de la historia, cada una de las etapas del tiempo humano, y abren al mismo tiempo la perspectiva "de un cielo nuevo y de una tierra nueva" (Ap 21, 1), la perspectiva de un Reino que "no es de este mundo" (Jn 18, 36). Es posible que se entienda erróneamente el significado de las palabras sobre el "Reino", que pronunció Cristo ante Pilato, es decir sobre el Reino que no es de este mundo. Sin embargo, el contexto singular del acontecimiento, en cuyo ámbito fueron pronunciadas, no permite comprenderlas así. Debemos admitir que el Reino de Cristo, gracias al cual se abren ante el hombre las perspectivas extraterrestres, las perspectivas de la eternidad, se forma en el mundo y en la temporalidad. Se forma, pues, en el hombre mismo mediante "el testimonio de la verdad" (Jn 18, 37) que Cristo dio en ese momento dramático de su Misión mesiánica: ante Pilato, ante la muerte en cruz, que pidieron al juez sus acusadores. Así, pues, debe atraer nuestra atención no sólo el momento litúrgico de la solemnidad de hoy, sino también la sorprendente síntesis de verdad, que esta solemnidad expresa y proclama.... 

2. Jesucristo es "el testigo fiel" (cf. Ap 1, 5), como dice el autor del Apocalipsis. Es el "testigo fiel" del señorío de Dios en la creación y sobre todo en la historia del hombre. Efectivamente, Dios formó al hombre, desde el principio, como Creador y a la vez como Padre. Por lo tanto, Dios, como Creador y como Padre, está siempre presente en su historia. Se ha convertido no sólo en el Principio y en el Término de todo lo creado, sino que se ha convertido también en el Señor de la historia y en el Dios de la Alianza: "Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios; el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso" (Ap 1, 8).

Jesucristo —"Testigo fiel"— ha venido al mundo precisamente para dar testimonio de esto.
¡Su venida en el tiempo! De qué modo tan concreto y sugestivo la había preanunciado el profeta Daniel en su visión mesiánica, hablando de la venida de "un hijo de hombre" (Dan 713) y delineando la dimensión espiritual de su Reino en estos términos: "Le fue dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá" (Dan 7, 14). Así ve el profeta Daniel, probablemente en el siglo II, el Reino de Cristo antes de que El viniese al mundo.
3. Lo que sucedió ante Pilato el viernes antes de Pascua nos permite liberar la imagen profética de Daniel de toda asociación impropia. He aquí, en efecto, que el mismo "Hijo del hombre" responde a la pregunta que le hizo el gobernador romano, Esta respuesta dice: "Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí" (Jn 18, 36).

Pilato, representante del poder ejercido en nombre de la poderosa Roma sobre el territorio de Palestina, el hombre que piensa según las categorías temporales y políticas, no entiende esta respuesta. Por eso pregunta por segunda vez: "¿Luego tú eres rey?" (Jn 18, 37).

También Cristo responde por segunda vez. Como la primera vez ha explicado en qué sentido no es rey, así ahora, para responder plenamente a la pregunta de Pilato y al mismo tiempo a la pregunta de toda la historia de la humanidad, de todos los gobernantes y de todos los políticos, responde así: "Yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz" (cf. Jn 18, 37).

Esta respuesta, en conexión con la primera, expresa toda la verdad sobre su Reino: toda la verdad sobre Cristo-Rey .


sábado, 16 de noviembre de 2019

Juan Pablo II Doctor de la Iglesia y Patrono de Europa?



En representación de la Conferencia de Obispos Polacos, el arzobispo Stanislaw Gadecki de Poznan, Presidente del Episcopado Polaco, le pidió formalmente al Papa Francisco que proclame a San Juan Pablo II Doctor de la Iglesia y Patrono de Europa, pedido apoyado por el Cardenal Stanislaw Dziwisz el 22 de octubre de 2019 durante el Congreso del Movimiento “Europa Christi” en Varsovia.

El año próximo, 2020, se celebrara el 100 aniversario del nacimiento de San Juan Pablo II y los14 años de su muerte. Teniendo en cuenta estos dos importantes aniversarios para la Iglesia polaca y la Iglesia universal, el Arzobispo Stanislaw Gadecki subrayo que “el pontificado del Papa de Polonia se caracterizo por decisiones innovadoras y eventos significativos que cambiaron el rostro del papado e influenciaron el curso de la historia Europea y universal.” En su pedido al Papa Francisco el Arzobispo Gadecki agrego además que : “ la riqueza del pontificado de San Juan Pablo II – referido como San Juan Pablo II el Grande por muchos historiadores y teólogos – emerge de la riqueza de su personalidad – poeta, filosofo, teólogo y místico,  desarrollando su trabajo en variadas  dimensiones desde el trabajo pastoral y docente a liderar la iglesia universal y al testimonio personal de la sacralidad de la vida” . También mencionó que el gran logro del pontificado de San Juan Pablo II fue su contribución a la restauración de la unidad europea, después de más de cincuenta años de división, simbolizada por la cortina de hierro y agrego:  “Después de la proclamación unificadora y promoción cultural de los Evangelios por los santos Cirilo y Metodio,  y San Adalberto, mas de mil años más tarde, fruto de sus actividades,  – no solamente sociales sino también en términos religiosos,  encontraron su protector y continuador en la persona del Papa polaco.

El fiel secretario personal del Papa San Juan Pablo II, el Cardenal Stanislaw Dziwisz, durante su conferencia en ell Congreso del Movimiento “Europa Christi” celebrado  en la Universidad Stefan Wyszynski de Varsovia apoyó la solicitud del Arzobispo Stanislaw Gadecki al Papa Francisco con estas palabras:

“El legado del Papa Wojtyla es una síntesis creativa,  rica y versátil de múltiples senderos del pensamiento humano. No hay dudas que aún permanece y seguirá permaneciendo durante mucho tiempo como un proyecto cultural cabal,  a escala global. Estas son algunas de las razones, en mi opinión, mas importantes porque Juan Pablo II debería ser declarado Doctor de la Iglesia y co patrono de nuestro hogar Europeo”.
Refiriendose a la actual crisis cultural, el Cardenal  dijo que “el renacimiento, que todos esperamos, solo puede lograrse con una reconsideración y adopción de la visión clásica del hombre y del mundo. No hay dudas que en este contexto, el legado del Santo Papa Juan Pablo II el Grande posee significativo valor de construcción cultural.    El cardenal Dziwisz hizo notar que este proyecto no es un llamado a un simple regreso al pasado. “El pensamiento de Juan Pablo II de hecho es absolutamente moderno,  original y creativo, permaneciendo a su vez notablemente clásico. Este difícil equilibrio entre tradición y modernidad ha traído un soplo de aire fresco a la vida de la Iglesia, y por su intermedio se ha hecho extensivo a espacios universales más amplios de cultura, política y ciencia. A este respecto el santo Padre fue un verdadero maestro y Doctor de la Iglesia y dentro de ella un guardián importante de los valores europeos, bases indelebles de la civilización moderna.” “ El papa Wojtyla no es tan solo un notable Doctor de la Iglesia contemporáneo, sino que también es un prominente patrón de Europa – concluyo el Cardenal Dziwisz – con mucho que decir a todos, tanto creyentes como no creyentes. En  tiempos difíciles y complejos como los nuestros su intercesión ante Dios, que tan bellamente nos aseguro el cardenal Ratzinger in la homilía de las exequias, constituye un fuerte apoyo a toda la gente de buena voluntad,  y el legado que nos ha dejado con sus escritos un mapa para el camino con claras  directivas del viaje común hacia un mundo mejor.” 


jueves, 14 de noviembre de 2019

Benedicto XVI : La resurrección de Cristo

(imagen de Wikipedia)

«Et resurrexit tertia die secundum Scripturas», «Resucitó al tercer día según las Escrituras». Cada domingo, en el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la resurrección de Cristo, acontecimiento sorprendente que constituye la clave de bóveda del cristianismo. En la Iglesia todo se comprende a partir de este gran misterio, que ha cambiado el curso de la historia y se hace actual en cada celebración eucarística.
Sin embargo, existe un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de un modo más intenso en su riqueza doctrinal e inagotable vitalidad, para que la redescubran cada vez más y la vivan cada vez con mayor fidelidad: es el tiempo pascual. Cada año, en el «santísimo Triduo de Cristo crucificado, muerto y resucitado», como lo llama san Agustín, la Iglesia recorre, en un clima de oración y penitencia, las etapas conclusivas de la vida terrena de Jesús: su condena a muerte, la subida al Calvario llevando la cruz, su sacrificio por nuestra salvación y su sepultura. Luego, al «tercer día», la Iglesia revive su resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en el que se realizan en plenitud las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo pascual canta la certeza y la alegría de la resurrección de Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, debemos renovar constantemente nuestra adhesión a Cristo muerto y resucitado por nosotros: su Pascua es también nuestra Pascua, porque en Cristo resucitado se nos da la certeza de nuestra resurrección. La noticia de su resurrección de entre los muertos no envejece y Jesús está siempre vivo; y también sigue vivo su Evangelio.
«La fe de los cristianos —afirma san Agustín— es la resurrección de Cristo». Los Hechos de los Apóstoles lo explican claramente: «Dios dio a todos los hombres una prueba segura sobre Jesús al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17, 31). En efecto, no era suficiente la muerte para demostrar que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías esperado. ¡Cuántos, en el decurso de la historia, han consagrado su vida a una causa considerada justa y han muerto! Y han permanecido muertos.
La muerte del Señor demuestra el inmenso amor con el que nos ha amado hasta sacrificarse por nosotros; pero sólo su resurrección es «prueba segura», es certeza de que lo que afirma es verdad, que vale también para nosotros, para todos los tiempos. Al resucitarlo, el Padre lo glorificó. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9).

Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos.
¿No es la certeza de que Cristo resucitó la que ha infundido valentía, audacia profética y perseverancia a los mártires de todas las épocas? ¿No es el encuentro con Jesús vivo el que ha convertido y fascinado a tantos hombres y mujeres, que desde los inicios del cristianismo siguen dejándolo todo para seguirlo y poniendo su vida al servicio del Evangelio? «Si Cristo no resucitó, —decía el apóstol san Pablo— es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe» (1Co 15, 14). Pero ¡resucitó!

(Benedicto XVI de la Audiencia General del 26 de marzo de 2008 - continuar leyendo)



martes, 12 de noviembre de 2019

Juan Pablo II en Venezuela : Decir NO cuando corresponde




“Sed así vosotros los primeros en hacer lo que está en vuestro poder para mejorar vuestra situación. Dios quiere que os elevéis en lo humano y en lo espiritual. Para ello tened principios claros de comportamiento.
No vaciléis en decir NO a la explotación, venga de donde viniese, que os quiera convertir en objetos; 

NO al caciquismo que os quiera utilizar como simple clientela, en determinados momentos. Decid 

NO a la violencia que nada construye; 
NO a la hamponería, 
NO a la prostitución, 
NO a la pornografía, 
NO a la droga, 
NO al alcoholismo.

 Evitad la sensualidad y el desenfreno; recordad que sólo la familia monógama y la paternidad responsable según las normas de la Iglesia son cimientos de una sociedad ordenada. No olvidéis las viejas tradiciones de austeridad, de religiosidad, de trabajo esforzado de vuestros hogares. 
Tened a Dios presente en vuestra vida. Educad cristianamente a vuestros hijos. Rechazad la indiferencia religiosa, las ideologías extremistas que predican odio, venganza y ateísmo o que, desde otro ángulo, se ponen al servicio de despotismos, de la concupiscencia del poder o del dinero.”


domingo, 10 de noviembre de 2019

Cuando yo pienso : Patria



Cuando yo pienso : Patria

Cuando yo pienso, cuando digo: Patria,
Me estoy expresando a mí mismo, y me enraizo,
Y el corazón me dice que ella es la frontera oculta
Que va de mí hacia los otros hombres
Para abrazarlos a todos en un pasado
Más antiguo que cada uno de nosotros…

Y de ese pasado – cuando yo pienso: Patria
Emerjo para encerrarla en mí como un tesoro,
Y sin cesar me acucia el ansia
De cómo engrandecerla,
De cómo ensanchar el espacio
Que mi patria habita.

Karol Wojtyla: Cuando pienso en la patria, Poesias, BAC, 1979

jueves, 7 de noviembre de 2019

Maria elevada al cielo en cuerpo y alma


(imagen de Wikipedia)


María fue elevada al cielo en cuerpo y alma:  en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros:  "He aquí a tu madre". En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.

[…]

María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" -así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.

(Benedicto XVI – Homilía en la Solemnidad de la Asunción dela Santisima Virgen Maria, Parroquia Pontificia de Santo Tomás de Villanueva, Castelgandolfo, 15 de agosto de 2005

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Jan Tyranowski, el sastre místico, inspirador de Karol Wojtyla



Grandes cosas se le revelaron al joven Wojtyla cuando sus oídos se prestaron a la escucha de las palabras del sastre Jan Tyranowski y sus ojos se fijaron en el brillo de aquellos otros ojos.

Ya como sacerdote maduro Karol Wojtyla lo cuenta en sus textos hablando no solo del sastre sino también del estudiante que lo escuchaba. La ciencia de Jan Tyranowski no estaba a la altura del joven Wojtyla, y sin embargo no era Wojtyla el maestro de Jan, sino Jan de Wojtyla. Jan comprendía sobre todo aquello que el hombre solamente recibe de Dios, o sea aquello que no se aprende en los libros.  Jan era un arbusto que ardia para Dios.  Miraba a Dios y Dios lo miraba a el.  La labor de Jan no sobresalía, pero  muy grande era la importancia de su ser de donde emanaba su forma de actuar, o sea el gran amor y la profundidad del conocimiento del hombre.  Ese sastre de un barrio periférico de Cracovia educaba a los jóvenes sin tener la mas mínima idea de que se trataba la educación.  Les daba a ellos aquello mismo que el experimentaba buscando a Dios. Les hablaba de su vida con Dios y en Dios. Les hablaba  - como escribe Wojtyla -  de una manera que nada tenía que ver con la perfección, y sin embargo sus palabras eran más adecuadas al misterio del hombre y de Dios que muchos elucubraciones académicas. No debe maravillarnos entonces que Jan haya influenciado tanto la manera de pensar y filosofar de Wojtyla. La persona y los actos de Jan Tranowski fueron la primera fuente inconsciente de inspiración para Persona y acto. Meditando junto a el sobre el hombre y sobre Dios, Karol Wojtyla vio como el hombre-persona es un evento del amor divino humano y de la verdad divino humana.  Es justamente esto que vemos de lejos y nunca directamente.

Karol Wojtyla tomaba conocimiento de Jan y aprendía de él en momentos particulares, como por ejemplo aquella noche en la cual se quedaron,  junto a otros jóvenes,  para escucharlo mientras hablaba con expresiones poco sofisticadas de la intimidad del hombre con Dios. Aquella noche el estudiante Wojtyla escuchaba las “voces” que le llegaban mediante frases torpes en gramática pero con las cuales Jan Tyranowski se abria y se daba por entero.   Prestando oídos a las palabras de Jan sobre la convivencia con Dios, vio que le hombre es grande solo cuando es Epifanía de Dios.

El sastre Tyranowski introdujo al joven Wojtyla en el mundo de la mística, en un tiempo en el cual arreciaba con furia y calculada precisión  la mentira del  nazismo alemán,  y el azote ruso ya había comenzado a pesar sobre los polacos. Tyranowski infundía en los jóvenes las fuentes místicas, en busca de  la libertad.  Con la ayuda de grandes místicos como San Juan de la Cruz y Luis Maria Grignon de Montfort, les enseñaba a conquistar la libertad a diario,  sin importar el precio a apagar. En el espacio de la experiencia de las personas, en comunión con otras, les enseñaba a leer la Biblia, la poesía y las obras de grandes pensadores. Sin recurrir a manuales. Iba por delante de ellos, aferrándose a la persona de Cristo, en el cual encontraban el «agua viva» (Jn 4,10),  que  apagaba su deseo de la realidad más lejana y al mismo tiempo la mas cercana al hombre.

Con su sola presencia, el sastre Jan le mostro a Wojtyla el sentido de estar ante el hombre. Como sacerdote, como obispo y después como Papa, Karol Wojtyla siempre tuvo presente este dialogo de los dones recibidos en aquel cuartito del sastre, en la convivencia pastoral con los estudiantes y con los profesores de Cracovia, de los cuales nació el así llamado “ambiente” (środowisko).

(traducido de Stanislaw Grygiel: Dialogando con Giovanni Paolo II, Cantagalli, 2013)