Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 27 de enero de 2016

Salarios adecuados y leyes contra la explotaciòn


“La sociedad y el Estado deben asegurar unos niveles salariales adecuados al mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso con una cierta capacidad de ahorro. Esto requiere esfuerzos para dar a los trabajadores conocimientos y aptitudes cada vez más amplios, capacitándolos así para un trabajo más cualificado y productivo; pero requiere también una asidua vigilancia y las convenientes medidas legislativas para acabar con fenómenos vergonzosos de explotación, sobre todo en perjuicio de los trabajadores más débiles, inmigrados o marginales. En este sector es decisivo el papal de los sindicatos que contratan los mínimos salarios y las condiciones de trabajo.

En fin, hay que garantizar el respeto por horarios «humanos» de trabajo y de descanso, y el derecho a expresar la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin ser conculcados de ningún modo en la propia conciencia o en la propia dignidad. Hay que mencionar aquí de nuevo el papel de los sindicatos no sólo como instrumentos de negociación, sino también como   «lugares» donde se expresa la personalidad de los trabajadores: sus servicios contribuyen al desarrollo de una auténtica cultura del trabajo y ayudan a participar de manera plenamente humana en la vida de la empresa.

Para conseguir estos fines el Estado debe participar directa o indirectamente. Indirectamente y según el principio de subsidiariedad, creando las condiciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica, encausada hacia una oferta abundante de oportunidades de trabajo y de fuentes de riqueza. Directamente y según el principio de solidaridad, poniendo en defensa de los más débiles, algunos límites a la autonomía de las partes que deciden las condiciones de trabajo, y asegurando en todo caso un mínimo vital al trabajador en paro.  (Centesimusannus, n.15)

martes, 26 de enero de 2016

La relación entre desarrollo y derechos del hombre



“Hoy, quizás más que antes, se percibe con mayor claridad la contradicción intrínseca de un desarrollo que fuera solamente económico.  Este subordina fácilmente a la persona humana y sus necesidades más profundas a las exigencias de la planificación económica o de la ganancia exclusiva.

La conexión intrínseca entre desarrollo auténtico y respeto de los derechos del hombre, demuestra una vez más su carácter moral: la verdadera elevación del hombre, conforme a la vocación natural e histórica de cada uno, no se alcanza explotando solamente la abundancia de bienes y servicios, o disponiendo de infraestructuras perfectas.


Cuando los individuos y las comunidades no ven rigurosamente respetadas las exigencias morales, culturales y espirituales fundadas sobre la dignidad de la persona y sobre la identidad propia de cada comunidad, comenzando por la familia y las sociedades religiosas, todo lo demás – disponibilidad de bienes, abundancia de recursos técnicos aplicados a la vida diaria, un cierto nivel de bienestar material – resultará insatisfactorio, y a la larga, despreciable. Lo dice claramente el Señor en el Evangelio, llamando la atención de todos sobre la verdadera jerarquía de valores: «¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?» (Mt 16,26) Sollicitudo rei socialis, n.33

sábado, 23 de enero de 2016

Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II según Luigi Accattoli (2 de 2)

(Juan Pablo II con Lech Walesa)


“La Laborem exercens se convierte pronto en instrumento de lucha en manos de los sindicatos católicos en América Latina y en Polonia. El congreso de Solidarnosc elogió – el mismo día de su publicación, 16 de septiembre de 1981 – el enfoque «personalístico» y las etapas para la participación de los trabajadores en la gestión de las empreas.

Las otras dos encíclicas se leen juntas, porque Juan Pablo II ubicó la segunda – a distancia de tres años de la primera para completar su mensaje, actualizándola a la nueva situación creada con la caída del comunismo. La Sollicitudo rei socialis se  opone tanto al capitalismo como al comunismo y reclama una «corrección radical» de los dos sistemas; la Centesimus annus– ya debilitado el comunismo – se limita a proponer la corrección del capitalismo. En ella Juan Pablo II habla de la «positividad del mercado y de la empresa» siempre que estén «orientados hacia el bien común». Pero aclara que aquella orientación, en la etapa actual de «mundialización de la economía », aún no se da y sólo puede obtenerse mediante la «lucha».

En el n. 19 de la Centesimus annus el Papa sostiene que el capitalismo «converge» con el totalitarismo comunista al «rebajar al hombre a la esfera de lo económico» cada vez que «niega la existencia autónoma y valor a la moral y al derecho, a la cultura y a la religión». Es esta, pues, la conclusión: el capitalismo podrá ser propuesto al Estado y al tercer mundo, si la «lucha» por corregirlo logra «encuadrar» su «libertad económica» en un «sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral». De otra manera, los riesgos y los daños serían enormes.

La Centesimus annus señaló, por primera vez en la historia, como podría conformarse el anticapitalismo teóricamente profesado por los Papas. Y con el triunfo del Occidente ha vuelto a proponer a la Iglesia católica como única voz activamente anticapitalista en la escena mundial.

La actitud crítica frente al capitalismo se articulará en los albores del 2000, como crítica del proceso de globalización.  «La Iglesia seguirá colaborando con todas las personas de buena voluntad para asegurar que en este proceso triunfe la humanidad entera, y no sòlo una élite rica que controla la ciencia, la tecnología, la comunicación y los recursos  del planeta en detrimento de la gran mayoría de sus habitantes (27 de abril de 20001, discurso a la Academia Pontifica de ciencias Sociales).”


Luigi Accattoli: “La audacia de la misión en la opción por los pobres” publicado en Totus Tuus Nr 2 Mar/abr 2009

jueves, 21 de enero de 2016

Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II según Luigi Accattoli (1 de 2)


“La  doctrina social de Juan Pablo II podríamos sintetizarla en este lema: «He hecho y hago mía la opción por los pobres, me identifico con ella» (a la Curia, 21 de diciembre de 1984). En cuanto a la motivación subjetiva e esta opción, el Papa, que en su juventud conoció bien el trabajo manual, se expreso así en una entrevista: «He visto lo que significa la explotación y me puse de inmediato del lado de los pobres, desheredados, oprimidos, marginados e indefensos» (2 de noviembre de 1993). En sus encuentros con los obreros recordaba a menudo su experiencia en la cantera: «He sido obrero durante más de cuatro años y para mí aquellos años me han valió más que dos doctorados», confesó a los obreros de Pomezia (Roma) el 14 de diciembre de 1979.

Haber conocido de cerca el mundo del trabajo dio mucha fuerza tanto a sus discursos como a su magisterio social. Cuando se trababa de reivindicar el derecho al trabajo, era mas valiente que los sindicatos italianos – o de cualquier otro país donde se encontrase hablando – y les pedía que agudizasen la lucha: «Me permito proponerles a las organizaciones sindicales el gran objetivo de la ocupación para todos.» (Prato, 19 de marzo de 1986)

Juan Pablo II escribió tres encíclicas sobre la cuestión social: Laborem excercens (1981) al inicio del pontificado, Sollicitudo rei socialis (1988) y Centesimus annus (1991) en medio del colapso del comunismo.  Los documentos sociales de Juan XXIII y Pablo VI ponen el acento sobre la crítica al mundo capitalista y el ofrecimiento de solidaridad a los trabajadores por parte de la Iglesia”.


Luigi Accattoli: “La audacia de la misión en la opción por los pobres” publicado en Totus Tuus Nr 2 Mar/abr 2009

sábado, 9 de enero de 2016

Voy a prepararos un lugar….


«En la casa de mi Padre hay muchas mansiones, voy a prepararos un lugar…»

Ese «preparar» se convierte en cierto modo en sinónimo de aquella diakonia, de aquel servicio por medio del cual el mismo Cristo sirve a todos y a cada uno. Ojalá no le estorbemos en este servicio, sino que le ayudemos.
Partimos de las palabras «no he venido a ser servido sino a servir», pues se encuentran en el mismo centro de esta dimensión de la existencia cristiana cuyo nombre es diakonia. Esta dimensión proviene directamente de Cristo, está en Él y de Él es. EN esta dimensión Dios viene al mundo: haciéndose hombre. Como hombre-criatura se hace siervo, pues cada hombre es siervo de Dios. Este es el orden de la creación. Cristo viene a repararlo (ya que le hombre ha rechazado ese servicio) y por eso sobre todo lo acepta.
Pero a la vez lo revela, manifiesta el sentido del servicio, oculto en la Paternidad Divina. Heaquì que en Él, en Cristo, en cierta manera Dios sirve al hombre, se pone al servicio de su salvación. Sirve y no deja de servir: este «servir a la salvación del hombre» de Cristo perdura en la Iglesia, en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía. Pero ese orden de servicio y dominio (Señor y a la vez Siervo), como invertido, tiene un profundo motivo. Una cosa es servir por justicia y otra servir por amor. Cristo revela este segundo sentido del servicio y lo introduce en la vida de la Iglesia y en la historia de la humanidad.
El servicio en su dimensión de justicia significa únicamente dependencia y subordinación, y además está sometido a la medida de lo servil. El servicio por amor resalta la soberanía de la persona, su «realeza»: servir a Dios significa «reinar».
De acuerdo con estas premisas, toma forma aquella dimensión esencial, por ser «cristofórmica». Por medio de esta dimensión se realiza una fundamental metanoia (transformación de la mente), un hito en la humanidad, camino del cristianismo.  El alcance de este cambio es amplísimo, alcanza el campo de la política («yo aquí gobierno…yo aquí sirvo, de la vida social, de las relaciones humanas.  Tiene un significado enorme, esencial para la comunidad, y en particular para la comunidad de la Iglesia. Pues mientras que el único punto de referencia personal adecuado para el hombre en esta actitud de servicio es Dios, en otro sentido lo es también la comunidad como lugar de numerosos servicios, como lugar de cumplimiento del hombre en un ministerio múltiple. Los carismas son indicación del significado de este ministerio, dan forma a su teología.
Así pues la diakonia como dimensión de toda la existencia cristiana debe ser tema y fin de una formación consciente de cada cristiano, en especial del sacerdote, del obispo. En esta formación tiene un significado fundamental la teología del servicio, pero también la psicología de este (actitud de servicio-instinto de notoriedad: significas tanto como sirves), la caracterología, la ascesis del servicio ligada al amor de la comunidad.
A Cristo-Servidor nos lleva su Madre: Esclava del Señor.”
     
(Juan Pablo II de JUAN PABLO II – Estoy en tus manos – Cuadernos Personales 1962-2003, págs. 186/7/8 publicado por Planeta, 2014)


viernes, 8 de enero de 2016

Cuando recéis no uséis muchas palabras…

(fotografía de Taize)


“No se trata de las muchas palabras, sino de la apertura del corazón en el Espíritu Santo al Padre. Con este mismo espíritu nos habla san Pablo, que llama a un incesante agradecimiento al Padre por todo. La oración no se mide por la cantidad de palabras que tendrían que «asegurar» que las peticiones sean escuchadas, sino precisamente por este agradecimiento por todo. La oración paulina es ante todo contemplación del obrar de Dios en nosotros y en todo. A la vez, es una oración «realista», sin optimismo «eufórico».

El agradecimiento paulino se refiere no al pasado, sino al presente; es por aquello que el Padre obra continuamente por el poder de la Redención de Cristo. La oración de nuestra vida, y la vida de nuestra oración. Pues somos «colaboradores de Dios».

La oración paulina se asemeja a la oración del propio Cristo. Es un agradecimiento eterno que brota del corazón humano. Igualmente la imploración que se encierra en la oración de Cristo, se expresa en forma de agradecimiento.”


(Juan Pablo II de JUAN PABLO II – Estoy en tus manos – Cuadernos Personales 1962-2003, pág. 366 publicado por Planeta, 2014)

jueves, 7 de enero de 2016

Desde México a todas las familias de Latinoamérica

“Para cada familia en particular el Papa quisiera poder decir una palabra de aliento y de esperanza. Vosotras, familias que podéis disfrutar del bienestar, no os cerréis dentro de vuestra felicidad; abríos a los otros para repartir lo que os sobra y a otros les falta. Familias oprimidas por la pobreza, no os desaniméis y, sin tener el lujo por ideal, ni la riqueza como principio de felicidad, buscad con la ayuda de todos superar los pesos difíciles en la espera de días mejores. Familias visitadas y angustiadas por el dolor físico o moral, probadas por la enfermedad o la miseria, no acrecentéis a tales sufrimientos la amargura o la desesperación, sino sabed amortiguar el dolor con la esperanza.

El ser humano no se agota en la sola dimensión terrestre

“Habéis elegido como método de vida el seguimiento de unos valores que no son los meramente humanos, aunque también éstos debéis estimar en su justa medida. Habéis optado por el servicio a los demás por amor de Dios. No olvidéis nunca que el ser humano no se agota en la sola dimensión terrestre. Vosotras, como profesionales de la fe y expertas en el sublime conocimiento de Cristo (cf. Flp 3, 8), abridles a la llamada y dimensión de eternidad en la que vosotras mismas debéis vivir.”

miércoles, 6 de enero de 2016

En busca de la Estrella

(mosaico del artista Marko Ivan Rupnik en el Santuario Juan Pablo II de Cracovia)


“Los Magos, que aparecen en el Evangelio de Mateo, son una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel. Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad. Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno. Este es el servicio de la Iglesia, con la luz que ella refleja: hacer emerger el deseo de Dios que cada uno lleva en si. Como los Magos, también hoy muchas personas viven con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras, es la inquietud del Espíritu Santo que se mueve en los corazones. También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén.
¡Cuántas estrellas hay en el cielo! Y, sin embargo, los Magos han seguido una distinta, nueva, mucho más brillante para ellos. Durante mucho tiempo, habían escrutado el gran libro del cielo buscando una respuesta a sus preguntas – tenían el corazón inquieto – y, al final, la luz apareció. Aquella estrella los cambió. Les hizo olvidar los intereses cotidianos, y se pusieron de prisa en camino. Prestaron atención a la voz que dentro de ellos los empujaba a seguir aquella luz – y la voz del Espíritu Santo, que obra en todas las personas –; y ella los guió hasta que en una pobre casa de Belén encontraron al Rey de los Judíos.
Todo esto encierra una enseñanza para nosotros. Hoy será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2,2). Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad. Estamos llamados a ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da – pequeñita…; el himno del breviario poéticamente nos dice que los Magos «lumen requirunt lumine»: aquella pequeña luz –,. la luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad. Y, una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor. La verdadera sabiduría se esconde en el rostro de este Niño. Y es aquí, en la sencillez de Belén, donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia. Aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas en el mundo y guía a los pueblos por el camino de la paz.”