Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 31 de marzo de 2023

Domingo de Ramos “Quien es Jesucristo”?

 


“El relato de la pasión del Señor nos acompaña hoy hasta el momento en que el cuerpo de Jesús, muerto en la cruz, queda puesto en un sepulcro de piedra. Y, sin embargo, la liturgia de hoy quiere introducirnos más profundamente en el misterio pascual de Jesucristo. Por eso, el texto conciso de la segunda lectura, tomado de la Carta de San Pablo a los Filipenses, es clave para descubrir, en el trasfondo de los acontecimientos de la Semana Santa, la plena dimensión del misterio divino.

 ¿Quién es Jesucristo

podríamos preguntarnos de nuevo, como aquellos que lo vieron entrar en Jerusalén.

Jesucristo, “siendo de naturaleza divina, no consideró como presa codiciada el ser igual a Dios. Por el contrario, se anonadó a Sí mismo tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Flp 2, 6-7).

Jesucristo es por tanto verdadero Dios, Hijo de Dios, el cual, habiendo asumido la naturaleza humana, se hizo hombre. Vivió sobre esta tierra como Hijo del hombre. Y en El, precisamente en cuanto Hijo del hombre, tuvo cumplimiento la figura del Siervo de Yavé, anunciado por Isaías.”

 

(JuanPablo II Domingo de Ramos 1987 – JMJ Buenos Aires)

"Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21), la Cruz de los jovenes y el Domingo de Ramos

 

(imagen de Wikimedia)

Revisando los textos de los Mensajes de Juan Pablo II a los jóvenes para las JMJ encuentro  este Discurso del 1 de abril de 2004 como preparaciónpara la  XIX JMJ diocesana y celebrada en Roma el Domingo de Ramos 2004, en lo que fue su última Jornada. No puedo quitarle nada, la cita es textual del sitio de la Santa Sedesolo he omitido los saludos dirigidos a las autoridades locales y la referencia a un Foro juvenil que se realizaría en Roma en octubre. Un discurso para leer detenidamente y volver a leer….

1. "Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21). Es la petición que algunos "griegos", que habían acudido a Jerusalén para la Pascua, dirigen a Felipe. El Maestro, advertido de este deseo, comprende que ha llegado su "hora". La "hora" de la cruz, de la obediencia al Padre siguiendo la suerte del grano de trigo que, cayendo en tierra, se pudre y muere para producir fruto. 

Para Jesús ha llegado también la "hora" de la gloria. La "hora" de la pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo. La "hora" en que entregará su vida para recobrarla de nuevo y donarla a todos. La "hora" en que, en la cruz, vencerá el pecado y la muerte en beneficio de toda la humanidad. 

También nosotros estamos llamados a vivir esa "hora", para ser "honrados" juntamente con él por el Padre. 

[…]

2. Hace veinte años, al concluir el Año santo de la Redención, entregué a los jóvenes la cruz, el madero en el que Cristo fue elevado de la tierra y vivió la "hora" para la cual había venido al mundo. Desde entonces esa cruz, peregrinando de una Jornada de la juventud a otra, está recorriendo el mundo sostenida por los jóvenes y anuncia el amor misericordioso de Dios, que sale al encuentro de todas sus criaturas para restituirles la dignidad perdida a causa del pecado. 

Gracias a vosotros, queridos amigos, millones de jóvenes, al mirar esa cruz, han cambiado su existencia, comprometiéndose a vivir como auténticos cristianos. 

3. Amadísimos jóvenes, permaneced unidos a la cruz. Mirad la gloria que os espera también a vosotros. ¡Cuántas heridas sufre vuestro corazón, a menudo causadas por el mundo de los adultos! Al entregaros una vez más idealmente la cruz, os invito a creer que somos muchos los que confiamos en vosotros, que Cristo confía en vosotros y que sólo en él está la salvación que buscáis.

¡Cuán necesario resulta hoy renovar el modo de acercarnos a los jóvenes para anunciarles el Evangelio! Ciertamente, debemos replantear nuestra propia situación para evangelizar el mundo juvenil, pero con la certeza de que también hoy Cristo desea que lo vean, de que también hoy quiere mostrar a todos su rostro. 

4. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de emprender caminos nuevos de entrega total al Señor y de misión; sugerid vosotros mismos cómo llevar hoy la cruz al mundo. 

[…]

Alimentados con la Eucaristía, unidos a la Iglesia y aceptando vuestras cruces, haced que explote en el mundo vuestra carga de fe y anunciad a todos la misericordia divina. 

5. En este camino, no tengáis miedo de fiaros de Cristo. Ciertamente, amáis el mundo, y hacéis bien, porque el mundo fue creado para el hombre. Sin embargo, en un determinado momento de la vida, es preciso hacer una opción radical. Sin renegar de nada de lo que es expresión de la belleza de Dios y de los talentos recibidos de él, hay que ponerse de parte de Cristo, para testimoniar ante todos el amor de Dios. 

A este respecto, me complace recordar la gran atracción espiritual que ejerció en la historia de mi vocación la figura del santo fray Alberto, Adam Chmielowski -así se llamaba-, que no era sacerdote. Fray Alberto era pintor de gran talento y cultura. Pues bien, en un determinado momento de su vida, rompió con el arte, porque comprendió que Dios lo llamaba a tareas mucho más importantes. Se trasladó a Cracovia, para hacerse pobre entre los más pobres, entregándose al servicio de los desheredados. En él encontré un gran apoyo espiritual y un ejemplo para alejarme de la literatura y del teatro, para la elección radical de la vocación al sacerdocio. Después, una de mis mayores alegrías fue elevarlo al honor de los altares, como, anteriormente, dedicarle una obra dramática:  "Hermano de nuestro Dios". 

Mirad que seguir a Cristo no significa renunciar a los dones que nos concede, sino elegir un camino de entrega radical a él. Si llama a este camino, el "sí" resulta necesario. Por tanto, no tengáis miedo de entregaros a él. Jesús sabe cómo debéis llevar hoy su cruz en el mundo, para colmar las expectativas de muchos otros corazones jóvenes. 

6. ¡Cómo han cambiado los jóvenes de hoy con respecto a los de hace veinte años! ¡Cómo ha cambiado el contexto cultural y social en el que vivimos! Pero Cristo, no, él no ha cambiado. Él es el Redentor del hombre ayer, hoy y siempre.   Así pues, poned vuestros talentos al servicio de la nueva evangelización, para recrear un entramado de vida cristiana. 

El Papa está con vosotros. Creed en Jesús, contemplad su rostro de Señor crucificado y resucitado, un rostro que muchos quieren ver, pero que, a menudo, está velado por nuestro escaso celo por el Evangelio y por nuestro pecado. 

Oh Jesús amado, oh Jesús buscado, revélanos tu rostro de luz y de perdón! ¡Míranos, renuévanos, envíanos!  Muchísimos jóvenes te esperan y, si no te ven, no podrán vivir su vocación, no podrán vivir por ti y contigo, para renovar el mundo bajo tu mirada, dirigida al Padre y, al mismo tiempo, a nuestra pobre humanidad. 

7. Amadísimos amigos, con creatividad siempre nueva, inspirada por el Espíritu Santo en la oración, seguid llevando juntos la cruz que os entregué hace veinte años.   Los jóvenes de entonces han cambiado, como también  yo  he cambiado, pero vuestro corazón, como el mío, tiene siempre sed de verdad, de felicidad, de eternidad y, por tanto, es siempre joven. Esta tarde pongo nuevamente mi confianza en vosotros, esperanza de la Iglesia y de la sociedad.

 ¡No tengáis miedo! Llevad por doquier, a tiempo y a destiempo (cf. 2 Tm 4, 2), la fuerza de la cruz, para que todos, también gracias a vosotros, puedan seguir viendo y creyendo en el Redentor del hombre. Amén.

  

(Encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes d ela Diócesis deRoma como preparación para la XIX Jornada Mundial de la Juventud -  jueves 1 de abril de 2004)

 

 

miércoles, 29 de marzo de 2023

Juan Pablo II : Despojarnos del hombre viejo y revestirnos del nuevo: penitencia, conversión y reconciliación

 

Imagen de Wikimedia Commons: L. Spada Regreso del hijo pródigo 

 

La Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia (ya mencionada en este blog) es un documento valioso y rico, bastante extenso. Si bien fue fruto de un Sínodo de Obispos y  publicado el primer Domingo de Adviento de 1984, nos ofrece abundante material de reflexión para la Cuaresma y la Semana Santa, nos invita a la “ renovación de los corazones” para ir adentrándonos en la fiesta de “La resurrección, culmen y plenitud de la Revelación”

 El mismo  Juan Pablo II sintetiza en un párrafo el contenido de la Exhortación: 

“En la primera parte me propongo tratar de la Iglesia en el cumplimiento de su misión reconciliadora, en la obra de conversión de los corazones en orden a un renovado abrazo entre el hombre y Dios, entre el hombre y su hermano, entre el hombre y todo lo creado. En la segunda parte se indicará la causa radical de toda laceración o división entre los hombres y, ante todo, con respecto a Dios: el pecado. Por último señalaré aquellos medios que permiten a la Iglesia promover y suscitar la reconciliación plena de los hombres con Dios y, por consiguiente, de los hombres entre sí.”

 He seleccionado solo una pequeña parte para nuestra reflexión:

“El término y el concepto mismo de penitencia son muy complejos. Si la relacionamos con metánoia, al que se refieren los sinópticos, entonces penitencia significa el cambio profundo de corazón bajo el influjo de la Palabra de Dios y en la perspectiva del Reino.(9) Pero penitencia quiere también decir cambiar la vida en coherencia con el cambio de corazón, y en este sentido el hacer penitencia se completa con el de dar frutos dignos de penitencia;(10) toda la existencia se hace penitencia orientándose a un continuo caminar hacia lo mejor. Sin embargo, hacer penitencia es algo auténtico y eficaz sólo si se traduce en actos y gestos de penitencia. En este sentido, penitencia significa, en el vocabulario cristiano teológico y espiritual, la ascesis, es decir, el esfuerzo concreto y cotidiano del hombre, sostenido por la gracia de Dios, para perder la propia vida por Cristo como único modo de ganarla;(11) para despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo;(12) para superar en sí mismo lo que es carnal, a fin de que prevalezca lo que es espiritual;(13) para elevarse continuamente de las cosas de abajo a las de arriba donde está Cristo.(14) La penitencia es, por tanto, la conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano.

En cada uno de estos significados penitencia está estrechamente unida a reconciliación, puesto que reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los demás presupone superar la ruptura radical que es el pecado, lo cual se realiza solamente a través de la transformación interior o conversión que fructifica en la vida mediante los actos de penitencia.

 [….]

Cuando la Iglesia proclama la Buena Nueva de la reconciliación, o propone llevarla a cabo a través de los Sacramentos, realiza una verdadera función profética, denunciando los males del hombre en la misma fuente contaminada, señalando la raíz de las divisiones e infundiendo la esperanza de poder superar las tensiones y los conflictos para llegar a la fraternidad, a la concordia y a la paz a todos los niveles y en todos los sectores de la sociedad humana. Ella cambia una condición histórica de odio y de violencia en una civilización del amor; está ofreciendo a todos el principio evangélico y sacramental de aquella reconciliación fontal, de la que brotan todos los demás gestos y actos de reconciliación, incluso a nivel social.”


 

jueves, 23 de marzo de 2023

El 25 de marzo en el corazón de Juan Pablo II

 


(altar en la capilla de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en la Basílica de la Presentación de la Virgen Maria de Wadowice) 


El profundo amor que Karol Wojtyla/Juan Pablo II profesaba a Maria anidaba en su corazón desde su niñez y temprana juventud en Wadowice y después en Cracovia, confirmada públicamente en sus peregrinaciones marianas junto a su padre y después como sacerdote a santuarios marianos polacos; expresado total y fielmente más tarde en su lema Totus Tuus.  En realidad toda la historia cristiana de Polonia está enraizada y se apoya firmemente en la Reina de Polonia. En su primer viaje apostólico a su patria Juan Pablo II en su visita a Jasna Gora reveló públicamente,  ya como Papa,  ese sentimiento que “palpitaba y palpita en el corazón de todos los polacos” esa "santa costumbre" del corazón, elaborada por la fe de tantas generaciones, comprobada por la experiencia cristiana de tantos siglos y profundamente arraigada en mi alma,” ese sentimiento que fue llevado “desde Polonia a la Cátedra de San Pedro en Roma”.  

Todos fuimos testigo de aquella fidelidad y entrega a Maria durante todo su pontificado en diversas expresiones, momentos y  documentos. Cito aquí algunos de aquellos momentos y documentos  ocurridos significativamente un 25 de marzo, festividad de la Anunciación del Señor

 25 de marzo de 1983,  solemnidad dela Anunciación del Señor fue el día de apertura de la Puerta Santa para inaugurar el año jubilar de la Redención (25 de marzo 1983-22 de abril de 1984)

 25de marzo de 1984  - Jubileo de lasFamilias: en unión espiritual con todos los obispos del mundo, Juan Pablo II reitera el Acto de consagración de los hombres y de los pueblos a María Santísima, ante la imagen de la Virgen de Fátima, en  la Plaza de San Pedro

25 de marzo de 1984 -  Exhortación Apostólica Redemptionis Donum dirigida a los religiosos y religiosas sobre su consagración a la luz del Misterio de la Redención

25 de marzo de 1987 -  Carta apostólica Redemptoris Mater sobre la Bienaventurada Virgen Maria en la vida de la Iglesia peregrina

25 de marzo de 1995 CartaEncíclica Evangelium Vitae a obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos y religiosas, fieles laicos y a todas las personas de buena voluntad sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana

 25de marzo de 2000 Homilía en la Santa Misa en la Basilia de la Anunciación, Nazaret en su peregrinación jubilar a Tierra Santa 

 

El fundamento de la santidad de Maria: su profunda humildad y el Magnificat

 


(Paolo de Matteis Anunciacion - Wikipedia)

 

La profunda fe de la Virgen en las palabras de Dios se refleja con nitidez en el cántico del Magnificat:  "Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava" (Lc 1, 46-48).

Con este canto María muestra lo que constituyó el fundamento de su santidad:  su profunda humildad. Podríamos preguntarnos en qué consistía esa humildad. A este respecto, es muy significativa la "turbación" que le causó el saludo del ángel:  "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). Ante el misterio de la gracia, ante la experiencia de una presencia particular de Dios que fijó su mirada en ella, María experimenta un impulso natural de humildad (literalmente de "humillación"). Es la reacción de la persona que tiene plena conciencia de su pequeñez ante la grandeza de Dios. María se contempla en la verdad a sí misma, a los demás y el mundo.

Su pregunta:  "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?" (Lc 1, 34) fue ya un signo de humildad. Acababa de oír que concebiría y daría a luz un niño, el cual reinaría sobre el trono de David como Hijo del Altísimo. Desde luego, no comprendió plenamente el misterio de esa disposición divina, pero percibió que significaba un cambio total en la realidad de su vida. Sin embargo, no preguntó:  "¿Será realmente así? ¿Debe suceder esto?". Dijo simplemente:  "¿Cómo será eso?". Sin dudas ni reservas aceptó la intervención divina que cambiaba su existencia. Su pregunta expresaba la humildad de la fe, la disponibilidad a poner su vida al servicio del misterio divino, aunque no comprendiera cómo debía suceder.

Esa humildad de espíritu, esa sumisión plena en la fe se expresó de modo especial en su fiat:  "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Gracias a la humildad de María pudo cumplirse lo que cantaría después en el Magnificat:  "Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:  su nombre es santo" (Lc 1, 48-49).

A la profundidad de la humildad corresponde la grandeza del don. El Poderoso realizó por ella "grandes obras" (Lc 1, 49), y ella supo aceptarlas con gratitud y transmitirlas a todas las generaciones de los creyentes. Este es el camino hacia el cielo que siguió María, Madre del Salvador, precediendo en él a todos los santos y beatos de la Iglesia.

 (Juan Pablo II Audiencia General 1 de noviembre de 2000)

 

miércoles, 15 de marzo de 2023

El monte Tabor y nuestro camino sinodal – Papa Francisco

 

(Monte Tabor de Wikimedia)

En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje. Análogamente al ascenso de Jesús y sus discípulos al monte Tabor, podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Sabemos, de hecho, que Él mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el del Sínodo, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador.

Y llegamos al momento culminante. Dice el Evangelio que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17,2). Aquí está la “cumbre”, la meta del camino. Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena. También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino.

(…)

La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retiro” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección. De igual modo, el camino sinodal no debe hacernos creer en la ilusión de que hemos llegado cuando Dios nos concede la gracia de algunas experiencias fuertes de comunión. También allí el Señor nos repite: «Levántense, no tengan miedo». Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades.

 

(del Mensaje del SantoPadre Francisco para la Cuaresma 2023)


Caminemos juntos hacia la Cruz del Señor

 


“Caminemos juntos, peregrinos, hacia la cruz del Señor, pues con ella comienza una nueva era en la historia del hombre.

 Este es tiempo de gracia, tiempo de salvación. A través de la cruz el hombre ha podido comprender el sentido de su propia suerte, de su propia existencia sobre la tierra. Ha descubierto cuánto le ha amado Dios. Ha descubierto, y descubre continuamente, a la luz de la fe, cuán grande sea el propio valor. 

Ha aprendido a medir la propia dignidad con el metro de aquel sacrificio que Dios ha ofrecido en su Hijo para la salvación del hombre: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16).

 

 (dela preciosa homilía de San Juan Pablo II ante los obreros de Nova Huta durantesu primer viaje apostólico a Polonia en l979)

miércoles, 8 de marzo de 2023

Juan Pablo II y la vocación de la mujer – Jutta Burggraf

 


“Sin duda, Juan Pablo II es un gran filósofo y teólogo; pero, antes que nada es un hombre que ha vivido en el mundo real. Antes de llegar a ser un renombrado profesor universitario, trabajó en una fábrica e hizo teatro. Así conoció el mundo del trabajo y del arte. Desde cerca, experimentó las necesidades de las mujeres. Durante el comunismo, «con ojos atentos y un corazón nada frío», como señala un escritor italiano . Atentamente observó todo lo que las mujeres polacas habían logrado en el ámbito de la familia, la cultura y la sociedad, en general. Y pese a que, muchas veces, la ideología de la igualdad de los sexos conducía a la mujer al agotamiento físico.

 

 Tal vez por ello, Karol Wojtyla aprecia tanto a las mujeres, les agradece tan sinceramente su compromiso «en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política»  Quizás, por esta razón, en sus innumerables viajes por el mundo, se muestra solidario con las mujeres de todos los países y continentes, especialmente con aquellas que son humilladas y rebajadas, objeto de la violencia y dominación masculinas. ¿Quién se acuerda de esa pobre negrita de Kisangani que, temblando en sus harapos, apareció de pronto frente al Santo Padre? Juan Pablo II comprendió de inmediato todo su sufrimiento y la abrazó espontáneamente. Este es sólo un ejemplo entre muchos.

 

No sólo en África acostumbra Juan Pablo II a romper con las convenciones y el protocolo, cuando se trata de estar más cerca de las mujeres. En Suecia en 1990 aceptó una invitación a «cenar sólo con mujeres». De esta manera, las prioras de diferentes congregaciones que así lo habían solicitado, tuvieron la oportunidad de conversar con él en un ambiente familiar y relajado, como comentaron después. Las hermanas quedaron impresionadas de lo «alegre y bien informado» que está el Papa.

 

 No es pues de extrañar «la gran apertura hacia el mundo femenino» del Santo Padre, pues Juan Pablo II rechaza toda clase de discriminación y de prejuicios frente a las mujeres. Él no rompe sólo con el protocolo, sino con una antigua tradición, que creía comprobar la inferioridad moral y espiritual de la mujer y, por esta razón, le impedía adoptar decisiones importantes y exigía que la esposa se sometiera incondicionalmente a su marido y señor. Estas disposiciones restringían la libertad de la mujer y podían ofender mucho. No obstante, también afectaban al hombre pues, en cuanto éste se sujetaba a tales normas, renunciaba a una auténtica amistad y colaboración con la mujer. En vez de una amiga, tenía un esclavo más. Ciertamente, hay que considerar que en tiempos pasados existía una mentalidad, diferente a la actual; sin embargo, el Papa no duda en reconocer con humildad, junto a todos los avances, también los errores que ha cometido la Iglesia en lo que respecta a la mujer. «Me gustaría que todos los fanáticos del mundo razonaran con el equilibrio de! Papa», señala Gertrude Mongella, Presidenta de la Conferencia Internacional de la Mujer de Peking, después de su encuentro con el Santo Padre, en agosto de 1995. 

 

Juan Pablo II ha sido reconocido como un «pionero» de los derechos humanos de la mujer, como un «innovado». Lejos de cualquier entusiasmo romántico, se pone del lado de aquellos que se la «juegan» por la justicia social y política. «Emancipación» significa para él, abandono de las tradiciones represivas, de clichés y de prejuicios; pero, sobre todo, de formas de vida que se han vuelto estrangulantes. Hace ver que, actualmente, la comunidad cristiana es la más importante organización mundial de ayuda a la mujer. En efecto, no hay ninguna institución de las Naciones Unidas que, en un sinnúmero de pueblos africanos o islas del Sudeste asiático, sostenga tantos programas de ayuda a la mujer, como la Iglesia Católica. Sobre todo, considerando que el fin de tales proyectos es, precisamente, ofrecer educación a las mujeres, para permitirles salir de su aparente insignificancia.

  

(leer completo con citas en Jutta Burggraf: Juan PabloII y la vocación de la mujer)


 

martes, 7 de marzo de 2023

El coloquio de Cristo con Nicodemo

 

(Michelangelo: Pieta, Firenze)

“Jesús tiene ante sí a un escriba, un perito en la Escritura, un miembro del Sanedrín y, al mismo tiempo, un hombre de buena voluntad. Por esto decide encaminarlo al misterio de la cruz. Recuerda, pues, en primer lugar, que Moisés levantó en el desierto la serpiente de bronce durante el camino de 40 años de Israel desde Egipto a la Tierra Prometida. Cuando alguno a quien había mordido la serpiente en el desierto, miraba aquel signo, quedaba con vida (cf. Núm 21, 4-9). Este signo, que era la serpiente de bronce, preanunciaba otra Elevación: «Es preciso —dice, desde luego, Jesús— que sea levantado el Hijo del hombre» —y aquí habla de la elevación sobre la cruz—«para que todo el que creyere en El tenga la vida eterna» (Jn 3, 14-15). ¡La cruz: ya no sólo la figura que preanuncia, sino la Realidad misma de la salvación!

Y he aquí que Cristo explica hasta el fondo a su interlocutor, estupefacto pero al mismo tiempo pronto a escuchar y a continuar el coloquio, el significado de la cruz:

«Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su Unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3, 16).

 

La cruz es una nueva revelación de Dios. Es la revelación definitiva. En el camino del pensamiento humano, en el camino del conocimiento de Dios, se realiza un vuelco radical. Nicodemo, el hombre noble y honesto, y al mismo tiempo discípulo y conocedor del Antiguo Testamento, debió sentir una sacudida interior. Para todo Israel Dios era sobre todo Majestad y Justicia. Era considerado como Juez que recompensa o castiga. Dios, de quien habla Jesús, es Dios que envía a su propio Hijo no «para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El» (Jn 3, 17). Es Dios del amor, el Padre que no retrocede ante el sacrificio del Hijo para salvar al hombre…”.

 

“¿Qué es la gracia? «Es un don de Dios». El don que se explica con su amor. El don está allí donde está el amor. Y el amor se revela mediante la cruz. Así dijo Jesús a Nicodemo. El amor, que se revela mediante la cruz, es precisamente la gracia. En ella se desvela el más profundo rostro de Dios. El no es sólo el juez. Es Dios de infinita majestad y de extrema justicia. Es Padre, que quiere que el mundo se salve; que entienda el significado de la cruz. Esta es la elocuencia más fuerte del significado de la ley y de la pena. Es la palabra que habla de modo diverso a las conciencias humanas. Es la palabra que obliga de modo diverso a las palabras de la ley y a la amenaza de la pena. Para entender esta palabra es preciso ser un hombre transformado. El de la gracia y de la verdad. ¡La gracia es un don que compromete! ¡El don de Dios vivo, que compromete al hombre para la vida nueva! Y precisamente en esto consiste ese juicio del que habla también Cristo a Nicodemo: la cruz salva y, al mismo tiempo, juzga. Juzga diversamente. Juzga más profundamente. «Porque todo el que obra el mal, aborrece la luz»... —¡precisamente esta luz estupenda que emana de la cruz!—. «Pero el que obra la verdad viene a la luz» (Jn 3, 20-21). Viene a la cruz. Se somete a las exigencias de la gracia. Quiere que lo comprometa ese inefable don de Dios. Que forje toda su vida. Este hombre oye en la cruz la voz de Dios, que dirige la palabra a los hijos de esta tierra nuestra, del mismo modo que habló una vez a los desterrados de Israel mediante Ciro, rey de Persia, con la invocación de esperanza. La cruz es invocación de esperanza.”

 

(de la homilia de San Juan Pablo II - visita pastoral a la parroquia romana Santa Cruz en Jerusalén - 25 de marzo de 1979)