Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 24 de diciembre de 2021

Puer natus est nobis, filius datus est nobis!

 ¡Qué misterio inescrutable esconde la humildad de este Niño! Quisiéramos como tocarlo; quisiéramos abrazarlo. Tú, María, que velas sobre tu Hijo omnipotente, danos tus ojos para contemplarlo con fe: danos tu corazón para adorarlo con amor. En su sencillez, el Niño de Belén nos enseña a descubrir el sentido auténtico de nuestra existencia; nos enseña a "llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa" (Tt 2,12). ¡Oh Noche Santa y tan esperada, que has unido a Dios y al hombre para siempre! Tú enciendes de nuevo la esperanza en nosotros. Tú nos llenas de extasiado asombro. Tú nos aseguras el triunfo del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte. Por eso permanecemos absortos y rezamos. En el silencio esplendoroso de tu Navidad, tú, Emmanuel, sigues hablándonos. Y nosotros estamos dispuestos a escucharte. Amén. Permanezcamos en silencio y adorémosle!

 FELIZ Y SANTA NAVIDAD A TODOS!!
 (no estoy en mi computadora y me cuesta horrores utilizar esta otra, ya volvere con mis posts habituales) 

lunes, 20 de diciembre de 2021

La “nostalgia” de Juan Pablo II por las Navidades polacas

La entrevistadora Brygida Gryslak le pregunta al Arzobispo Mieczyslaw Mokrzycki en el libro-entrevista (foto arriba) 

Extrañaba el Papa las festividades polacas, como por ejemplo la Vigilia de Navidad? 

 El antiguo segundo secretario de Juan Pablo II (ahora Arzobispo de Lviv) responde: Estoy seguro que sí. Pero nosotros hacíamos todo lo posible para presentarle ese mismo ambiente tan particular en el Vaticano. Es por eso que siempre había huéspedes polacos, aquellos más cercanos al Santo Padre. En una de sus habitaciones, en el dormitorio o en el estudio, siempre había un verdadero árbol de Navidad traído especialmente de Zakopane. Lo decoraban las religiosas. Imagino que el santo Padre hubiese querido adornarlo el mismo, pero nunca tenía tiempo suficiente para hacerlo. Le gustaba mucho admirarlo. El aroma era especial. Además había otros árboles de Navidad en el salón comedor y en el pasillo. 

 Y sigue preguntando la entrevistadora: Parece que también había un Pesebre.

 Era infaltable. Los Pesebres le gustaban mucho al Santo Padre. El personal del Vaticano se lo preparaba todos los años. Se colocaba en el pasillo y siempre era hermoso y original. Quienes lo preparaban siempre aparecían con alguna nueva idea que el Santo Padre apreciaba mucho. 

Luego la entrevistadora hace un comentario: El Arzobispo Mokrzycki dice que la cena de la vigilia tradicionalmente comenzaba con la lectura de la Sagrada Escritura, que leía alguno de los huéspedes: Mons. Stanisław Ryłko o el padre Styczeń.. Después se compartía el oplatek. Emocionante, igual que en sus casas en Polonia. El deseo para ellos del Santo Padre era que encuentren al Cristo recién nacido y que El colme de gozo y paz sus corazones. Y se cantaban villancicos, era una parte de la vigilia que el Santo Padre gustaba mucho: : cantábamos villancicos al comienzo y después de la cena. Era una tradición importante en la casa de Juan Pablo II: en Cracovia y en el Vaticano. Al Santo Padre le gustaba mucho cantar, especialmente villancicos. El cantaba a viva voz y podíamos ver que esto lo hacía feliz. El canto de los villancicos no duraba mucho tiempo, alrededor de media hora quizás algo más. Pero la Vigilia era para nosotros solo el comienzo de esas veladas de canto de villancicos pues los seguiríamos cantando hasta el 6 de enero todos los días. En esas veladas familiares con villancicos invitábamos también a dos o tres sacerdotes polacos, a menos que hubiese otros invitados. Y después de la cena, durante media hora o 40 minutos se cantaban villancicos: desde Duérmete pequeño Jesús (Lulajże Jezuniu) hasta Dios ha nacido (Bóg sie rodzi) 

 Cuál era el villancico que más le gustaba a Juan Pablo II? 

 Creo que Oh mi pequeño Niño (Oj, maluśki, maluśki) Todo lo relacionado con las montañas lo llevaba en el corazón. 

Disfrutaban los secretarios de aquellas veladas de villancicos? O se llegaban a cansar del canto?

No, no nos cansábamos. Todo lo contrario, era fuente de alegría para nosotros. Además, el Santo Padre tenía el don de contagiar su entusiasmo sobre todo lo que hacía: la buena energía, la humilde oración, cantando O mi pequeño Niño…. 

Se comía en base a 12 platos?

Si siempre. De eso se ocupaban las religiosas. Siempre había sopa de remolacha, ravioles polacos, carpa, ensaladas y por supuesto dulces. Aquellas veladas eran hermosas, excepcionales. Sentarse a la mesa con Juan Pablo II - en la vigilia Navidad de manera especial – sentíamos la presencia de Cristo. Nos acompañaban en la Vigilia amigos del Santo Padre de Cracovia. Con su presencia el Santo Padre se sentía más alegre que de costumbre. Reía más a menudo porque se sentía más en casa, mas en familia.
Recuerda usted la ultima Vigilia de Navidad juntos? Se notaba alguna diferencia con las anteriores? 

 No ninguna. Todo era como siempre. El Santo Padre aun se sentía bastante bien. Había invitados con nosotros, cantamos villancicos y se servían 12 platos. Después la Misa de Medianoche. La basílica de San Pedro se llenaba a tope. No había entradas para todos. La multitud en la Plaza San Pedro podía ver y escuchar en las pantallas gigantes como la voz del Santo Padre, ya avanzado en edad, se iba volviendo más débil. En realidad sus secretarios no podían comprender: de donde emanaba tanta fuerza! Juan Pablo II se preparaba para la Misa de Medianoche en su capilla privada. Rezaba como lo hacía antes de toda Eucaristía. Fortalecido por Dios salía a las multitudes y les hablaba del Cristo recién nacido. Después de la Misa de medianoche simbólicamente colocaba al Niño en el pesebre cerca de la Basílica de San Pedro. Para los católicos y en especial para los polacos, la Navidad es una solemnidad muy emotiva. Viene al mundo el Salvador y trae esperanza y alegría para todos. Tiene significado religioso. Y además existe la tradición que el Santo Padre gustaba tanto: el árbol de Navidad, el pesebre, los villancicos. Todo esto lo llenaba paz interior al igual que a nosotros. El Santo Padre le gustaba celebrar la Vigilia de Navidad en medio de un círculo numeroso, pero la vigilia del Año Nuevo (en San Silvestre) la celebraba solamente en compañía de sus estrechos colaboradores. Así quería el que fuese. El 31 de diciembre a medianoche, solamente los secretarios y las religiosas que se ocupaban del apartamento del papa participaban en la Misa de acción de gracias. A veces también alguien de la Curia, dice el Arzobispo Mokrzycki. Ellos no sabían porque era así y nunca preguntaron. Parecía que Juan pablo II quería vivir los últimos momentos del año que terminaba en silencio y recogimiento. Vivía esta noche de acción de gracias muy intensamente porque tenía mucho para agradecer: por otro año siempre difícil, si bien buen año de su pontificado. Y tenía algo para pedir: fuerza para los próximos 365 días. Nadie sabe porque oraba durante la medianoche del 2005. Aparentemente todo era como de costumbre, al menos así lo veían y sentían sus más estrechos colaboradores. Cuando salía de la capilla el papa expresaba su deseo, tal como lo hacía cada año, que puedan continuar juntos y que todo vaya bien. Ellos esperaban y rezaban apara que así fuera. Después de la Misa el Santo Padre se retiraba a sus habitaciones.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

La solemnidad de la Inmaculada y la redención del mundo

Era el Año de la Redención: 1983 y había sido inaugurado por el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de ese año, solemnidad de laAnunciación del Señor.

 “La solemnidad de la Inmaculada Concepción está totalmente arraigada en el misterio de la redención del mundo – decía el Papa en su homilía el 8 de diciembre - , por esto adquiere una elocuencia particular en este año jubilar que la Iglesia vive como el Año de la Redención.

Dios te salve, llena de gracia..." (Lc 1, 28) 

Saludaba a la Madre en su dia tan particular haciéndonos participes a todos, continuando:

 “Toda la Iglesia pronuncia hoy el saludo del ángel, y lo hace subir desde una particular profundidad de su fe. Esta profundidad se manifiesta en el misterio de la Inmaculada Concepción. "Llena de gracia" quiere decir también "concebida sin pecado original": Inmaculada. Al profesar la verdad de la Inmaculada Concepción de María, nos arraigamos, al mismo tiempo, en la profundidad de la realidad de la redención. Efectivamente, he aquí que la Mujer, el Ser humano elegido para convertirse en Madre del Redentor, goza de modo especial de los frutos de la redención, como preservación del pecado. La redención la abraza con la fuerza salvadora de la gracia santificante desde el primer momento de la concepción. Ella es, pues, la primera entre los redimidos, a fin de que pueda responder dignamente a la vocación de ser Madre del que redimió a todos los hombres.” 

Se acercaba el fin del segundo milenio después de Cristo y el Papa aclaraba: “muchos manifiestan el deseo de que se venere con un júbilo especial el nacimiento de la Madre del Señor. No sabemos exactamente cuántos años hayan precedido el nacimiento de la Madre al del Hijo. Por tanto, nos limitamos a relacionar el presente Jubileo del Año de la Redención, de manera especial, con María, con su venida al mundo y con su vocación a ser la Madre del Redentor. Y así ponemos de relieve el carácter de adviento de este Año Jubilar de la Redención. El Adviento es, de modo especial, el tiempo de María. Efectivamente, por medio de María, el Hijo de Dios entró en la espera de toda la humanidad. En Ella está pues, de algún modo, el ápice y la síntesis del Adviento. La solemnidad de la Inmaculada Concepción, que celebramos litúrgicamente en el período de Adviento, da testimonio de ello de manera muy elocuente.” 

 Y aunque el 8 de septiembre de cada año, la Iglesia venere, con una fiesta especial, el nacimiento de María, sin embargo, la solemnidad de hoy, al comienzo del Adviento, nos introduce aún más profundamente en el sagrado misterio de su nacimiento. Antes de venir al mundo, fue concebida en el seno de su madre y en ese momento nació de Dios mismo que realizó el misterio de la Inmaculada Concepción: Llena de gracia. 

Y por esto repetimos hoy con el Apóstol de las Gentes: "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la Persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales" (Ef 1, 3). Y Ella, María, fue bendecida de manera totalmente particular: única e irrepetible. Efectivamente, en Él, en Cristo, Dios la eligió antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia (cf. Ef 1, 4) 

Sí. El Padre Eterno eligió a María en Cristo; la eligió antes para Cristo. La hizo santa, más aún, santísima. Y el primer fruto de esta elección y vocación divina fue la Inmaculada Concepción. 
Este es su “origen” en el pensamiento eterno de Dios en el Verto Eterno: y éste es, a la vez, su origen ne la tierra. Su nacimiento. El nacimiento en el esplendor de la Inmaculada Concepción. 

 Y precisamente por este nacimiento de María en el resplandor de la Inmaculada Concepción, adoramos hoy a la Santísima Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. La adoramos y expresamos nuestra gratitud: Gratias agamus Domino Deo nostro5. El Año de la Redención, pues, nos permite meditar y vivir de modo especial sobre lo que escribe también el Apóstol; 
Nos ha destinado en la Persona de Cristo ―por pura iniciativa suya― a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya" (Ef 1, 5-6) 

 Ella, María, en cuanto Inmaculada Concepción, lleva en sí, más que cualquier otro entre los hombres, el misterio de los eternos designios divinos, con los que el hombre ha sido abrazado en el Hijo querido de Dios

 ― el destino a la gracia y a la santidad de la filiación divina 

― el destino a la gloria en el Dios de majestad infinita.

 Y por esto, Ella, María, nos precede a todos en el gran cortejo de fe, de esperanza y de caridad. Efectivamente, como ha dicho bien el Concilio Vaticano II, "en el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, la Santísima Virgen precedió, presentándose de forma eminente y singular como modelo, tanto de la virgen como de la madre" (Lumen gentium, 63). Ella ilumina al Pueblo de Dios con la luz divina, que refleja más plenamente la luz del Verbo Eterno. "La Madre de Jesús ―lo pone de relieve también el Concilio― precede en la tierra con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo" (Lumen gentium 68) Cuando comenzó a brillar esta luz, por medio de María, en el horizonte de la historia de la humanidad ―cuando, con el nacimiento de María, apareció en el mundo la que era la Inmaculada Concepción― entonces comenzó, en la historia de la salvación, la aurora del Adviento del Hijo de Dios. Y entonces la obra de la redención adquirió su forma designada eternamente.” 

 (de la Homilía del Beato Juan Pablo II en la solemne celebración eucarística en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen Maria 8 de diciembre de 1983)

sábado, 4 de diciembre de 2021

Juan Pablo II : ¿Qué significa el Adviento? (2 de 2)


“El Adviento, en cuanto tiempo litúrgico del año eclesial, nos remonta a los comienzos de la Revelación. Y precisamente en los comienzos nos encontramos enseguida con la vinculación fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre. 

Tomando el primer libro de la Sagrada Escritura, el Génesis, se comienza leyendo estas palabras: “Beresit bara: Al principio creó...”. Sigue luego el nombre de Dios que en este texto bíblico suena “Elohim”. Al principio creó, y el que creó es Dios. Estas tres palabras constituyen como el umbral de la Revelación. Al principio del libro del Génesis, no sólo con el nombre de “Elohim” se define a Dios; otros pasajes de este libro utilizan también el nombre de “Yavé”. Habla de Él aún más claramente el verbo “creó”. En efecto, este verbo revela a Dios, quién es Dios. Expresa su sustancia, no tanto en sí misma cuanto en relación con el mundo, o sea, con el conjunto de las criaturas sujetas a la ley del tiempo y del espacio. El complemento circunstancial “al principio”, señala a Dios como Aquel que existe antes de este principio, Aquel que no está limitado ni por el tiempo ni por el espacio, y que “crea”, es decir, que “da comienzo” a todo lo que no es Dios, lo que constituye el mundo visible e invisible (según el Génesis, el cielo y la tierra). En este contexto el verbo “creó” dice acerca de Dios, en primer lugar, que Él existe, que es, que Él es la plenitud del ser, que tal plenitud se manifiesta como Omnipotencia, y que esta Omnipotencia es a un tiempo Sabiduría y Amor. Esto es lo que nos dice de Dios la primera frase de la Sagrada Escritura. De este modo se forma en nuestro entendimiento el concepto de “Dios”, si nos queremos referir a los comienzos de la Revelación. Sería significativo examinar la relación en que está el concepto “Dios”, tal y como lo encontramos en los comienzos de la Revelación, con el que encontramos en la base del pensar humano (incluso en el caso de la negación de Dios, es decir, del ateísmo)…” 

Si queremos hacer constar que en los comienzos de la Revelación —en el mismo libro del Génesis—, y ya en el primer capítulo, encontramos la verdad fundamental acerca del hombre que Dios (Elohim) crea a su “imagen y semejanza”. Leemos en él: “Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gén 1, 26), y a continuación: “Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra” (Gén 1, 27)… hoy debemos señalar esta relación particular entre Dios y su imagen, que es el hombre. Esta relación ilumina las bases mismas del cristianismo. Nos permite además dar una respuesta fundamental a dos preguntas: primera, ¿qué significa el Adviento?; y segunda, ¿por qué precisamente el Adviento forma parte de la sustancia misma del cristianismo?...La realidad del Adviento está llena de la más profunda verdad sobre Dios y sobre el hombre.” 

(Juan Pablo II Audiencia General 29 de noviembre de 1978)

Juan Pablo II : ¿Qué significa el Adviento? (1 de 2)

 


“Estamos ya  habituados al término “adviento”, sabemos qué significa: pero precisamente por el hecho de estar tan familiarizados con él, quizá no llegamos a captar toda la riqueza que encierra dicho concepto.

Adviento quiere decir “venida”. Por tanto, debemos preguntarnos: ¿Quién es el que viene?, y ¿para qué viene?

Enseguida encontramos la respuesta a esta pregunta. Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta, que se utilizaba como establo para el ganado.

Esto lo saben los niños, lo saben también los hombres que participan de la alegría de los niños y parece que se hacen niños ellos también la noche de Navidad. Sin embargo, muchos son los interrogantes que se plantean. El hombre tiene el derecho e incluso el deber de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría.

Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo.

La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto de que una realidad parece explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera realidad se llama “Dios”, y la segunda “el hombre”. El cristianismo brota de una relación particular entre Dios y el hombre. En los últimos tiempos — en especial durante el Concilio Vaticano II— se discutía mucho sobre si dicha relación es teocéntrica o antropocéntrica. Si seguimos considerando por separado los dos términos de la cuestión, jamás se obtendrá una respuesta satisfactoria a esta pregunta. De hecho el cristianismo es antropocéntrico precisamente porque es plenamente teocéntrico; y al mismo tiempo es teocéntrico gracias a su antropocentrismo singular.

Pero es cabalmente el misterio de la Encarnación el que explica por sí mismo esta relación. Y justamente por esto el cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo. El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios hacia el hombre, y de esta realidad palpita y late constantemente. Esta es sencillamente la vida misma del cristianismo. Se trata de una realidad profunda y sencilla a un tiempo, que resulta cercana a la comprensión y sensibilidad de todos los hombres y, sobre todo, de quien sabe hacerse niño con ocasión de la noche de Navidad. No en vano dijo Jesús una vez: “Si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3).

Para comprender hasta el fondo esta doble realidad de la que late y palpita el cristianismo, hay que remontarse hasta los comienzos mismos de la Revelación o, mejor, hasta los comienzos casi del pensamiento humano.

 

En los comienzos del pensar humano pueden darse concepciones diferentes; el pensar de cada individuo tiene la propia historia en su vida ya desde la infancia. Sin embargo, hablando del “comienzo” no nos proponemos tratar propiamente de la historia del pensamiento. En cambio, queremos hacer constancia de que en las bases mismas del pensar, en sus fuentes, se encuentran el concepto de “Dios” y el concepto de “hombre”. A veces están recubiertos del estrato de muchos otros conceptos distintos (sobre todo en la actual civilización, de “cosificación materialista” e incluso “tecnocrática”); pero ello no significa que aquellos conceptos no existen o no están en la base de nuestro pensar. Incluso el sistema ateo más elaborado sólo tiene sentido en el caso de que se presuponga que conoce el significado de la idea “Theos”, Dios. A este propósito la Constitución Pastoral del Vaticano II nos enseña con razón que muchas formas de ateísmo se derivan de que falta la relación adecuada con este concepto de Dios. Por ello, dichas formas son o, al menos pueden serlo, negaciones de algo o, más bien, de Algún otro que no corresponde al Dios verdadero.”

 

(Juan Pablo II Audiencia General   29 de noviembre de 1978)


viernes, 26 de noviembre de 2021

Primer Domingo de adviento: El Adviento es tiempo de elección, la elección de un camino

 


“La Iglesia se prepara para la Navidad de un modo totalmente particular. Nos recuerda el mismo acontecimiento que ha presentado recientemente al final del año litúrgico. Esto es, nos recuerda el día de la venida última de Cristo. Viviremos de manera justa la Navidad, es decir, la primera venida del Salvador, cuando seamos conscientes de su última venida "con poder majestad grandes" (Lc 21, 27), como declara el Evangelio de hoy. En este pasaje hay una frase sobre la que quiero llamar vuestra atención: "Los hombres exhalarán sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra" (Lc 21, 26).

 Llamo la atención porque también en nuestra época el miedo "de lo que deberá suceder sobre la tierra" se comunica a los hombres.

 El tiempo del fin del mundo nadie lo conoce, "sino sólo el Padre" (Mc 13, 32); y por esto de ese miedo que se transmite a los hombres de nuestro tiempo, no deduzcamos consecuencia alguna por cuanto se refiere al futuro del mundo. En cambio, está bien detenerse en esta frase del Evangelio de hoy. Para vivir bien el recuerdo del nacimiento de Cristo, es necesario tener muy clara en la mente la verdad sobre la venida última de Cristo; sobre ese adviento último. Y cuando el Señor Jesús dice: "Estad atentos... de repente vendrá aquel día sobre vosotros como un lazo" (Lc 21, 34), entonces justamente nos damos cuenta de que El habla aquí no sólo del último día de todo el mundo humano, sino también del último día de cada hombre. Ese día que cierra el tiempo de nuestra vida sobre la tierra y abre ante nosotros la dimensión de la eternidad, es también el Adviento. En ese día vendrá el Señor a nosotros, como redentor y juez.

Así, pues, como vemos, es múltiple el significado del Adviento, que, como tiempo litúrgico, comienza con este domingo. Pero parece que sobre todo el primero de los cuatro domingos de este período quiere hablarnos con la verdad del "pasar", a que están sometidos el mundo y el hombre en el mundo. Nuestra vida en el mundo es un pasar, que inevitablemente conduce al término. Sin embargo, la Iglesia quiere decirnos —y lo hace con toda perseverancia—que este pasar y ese término son al mismo tiempo adviento: no sólo pasamos, sino que al mismo tiempo nos preparamos. Nos preparamos al encuentro con El.

La verdad fundamental sobre el Adviento es, al mismo tiempo, seria y gozosa. Es seria: vuelve a sonar en ella el mismo "velad" que hemos escuchado en la liturgia de los últimos domingos del año litúrgico. Y es, al mismo tiempo, gozosa: efectivamente, el hombre no vive "en el vacío" (la finalidad de la vida del hombre no es "el vacío"). La vida del hombre no es sólo un acercarse al término, que junto con la muerte del cuerpo significaría el aniquilamiento de todo el ser humano. El Adviento lleva en sí la certeza de la indestructibilidad de este ser. Si repite: "Velad y orad..." (Lc 21, 36), lo hace para que podamos estar preparados a "comparecer ante el Hijo del hombre" (Lc 21, 36).

De este modo el Adviento es también el primero y fundamental tiempo de elección; aceptándolo, participando en él, elegimos el sentido principal de toda la vida. Todo lo que sucede entre el día del nacimiento y el de la muerte de cada uno de nosotros, constituye, por decirlo así, una gran prueba: el examen de nuestra humanidad. Y por eso la ardiente llamada de San Pablo en la segunda lectura de hoy: la llamada a potenciar el amor, a hacer firmes e irreprensibles nuestros corazones en la santidad; la invitación a toda nuestra manera de comportarnos (en lenguaje de hoy se podría decir "a todo el estilo de vida"), a la observancia de los mandamientos de Cristo. El Apóstol enseña: si debemos agradar a Dios, no podemos permanecer en el estancamiento, debemos ir adelante, esto es, "para adelantar cada vez más" (1 Tes 4, 1). Y efectivamente es así. En el Evangelio hay una invitación al progreso. Hoy todo el mundo está lleno de invitaciones al progreso. Nadie quiere ser un "no-progresista". Sin embargo, se trata de saber de qué modo se debe y se puede "ser progresista", y en qué consiste el verdadero progreso. No podemos pasar tranquilamente por alto estas preguntas. El Adviento comporta el significado más profundo del progreso. El Adviento nos recuerda cada año que la vida humana no puede ser un estancamiento. Debe ser un progreso. El Adviento nos indica en qué consiste este progreso.

Y por esto esperamos el momento del nuevo Nacimiento de Cristo en la liturgia. Porque El es quien (como dice el Salmo de hoy) "enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes" (Sal 24 [25]” 8-9).

 

(Juan Pablo II Homilía IDomingo de Adviento 2 de diciembre de 1979)

martes, 23 de noviembre de 2021

El nombramiento de Ratzinger como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

 


En primer lugar el nombramiento de Ratzinger como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe demostraba que le Papa se tomaba my en serio la teología, así como a los teólogos. Las contribuciones de Ratzinger a la teología y su conocimiento enciclopédico de la tradición teológica occidental, le habían granjeado fama de excelente teólogo en todos los sectores, tanto favorables a él cómo críticos. Designando prefecto de la CDF a un hombre de su talla intelectual, y no a un veterano de la curia, el Papa mostraba su empeño por patrocinar una verdadera renovación de la teología siguiendo las ideas del Concilio. El nombramiento de Ratzinger también era señal que el Papa quería que la CDF mantuviera una relación de índole absolutamente contemporánea con la comunidad teológica internacional. Juan Pablo II  no designo prefecto a un medievalista, ni a un experto en patrística. Nombro a un teólogo que había mantenido una vinculación tan profunda como critica con la filosofía contemporánea y la teología ecuménica. 

El cardenal Ratzinger fue el primer ocupante del cargo en muchos siglos que no tomo a Tomas de Aquino por maestro filosófico y teológico. El Papa respetaba el tomismo y a los tomistas, pero ropio con la tradición nombrando prefecto de la CDF a un no tomista, clara señal de que creía en la existencia de una pluralidad legítima de métodos teológicos, y en que esa pluralidad debía tenerse en cuenta en la formulación de las enseñanzas autorizadas. La asociación de ambos personas era interesante. El Papa era filósofo, el prefecto, teólogo. Juan Pablo II era polaco, y Ratzinger alemán. Karol Wojtyla se había contado entre los arquitectos intelectuales de la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno. Una década después del Concilio, Ratzinger no había escatimado críticas punzantes a los interpretaciones que recibía el documento.  A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II haría frecuentes comentarios sobre el siglo XXI como posible «primavera» del Evangelio, después del invierno del siglo XX. Durante el mismo periodo, el cardenal Ratzinger profundizaría en una visión alternativa: una Iglesia del futuro menor y más pura, una Iglesia que, sin volver a las catacumbas, hubiera perdido su antiguo estatus de fuerza dominante en la cultura occidental. El cardenal Ratzinger parecía creer que Occidente y su proyecto humanístico habían iniciado un declive cultural irreversible. El Papa consideraba factible una revitalización del humanismo […] EN Wojtyla, carismático y pastoral, Ratzinger reconocía una «pasión por el hombre» y la capacidad de desvelar «la dimensión espiritual de la historia», dos rasgos que convertían a la proclamación del Evangelio por la Iglesia en poderosa alternativa a los falsos humanismos de su tiempo.

En el doctor Ratzinger, mas tímido, Wojtyla reconocía a un intelectual contemporáneo que lo superaba en el dominio de la teología.  Juntos formaban un tándem intelectual formidable.  Celebraban en un encuentro semanal cada viernes por la tarde, en el que Ratzinger, a solas con el Papa, repasaba la labor de la congregación que presidia. Los martes, antes y durante el almuerzo, solían reunirse para llevar a cabo análisis intelectuales más profundos, casi siempre en compañía de otras personas. Esos debates de sobremesa podían estar relacionados con una encíclica o una carta apostólica nuevas, con una cuestión más amplia (la bioética, la situación ecuménica o las diversas teologías de la liberación) o con los temas de los discursos correspondientes a las audiencias generales de las semanas posteriores. En esas conversaciones, tan características de su pontificado, Juan Pablo II, de quien dice Ratzinger decía que «se alegra de tener un trabajo sostenido» dentro de una agenda de trabajo inevitablemente fragmetada, fue depurando las posteriores catequesis de la teología del cuerpo. Y su catequesis de seis años sobre el Credo.

George Weigel, Testigo de esperanza, Plaza & Janes, 1999

viernes, 19 de noviembre de 2021

Cristo Rey - Mi reino no es de este mundo


(...)

Cuando el ángel Gabriel anuncia a la Virgen María que había sido escogida para ser la Madre del Salvador, le habla de la realeza de su Hijo: “...le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33).

(…)

Los días siguientes a la entrada de Jesús en Jerusalén se verá cómo se han de entender las palabras del Ángel en la Anunciación. “Le dará el Señor Dios el trono de David, su padre... reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin”. Jesús mismo explicará en qué consiste su propia realeza, y por lo tanto la verdad mesiánica, y cómo hay que comprenderla.

El momento decisivo de esta clarificación se da en el diálogo de Jesús con Pilato, que trae el Evangelio de Juan. Puesto que Jesús ha sido acusado ante el gobernador romano de “considerarse rey” de los judíos, Pilato le hace una pregunta sobre esta acusación que interesa especialmente a la autoridad romana porque, si Jesús realmente pretendiera ser “rey de los judíos” y fuese reconocido como tal por sus seguidores, podría constituir una amenaza para el imperio.

Pilato, pues, pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos? Responde Jesús: ¿Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros de mí?”; y después explica: “Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”. Ante la insistencia de Pilato: “Luego, ¿tú eres rey?”, Jesús declara: “Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz” (cf. Jn 18, 33-37). Estas palabras inequívocas de Jesús contienen la afirmación clara de que el carácter o munus real, unido a la misión del Cristo-Mesías enviado por Dios, no se puede entender en sentido político como si se tratara de un poder terreno, ni tampoco en relación al “pueblo elegido”, Israel.

La continuación del proceso de Jesús confirma la existencia del conflicto entre la concepción que Cristo tiene de Sí mismo como “Mesías-Rey” y la terrestre o política, común entre el pueblo. Jesús es condenado a muerte bajo la acusación de que “se ha considerado rey”. La inscripción colocada en la cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”, probará que para la autoridad romana éste es su delito. Precisamente los judíos que, paradójicamente, aspiraban al restablecimiento del “reino de David”, en sentido terreno, al ver a Jesús azotado y coronado de espinas, tal como se lo presentó Pilato con las palabras: “¡Ahí tenéis a vuestro rey!”, habían gritado: “¡Crucifícale!... Nosotros no tenemos más rey que al Cesar” (Jn 19, 15).

En este marco podemos comprender mejor el significado de la inscripción puesta en la cruz de Cristo, refiriéndonos por lo demás a la definición que Jesús había dado a Sí mismo durante el interrogatorio ante el procurador romano. Sólo en ese sentido el Cristo-Mesías es “el Rey”; sólo en ese sentido Él actualiza la tradición del “Rey mesiánico”, presente en el Antiguo Testamento e inscrita en la historia del pueblo de la Antigua Alianza.

Finalmente, en el Calvario un último episodio ilumina la condición mesiánico-real de Jesús. Uno de los dos malhechores crucificados junto con Jesús manifiesta esta verdad de forma penetrante, cuando dice: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino” (Lc 23, 42). En este diálogo encontramos casi una confirmación última de las palabras que el Ángel había dirigido a María en la Anunciación: Jesús “reinará... y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 33).


(Juan Pablo II de la Audiencia General del 11 de febrero de 1987)


Quien es profeta?

 


Profeta es aquel que habla en nombre de Dios, que transmite en el lenguaje humano Su verdad, al menos en unos ciertos límites. Así pues, el profetismo enlaza con la Revelación y con la fe. «Multifarie multisque modus loquens Deus olim in Profetis, novissime locutus est nobis in Filio» [«muchas veces y de muchos modos hablo Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo»] Cristo es la plenitud de la Revelacion, la «última palabra» del Verbo. EN ÉL y en sus apóstoles queda esta «concluida». Al mismo tiempo, Cristo comparte su «profetismo» (munus profeticum [misión profética]  con aquellos que aceptan su palabra. 

Uno de los atributos fundamentales del Pueblo de Dios es la participación in mumere profetico [en la misión profética] de Cristo. Así pues, el profetismo es característica de la fe confesada, y más aún de la fe anunciada por medio de la predicación, pero también por medio de los actos que dan testimonio de la fe.  El Concilio Vaticano II ha desvelado la enorme escala y el alcance de esta participación. Para los obispos tiene particular significado la predicación del Evangelio, que por su parte estarea de sacerdotes, religiosos y laicos. En la estructura profética de la Iglesia hay que coordinar, por tanto, la fe, la ciencia, el conocimiento (teología)  y la conciencia.   Porque existe de un modo particular un profetismo de la conciencia,  y este es válido para todos, también para aquellos que no creen pero «buscan la verdad con sincero corazón». Y es que toda la estructura profética del Pueblo de Dios se apoya no solo en la Palabra de Dios sino también en esa tendencia a la Verdad, tan esencial para el hombre. El uno por medio del otro forman el munus profeticum en su dimensión real. El problema fundamental sigue siendo como comprende la realidad del hombre como comprende el hombre la Palabra de Dios en la realidad para dar testimonoi de la Palabra.

 

(Karol Wojtyla / Juan Pablo II  Estoy en tus manos Cuadernos Personales 1962-2003, Planeta 2014.

( Ejercicios espirituales Zakopane y convento de las hermanas ursulinas grises de Jaszczarowska, 21 al 25 de septiembre de 1976. Tema: Sacerdos, Propheta, Rex  [sacerdote, profeta,rey])

jueves, 18 de noviembre de 2021

Juan Pablo II en Eslovenia por 2da vez - beatificación obispo Slomšek – Recuerdos imborrables

 



 El 19 de septiembre de 1999 todos los caminos de Eslovenia y países vecinos llevaban a la explanada de Betnava en Maribor, donde el Santo Padre Juan Pablo II, beatificaría al “primer hijo de la nación eslovena en ser elevado a la gloria de los altares”. La visita fue muy breve: tan sólo un día, pero toda Eslovenia era una fiesta.

Habían pasado tres años de su primera visita en 1996. “La santidad es la única fuerza que vence al mundo” nos había dicho entonces. Ahora venía a presentarnos un modelo de santidad esloveno, el obispo Anton Martin Slomšek, “un sarmiento que dio frutos abundantes de santidad cristiana, de singular riqueza cultural y de notable amor a la patria”. “En el nuevo beato – decía Juan Pablo II en su homilía - resplandecen, ante todo, los valores de la santidad cristiana. Siguiendo las huellas de Cristo, se hizo buen samaritano del pueblo esloveno … fiel y dócil a la Iglesia,  profundamente abierto al ecumenismo,  y en Europa central fue uno de los primeros en trabajar por la unidad de los cristianos”.


Habíamos salido muy temprano de Ljubljana (alrededor de las 5 am) hacia la plaza donde nos esperaba el bus. Todavía era de noche oscura con lluvia. Aunque veníamos equipadas íbamos pensando cómo nos ubicaríamos allí (porque todos teníamos lugares predestinados) en medio del predio, la lluvia y el barro del parque. Las parroquias organizaban logística y la distribución de  agregados (una banqueta de cartón plegable, agua y  banderines). Todo el viaje en lluvia casi hasta  Maribor si bien llegando había  amainado la lluvia.  Allí  organizados,   encolumnados en un carril (el otro quedaba para los automóviles de invitados),  entre cantos y rezos,  íbamos moviéndonos lentamente,  como ondulantes ríos,  hacia nuestros respectivos lugares .

De repente sucedió algo.  Se detiene un auto,  sorprendidas escuchamos “vamos rápido suban!!”  Era un amigo (parte del gobierno en ese momento) de mi cuñado con su esposa. “Vamos suban, venimos sin  hijos”. Una de las hijas se había quedado en casa, la otra cantaba en el coro y ya estaba en el lugar,  y el hijo dedicado desde temprano como auxiliar de la  organización de los invitados. Había sucedido un pequeño milagro (que ya comente en otro post) : ya no nos harían falta las banquetas plegables y nos esperaba la tercer fila de los invitados, (en sillas por supuesto) un regalo del cielo. Hasta el dia de hoy me cuesta comprenderlo. En primer fila el presidente y su esposa, en la segunda su ministro con la esposa y detrás de ellos los asientos destinados a sus hijos que ocupamos nosotras.   Detrás nuestro el Ministro de Finanzas y una fila más atrás quien es hoy el Primer Ministro de Eslovenia!




Todo tan  cerca!! El altar, el coro, los invitados importantes y la gran pantalla donde pudimos ver la  llegada del Santo Padre; al tiempo que se abría la escotilla del avión se partían las nubes y aparecía el sol. El  maravilloso y tradicional repique de campanas, era acompañado, allí en el prado, por las voces de 2500 integrantes de coros de toda Eslovenia, que bajo la batuta del profesor Joze Trost de Ljubljana, entonaban el majestuoso “Jubilate Deo”; luego seguirían “Tu eres Pedro, la Piedra” “Este es el día que hizo el Señor” y “Maria, madre amada” dando comienzo a la solemne ceremonia con la participación de unos 200.000 fieles, entre ellos 800 sacerdotes, 55 arzobispos y obispos, 3 cardenales, 800 religiosas, 2100 monaguillos, 2000 scouts, 1500 inválidos, 800 catecúmenos, 320 auxiliares, 1600 invitados especiales.



Había llegado el tan esperado momento y el obispo de Maribor Franc Kramberger solicitaba al Santo Padre, en nombre de todo el pueblo esloveno, que proclamase beato al obispo Slomsek. Pronto se correría el velo y veríamos el  gran cuadro completo.

“Seguid las huellas de este compatriota vuestro, íntegro y generoso, que anhelaba conocer la voluntad de Dios y cumplirla a toda costa. Su firmeza interior y su optimismo evangélico estaban arraigados en una sólida fe en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre el mal.” nos decía el Santo Padre en su homilía. “Sed constructores de paz también dentro de Europa. El proceso de unificación, en el que el continente está comprometido, no puede basarse sólo en intereses económicos; también debe encontrar inspiración en los valores cristianos, en los que se arraigan sus raíces más antiguas y auténticas. Una Europa atenta al hombre y al pleno respeto de sus derechos es la meta a la que hay que dirigir los esfuerzos. Ojalá que la vieja Europa transmita a las nuevas generaciones la antorcha de la civilización humana y cristiana, que iluminó los pasos de sus antepasados durante el milenio que está a punto de concluir”

Durante la Eucaristía no puedo olvidar el momento de la comunión. Estuve por escapar y tratar de recibirla del mismo Juan Pablo II pero me detuvieron allí mismo en mi fila diciendo que no me dejarían pasar. Que hubiera ocurrido si lo intentaba? Nunca lo sabre!

En el Ángelus el Santo Padre recordaba los tres santuarios marianos más celebres de Eslovenia : Monte Santo, Brezje y Ptujska Gora y por la tarde, en el encuentro con los sacerdotes, religiosos y laicos en la catedral de Maribor, donde descansan los restos mortales del venerado obispo y nuevo beato Antón Martin Slomsek, el Santo Padre recordaba otras “personas que en este pueblo esloveno se han distinguido por sus virtudes… por ejemplo, los obispos Friderik Baraga, Janez Gnidovec y Anton Vovk; en el padre Vendelin Vosnjak; y en el joven Lojze Grozde”.

Después de rezar en la capilla de la Catedral ante los restos del nuevo beato el Santo Padre dirigió un mensaje a los 340 delegados del Sínodo de obispos, concluyendo este viaje apostólico tan breve, pero tan intenso ese mismo día.



El Obispo de Maribor Franc Kramberger lo despedía con un sincero y sencillo saludo esloveno “Santo Padre, a Dios gracias por todo lo que hemos vivido hoy junto a Usted y con Usted”


Juan Pablo II Eslovenia nunca lo olvidará!


Y nosotras tampoco. Había sido un día  pleno, magnifico, majestuoso, único,  que quedara grabado para siempre. Un verdadero cántico del Salmo 118:24- “Este es el dia que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en  él”.


Invito ver mis entradas anteriores
Primer visita de Juan Pablo II a Eslovenia
Visita del primer ministro de Eslovenia al santo Padre Benedicto XVI


martes, 16 de noviembre de 2021

Juan Pablo II, el Santuario de Oropa y Pier Giorgio Frassati

 


La cita para la plegaria del “Ángelus” del Papa Juan Pablo II el 16 dejulio de 1989  – época de vacaciones en el hemisferio norte – era el Santuario mariano deOropa, “un lugar querido a la piedad no sólo de Piamonte sino también de las regiones cercanas del Valle de Aosta y de Suiza. Cruzando las montañas, los peregrinos han venido aquí durante siglos a venerar a la Virgen y a buscar en este santuario un lugar de paz y de meditación; más aún, siempre han considerado este lugar como la casa de la Virgen, dado que ha surgido precisamente como iglesia y morada de María: "ecclesia et domus Sanctae Mariae".”

 Y continuaba Juan Pablo II en sus palabras “A sus devotos, y sobre todo a los jóvenes ―como Pier Giorgio Frassati, que solía venir aquí arriba para recogerse en oración― la Virgen se propone como asilo y refugio, como Madre celeste que abre su casa para permitir que cada uno viva la experiencia tonificante de un encuentro más profundo con Dios.

Muy queridos jóvenes que me escucháis: Descubrid también vosotros, como Pier Giorgio, el sendero del santuario, para emprender el camino espiritual que, bajo la guía de María, os lleve cada vez más cerca de Cristo. De esa forma podréis convertiros en sus testigos con la convicción y la incisividad que caracterizaron la acción apostólica de Pier Giorgio. Daréis testimonio de Cristo, como él, especialmente en el mundo universitario, en el que hay chicos y chicas que tal vez no han resuelto aún el problema del significado de su vida. Podréis, con vuestra palabra y con vuestro ejemplo, señalar en Cristo a Aquel que posee la solución verdaderamente satisfactoria de los interrogantes decisivos de la existencia.

No dudéis, queridos jóvenes, en venir aquí arriba a buscar luz y fuerza para vuestro camino de fe, a buscar una esperanza más firme para un compromiso cristiano valiente y coherente en el mundo contemporáneo. Pier Giorgio Frassati se ofrece a vosotros como figura eminente de laico de la Acción Católica perfectamente consciente del compromiso bautismal de contribuir, en plena sintonía con los Pastores de la Iglesia, a la animación cristiana del ambiente social.”

“Es cierto – decía Juan Pablo II en su homilía  con ocasión de la beatificación de Pier Giorgio Frassati que, para una mirada superficial, el estilo de Pier Giorgio Frassati, un joven moderno lleno de vida, no presenta gran cosa de extraordinario. Pero, precisamente esto constituye la originalidad de su virtud que invita a reflexionar y lleva a imitar.

En él la fe y los sucesos cotidianos se funden armónicamente hasta el punto que la adhesión al Evangelio se traduce en atención amorosa a los pobres y a los necesitados, creciendo continuamente hasta los últimos días de la enfermedad que lo llevará a la muerte. El gusto por la belleza y el arte, la pasión por el deporte y por la montaña, la atención a los problemas de la sociedad no le impiden la relación constante con el Absoluto.

¡Totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio al prójimo: así podemos resumir su vida terrena!"

 -o-

El Santuario de Oropa se encuentra en un lugar privilegiado a 1200 mts de altura a solo 20 minutos del centro de Biella y está  rodeado de una reserva natural  que invita a la reflexión y al descanso.  Según la tradición el santuario data del siglo IV y se debe a la iniciativa de San Eusebio, primer obispo de Vercelli.   Los primeros documentos escritos que hablan de Oropa, son de inicios del siglo XIII y allí se habla de la existencia de las primitivas iglesias de Santa Maria y de San Bartolomé, de carácter eremítico, que constituían un punto de referencia fundamental para los viajeros que desde el este se dirigían al Valle de Aosta.   

El Santuario está  situado en el Sagrado Monte de Oropa con sus 12 capillas,  construidas entre 1620 y 1720, cuando ya existía el antiguo Santuario,  que guardan estatuas de terracota policromada de Maria, y fue  declarado patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco.

 


 (foto de Sacro Monte di Oropa)

 Aunque Juan Pablo II no lo mencionara en el Ángelus seguramente en aquella visita imaginaria al Santuario de Oropa tendría en mente a su querido Santuario de Kalwaria Zebrzydowska,  -  un lugar santo para los polacos -   ubicado – al igual que este -  sobre un monte, si bien no tan alto, pero  de similares características en medio de la naturaleza y rodeado de capillas y senderos. 


 Y al hablar de Pier Giorgio Frassatti habrá recordado su época de juventud y peregrinaciones al querido Santuario, tan cercano a su natal Wadowice.   Kalwaria fue para el,   tal como el mismo lo expresara en varias oportunidades,   un refugio de oración, un encuentro con su Madre en todo momento de su vida desde pequeño a su época de juventud y más tarde como seminarista, sacerdote y obispo.

 

 

jueves, 11 de noviembre de 2021

Karol Wojtyla/Juan Pablo II : Reflexiones sobre el pecado original

 


Meditatio II. De peccato originali [sobre el pecado original] Intento de enfocar el misterio en su totalidad:

  

a)      El pecado original consiste en el «evadirse» del hombre, de modo semejante a como antes hiciera el ángel, de esa plenitud de la donación que encierra en si la obra de la Creación. No es  posible entender el pecado original sin referencia a esta plenitud de la donación, esto es, al Amor. Consiste en el rechazo a participar en el Amor, en los bienes de la creación como provenientes del Amor, y sobre todo en el bien del propio Amor. En este sentido es la pérdida de la Gracia.

b)      Como hecho interno (actus humanus [acto humano]) la pecaminosidad del pecado original se explica por sus motivos. Los motivos tienen na inspiración externa. Se trata de la tentación: una promesa que no se cumple. El mal espíritu dice: «sereis como dioses, conocedores del bien y el mal». Este conocimiento significa salir de la situación de «bien puro» (o sea, de la donación original), pero el solo conocimiento no da al hombre (igual que no se lo dio a Satán) el poder de decidir acerca del bien y del mal,

c)      Como hecho interno (actus humanus), el pecado original es la desobediencia, lo que resaltó unívocamente san Pablo. No solo se trata de una oposición de la voluntad humana a la divina, sino que es a la e  un rechazo por parte del hombre de la «equidad divina», del mundo de los valores querido por el Creador,

d)     En este contexto el pecado original constituye una pérdida del mayor don de la participación en la naturaleza y en la vida del mismo Dios,

e)      Arrastrado a la vida del propio «mundo», el hombre comienza a estar sujeto a la triple concupiscencia,

f)       El pecado original es el momento a partir del cual la «economía» divina de la Creación cede a la economía de la Redención. La recuperación de las dimensiones y del significado del don hecho al hombre y al mundo discurrirá por un camino diferente, más difícil: por el camino dela cruz.

 

 Karol Wojtyla/Juan Pablo II(2014):  “Estoy en tus manos – Cuadernos personales 1962-2003” Planeta,  Ejercicios espirituales, Kalwaria Zebrzydowska 5,6,7,8 y 9 de julio de 1977.

 

martes, 9 de noviembre de 2021

El Muro de Berlin y el primer viaje de Juan Pablo II a Polonia

 

(Catedral de Gniezno)

Se cumplen hoy 32 años de la caída/derribamiento del Muro de Berlin, bajo una montaña de sueños sin cumplir, esperanzas fallidas y emociones enterradas. El mal había durado ya demasiado, aquel  Mysterium iniquitatis que Karol Wojtyla/Juan Pablo II había sentido  en carne propia y sobre el cual tanto reflexiono. Un misterio, un milagro que, como comenta el Cardenal Dziwisz,  tuvo su comienzo en  Gniezno el 3 de junio de 1979 con la visitade Juan Pablo II a Polonia 

En esta entrevista el Cardenal Stanislaw Dziwisz, su fiel secretario comenta como aquel viaje fue una inspiración para la liberación de toda la región de Europa Central  y Oriental.

 Entrevista de Marcin Przeciszewski y Tomasz Królak de la agencia católica polaca  Kai. (12 de junio de 2009)

 La caída del Muro de Berlin no comenzó en Berlin, decía el cardinal Dziwisz, fiel secretario de Karol Wojtyla/Juan Pablo II ; ocurrió en realidad en 1979 en Polonia durante el primer viaje de Juan Pablo II a su patria. Sugiere el cardenal que aquellos días entre el 2 y el 10 de junio de 1979 comenzaron a cambiar el rostro de Europa del Este.

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Pregunta: Cuando comenzó a pensar Juan Pablo II en una visita a su patria?

 

Cardenal Dziwisz: Ya siendo cardenal Karol Wojtyla estaba preparando las celebraciones para el 900 aniversario de la muerte de San Estanislao, aniversario que  consideraba de gran importancia.  Les había hecho llegar invitaciones a todos los cardenales  que habían participado en el conclave de agosto de 1978 y había invitado también al Papa Juan Pablo I a Cracovia. En consecuencia,  a partir del primer momento de su elección a la Sede de Pedro era natural que intentase todo lo posible para venir a Cracovia a celebrar el aniversario. Lo consideraba un deber moral, aunque era consciente que no sería fácil lograrlo. 

 

Pregunta: Pensaba quizás que las autoridades comunistas no aceptarían de buena gana su visita?

 

Cardenal Dwiwisz: cuando las autoridades polacas se enteraron de este  pedido, reaccionaron negativamente. Mientras tanto Juan Pablo II había recibido una invitación para visitar México, que había aceptado con sumo agrado. Consideraba que América Latina era muy importante con respecto a la teología de la liberación -   un intento de ver la doctrina social de la Iglesia a través de la lente de la ideología marxista.  Y se dijo: Si puedo ir a México, la nación que tiene la constitución más anticlerical del mundo, las autoridades polacas no podrán negarle la visita, si bien recordaba que las autoridades comunistas se la habían negado a Pablo VI. No obstante intuyó que no podrían frenarlo.   

 

 Pregunta: cuando comenzaron las negociaciones?

 

Cardenal Dziwisz: Bien pronto. Las negociaciones fueron entabladas por el secretario de la Conferencia Episcopal Polaca, el Obispo Bronislaw Dabrowski. Finalmente las autoridades abrieron las puertas bajo una condición: la visita del Papa no deberá coincidir con el aniversario de San Estanislao en Mayo.  Está bien respondió el Santo Padre: Entonces vendré al mes siguiente, en Junio.

 

Pregunta: Con respecto al itinerario, hubo dificultades?

 

Cardenal Dziwisz: Se estableció que el Papa no podría ir más allá del Vistula, a las regiones de Polonia del este. Y la región de Silesia también fue excluida.  Básicamente las autoridades querían que el viaje fuera lo más breve posible y los movimientos muy limitados.

 

Pregunta: Finalmente las dificultades fueron subsanadas.  En algún momento Juan Pablo II considero las posibles consecuencias de este viaje?  Se daba cuenta que era crucial por el desarrollo de los acontecimientos en Polonia?

 

Cardenal Dziwisz: Nadie podía predecirlo.  El estaba convencido que la nación polaca arraigada profundamente en la fe, merecía la visita del Papa.  Hoy podemos decir, sin duda alguna, que su primer viaje a Polonia fue el más importante de todos los viajes porque fue la chispa de un proceso de increíbles cambios a nivel global. Todo comenzó aquellos días.

 

Pregunta: Como se preparo el Papa para este viaje?

 

Cardenal Dziwisz: El escribió solo todos los textos de los discursos y las homilías. El rol de la sección polaca de la Secretaria de Estado fue solo completar las citas.  No utilizaba notas; su memoria era suficiente. Era muy organizado y escribía todo de una manera muy rápida. Un discurso no le llevaba más de  hora y media de preparación.  Para a un discurso breve le alanzaba una hora. Y leía mucho. Podía hacer varias cosas al mismo tiempo.

 

Pregunta: El tema principal de la peregrinación era derramar el Espíritu Santo.  Lo cito en varios de sus  discursos.  Fue esta una decisión en consulta con sus colaboradores?

 

Cardenal Dziwisz: Juan Pablo II era un visionario, como lo son muchos artistas.  Sabía que tenía que decir y que era lo que la nación esperaba que dijera.  El sabía presentar estos temas a la luz de la fe y las enseñanzas de la Iglesia. Más aun, era tiempo  de Pentecostés.

 

Pregunta: Pero el Papa se daba cuenta que el discurso brindado en Gniezno – donde afirmo que la misión del Papa eslavo era lograr que Europa redescubriera la unidad entre Oeste y Este – ponía en duda la Ostpolitik (política del este) vaticana y de hecho reconocía su existencia?

 

Cardenal Dziwisz: Juan Pablo II siempre rechazo la doctrina del ”compromiso histórico” según el cual el Oeste y también   la Iglesia deberían considerar el Marxismo como un elemento decisivo en el desarrollo de la historia.  El estaba convencido que el futuro no le pertenecía al marxismo ni a la lucha de clases. En este sentido cambio las políticas vaticanas radicalmente. Este cambio de perspectiva  llevo a la reflexión en muchos entornos y a cuestionarse si el Marxismo realmente era tan fuerte.  Con la misma determinación  Juan Pablo II se opuso a los intentos de incluir el análisis marxista en la doctrina social de la Iglesia y en el contexto de la teología de la liberación. Para él el  desarrollo de la humanidad pasaba por la posibilidad de elegir y  los derechos humanos.  Estaba a favor de los derechos de la persona y la intocable dignidad del hombre. El discurso de Giezno marco el comienzo de la caída de la cortina de hierro que dividía entonces a Europa. .  La caída del Muro comenzó allí, no en Berlin.

 

Pregunta: No había preocupación ni siquiera en el Vaticano ante el hecho que Juan Pablo II estaba   yendo demasiado lejos?

 

Cardenal Dziwisz: Una declaración de tal fuerza a favor de estos derechos alarmó sin dudas a algunos, entre ellos, también a hombres de la Iglesia.

 

Pregunta: Le molesta a usted que hoy se hable del Muro de Berlin y no de Gniezno o del Movimiento de Solidaridad?

 

Cardinal Dziwisz: Los hechos históricos deben conocerse. La caída del Muro fue la consecuencia del proceso comenzado en 1979 en Polonia y vuelvo a repetir: el desmantelamiento de la cortina de hierro comenzó el 3 de junio de 1979 en Gniezno.

 

Pregunta:  Durante su primer viaje el Papa se asomo a la ventana de la residencia episcopal en Cracovia y hablo con los jóvenes – un dialogo que se repetiría en cada uno de sus viajes a Polonia. Esto figuraba en la agenda?

 

Cardenal Dziwisz: No, fue una iniciativa totalmente espontanea. Miles de personas esperando allí bajo la ventana llamando al Papa. Debía hacerse ver de alguna manera.  El Santo Padre tomo esta decisión por propia iniciativa, contra las recomendaciones de algunos de su entorno que lo desalentaban por razones de seguridad.

 

Pregunta: En su opinión cual es el significado más profundo de su primera peregrinación  a Polonia?

 

Cardenal Dziwisz: Despues de esta visita, Polonia ya no fue la misma. La gente caminaba mas erguida, habían perdido el miedo.

 

Pregunta: El Movimiento Solidaridad fue una consecuencia natural de esta liberación?

 

Cardenal Dziwisz: Juan Pablo II libero la energía interior de la gente. En este sentido estableció la base espiritual para el nacimiento de Solidarnosc al año siguiente.

 

Pregunta: A su regreso al Vaticano Juan Pablo II hizo comentarios de su viaje?

 

Cardenal Dziwisz: No dijo nada porque había perdido su voz. A su regreso estaba muy cansado; durmió  14 horas.

 

Pregunta: Hablemos de la ley marcial, dictada por el General Jaruzelski en Diciembre de 1981. Cual fue la reacción del Papa?

 

Cardenal Dziwisz: Juan PabloII no solia demostrar sus preocupaciones. Pero si levanto la voz en la Basilica de San Padro, en presencia de la delegación polaca presidida por el Presidente Jablonski en octubre de 1982, con ocasión de la canonización del padre Kolbe.  “La nación no se merece lo que ustedes le han hecho”. .

 

Pregunta: Pero Juan Pablo II había considerado la posibilidad de una invasión soviética de Polonia?

 

Cardenal Dziwisz: Nadie lo tomaba seriamente, teniendo en cuenta que los soviéticos estaban ocupados con Afganistán. Sabíamos que la Unión Soviética no se lo podía permitir.  Teníamos información precisa directamente de la Casa Blanca, la habíamos recibido de Zbigniew Brzezinski y del Presidente Reagan mismo, quien había llamado personalmente al Papa.

 

Pregunta: Como era la relación entre Juan Pablo II y el General Jaruzelski?  El seguía diciendo que la ley marcial era un mal menor comparado con la invasión soviética.

 

Cardenal Dziwisz: EL Papa nunca acepto esa interpretación. Respetaba la inteligencia y la cultura de Jaruzelski, pero no estaba de acuerdo con el. EL general miraba exclusivamente al Este. Opuestamente a Edward Gierek, quien, al despedirse del Papa al final de su viaje dijo, “Aqui en Varsovia soplan vientos del Este y del Oeste. Santo Padre usted mira al Oeste.

 

(el resto de la entrevista era con relación a la canonización – recuérdese que la entrevista es de 2011 y la canonización fue en 2014

 

Pregunta: hablemos del presente. Cuando se espera la canonización de Juan Pablo II?

 

Cardenal Dziwisz: Depende directamente de Benedicto XVI. Me parece que todo esta yendo bien. El proceso del milagro ya está en estudio. Y el reconocimiento de las virtudes heroicas de Karol Wojtyla será decisivo. Esperemos que el diablo no meta la cola.

 

Pregunta: Alguna vez ha sentido la presencia del diablo?

 

Cardenal Dziwisz: Si, la he sentido. De la manera más fuerte cuando el diablo fue expulsado de una joven mujer. Estuve presente, sé lo que significa. Es terrible sentir la presencia de una fuerza tan fuerte y tan incontrolable. He visto como la maltrataba físicamente, he escuchado la voz con la que le aullaba. Ocurrió  después de una Audiencia General  de Juan Pablo II. El Papa recito el exorcismo, pero no pasaba nada. Luego dijo que al día siguiente celebraría Misa por las intenciones de la joven. Y después de la Misa, ella de repente se sintió otra persona; todo había pasado. Al principio no lo podía creer; creía que era una enfermedad psíquica. Pero Satán existe.

 Pregunta: Y como puede verse su presencia en el mundo?

Cardenal Dziwisz: Satan existe, por más que la ideología prevalente opine que se trata de cuentos. Hoy el diablo trabaja de tal manera que la gente crea que no existe. Se trata de una perfidia aun mayor.

 

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