Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 26 de julio de 2023

Juan Pablo II: Para servir a la paz, respeta la libertad

 


 La paz debe realizarse en la verdad; debe construirse sobre la justicia; debe estar animada por el amor; debe hacerse en la libertad (cf. Pacem in terris). Sin un respeto profundo y generalizado de la libertad, la paz escapa al hombre. No tenemos más que mirar en derredor nuestro para convencernos. Porque el panorama que se abre ante nuestros ojos, en este principio de los años ochenta, no se presenta muy tranquilizador. En efecto, mientras muchos hombres y mujeres, simples ciudadanos o dirigentes responsables, se preocupan vivamente por la paz —a veces hasta llegar a la angustia—, sus aspiraciones no se concretizan en una paz verdadera a causa de la falta de libertad o de la violación de la misma, como también por la manera ambigua o errónea en la que es ejercida.

 

Porque ¿cuál puede ser la libertad de unas naciones cuya existencia, aspiraciones y reacciones están condicionadas por el miedo en vez de la confianza mutua, por la opresión en vez de la libre búsqueda del bien común? La libertad es herida, cuando las relaciones entre los pueblos se fundan no sobre el respeto de la dignidad igual de cada uno, sino sobre el derecho del más fuerte, sobre la actitud de bloques dominantes y sobre imperialismos militares o políticos. La libertad de las naciones es herida, cuando se obliga a las pequeñas naciones a alinearse con las grandes para ver asegurado su derecho a la existencia autónoma o su supervivencia. La libertad es herida, cuando el diálogo entre compañeros iguales no es posible a causa de las dominaciones económicas o financieras ejercidas por las naciones privilegiadas y fuertes.

 

Y dentro de una nación, a nivel político, ¿tiene la paz una suerte real, cuando no está garantizada la libre participación en las decisiones colectivas o el libre disfrute de las libertades individuales? No hay verdadera libertad —fundamento de la paz—, cuando todos los poderes están concentrados en manos de una sola clase social, de una sola raza, de un solo grupo; o cuando el bien común es confundido con los intereses de un solo partido que se identifica con el Estado. No hay verdadera libertad, cuando las libertades de los individuos son absorbidas por una colectividad «negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva» (Carta Octogesima adveniens, n. 26). La verdadera libertad está igualmente ausente cuando formas diversas de anarquía erigida en teoría llevan a rechazar o contestar sistemáticamente toda autoridad, confinando, en el extremo, con terrorismos políticos o violencias obcecadas, espontáneas u organizadas. Tampoco existe ya verdadera libertad, cuando la seguridad interna es erigida en norma única y suprema de las relaciones entre la autoridad y los ciudadanos, como si ella fuera el único y principal medio de mantener la paz. No puede ignorarse, en este contexto, el problema de la represión sistemática o selectiva —acompañada de asesinatos y torturas, de desapariciones y exilios— de la cual son víctimas tantas personas, incluidos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos cristianos comprometidos en el servicio al prójimo.

 

(del Mensaje de Juan Pablo II para la XIV Jornada Mundial de la paz – 1 de enero de1981)

martes, 25 de julio de 2023

Entrevista a Stanisław Grygiel – Włodzimierz Redzioch (2 de 2)

 




Filosofo, periodista, alumno de Karol Wojtyla en la universidad católica de Lublin, Stanislaw Grygiel reflexionaba sobre la figura de Juan Pablo II . Amigo personal del papa polaco y profesor de antropología filosófica en el Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, Grygiel fue uno de los pensadores contemporáneos más agudos.  Nacido en 1934 en Zembrzyce (Polonia) se licencio en filosofía en la Pontificia Facultad de Filosofía de la Compañía de Jesus en Cracovia (1956) y en filología en la Universidad Jaguellonica (1961). Obtuvo su doctorado en Filosofia cuatro años después, bajo la supervisión y dirección de su tesis por el que mas tarde seria el Papa Juan PabloII. Entre 1962 y 1980 fue editor del mensual católico Znak. Tambien fue cofundador y director de la publicación trimestral Il Nuovo Aeropago. Grygiel falleció el 20 de febrero de este año a los 88 años.

 

 


De qué modo la falta de libertad religiosa en la Polonia comunista influía en los métodos pastorales de la Iglesia?

 

Al negar a la Iglesia toda forma de actividad pública, el régimen comunista paradójicamente la había obligado a vivir en las relaciones puramente personales.  Nuestro« estar juntos» lo debíamos ocultar, pues la policía trataba de obstaculizarlo e incluso de destruirlo. También gracias a esto, en la semiclandestinidad, las relaciones de amistad, de confianza reciproca, al hacerse cada vez más fuertes, nos revelaban la belleza de la Iglesia, una belleza que nos hacia libres de todo aquello que solo se puede poseer.  Dios se sirve también de aquellos que lo niegan.

 

Usted conoció en Cracovia la noticia de la elección de «su arzobispo» a la cátedra de Pedro y siguió las primeros meses de pontificado en Polonia.  ¿Que impacto tuvo la elección de Karol Wojtyla sobre la vida de los católicos polacos?

 

Sólo puedo repetir cosas ya sabidas. La primera reacción de los polacos fue de alegría, pero al alegrarse se dieron cuenta de las nuevas posibilidades que esa noche se habían abierto a su patria, a su Iglesia. Comprendieron que desde entonces en adelante la Iglesia ya no debería realizar su trabajo pastoral en la semiclandestinidad. Los católicos se volvieron más valientes y audaces: un signo elocuente de este cambio fueron las manifestaciones populares por las calles de las ciudades del país, que sin que nadie hubiera pedido permiso, duraron toda la noche del 16 de octubre de 1978.  Recuerdo las discusiones de aquella noche ocn mis amigos: estábamos convencidos de que las fronteras de Polonia con Occidente  se abrirían y que antes o después también políticamente Polonia saldría del bloque comunista. Antes se pensaba que el comunismo iba a durar aun generaciones, al ver como los intelectuales y los políticos occidentales se dejaban seducir por las palabras y por el dinero de la policía secreta soviética. ¡Cuántas veces precisamente ellos habían intentado convencernos de que debíamos adecuarnos al comunismo! Fue la primera peregrinación del Papa a Polonia en 1979 la que despertó en los polacos la esperanza un poco adormecida a causa de más de cuarenta años de comunismo. En suma, durante sus primeros años de pontificado comenzó a vislumbrarse la aurora de los tiempos nuevos, y no solo para Polonia.

 

Juan Pablo II llevo consigo a Roma todo su bagaje de experiencias pastorales. ¿Podría explicarnos como influyo este en su gran compromiso en el campo de la pastoral de la familia de los jóvenes,  de los ambientes intelectuales y políticos?

 

En Roma el cardenal Karol Wojtyla siguió estando con los demás como en Cracovia. No cambio nada en su comportamiento. No se imponía a nadie y, por otra parte, no se encerraba en lo que yo llamaría «aislamiento pontificio». Por esto podía absorber la fe, la esperanza y el amor de todos los que Dios encomendaba a su trabajo pastoral y expresar luego estos dones con la fuerza propia de la fe, de la esperanza y del amor de Pedro. No pronunciaba condenas, simplemente confesaba la fe de la Iglesia, procurando que todos llegaran a madurar, y él con ellos. Para Juan Pablo II la libertad del hombre era algo sagrado, algo que el había vivido y, por tanto, algo que había visto en la tinieblas de la ocupación de Polonia, primero por parte de los alemanes y, luego, de los rusos. Mirando el futro de la Iglesia aprovechaba cualquier ocasión para encontrarse con los matrimonios y sus familias. Su decisión de fundar el Instituto pontificio para estudios sobre el matrimonio y la familia fue profética.  Los que se habían habituado al aislamiento de los Pontífices se quedaron incuso escandalizados al asistir al abatimiento de las barreras erigidas en otro tiempo como símbolo de la dignidad petrina.  Juan Pablo II escribió numerosos textos Pero no era la palabra escrita lo que el trababa de da a los demás en todo buscad que subida se convirtiera en palabra, como Dios mismo lo había pensado para los demás.  Creo que el trabajo pastoral con frecuencia ha quedado ahogado por demasiado papel: hacer pastoral quiere decir apacentar, o sea, estar con el rebaño. Cristo no escribió ni siquiera una sola línea. El es la carta pastoral viva que nos envió el Dios vivo. Es él, y no un texto cualquiera, quien permanece con nosotros. A los hombres vivos Dios les manda hombres vivos, No es Dios de muertos.

 

¿Por qué Juan Pablo II se comprometió tanto en la promoción de los movimientos laicales?

 

Porque veía a la Iglesia como un gran movimiento, como un movimiento primordial Ya en Polonia había podido conocer algunos movimientos. Venían a nosotros, a escondidas, desde Occidente, representantes de varios movimientos, en particular de Comunión y Liberacon, de Notre Dame de Vie y de los Focolares. El metropolita de Cracovia cultivaba intensas relaciones con ellos. Recuerdo en particular la figura del padre Francesco Ricci de Forli. Tres años después de su muerte Pablo II me dijo: yo rezo or el padre Francesco Ricci cada dia durante la misa. Para el cardenal Wojtyla toda parroquia debería ser movimiento. De lo contrario no sería una parroquia viva. Para el cualquier grupo de personas reunidas en la Eucaristía celebrada por el sacerdote era movimiento eclesial Sin la presencia de la Eucaristía los movimientos no serian más que partidos políticos.

 

Quienes tuvieron la suerte de ser huéspedes de Juan Pablo II notaban que en el apartamento del Papa se respiraba el aire de familia. El pontífice no solo se rodeaba de secretarios, religiosas y colaboradores, sino también de muchos viejos amigos que frecuentaban el apartamento pontificio a mendo con sus familiares Su familia era una de las que el Papa acogía. ¿Qué recuerda de esos encuentros?

 

La sencillez y la bondad del Papa. Los diálogos con el eran intercambios de dones, el nos donaba la presencia de su persona y nosotros, al recibirla, teníamos la sensación de haberle donado la nuestra. Esperaba a los demás, los buscaba. Era para los demás. Y era un hombre fiel. Precisamente gracias a esta fidelidad para con los demás, con su ayuda él aprendió la verdad de la alianza que por amor dos personas establecen para siempre. Con el mismo respeto ofrecía su tiempo a los adultos y a los niños. Una vez durante una cena con él, mi hijo, que tenía entonces ocho años, me daba puntapiés por debajo de la mesa para darme a entender que ya quería volver a casa. El Santo Padre se percató de ello y le pregunto: «¿Qué te parece a ti?».  Mi hijo, con sinceridad, respondió:  «Me estoy aburriendo. l Quisiera volver a casa». Y el Papa dijo: «Tienes razón. Yo te invite a mi casa y no me estoy ocupando de ti. Discúlpame.» Y desde ese momento hasta el fin de la velada se puso a jugar y a bromear con el. Para mí fue una lección sobre lo que significa vivir para los demás y ser su pastor.

 

¿Que echa de menos de Juan Pablo II?

 

Nada, salvo de vez en cuando su presencia física. Todo lo que era esencial y propio de su persona sigue presente. Su muerte no destruyó nada. Nuestro diálogo continúa. En el corazón de la Iglesia, es decir, en la Eucaristía, no hay muertos.


(Fuente: L´Osservatore romano, 1 de mayo 2011)


lunes, 24 de julio de 2023

Entrevista a Stanisław Grygiel – Włodzimierz Redzioch (1 de 2)

 


Filosofo, periodista, alumno de Karol Wojtyla en la universidad católica de Lublin, Stanislaw Grygiel reflexionaba sobre la figura de Juan Pablo II . Amigo personal del papa polaco y profesor de antropología filosófica en el Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, Grygiel fue uno de los pensadores contemporáneos más agudos.  Nacido en 1934 en Zembrzyce (Polonia) se licencio en filosofía en la Pontificia Facultad de Filosofía de la Compañía de Jesus en Cracovia (1956) y en filología en la Universidad Jaguellonica (1961). Obtuvo su doctorado en Filosofia cuatro años después, bajo la supervisión y dirección de su tesis por el que mas tarde seria el Papa Juan PabloII. Entre 1962 y 1980 fue editor del mensual católico Znak. Tambien fue cofundador y director de la publicación trimestral Il Nuovo Aeropago. Grygiel falleció el 20 de febrero de este año a los 88 años.

 

Para comprender la actitud de Juan Pablo II respecto de los laicos es preciso conocer la actividad pastoral de Karol Wojtyla, primero sacerdote y luego obispo de Cracovia. Usted, profesor, estuvo muy unido al futuro Pontífice por lazos de amistad. Que es preciso conocer sobre el trabajo pastoral de Wojtyla con los laicos en Polonia?

 

La vida y el trabajo del hombre no sólo dependen de él, sino también del humus, que está constituido por la historia, el ambiente y la cultura. Ya se ha dicho mucho sobre la historia y la cultura polacas, sin las cuales no se puede comprender ni la persona de Juan Pablo II ni su acción pastoral. En cambio, es poco conocido el ambiente de Cracovia, las personas decisivas en su vida. Ante todo conviene recordar la figura de Jan Pietraszko, gran sacerdote y obispo, hoy siervo de Dios, que de alguna manera mostró al joven sacerdote Wojtyla el camino que lleva a los jóvenes.  El propio Juan Pablo II lo testimonió en el telegrama que envió a Cracovia al morir el obispo: «Tú me has abierto el camino que lleva a ellos». Recuerdo una cena con el Papa, y con el obispo Pieraszko, que le había llevado como regalo su último libro. En cierto momento, el Papa le dijo: «Obispo Jan, yo aprendo la teología de ti». Monseñor Pietraszko quedó sorprendido y al salir del apartamento pontifico nos pregunto a mi y a mi mujer: « El Papa lo dijo en serio, o bromeaba? Mis libros son para los párrocos». Pero el Papa, párroco del mudno entero, no había hablado en broma. Pietraszko fue uno de los más grandes maestros de la fe que la Iglesia polaca tuvo en el siglo pasado.

 

¿En qué consistía el método pastoral de monseñor Pietraszko?

 

No tenía ningún método conceptualmente elaborado. Sencillamente, estaba siempre presente entre nosotros, los jóvenes, en la iglesia y fuera de ella. Oraba con nosotros, comía con nosotros, meditaba con nosotros, se divertía con nosotros. Al mirarlo, veíamos en él un modo muy atractivo de estar en el mundo. Fascinados, buscábamos la fuente de la que él, de rodillas, sacaba agua. De un sacerdote que no está de rodillas se puede aprender a beber de botellas de productos elaborados, artificiales, pero nunca a beber agua pura de manantial.  Son ellos dos, Juan Pablo II y el obispo Pietraszko, quienes me hicieron ver cómo la cultura consiste en saber  cultivar la tierra en la que el hombre crece y madura para «resucitar», según la expresión de un gran poeta polaco a menudo citado por ellos, Cyprian Kamil Norwid.  La cultura, nos decían, no se reduce a la erudición. Más aun, no hay nada más peligroso para la sociedad que los eruditos sin la cultura que lleva a «resucitar».  La cultura o es pascual o no es cultura.  Gracias al modo como ellos estaban con nosotros nació una profunda amistad para siempre, no sólo entre ellos y nosotros, sino también entre nosotros mismos.  En esta amistad la ayuda, o si se prefiere, el trabajo pastoral era reciproco. Ellos ayudaban a los jóvenes y los jóvenes les ayudaban a ellos a buscar a Dios y a caminar hacia él.  El agricultor crece y madura juntamente con las plantas encomendadas a su cultivo. Esto lo sabían  muy bien nuestros dos obispos. Entre los amigos no hay barreras. Ellos estaban siempre accesibles y disponibles para nosotros. Podíamos ir a ellos cuando quisiéramos. Se podía llamar a su puerta incluso de noche. Las ovejas no piden audiencia a sus pastores, los siguen de dia y de noche. Si no pueden hacerlo, es signo de que son ovejas sin pastor.

 

Usted hablaba de la pastoral de la juventud, pero el futuro Pontífice se ocupaba también de las familias, de los estudiantes, de los intelectuales.

 

He dicho que los dos obispos crecían y maduraban juntamente con los jóvenes. Pero los jóvenes se casaban, y en consecuencia, ellos tuvieron que aprender a estar con los matrimonios, y luego con sus hijos, que consideraban como nietos espirituales.  Don Wojtyla comenzó su actividad pastoral con los jóvenes monaguillos en la parroquia de San Florián en Cracovia. Con el tiempo, los jóvenes se transformaron en profesores, médicos, abogados. Al igual que Pietraszko, también él se vio entonces obligado a ejercer la pastoral de los profesores, de los médicos, de los abogados de los jueces, etc.  De este modo, extendiendo su acción pastoral estos obispos nuestros tuvieron la oportunidad de comprender de modo originario, a través de la realidad viva más que a través de libros, lo que significa el término «laicado». Sobre todo bebieron «en la fuente»  la verdad del matrimonio, de la familia.

 

¿No se pueden enseñar estas cosas en el seminario?

 

A vivir se aprende viviendo. A hacer haciendo. El problema es si los superiores del seminario saben o no saben estar juntamente con sus seminaristas. Si saben cultivar la tierra en la que ellos mismos y los seminaristas tienen la posibilidad de crecer y madurar. La pastoral no es una teoría, sino una convivencia. Las teorías son para aprenderlas de memoria. La pastoral exige la sabiduría que nace en los hombres presentes mutuamente. El conocimiento de las teorías incluso puede obstaculizar la presencia recíproca d personas, o sea, las teorías de la pastoral pueden destruir la pastoral misma. Sobre la pastoral se puede discutir, organizar congresos, publicar muchos documentos, pero la verdadera pastoral es el intercambio de dones entre el sacerdote y el fiel. Esto Wojtyla lo sabía muy bien.

 

(Fuente: L´Osservatore romano, 1 de mayo 2011)

 

Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia


La Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia (UCV) acaba de publicar el libro del Congreso Internacional Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia, que se celebró en noviembre de 2021.

La publicación reúne las ponencias, comunicaciones especiales y reflexiones que se desarrollaron durante el XIX Simposio de Teología Histórica de la Facultad de Teología de Valencia. Este encuentro sirvió para conmemorar el 25 aniversario de la encíclica Ut unum sint. Sobre el empeño ecuménico de san Juan Pablo II.

Tal y como explica uno de los directores del congreso, el profesor Andrés Valencia, el camino ecuménico que la Iglesia católica ha emprendido desde el Concilio Vaticano II «es un compromiso que no tiene marcha atrás». El Concilio «anima e inspira a toda la Iglesia a buscar caminos hacia la unidad plena y visible».

El XIX Simposio de Teología Histórica tuvo como objetivo «repasar y evaluar» los 25 años de camino ecuménico. «Las ponencias y reflexiones que presentamos en este libro», señala Valencia, «son el reflejo del progreso y también de las limitaciones que el camino ecuménico trae consigo».

El congreso internacional trabajó sobre los temas que marcan la agenda ecuménica, la cuestión sobre la verdad, el primado, la eucaristía, la eclesiología y, con ello, los ministerios.

«Aún queda camino por recorrer», reconoce el director de la Cátedra de ecumenismo Yves Congar, «lo que implica aumentar los esfuerzos de diálogo y cercanía a todos los niveles en una actitud de escucha».

«En este camino es importante encontrar espacios para superar las barreras que hacen difícil el camino», añade Andrés Valencia. «Encontrar una visión común de unidad es el desafío al que el ecumenismo se enfrenta hoy en día. Esto será posible a través de un diálogo sincero y verdadero».

 

Título: Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia

Año de publicación: 2023

Colección: Series Valentina, nº 78

Publica: Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

Edita: SIFTEL, Facultad de Teología San Vicente Ferrer – UCV

I.S.B.N. 978-84-86067-75-5

 

(Fuente: UCV – Facultad de teología San Vicente Ferrer)  

viernes, 21 de julio de 2023

Catequesis y mandato – Juan Pablo II

 


Se nos ha impartido el mandato de « ir y enseñar a todos los pueblos» (Mt 28, 19-20). En el contexto social de hoy podemos realizar esa tarea sobre todo mediante la catequesis. La catequesis debe nacer tanto de la meditación sobre el Evangelio como de la comprensión de las realidades de este mundo. Hay que comprender las experiencias de los hombres y el leguaje con el que se comunican entre si. . Esta es la gran tarea de la Iglesia. En particular, es necesario que los pastores sean generosos en la siembra, aunque luego sean otros quienes recojan el fruto de su fatiga. «Y yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador está recibiendo su salario y almacenando fruto para la vida eterna: y asi se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio “Uno siembra y otro siega”. Yo os envío a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron; vosotros recibiréis el fruto de sus sudores» (Jn4, 35-38).

 

Sabemos que en la catequesis no se pueden usar solo conceptos abstractos. Estos conceptos son necesarios, porque  cuando hablamos de las realidades sobrenaturales no es posible evitar conceptos filosóficos. Sin embargo, para la catequesis lo primero es el hombre y el encuentro con él en los símbolos de la fe. Es siempre amor y responsabilidad, una responsabilidad que nace del amor por aquellos que uno encuentra a lo largo del camino.

 

El Catecismo de la Iglesia católica, que en 1992 me fue presentado para su aprobación, nació de la voluntad de hacer que el lenguaje de la fe fuera más accesible a los hombres de hoy.  Es muy significativa la imagen del Buen Pastor que se puso como «logo» en la portada de las ediciones del Catecismo. Ese logotipo proviene de una lápida sepulcral cristiana del siglo III hallada en las Catacumbas de Domitila. Como indica expresamente, «la figura sugiere algunos aspectos que caracterizan el presente Catecismo: Jesucristo, Buen Pastor, que guía y protege a sus fieles (las ovejas) con su autoridad (el cayado), les atrae con la sinfonía melodiosa de la verdad (la flauta) y les hace reposar a la sombra del “árbol de la vida” (su Cruz redentora que abre las puertas del Paraíso)» (comentario al «logo» en el interior del Catecismo). En la imagen se puede percibir la solicitud del pastor por cada oveja.  Una solicitud llena de paciencia, toda la que haga falta para llegar al hombre individual del modo más apropiado para él. Una que incluye también el don de lenguas, el don de hablar con un lenguaje comprensible para nuestros fieles. Para conseguirlo podemos implorar el Espíritu Santo.

 

(…)

 

Hoy hace falta mucha imaginación para aprender a dialogar sobre la fe y sobre las cuestiones más fundamentales para el hombre. Se necesitan personas que amen y que piensen, porque la imaginación vive del amor y del pensamiento, y ella, a su vez, alimenta nuestros pensamiento y enciendo nuestro amor.

 

(Juan Pablo II: ¡Levantaos! ¡Vamos! p.98/100, Editorial Sudamericana, 2004

miércoles, 19 de julio de 2023

Karol Wojtyla narrado a través de los ojos de su portavoz Joaquin Navarro-Valls - Alessandro Gisotti

 


Se han publicado las memorias póstumas de Joaquín Navarro-Valls, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede durante más de veinte años. El volumen ofrece la posibilidad de enriquecer el conocimiento del perfil humano de Juan Pablo II, pero también es un texto valioso a nivel historiográfico y para quienes se dedican a la comunicación institucional

 

Alessandro Gisotti - Ciudad del Vaticano

¿Se ha dicho y escrito todo sobre Juan Pablo II? Ciertamente, la extraordinaria extensión de su pontificado y su protagonismo en la historia del siglo XX han hecho que todos sus discursos y gestos públicos hayan sido relatados, interpretados y comentados. Sin embargo, las memorias póstumas de su carismático portavoz, Joaquín Navarro-Valls, publicadas en España hace unos días por Editorial Planeta con el título "Mis años con Juan Pablo II" nos ofrecen una mirada cercana a Karol Wojtyla, rica en anécdotas e historias inéditas que enriquecen nuestro conocimiento del perfil humano del gran Pontífice polaco. Las "notas personales" -recopiladas a lo largo de más de veinte años como director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede- han sido editadas por un grupo de profesores de la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz del Opus Dei (de la que Navarro-Valls formaba parte), encabezados por Diego Contreras, quien en la presentación del voluminoso libro -casi 600 páginas- señala que el portavoz pidió, "por si fueran de interés para alguien", que sus memorias no se publicaran hasta después de su muerte (ocurrida en julio de 2017). Y ello, apunta Contreras, también para evitar que su experiencia apareciera como 'modelo' comunicativo de la Santa Sede en un momento en el que se estaba poniendo en marcha la reorganización de la comunicación vaticana.

 

A pesar del tamaño del volumen, la lectura fluye rápida y emocionante. La escritura de Navarro-Valls, que fue un apreciado periodista del diario español ABC antes de llegar al Vaticano en 1984, es clara y convincente, y tiene el mérito de dejarnos "ver" no sólo al protagonista de su historia -el Papa al que quería "como a un padre"-, sino también a algunas de las personalidades más relevantes de la Iglesia posterior al Concilio, de la Madre Teresa a Ratzinger, de Casaroli a Tauran. No menos interesantes son las consideraciones sobre las grandes figuras de la historia que Navarro-Valls conoció en aquellos años, de Reagan a Gorbachov, de Havel a Fidel Castro, lo que hace que este texto sea también interesante desde el punto de vista historiográfico. Lo que llama la atención desde las primeras páginas es la estrecha relación con Karol Wojtyla (y sus colaboradores) consolidada a lo largo del tiempo por innumerables encuentros, no sólo de trabajo, y los periodos de vacaciones pasados en la montaña con el Papa (en Trentino y luego en Valle d'Aosta) que son quizá la parte más bella de toda la obra. Esta confianza que Juan Pablo II tenía en él -señala Navarro-Valls en sus notas antes de pasar el testigo a su estimado sucesor, el padre Federico Lombardi, "le permitía mantener el pulso de las cosas y adaptar lo que comunicaba". El portavoz vaticano reconoce que fue un "privilegiado" por poder trabajar con acceso directo al Pontífice, pero aún más por haber podido ver "de cerca a un hombre santo".


(Leer completo: Vatican News)

 


martes, 18 de julio de 2023

El verdadero amor se aprende sobre todo rezando.

 


En una publicación de Totus Tuus (boletín mensual de la Postulación de la Causa de Juan Pablo II) su entonces director (el Boletin dejo de publicarse) Angelo Zema, escribía en el editorial sobre el valor que Karol Wojtyla siempre le dio a la familia:

 Perdió a su madre a los nueve años, al hermano mayor a los 12; cuando tenía 21 perdió también a su padre. Y a pesar de no haber crecido en una familia completa, Karol Wojtyla creyó siempre en la familia, en la gran fuerza del amor humano que es capaz de expresar. Sabemos cuántas veces lo escribió, dijo y comunico con su persona entera, en la constante atención a las familias de todo el mundo.

Me he preguntado siempre sobre esto, que en cierto sentido es un “misterio”, y me y me temo que los psicólogos y otros expertos se encontrarían en dificultad para dar una respuesta adecuada. A este sufrimiento de Wojtyla niño y adolescente, y a su amor por la familia y a la confianza en la familia, no es suficiente acercarse racionalmente, como nos acostumbran las ciencias humanas. Aquí se ve, con claridad, la constante presencia de Otro. La compañía de  un Padre, misericordioso y fiel, y de una Madre, que lo han acompañado toda la vida, desde los primeros años;  y se ve también por otra parte la filial adhesión de Karol al misterio, comenzando por la intensa vida de oración, por la intima confianza con la Familia de Dios.

Nos lo confirman, por si fuera necesario, las palabras del cardenal Stanislaw Dziwisz, por decenios fiel colaborador de Juan Pablo II, en ocasión de la primera sesión del Tribunal de Cracovia (4 de noviembre 2005) para la causa de beatificación y canonización; “El Santo Padre estuvo siempre, desde su infancia hasta el último instante de su vida, de rodillas ante la majestad de Dios. Estar de rodillas ante Dios significa tener conciencia de Su infinita grandeza, y al mismo tiempo de Su cercanía al hombre…. El amor a la oración lo aprendió en la casa paterna y en concreto de su padre cuya vida, después de la muerte prematura de su esposa, se transformó aun mas en una vida de constante oración..”. Cuando el hijo se despertaba por la noche, encontraba a su padre arrodillado, asi como lo encontraba también en la iglesia parroquial (Juan Pablo II Don y misterio)

En la casa paterna y en la parroquia, Kaol Wojtyla cultivó siempre aquella devoción mariana, que, como todos sabemos, lo acompaño hasta el final.

 (…)

Del valor de la oración en familia, Juan Pablo II habló en numerosas ocasiones, en particular en la Carta a las familias   «El “verdadero amor” se aprende – escribió en ese documento – sobre todo rezando. La oración, en efecto, implica siempre una especie de retiro interior con Cristo en Dios… Solamente en un semejante retiro actúa el Espíritu Santo, fuente de verdadero amor» EL cardenal Dziwisz ha subrayado que en el corazón del Pontífice quedaron grabadas profundamente las palabras de San Anselmo: «Os alimento de lo mismo que vivo yo.» Y de oración alimento a todas las familias.  

 (…)

Juan Pablo II alimentó a las familias con su fe eucarística. Ahora desde la casa del Padre, estamos seguros que la nutre con su oración.

Angelo Zema, TotusTuus Nr 4, julio agosto 2006

viernes, 14 de julio de 2023

El espíritu carmelitano de Karol Wojtyla

 

El 7 de junio de 1979 Karol Wojtyla, ya como Papa Juan Pablo II en un discurso muy emotivo demostraba el enorme cariño por su ciudad de origen y decía que llegaba “con gran emoción a la ciudad en que nací, a la parroquia en que fui bautizado y acogido para formar parte de la comunidad eclesial, al ambiente al que estuve vinculado durante 18 años de mi vida: desde el nacimiento hasta el examen de madurez.

  


(izq. Santuario de San José, en el medio estatua en honor a San Rafael Kalinowski, al fondo convento carmelitano)

Evidentemente no hubo tiempo entonces en acercarse a su querido Santuario de San Jose, parte del Monasterio de los padres carmelitanos, que habían llegado a Wadowice en 1892 y entre  1897/1899 construyeron en “la colina” una iglesia y un monasterio. El arquitecto de la iglesia y prior de la comunidad carmelita había sido San Rafael Kalinowski. En esta Iglesia después de su primera comunión Karol recibió el escapulario de manos del padre Sebastián y la iglesia guarda uno de sus escapularios expuesto en un relicario como un preciado tesoro.

Fue recién durante su viaje de 1983 que pudo rendir el correspondiente  homenaje,  si bien no en Wadowice, sino en Cracovia, beatificando al padre Rafael Kalinowski, aquel mártir del confesionario”,  que había comenzado su vida carmelitana tardíamente, a los 42 años,  y fue proclamado santo en Roma el 17 de noviembre de 1991, con ocasión de un aniversario por cierto significativo: el IV Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. 

Karol Wojtyla no solía hablar mucho de su propia vida  y de lo que le había acontecido, es por sus amigos, compañeros y maestros que han quedado registrados detalles.   Es así que en Boniecki (Kalendarium) leemos que después de haber sido consagrado obispo visitó su querido convento de “Na Gorce” (en la colina) en Wadowice y su visita quedo anotada en el Convento  con el siguiente comentario firmado por el padre carmelita Boguslaw Woznicki:  “Al visitar el seminario carmelitano ya como obispo auxiliar, inmediatamente después de su consagración, nos decía ” Me alegra compartir con ustedes mi devoción a la Virgen Maria, Madre del Escapulario. Siempre llevo el escapulario que recibí de manos del padre Sylvester el dia de mi primera comunión y si bien vivía casi pegado a la iglesia parroquial, siempre he permanecido muy unido a vuestra iglesia “en la colina” . Entre todos los servicios que encantaban a mi alma de niño, uno de los más preciados era la novena preparatoria a la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, durante las vacaciones de verano. En aquellos días no solíamos irnos de vacaciones como ahora.  Yo pasaba mis vacaciones en Wadowice y nunca me perdía la novena durante los años que viví allí. A veces era difícil dejar los amigos, dejar las refrescantes olas del rio Skawa,  pero el poderoso toque de las campanas carmelitanas era más fuerte,  penetraba hasta el alma y así dejaba todo y partía.  Debo reconocer que yo vivía casi pegado a la iglesia de Wadowice, pero “creci” al amparo de la Iglesia de San José.     

 


Durante sus primeros años de vida en Cracovia fue Jan Tyranowski quien afirmó su devoción carmelitana introduciéndolo en los escritos de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Ávila, tal como Juan Pablo II reconoce en Don y Misterio.  Este sastre,  un laico contemplativo  (que formo un grupo de jóvenes llamado rosario viviente) introdujo a Karol a la espiritualidad carmelitana y sobre todo en el conocimiento del místico español San Juan de la Cruz. El sastre intuyó cuanto podía influir la vida de San Juan de la Cruz en este otro poeta y no se equivocó pues Karol Wojtyla estudiará el español para comprenderlo mejor y escribirá más tarde su obra doctoral  La fe segùn San Juan de la Cruz.  El traductor al español de la obra nos dice que en 1964, Karol Wojtyla encontrará en su camino universitario no al estudiante de Salamanca, sino al santo y al doctor de la Iglesia." 

En Don y Misterio Juan Pablo II además nos cuenta que en Cracovia se “acrecentó su interés por la espiritualidad carmelitana….en la calle Rakowicka, había un monasterio de Padres Carmelitas Descalzos. Tenía contactos con ellos y una vez hice allí mis Ejercicios Espirituales, con la ayuda del P. Leonardo de la Dolorosa. Durante un cierto tiempo consideré la posibilidad de entrar en el Carmelo. Las dudas fueron resueltas por el Arzobispo Cardenal Sapieha, quien -con el estilo que lo caracterizaba- dijo escuetamente: "Es preciso acabar antes lo que se ha comenzado''. Y así fue. “

Su sentir con el Carmelo fue constante y viviente.  Cito aquí solo algunos ejemplos: su visita alCarmelo de Lisieux donde en su discurso demostraba su profunda cercanía y admiración por la orden.  al igual que su visita en 1982 a las religiosas carmelitas de Avila,     como asi también  su discurso con ocasión del acto de clausura del IV centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús. 

Podría citar muchas otras fuentes y comentarios, pero sería repetir un poco lo ya publicado en este blog,  entre cuyas experiencias más fuertes para mí personalmente fue aquel increíble momento de la visita a Santa Maria in Traspontina en Roma.   

 

Magisterio de Juan Pablo II – padre Ricardo Mazza

 


El padre Ricardo Mazza (ver contactos al final del artículo) me envió, en su momento,  un escrito suyo Juan Pablo II “El Grande” de abril del 2005, cuando despedíamos a Juan Pablo II, y que contiene referencias y brevísimos comentarios acerca de algunos documentos puntuales de su pontificado y puede ser de gran ayuda para quien quiera profundizar en el magisterio de Juan Pablo II. Por eso vuelvo a publicarlo con enlaces incluidos.  Gracias nuevamente padre Mazza.

... El se supo amado desde el principio de su vida, de allí su defensa de toda vida humana como signo del amor del Padre, y respondió también con el amor del que da todo de sí, sin reservarse nada….


Estuvo cerca de los niños, recibiéndolos con cariño…. ¡Qué amor a la vida demostró siempre Juan Pablo II! De ahí su regalo para los hombres de buena voluntad en la Encíclica Evangelium Vitae (el Evangelio de la Vida-25/3/95)


….luchó señalando la malicia de la manipulación genética, publicándose bajo su pontificado la Instrucción de la Congregación para la doctrina de la Fe, “Donum Vitae” (el don de la vida, 22/2/1987)…..


Ante un mundo marcado por el hedonismo y la huída del dolor, que busca patológicamente el placer por el placer mismo, el papa señala el valor salvífico del dolor (Carta Apostólica Salvifici Doloris (11/2/1984), mirando a la cruz de Cristo que redime, purifica y prepara el camino de la resurrección


Es el Cristo Redentor de los Hombres (primera Encíclica “Redemptor Hominis” (4/3/1979) el que incansablemente presenta al mundo de nuestro tiempo como camino para llegar al Padre y como verdad que permite conocer el misterio del mismo hombre.


En ese amor servicial a los hombres estuvo presente siempre en clave de imprescindible, el papel de la familia como ámbito natural en el que nacen los hombres, se desarrollan como hijos de Dios, crecen en el señorío de sí mismos y se preparan para su inserción en el mundo ( Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (22/11/1981) ; Carta a las Familias (Gratissimam sane (2/2/1994), y Carta de los derechos de la Familia
Siempre fiel a la verdad, se señala al mundo, bajo su pontificado, cuál es la verdad sobre el hombre y cuáles son las formas que degradan a la familia, y por lo tanto impiden un crecimiento armónico de sus miembros (“Homosexualitatis problema”(Congregación para la doctrina de la Fe – 1º de Octubre de 1986), “Familia, Matrimonio y Uniones de Hecho” Pontificio Consejo para la Familia (26/7/2000), (“Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales” -Congregación para la doctrina de la fe. 3/6/2003)


En conexión con la familia, no podía estar olvidada la figura de la mujer y su vocación a la maternidad o a la virginidad, a la vista del modelo de mujer, la Madre del Señor, y descubriendo la realidad creatural varón y mujer, que permite profundizar en la verdad sobre la persona humana, a la cual busca desdibujar la nefasta concepción de la perspectiva de género (Carta Apostólica “Mulieris Dignitatem”(la dignidad de la mujer) 15/8/l988)


Ante el hombre que se interroga sobre el sentido de las cosas y de su propia existencia, responde el papa con la Encíclica “Fides et Ratio” (La fe y la razón- 14/9/1998).
A los católicos que quieren vivir seriamente su vocación laical en la vida política les dejará enseñanzas precisas que de alguna manera, muchas veces implica un llamado al testimonio martirial de la verdad (Encíclica Evangelium Vitae nºs 68-74, y 78-101, Enc. Veritatis Splendor nºs 84-108; nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, 24/11/2002.)
Frente a una concepción de la moral en la que se desliga la libertad de la verdad y se reduce al hombre a su subjetividad, con una conciencia creativa de valores , en la que no se hace responsable de sus actos intrínsecamente malos, considerados pre-morales, el papa responde con la Encíclica “Veritatis Splendor” (El Esplendor de la Verdad (6/8/1993).


Ante la propia experiencia vivida en el mundo obrero, junto al clamor sufriente de tantos por las injusticias agobiantes del corazón humano, Juan Pablo II nos enriquece con su profusa enseñanza social ( Encíclicas Laborem Exercens (14/9/1981), Sollicitudo rei socialis(30/12/1987 Centesimus annus (1991) y variados documentos y discursos de carácter social.


La conexión entre Juan Pablo II y los jóvenes fue una realidad que todos hemos percibido en el transcurso de su pontificado. No dejó de mostrarle a Cristo de una manera especial, no aguó la exigencia del Evangelio para atraerlos, sino por el contrario, el llamado a la heroicidad fue constante.


Y así, el pontífice les decía a los jóvenes que “ si el hombre es el camino fundamental y cotidiano de la Iglesia, entonces se comprende bien por qué la Iglesia atribuye una especial importancia al período de la juventud como una etapa clave de la vida de cada hombre..(Ya que)..en vosotros está la esperanza, porque pertenecéis al futuro, y el futuro os pertenece”, ( Carta Apostólica con ocasión del año internacional de la juventud (31/3/1985)


Y si el Hijo de Dios estuvo presente en la primera Encíclica de su pontificado (Redemptor hominis donándose como alimento y presencia en la Eucaristía (Ecclesia de Eucharistia –17/4/2003-), no podía dejar de lado la paternidad misericordiosa de Dios en “Dives in Misericordia”(30/11/1980) (rico en misericordia), a quien todo se orienta, ni olvidar la acción del Espíritu en “Dominum et vivificantem” (18/5/1986) en unión con la Madre de Jesús que nos acompaña en el peregrinar de la Iglesia ( Encíclica Redemptoris Mater (25/3/1987) , bajo la mirada del glorioso Patriarca San José (Exhort. Apostólica Redemptoris Custos (Custodio del Redentor, 15/8/1989), y llamados a la unidad de todos los cristianos (Encíclica Ut Unum Sint - Que todos sean uno, 25/5/1995)


Y de este modo, Juan Pablo II, invitándonos permanentemente a la reconciliación con Dios y nuestros hermanos (Exhort. Apostólica “Reconciliación y Penitencia”- 2/12/84), nos deja un limpio sendero a transitar por el que podamos crecer como hijos de Dios, evangelizar al mundo de hoy (Enc. Redemptoris Missio (7/12/90)
y así llegar al fin de nuestros días como él lo hizo diciendo “soy feliz.”


(1)Artículo escrito el 10 abril de 2005.
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ribamazza@gmail.com.
http://ricardomazza.blogspot.com/

 

 

jueves, 13 de julio de 2023

Las »raíces« hebreas de Juan Pablo II – Stanislaw Dziwisz (2 de 2)

 


 (de la conversación con Gian Franco Svidercoschi - Una vida con Karol)

 

(Svidercoschi) Ahora se podrá entender mejor porque, siendo ya Papa, Karol Wojtyla fue a Oswiecim (Auschwitz) a decir: «No podía dejar de venir aquí». Y por que hizo lo que, en dos mil años de historia, no había hecho jamás ningún jefe de la Iglesia católica: entrar en una sinagoga. Cumpliendo un gesto histórico de solidaridad y de reparación hacia todos los judíos, los de todas las épocas.

 

(Dziwisz) En febrero de 1981 el Santo Padre fue a haer una visita pastoral a una parroquia romana, San Carlos en Catinari. Como no estaba muy lejos del barrio del gueto, se organizó un encuentro entre el Papa y el rabino, Elio Toaff, en la sacristía. Todo muy privado, muy breve, pero también por primera veza. El hielo ya estaba roto.

Cinco años después, siempre en febrero, Juan Pablo II estaba hablando con sus colaboradores, durante la comida, sobre un futuro viaje a Estados Unidos. El arzobispo de Los Angeles le había propuesto al Pontífice que visitara la sinagoga de la ciudad. Al llegar a ese punto, alguien saltó «Santo Padre, porque no empieza por su diócesis»)?

Y así, comenzó por Roma. Satisfaciendo un deseo que, por otro lado, Juan Pablo II alimentaba desde hacia tiempo.

 

Hacía falta un Papa como él, hijo de una nación que también había experimentado trágicamente la barbarie de la guerra y de los campos de concentración, para repetir las afirmaciones del Concilio contra la Shoá, contra el antisemitismo. Afirmaciones que, hechas allí, en la sinagoga de Roma, asumían sin embargo un valor rompedor

 

Es verdad. Hacía falta un Papa como él, con su historia, para hablar de forma creíble acerca de las raíces hebreas del cristianismo, para recordar y volver a proponer la unión espiritual que une indeleblemente a judíos y cristianos.

Hacía falta un Papa como él, que siempre ha considerado el catolicismo en la misma línea del Antiguo Testamento, y así lo ha vivido siempre, para rezar junto a los hermanos mayores, como los ha llamado, aludiendo a su fe, a su gran amor por las Sagradas Escrituras.

Y para el santo Padre, al final de la visita, no podía haber mejor resultado que las palabras que le dirigió el rabino Toaff en el coloquio privado, extraoficialmente: «Los judíos os estamos muy agradecidos a los católicos porque habéis difundido por el mundo la idea del Dios  monoteísta.»

 

Por fin, judíos y cristianos, podían comenzar a caminar juntos. Aunque no sin dificultades y controversias. Como cuando se abrió un convento de carmelitas en Oswiecim (Auschwitz). O ante las críticas por parte de los judíos a las reticencias (o a lo que juzgaron como tales) de los documentos vaticanos a la hora de reconsiderar la historia pasada, especialmente  el pontificado de Pio XII y sus presuntos «silencios».

Pero Juan Pablo II siempre conseguía acallar las críticas con palabras contundentes, definitivas. Admitiendo la excesiva blandura de la resistencia e spiritual de muchos cristianos ante el nazismo. Rubricando lo irrevocable de la elección divina del pueblo judío, y el carácter único y especifico de la Shoá.

Hasta que al fin, durante el Jubileo de 2000, llego el momento de la peregrinación a Tierra Santa.

 

Cuando entramos en el mausoleo de Yad Vashem, comprendí por la emoción que se leía en su rostro por que el Santo Padre tenía tanto interés en realizar esa visita. Y creo que ea emoción era solo  una ínfima parte de los sentimientos que experimentaba por dentro. Y que compartía con sus amigos judíos, que estaban a su lado.

Quizá, digo, porque sólo lo imagino, quizá el Santo Padre, sintiendo que se aproximaba el fin, pensaba que no había hecho lo suficiente para honrar a las víctimas de la Shoá, para condenar todo cuanto (hombres e ideología) había originado aquella tragedia. Y por eso esperaba con impaciencia el momento de entrar en el Memorial para rezar una oración en memoria de los seis millones de  judíos asesinados solo porque eran judíos. Y entre esos seis millones, una cifra estremecedora: casi un millón y medio de niños.

Y allí, con aquel peso terrible encima, la osa más justa que se podía hacer fue, como hizo el Santo Padre, reducirlas palabras al máximo y dejar, en cambio que «hablase» el silencio. El silencio del corazón. El silencio de la memoria.

En ese momento, como si quisiera apoyarlo y expresarle que entendía perfectamente lo que estaba sintiendo, el primer ministro israelí, Ehud Barak, se acerco al Papa: «No hubiera podido decir usted más de lo que ha dicho!»

Y ahora, siguiendo el hilo de los recuerdos, quisiera rememorar otro gran gesto del Santo Padre. No un gesto dirigido a los medios, no un gesto público, sino un gesto que nacia de su profunda fe. Hablo de la visita al Muro de las Lamentaciones.

El Santo Padre leyó en voz baja el folleto que tenia entre las manos: era la petición de perdón al pueblo judío que ya había sido leída en San Pedro y que el había querido llevar allí. Avanzo unos pasos y metió la pequeña hoja de papel en una de las hendiduras del Muro.

Me pregunte qué significado tendría para los judíos aquella imagen. La respuesta la obtuve pocos días después, leyendo un periódico. Había una declaracion de Elie Wiesel, judío. Premio Noble de la Paz: «Cuando era pequeño me daba miedo pasar delante de una iglesia, ahora todo ha cambiado…»

 

Las »raíces« hebreas de Juan Pablo II – Stanislaw Dziwisz (1 de 2)

 


 

(de la conversacion con Gian Franco Svidercoschi - Una vida con Karol )

 

(Svidercoschi) Existe una extraordinaria continuidad entre el Wojtyla de los años polacos y el Wojtyla pontífice. Continuidad en la actuación, en los gestos, hasta en las palabras. Como si las experiencias vividas en su juventud, y luego como sacerdote y obispo, hubieran sido las «etapas» obligadas, necesarias, para prepararse para las responsabilidades del pontificado.

(Dziwisz) Pienso de hecho, que todo lo que Karol Wojtyla trajo consigo, la doctrina, la ciencia, el saber, la santidad, la forma de observar el mundo, y también sus mayores preocupaciones como obispo, la familia, los jóvenes, los derechos humanos, la ortodoxia doctrinal, la instrucción del clero, todo lo que aportó, su contribución, podríamos decir, como Papa, lo ha vivido y madurado en la dimensión de la universalidad, hasta transformarlo en ese algo profundamente nuevo que permitió que su pontificado estuviera caracterizado por el signo del cambio.

 

Pero de todas sus experiencias polacas hay probablemente una que, más que las otras, podrá ayudarnos a entender lo que ha hecho después, ya en la cátedra de San Pedro. El primer Papa que ha entrado en una sinagoga, que más se ha preocupado por «purificar» los conocimientos del catolicismo sobre el judaísmo, y que ha pronunciado palabras más duras contra el antisemitismo es el mismo Wojtyla que, ya desde niño, en Wadowice, su lugar natal, estaba acostumbrado a convivir diariamente con los judíos.

 

Wadowice  contaba entonces casi con diez mil habitantes, y un tercio lo componían los judíos, que se sentían totalmente polacos, grandes patriotas. Católicos y hebreos vivían en un clima de serenidad, sin conflictos.  Así, a través de una práctica cotidiana hecha de amistad, de estima y de tolerancia, Karol Wojtyla pudo conocer el judaísmo desde dentro. También en el plano religioso, espiritual.  Ya entonces había empezado a madurar en él la idea de que judíos y católicos estaban unidos por la consciencia de que rezan al mismo Dios.

 

 

El propietario del apartamento de los Wojtyla era judío. Karol tenia compañeros de clase judíos, como Zygmunt y Leopold. Jugaba a la pelota con amigos judíos, como Poldek, el músico, sin que notase diferencia alguan etnre ellos. Era judía su amiga del piso de arriba, Ginka, un poco mayor que el, y que lo aficiono al teatro. Y gabiua otra familia judía a la que Karol veía con frecuencia, los Kluger, sobre todo a Jerzy, al que había conocido en primero de primaria y que era uno de sus mejores amigos.

 

Karol y Jerzy, mejor dicho, Lolek y Jurek, como solían llamarse el uno al otro, estuvieron en la misma clase hasta que terminaron el instituto. En esa época solían ir mucho a sus respectivas casas, Jurek iba a casa de los Wojtyla  porque el padre de Lolek, el «Señor Capitan», le ayudaba a hacer los deberes.  Lolek iba a casa de Jurek a escuchar la radio o el cuarteto musical que dirigía el propio abogado Kluger, que también era el presidente de la comunidad judía local. Y luego estaba la abuela de Jurek, la señora Huppert,  que deba frecuentes paseos con el párroco, monseñor Prochownik, por la plaza principal, hasta que se sentaban en  un banco a hablar tan alto que Cwiek, el único policía del pueblo, tenía que quedarse allí de guardia para alejar a los curiosos que se paraban a escuchar.

Así era la vida cotidiana en Wadowice.

 

Hay un segundo aspecto que explica las «raíces hebreas», por asi decirlo, de este Papa.  Cuando estallo la Segunda Guerra Mundial, el vivió  de cerca, aunque fuera de forma indirecta, aquella tragedia espantosa: «la solución final», como fue llamado el plan destinado a que la raza judía desapareciera de Europa.

 

Karol se enteró después, cuando ya había terminado la guerra, de que muchos amigos suyos habían muerto en el frente y también en los campos de concentración nazis.  Supo que la Shoá, el exterminio del pueblo judío, se había consumado en su misma tierra, la tierra polaca. Y se quedo tan impresionado que siempre llevo dentro de sí el recuerdo de aquella terrible experiencia.

 

También parte de la familia Kluger fue aniquilada por la locura nazi. La madre de Jurek, su hermana de veinte años, Tesia, y la abuela desaparecieron en los campos de concentración. Jurek combatió en Italia en el ejército del general Anders; al terminar la guerra, se caso y se fue a vivir a Roma. Y allí, inesperadamente, se encontró un dia con su viejo amigo Lolek, que se había convertido en arzobispo de Cracovia.

 

Y fue una amistad que no se interrumpió jamás, ni siquiera después de que Wojtyla fuese elegido Papa. El Santo Padre lo invitaba con frecuencia, a él y a su familia, a comer o a cenar. Seguían hablándose de tu, como dos compañeros de escuela. El ingeniero Kluger trataba al Papa como si fuera uno más de su familia, y el Papa se sentía realmente uno de ellos. Bautizo a su nieta, bendijo el matrimonio de la joven, llego hasta a bautizar a la hija de ésta. Una amistad autentica! La amistad de toda una vida!