Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 25 de mayo de 2016

25 de Mayo Oración por la patria

En su declaración de la 95ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (Pilar, 8 de abril de 2008) nuestros Obispos, compartiendo “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias del pueblo al que pertenecemos y servimos”, nos invitaban a retomar la “oración por la Patria” en aquella hora delicada y providencial de nuestra vida nacional:


Oración por la patria

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén

martes, 24 de mayo de 2016

Maria Auxiliadora - Marija Pomagaj Brezje, Eslovenia


“Me alegra rezar hoy con vosotros la oración mariana del Regina coeli al término de una celebración litúrgica tan solemne. Y junto con vosotros me dirijo con confianza a María, encomendándole a Eslovenia, que celebra el 1.250 aniversario de su evangelización. Estos son días de acción de gracias al Señor por el tesoro inestimable de la fe.
El cristianismo ha impreso en la cultura eslovena una huella indeleble, y el texto escrito más antiguo en lengua eslovena es, precisamente, una oración.
Eslovenia, ilustre nación situada en el centro de Europa, sé fiel al Evangelio que has recibido. Sé levadura de concordia y de convivencia pacífica entre los pueblos.”


In vito visitar posts etiquetados Marija Pomagaj (Maria Auxiliadora de los eslovenos)

viernes, 20 de mayo de 2016

La caricia de Dios - Testimonio


Domingo 2 de abril de 2006, primer aniversario de la muerte del Santo Padre Juan Pablo II. En una celebración privada en la parroquia de San Benedicto de Verona, yo, Adriana, renové mis promesas bautismales a la luz de una fe renacida en mi gracias al testimonio de vida y muerte que nos dejó el veneradísimo Juan Pablo II.
Desde aquel 2 de abril de 2005, mi vida ha comenzado un camino de fe y conversión, que ya ha producido en mi cambios importantes, cambios de los que me parece justo dar testimonio a favor de la canonización de Juan Pablo II.
Quiero decir que he esperado un tiempo antes de escribiros, porque quería estar segura de que el camino que he tomado no era fruto de una emotividad momentánea sino un efectivo estado de gracia que todavía permanece en mí, y,. si es posible, se ha hecho ás fuerte.  A lo largo de este camino me guían un Padre espiritual y una querida amiga en Cristo, Sor Gemma de la Eucaristía, carmelita.
Tan solo algunos datos sobre mi vida anterior. Nací en una familia de tradición católica, estoy casada, soy madre de dos hijos y abuela de dos nietos. Soy periodista y he trabajado para varios periódicos y televisiones. En 1987 me encontré  con Juan Pablo II durante su visita a Verona. Debo aclararos que fui a aquel encuentro con más curiosidad mundana que fe o estimulo espiritual. Y añadir que a lo largo de mi vida no había sentido nunca la necesidad de profundizar  en mi Credo, por lo demás muy superficial, y que mi religiosidad se nutría de un interés de carácter oportunista con algún aliento de espiritualidad, intensa, sí, pero centrada en mis preocupaciones. Con ojos desencantados y en un momento de mi vida, ahora lo comprendo, en que me dominaban las fuerzas negativas, me encontré ante Su Santidad. ¿Pero sería más correcto decir que Juan Palbo II me encontró a mi! En realidad, con uno de esos gestos suyos que han hcho que fuera tan amado, pasó entre las vallas de seguridad, subió las escaleras del Recinto Ferial de Verona, vino derecho hacia mi ¿y me acarició! Me acarició y me miró con una dulzura….Todavía hoy no consigo describir aquella mirada.
Emoción, estupor, perplejidad y tantos “¿Por qué a mi?” me asaltaron en aquel momento. Sobre todo aquel “porque a mi?” que, en mi superficialidad, no encontraba explicación más lógica que la posibilidad de que el Santo Pontífice hubiera visto en mi una terrible enfermedad o quizás, una muerte inminente. ¿Pasé una semana esperando morir!. Después,  visto que no sucedía nada, que estaba viva y mejor que nunca olvidé esos acontecimientos y volví a mi vida de siempre. Episodio finalizado y enterrado: quizás demasiado comprometido o incómodo de recordar. ¿No había pasado nada!. O así  lo creía. Seguramente no estaba aún preparada para comprenderlo, para leer “el signo de los tiempos” que representaba el Santo Padre, ¡ni el regalo que me estaba haciendo en aquel momento!
Transcurrieron 20 años de enfermedad pública del Santo Padre, de sufrimiento vivido bajo los focos de los medios de comunicación: un Vía Crucis en directo para todo el mundo, ¡incluso para mi!. Quizás ya empezaba yo a tambalearme pero aún no me daba cuenta. Ha sido necesario que muriera para hacerme comprender todo, y sobre todo, el por qué de aquella caricia.
Tras escuchar el anuncio de su muerte, salí a la terraza de mi casa, que da al mar, y me puse a llorar con una desesperación que nunca había sentido antes. Recuerdo que me doblé en dos del dolor y que me encontré mal, como mujer que está a punto de dar a luz. Esto fue exactamente lo que experimenté. En aquel instante, sólo entonces, volví a sentir de forma clarísima su caricia: ¡la caricia de Dios!. No puedo describir lo que sentí, lo que sucedió en mi. Para explicarlo, todavía hoy cito a San Pablo y digo que fui cegada por una luz camino de Damasco. Lo único que sé es que, volviendo a entrar en casa, dije a mi marido y a los allí presentes: “siento que mi vida ya no es la misma”: Y así ha sido hasta hoy.
No voy a describiros el camino recorrido ni los pequeños cambios experimentados, pero puedo decir que desde el 2 de abril de 2005 no he faltado un solo día a la Santa Misa diaria (a no ser por indisposición)  no he dejado de leer la Biblia cada día, de recitar el Rosario  ni de hacer meditación. He aprendido la importancia de la Eucaristía, de la Confesión, de la intercesión de la Virgen. Estoy aprendiendo a comprender la importancia de confiar en Dios, de esperar y confiar en Su Amor y en Su Misericordia. Pero, sobre todo, no he dejado de pedir a Juan Pablo II ayuda para abrir mi corazón y mis puertas a Cristo. ¡Ayuda para no tener miedo!
Y en  los momentos de duda y temor, que ha habido (y los habrá) Juan Pablo II siempre ha vendió en mi ayuda.

Testimonio de Adriana, publicado en Totus Tuus Nro 1 enero 2008)


jueves, 19 de mayo de 2016

Mentorella: La ermita secreta de Karol Wojtyła (2 de 2)

(continuación de 1 / 2)


¿Por qué Juan Pablo II se enamoró de este lugar?
Mentorella, en el período estivo o durante el fin de semana, está siempre lleno de peregrinos. Durante el otoño o el invierno e incluso durante la semana no hay nadie, se convierte en un eremitorio: muchas veces por la mañana dejamos la puerta de la iglesia entreabierta y por la tarde nos la encontramos como la dejamos, porque no ha venido nadie. EL Papa amaba este lugar, porque podía rezar tranquilamente. No hay ruido. Venìa cuando ya había terminado la estación de caza (en esta región se cazan jabalíes y pájaros) y entonces podía caminar tranquilamente por las montañas. Este era el único momento en que el Santo Padre podía descansar completamente. Por este motivo, el Santuario de la Mentorella se llama la ermita secreta de Juan Pablo II.
La característica particular del Santuario es esta: aquí no hay horario de apertura ni de cierre, este es el lugar donde el peregrino puede llamar siempre al timbre en cualquier momento y pedir confesión, o una conversación. Las visitas del Santo Padre a la Mentorella no estaban programadas, porque el sabía muy bien que aquí había siempre alguien para acoger al Pontífice. Aquí, el se sentía como en su casa.
Mentorella es un lugar difícil para quien no lo ama, porque aquí no es fácil trabajar. Pero de vez en cuando viene el Papa y esto compensa nuestros sacrificios y premia nuestra constancia.

Cuál es la particularidad de los santuarios construidos entre montañas?
El Papa venía aquí tras las huellas de Marìa para cantar su magníficat. Marìa fue a visitar a su prima Isabel atravesando las montañas – explica el padre Adam. Grandes hombres como Benito, Francisco y otros eligieron entre las montañas el lugar donde pudieron encontrar a Dios, lejos de la gente, pero al mismo tiempo cerca del mundo. En aquellas ermitas pudieron rezar y meditar para después volver al trabajo y poder transmitir a los demás todo lo que habían recibido de Dios. Precisamente por este motivo, aquí Juan Pablo II anunció su primer y trascendente mensaje como Papa, sobre la importancia de la oración en la vida cristiana. No olvidaremos nunca su visita oficial a la Mentorella, en octubre de 1978.

Después de la muerte de Juan Pablo, se ha notado un aumento de peregrinos a este santuario?
Si, al día siguiente a su muerte, la Mentorella se llenó de peregrinos, como atestigua el libro de recuerdos, que recoge millares de firmas:  agradecimientos, súplicas, pensamientos. Los peregrinos unen la visita a la tumba de Juan Pablo II a la visita a la Mentorella. Caminan sobre las huellas de Karol Wojtyła. Vienen para poder rezar por él pero también para poder vivir sus mismas emociones y preguntan por los lugares que más le gustaban. A menudo no tengo nada que explicar…


El 29 de octubre de 2005 vino el Papa Benedicto VI. Este es el inicio de la continuación de las visitas de los Papas a la Mentorella.

Paso las hojas amarillentas de los libros de recuerdos del Santuario de la Mentorella. Delicadamente me encuentro con la firma de Karol Wojtyła y leo su dedicatoria: “Vengo aquí todos los años y cada vez con más gusto. Santuario de la Virgen y maravilla de aquel lugar atraen…”
Sobre la Mentorella cae la sombra al atardecer, mientras sopla un viento fresco Con la mirada hacia las cimas de las montañas, les sonrío, como hacía Karol Wojtyla. Ligeramente abierta, la puerta del Santuario me invita a la oración ates de irme. Me arrodillo ante la imagen de la Virgen de las Gracias: “Dale, Señor, el descanso eterno”.

Aleksandra Zapotoczny

Totus Tuus, Nro 5, septiembre 2006

miércoles, 18 de mayo de 2016

Hoy cumpliría 96 años el santo Papa Juan Pablo II


Karol Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en el pueblo de Wadowice, en el lugar donde ahora se levanta un precioso museo en su honor. 
Museo que también puede visitarse virtualmente en su página web

Lamentablemente el texto aun no está disponible en español, solo en polaco, francés, ingles e italiano.

Estos días recuerdo además con mucha nostalgia, emoción y cariño aquel viaje de hace10 años en el 2006 cuando junto a Jola, Petra y Karolina celebramos el cumpleaños de Juan Pablo II en Roma. 

Su cumpleaños nro 76 Juan Pablo II lo pasó en Eslovenia, 
Allí también se encontró en su día con los jóvenes en una jornada memorable donde lo escucharon leer en esloveno sus muy aplaudidas palabras. (video en 3 partes enesloveno) y lo homenajearon con una preciosa y larguísima "estola" de muguets.


La visita del Papa en esa ocasión tuvo además importantes connotaciones históricas para los eslovenos:  1200 años de cristianismo;  1200 años del sínodo de Aquilea (Oglej), que marcó la vida pastoral entre los eslovenos al sur del rio Drava y los 1111 años de la  muerte del apóstol eslavo San Metodio.  También se festejaban  los 1000 años de Manuscritos Freising (en esloveno Brižinski spomeniki) que son los primeros textos en caracteres latinos en lengua eslava y los más antiguos documentos en idioma esloveno.

lunes, 16 de mayo de 2016

Mentorella: La ermita secreta de Karol Wojtyła (1 de 2)



Vino aquí, y seguramente se enamoró enseguida del lugar, porque encontró un lugar lleno de un maravilloso amor, un lugar que se puede definir la Casa de María. Por eso volvía aquí a menudo, volvía a pie, subiendo por los senderos de la montaña después de haber dejado el coche a algunos km de distancia de Santuario. Volvía para estar con nuestra comunidad. Volvió aquí poco antes del Cónclave para pedir la protección y la bendición de la Virgen, para poder hacer una justa elección. Y cuando fue elegido Papa, enseguida, lo antes posible, solamente trece días después de la elección, vino para dar gracias y repetir: “Todo tuyo”.

Así recuerda el Padre Adam Otrebski de la Congregación de los Resurreccionistas – encargada desde 1997 de la custodia del Santuario de la Mentorella de las Gracias, a 35 kms de Roma – las muchas visitas de Juan Pablo II al Santuario.   Mentorella es un lugar estupendo y especial, donde el hombre se siente más cerca de Dios, de la naturaleza, de su prójimo y de si mismo.

Karol Wojtyla vino aquí más de 30 veces como cardenal – continúa el padre Adam – pero a la Mentorella vino también siendo obispo – consultor del Concilio Vaticano II. El Car. Stanislaw Dziwisz, su ex secretario, cuenta que cada vez que el Papa sentía la necesidad de una oración particular, por una intención especial, deseaba ir a rezar fuera del Vaticano, y venía precisamente aquí, a la Mentorella. Durante el cargo del padre Adam como custodio del Santuario, tuvieron lugar dos visitas privadas de Juan Pablo II a la Mentorella.
Siempre sin avisar previamente, sólo al último momento: “Padre Rector, tiene 45 minutos de tiempo? Porque el Papa está llegando al Santuario desde la montaña”, así ocurrió en 1997, cuando un policía anunció la excepcional visita al padre Adam, el cual había sido nombrado superior de la comunidad religiosa polaca de la Mentorella hacía solo un mes y medio.



Juan Pablo II venía al santuario después de  haber paseado por las montañas. Cuando era Cardenal, venía desde Capránica Prenestina, a doce km de distancia, o bien desde Pisoniano, recorriendo aquellos senderos de montaña, que hoy llevan su nombre. La visita a la Iglesia, un saludo a Jesús y María,y el encuentro con la Comunidad, pero después de haberse puesto otra vez sus zapatos, pues para recorrer las montañas llevaba calzado apropiado.

En qué momentos del día venía aquí el Papa?
Siempre durante la comida – esta hora es la mejor para un sacerdote – bromea el padre Adam – pero Karol Wojtyla no tenía ningún momento especial, porque aquí se sentía como un peregrino y como se sabe, un peregrino no necesita muchas coas. Acepta saciar el hambre con lo que encuentra en la mesa. La única vez que vino siendo cardenal y se quedó a dormir aquí era su onomástico, y comió una tortilla. Aquí hay siempre huevos, porque en los conventos es frecuente tener gallinas…..obviamente en el gallinero, no en el convento – precisa el padre Adam.

El Papa, divertido, al final de la cena añadió: “Hasta ahora nunca había festejado mi santo en un modo tan solemne….”

Con emoción observo la llave en la puerta, el padre Adam está abriendo la habitación donde se alojó Karol Wojtyla. Las fotos confirman el relato del padre Adam. Los mismos muebles, la ventana. Hay una preciosa imagen de Karol Wojtyla que está mirando desde la ventana, hacia las magníficas montañas a las que envía una sonrisa.

El padre Adam continúa su relato: obviamente el Papa transcurría la mayor parte del tiempo aquí, rezando en la Iglesia. Tenía el breviario, su libro y algo para escribir. Se sentaba ante la Virgen, y cuando podía no dejaba de arrodillarse. Aquí pasaba su tiempo. En esos momentos la iglesia permanecía cerrada a todos y nadie podría molestar la meditación del Pontífice.

sábado, 14 de mayo de 2016

Karol Wojtyla El Vaticano II y el mini concilio polaco (2 de 2)


“El método sinodal del diálogo tornaba viva la experiencia del Concilio Vaticano II para decenas de miles de católicos en toda la zona de Cracovia. Al contrario que otros cuerpos eclesiásticos, el Sínodo de Cracovia no se inició redactando documentos. Ni siquiera inició proceso de esbozo alguno hasta transcurridos dos años, durante los cuales se formaron unos quinientos grupos de estudio para la lectura de los textos del Concilio Vaticano II, con el libro de Wojtyła. La Renovaciòn en sus fuentes. Esos grupos de estudio (unos cincuenta de los cuales aún se reunían en 1997) constituían el corazón y e alma del Sínodo de Cracovia. Los había de todas las formas y tamaños. Algunos se situaban en conventos de clausura, otros en el seminario, la mayoría tenían su base en parroquias. En ellos, sacerdotes y laicos, intelectuales y obreros, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes se reunían para rezar, para estudiar la doctrina del Concilio, para comparar esa doctrina con sus vidas cotidianas y para sugerir aplicaciones del pensamiento conciliar en los distintos ministerios de la archidiócesis. Esas reflexiones y recomendaciones eran llevadas a las sesiones plenarias del sínodo por representantes d los grupos de estudio.

Los grupos de estudio constituían las bases sobre las que el sínodo creaba una comunidad cristiana de acuerdo con el concepto conciliar de la Iglesia como «comunión»  (communio) de creyentes. En tales grupos, la archidiócesis se planteaba los documentos del Vaticano II orgánicamente, como un todo coherente. Cuando llegaba el momento de llevar a cabo las aplicaciones de la doctrina conciliar en el ámbito de la archidiócesis, no era necesario recurrir a expertos de fuera de ella.  La gente de la archidiócesis conocía por si misma los documentos conciliares y había aprendido a través de años de intenso esfuerzo a aplicar su doctrina a sus propias circunstancia particulares. Por tanto, el Sínodo de Cracovia ayudó a la archidiócesis a evitar muchas de las tensiones postconciliares experimentadas en otras partes de la Iglesia. En Cracovia el Concilio Vaticano II se reviviría como un acontecimiento religioso cuyo objetivo era fortalecer la vida evangélica y apostólica de la Iglesia, no como una lucha política por el poder en el seno de la burocracia eclesiástica.”


George Weigel Testigo de Esperanza (Plaza & Janés, Barcelona 1990)

viernes, 13 de mayo de 2016

13 de Mayo de 2000: Beatificación de Francisco y Jacinta

Han pasado 83 años de las apariciones de Nuestra Señora. Y Juan Pablo II, el papa de Fátima, llegaba como peregrino a Cova de Iria cuando el Año Jubilar estaba en su ecuador. Iba a beatificar a Francisco y Jacinta. E iba, como dijo en la homilía, a «celebrar, una vez más, la bondad que el Señor tuvo conmigo cuando, herido gravemente aquel 13 de mayo de 1981, fui salvado de la muerte».
Allí estaba, como testigo de excepción, la hermana Lucía, con sus 93 años, y estaba María Emilia Santos, en quien se obró el milagro que hizo posible la beatificación: enferma de tuberculosis de los huesos, vivió paralizada durante veintidós años, hasta su curación, por intercesión de Francisco y Jacinta, el 20 de febrero de 1989. Una curación que, según declaró el equipo de consultores médicos, el 28 de enero de 1999, fue «rápida, completa, duradera y científicamente inexplicable». En presencia del presidente de la República y altos cargos civiles, nueve cardenales, cientos de obispos, 1.200 sacerdotes y casi un millón de fieles, el papa habló de los nuevos beatos en la homilía de la beatificación el 13 de mayo de 2000:
«Lo que más impresionaba y absorbía al Beato Francisco era Dios en esa luz inmensa que había penetrado en lo más íntimo de los tres. Además sólo a él Dios se dio a conocer «muy triste», como decía. Una noche, su padre lo oyó sollozar y le preguntó por qué lloraba; el hijo le respondió: «Pensaba en Jesús, que está muy triste a causa de los pecados que se cometen contra él». Vive movido por el único deseo -que expresa muy bien el modo de pensar de los niños- de «consolar y dar alegría a Jesús».
En su vida se produce una transformación que podríamos llamar radical; una transformación ciertamente no común en los niños de su edad. Se entrega a una vida espiritual intensa, que se traduce en una oración asidua y ferviente y llega a una verdadera forma de unión mística con el Señor. Esto mismo lo lleva a una progresiva purificación del espíritu, a través de la renuncia a los propios gustos e incluso a los juegos inocentes de los niños.
Soportó los grandes sufrimientos de la enfermedad que lo llevó a la muerte, sin quejarse nunca. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con una sonrisa en los labios. En el pequeño Francisco era grande el deseo de reparar las ofensas de los pecadores, esforzándose por ser bueno y ofreciendo sacrificios y oraciones. Y Jacinta, su hermana, casi dos años menor que él, vivía animada por los mismos sentimientos.
La pequeña Jacinta sintió y vivió como suya esta aflicción de la Virgen, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. Un día -cuando tanto ella como Francisco ya habían contraído la enfermedad que los obligaba a estar en cama- la Virgen María fue a visitarlos a su casa, como cuenta la pequeña: Nuestra Señora vino a vernos, y dijo que muy pronto volvería a buscar a Francisco para llevarlo al cielo. Y a mí me preguntó si aún quería convertir a más pecadores. Le dije que sí».
Y, al acercarse el momento de la muerte de Francisco, Jacinta le recomienda: Da muchos saludos de mi parte a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, y diles que estoy dispuesta a sufrir todo lo que quieran con tal de convertir a los pecadores». Jacinta se había quedado tan impresionada con la visión del infierno, durante la aparición del 13 de julio, que todas las mortificaciones y penitencias le parecían pocas con tal de salvar a los pecadores.
Jacinta bien podía exclamar con San Pablo. Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24).
Expreso mi gratitud a la Beata Jacinta por los sacrificios y oraciones que ofreció por el Santo Padre, a quien había visto en gran sufrimiento.
«Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas verdades a los pequeños». La alabanza de Jesús reviste hoy la forma solemne de la beatificación de los pastorcitos Francisco y Jacinta. Con este rito, la Iglesia quiere poner en el candelero estas dos velas que Dios encendió para iluminar a la humanidad en sus horas sombrías e inquietas.» (Homilíadel Papa Juan Pablo H en Fátima, 13 de mayo de 2000. )

En «Videntes de Fátima-, 2, abril-junio 2000, págs. 6-7)
José Martinez Puche O.P.

13 de mayo de 1917: Primera aparición de la Virgen

La humanidad occidental seguía en guerra. Rusia estaba a punto de caer en manos de los revolucionarios bolcheviques: el 17 de marzo de 1917 quedaba suspendida la monarquía rusa y, entre mayo y noviembre se fue fraguando el triunfo del comunismo: a partir del triunfo de la Revolución de noviembre, iniciaría su andadura lo que luego se llamó Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuyo líder indiscutible era Lenin.
De todo esto, que estaba sucediendo aquel mismo año, nada sabían los pastorcillos. Será la Virgen quien les informe, más adelante, de los graves problemas de Rusia y de la humanidad.
Después de las apariciones del Ángel, los niños estaban en mejor situación espiritual para recibir la visita de la Virgen. Para conocer con detalle la primera aparición de la Virgen, acudimos nuevamente a las Memorias de Lucía:
«Día 13 de mayo de 1917. Estando jugando con Jacinta y Francisco encima de la pendiente de Cova de Iria, haciendo una pared alrededor de una mata, vimos, de repente, como un relámpago.
—Es mejor irnos para casa —dije a mis primos—, hay relámpagos; puede haber tormenta.
—Pues, sí.
Y comenzamos a descender la ladera, llevando las ovejas en dirección del camino. Al llegar poco más o menos a la mitad de la ladera, muy cerca de una encina grande que allí había, vimos otro relámpago; y, dados algunos pasos más adelante, vimos sobre un carrasco una Señora, vestida toda de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente. Nos detuvimos sorprendidos por la aparición. Estábamos tan cerca que nos quedábamos dentro de la luz que la cercaba, o que ella irradiaba. Tal vez a metro y medio de distancia más o menos.
Entonces Nuestra Señora nos dijo:
·         No tengáis miedo. No os voy a hacer daño.
·         ¿De dónde es usted? —le pregunté.
·         Soy del cielo.
·         ¿Y qué es lo que usted quiere?
—Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí una séptima vez.
—Y yo, ¿también voy al cielo?
·         Si; vas.
·         Y ¿Jacinta?
·         También.
·         Y ¿Francisco?
·         También; pero tiene que rezar muchos rosarios (...).
·         ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que él quiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?
—Sí, queremos.
·         Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza.
Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de Dios, etc.) cuando abrió por primera vez las manos comunicándonos una luz tan intensa como un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos penetraba en el pecho y en lo más íntimo del alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios que era esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces por un impulso íntimo, también comunicado, caímos de rodillas y repetíamos íntimamente: »Oh Santísima Trinidad, yo os adoro. Dios mío, Dios mío; yo os amo en el Santísimo Sacramento».
Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió: —Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra.
En seguida comenzó a elevarse suavemente, subiendo en dirección al naciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la lejanía. La luz que la rodeaba iba como abriendo camino en la bóveda de los astros, motivo por el cual alguna vez dijimos que habíamos visto abrirse el cielo ( Obra citada, Cuarta Memoria, págs. 157-159).
José Martinez Puche O.P.

jueves, 12 de mayo de 2016

Karol Wojtyla El Vaticano II y el mini concilio polaco (1 de 2)


La idea del Sínodo de Cracovia maduraría lentamente en la mente del arzobispo […] en los últimos años de la década de los setenta, mientras acababa de escribir La renovación en sus fuentes, un viaje guiado a través de los textos conciliares, el cardenal Wojtyła tomó una decisión.  La mejor forma de profundizar la puesta en práctica de Cracovia del Concilio era que la archidiócesis reviviera por entero la experiencia del Vaticano II a través de un sínodo archidiocesano, un mini concilio al nivel de la Iglesia local.
El noveno centenario del martirio de san Estanislao proporcionaría una fecha ceremonial de clausura; así pues, el sínodo finalizaría en 1979, Estanislao había sido obispo de Cracovia durante ocho años, de forma que ésa sería la duración del sínodo que se convocaría solemnemente en 1971.  Los sínodos diocesanos casi siempre eran de carácter jurídico, asambleas legislativas del clero local para proveer de estatutos legales a una Iglesia local. El de Wojtyla sería diferente, como lo había sido el Concilio Vaticano II. El suyo seria un sínodo pastoral, un esfuerzo por compartir la experiencia de la colegialidad en el concilio con los sacerdotes y la gente de la archidiócesis. Asimismo, contaría con cierta programación de planes y, aún mas importante, forjaría una comunidad cristiana. El cardenal Wojtyła quería convertir la Iglesia de Cracovia en un vibrante movimiento evangélico y apostólico. Esa era la forma de lograr que el Concilio tuviera vigencia en Cracovia, y que estuviera en sintonía con, no en contra de, la historia del catolicismo polaco que è y su gente acababan de celebrar.

Tras un año  de preparativos el sínodo fue solemnemente convocado el 8 de mayo de 1972, en la catedral del Wawel, con la asistencia de representantes de toda la archidiócesis. Durante los siete años siguientes, el sínodo fue dirigido por una comisión central, presidida por el obispo Stanislaw Smolenski y organizada por el padre Tadeusz Pieronek.  La comisión se reunió en 119 ocasiones, asumiendo constante responsabilidad del sínodo entre sus trece reuniones plenarias.  Todas las decisiones importantes del sínodo se tomaron durante esas reuniones plenarias, en las que los delegados incluían a clérigos y laicos.  A medida que se desarrollaba el sínodo, una comisión redactora inicio la tarea de preparar los documentos  sinodales. Éstos se revisaban en las reuniones plenarias, en que se votaba a favor, en contra, o a favor pero con la introducción de cambios, exactamente igual que en el Concilio II. (Una diferencia local en Cracovia era que la Comisión Central, al revisar cada enmienda, adición o corrección sugeridas, explicaba públicamente por qué aceptaba, rechazaba o modificaba la propuesta).


El Sínodo de Cracovia acabaría por producir unas cuatrocientas páginas de documentos, que cubrían cada aspecto de la vida de la Iglesia en la archidiócesis. Tales documentos, a su vez, se organizarían bajo tres encabezamientos, que reflejaban los tres «oficios› o papeles de Cristo como sacerdote, profeta y rey; tres oficios en los cuales, como enseñara Gaudium et Spes, participaba la gente de la Iglesia, Cuerpo de Cristo en el mundo.” 

George Weigel: Testigo de Esperanza (Plaza & Janés, Barcelona 1999)