Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 29 de septiembre de 2018

Las bienaventuranzas un programa de vida hecho a la medida de los jóvenes.




“El programa evangélico de las bienaventuranzas es trascendental para la vida del cristiano y para la trayectoria de todos los hombres. Para los jóvenes y para las jóvenes es sencillamente un programa fascinante. Bien se puede decir que quien ha comprendido y se propone practicar las ocho bienaventuranzas propuestas por Jesús, ha comprendido y puede hacer realidad todo el Evangelio. En efecto, para sintonizar plena y certeramente con las bienaventuranzas, hay que captar en profundidad y en todas sus dimensiones las esencias del mensaje de Cristo, hay que aceptar sin reserva alguna el Evangelio entero.

Ciertamente el ideal que el Señor propone en las bienaventuranzas es elevado y exigente. Pero por eso mismo resulta un programa de vida hecho a la medida de los jóvenes, ya que la característica fundamental de la juventud es la generosidad, la apertura a lo sublime y a lo arduo, el compromiso concreto y decidido en cosas que valgan la pena, humana y sobrenaturalmente. La juventud está siempre en actitud de búsqueda, en marcha hacía las cumbres, hacia los ideales nobles, tratando de encontrar respuestas a los interrogantes que continuamente plantea la existencia humana y la vida espiritual. Pues bien, ¿hay acaso ideal más alto que el que nos propone Jesucristo?

Por eso yo, Peregrino de la Evangelización, siento el deber de proclamar esta tarde ante vosotros, jóvenes del Perú, que sólo en Cristo está la respuesta a las ansias más profundas de vuestro corazón, a la plenitud de todas vuestras aspiraciones; sólo en el Evangelio de las bienaventuranzas encontraréis el sentido de la vida y la luz plena sobre la dignidad y el misterio del hombre (Cfr. Gaudium et Spes, 22).”

miércoles, 26 de septiembre de 2018

El Papa Pablo VI un Papa profundamente mariano.



En el contexto del Año Mariano y ya hacia el último tramo de las peregrinaciones espirituales en los Ángelus dominicales, el domingo 7 de agosto de 1988 cuando se conmemoraban los 10 años de la muerte de Pablo VI allí en Castelgandolfo  el Papa Juan Pablo II quiso  homenajear a su querido predecesor, “que tanto amó la época en la que vivió y tanto se afanó para conducirla de nuevo a Dios”.
“Pablo VI – decia Juan Pablo II -  ha sido un Papa profundamente mariano. Tuvo una afectuosa devoción a la Virgen Santísima ya desde su juventud, cuando cada día visitaba el santuario de la Virgen de las Gracias en Brescia, a pocos pasos de su casa, y en aquel ambiente de culto mariano, cual lo era su hogar -así dijo él mismo-, maduró su vocación sacerdotal (cf. Alocución dominical a la hora del Ángelus, 9 de septiembre de 1973: L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 16 de septiembre de 1973, pág. 4).
Al día siguiente de su elección al pontificado, el 21 de junio de 1963, en el primer mensaje a toda la familia humana, Pablo VI expresaba "una confianza, acompañada por la firme esperanza, en la materna protección de la Beatísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra".
Su magisterio doctrinal sobre la Virgen Santísima será, además de frecuente, siempre claro y firme.
Quien ha vivido el curso del Concilio Ecuménico Vaticano II no puede olvidar la importancia de la proclamación solemne de María, Madre de la Iglesia, en la clausura de la tercera sesión. Dijo en aquella ocasión: "Para gloria de la Virgen y para consuelo nuestro, proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los Pastores, que la llaman Madre amorosísima: y queremos que, desde ahora en adelante, la Virgen sea todavía más honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con tan dulcísimo título" (21 de noviembre de 1964).
Con este titulo Pablo VI pretendía inculcar a la Iglesia la ternura y el amor de María, poniendo de relieve que entre las varias funciones que se le pueden atribuir a la Virgen, ninguna mejor que la de Madre expresa lo que Ella es.
3. De aquel histórico discurso quiero recordar también la afirmación: "El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre la Beata Virgen María constituirá siempre una clave para la comprensión exacta del misterio de Cristo y de la Iglesia".
Como es sabido, desde el comienzo del Concilio, Pablo VI estuvo preocupado de cómo honrar dignamente a María.
Pienso que la inserción del misterio de María en la reflexión sobre el misterio de la Iglesia dio a Pablo VI gran alegría, también por el amor que él tenia a la Iglesia. Afirmará en el "Pensamiento sobre la muerte": "Podría decir que siempre la he amado..., pero quisiera que la Iglesia lo supiese".
4. Entre las numerosas enseñanzas de la catequesis mariológica de Pablo VI, me es grato recordar finalmente la Exhortación Apostólica Marialis cultus, destinada a explicar y promover el contenido del capítulo VIII de la Lumen gentium.
Este documento fue un impulso para renovar el culto y la piedad mariana, en conformidad con la Sagrada Escritura y con la liturgia.
El recuerdo de Pablo VI sea para nosotros una bendición, y su profunda devoción a María nos sirva de estímulo para vivir de modo particularmente intenso este último tramo del Año Mariano.”

sábado, 22 de septiembre de 2018

El Papa Francisco en el Santuario Mater Misericordiae Puerta de la Aurora



“Estamos frente a la “Puerta de la Aurora”, lo que queda del muro protector de esta ciudad que servía para defenderse de cualquier peligro y provocación, y que en 1799 el ejército invasor destruyó en su totalidad, dejando solo esta puerta: ya entonces estaba allí la imagen de la “Virgen de la Misericordia”, la Santa Madre de Dios que siempre está dispuesta a socorrernos, a salir en nuestro auxilio.
Ya desde esos días, ella nos quería enseñar que se puede proteger sin atacar, que es posible cuidar sin la necesidad enfermiza de desconfiar de todos. Esta Madre, sin Niño, toda dorada, es la Madre de todos; ella ve en cada uno de los que vienen hasta aquí lo que tantas veces ni nosotros mismos alcanzamos a percibir: el rostro de su Hijo Jesús grabado en nuestro corazón.
Y porque la imagen de Jesucristo está puesta como un sello en todo corazón humano, todo hombre y toda mujer nos dan la posibilidad de encontrarnos con Dios. Cuando nos encerramos dentro de nosotros mismos por miedo a los demás, cuando construimos muros y barricadas, terminamos privándonos de la Buena Noticia de Jesús que conlleva la historia y la vida de los demás. Hemos construido demasiadas fortalezas en nuestro pasado, pero hoy sentimos la necesidad de mirarnos a la cara y reconocernos como hermanos, de caminar juntos descubriendo y experimentando con alegría y paz el valor de la fraternidad (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87). Cada día visitan a la Madre de la Misericordia en este lugar multitud de personas venidas de muchos países: lituanos, polacos, bielorrusos y rusos; católicos y ortodoxos. Hoy lo permite la fluidez de las comunicaciones, la libertad de circulación entre nuestros países. Qué bueno sería que a esta facilidad para movernos de un lugar a otro se le sumara también la facilidad para establecer puntos de encuentro y solidaridad entre todos, para hacer circular los dones que gratuitamente hemos recibido, para salir de nosotros mismos y darnos a los demás, acogiendo a su vez la presencia y la diversidad de los otros como un regalo y una riqueza en nuestras vidas.
A veces pareciera que abrirnos al mundo nos lanza a espacios de competencia, donde “el hombre es lobo para el hombre” y solo hay lugar para el conflicto que nos divide, las tensiones que nos agotan, el odio y la enemistad que no nos llevan a ninguna parte(cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 71-72).
La Madre de la Misericordia, como toda buena madre, busca reunir a la familia y nos dice al oído: “Busca a tu hermano”. Así nos abre la puerta a un nuevo amanecer, a una nueva aurora. Nos lleva hasta el umbral, como en la puerta del rico Epulón del Evangelio (cf. Lc 16,19-31). Hoy nos han esperado niños y familias con las llagas sangrando; no son las de Lázaro en la parábola, son las de Jesús; son reales, concretas y, desde su dolor y oscuridad, claman para que nosotros les acerquemos la sanadora luz de la caridad. Porque es la caridad la llave que nos abre la puerta del cielo.
Queridos hermanos: Que al cruzar este umbral experimentemos la fuerza que purifica nuestro modo de abordar a los demás, y la Madre nos permita mirar sus limitaciones y defectos con misericordia y humildad, sin creernos superiores a nadie (cf. Flp 2,3). Que al contemplar los misterios del rosario le pidamos ser una comunidad que sabe anunciar a Cristo Jesús, nuestra esperanza, a fin de construir una patria que sabe acoger a todos, que recibe de la Virgen Madre los dones del diálogo y la paciencia, de la cercanía y la acogida que ama, perdona y no condena (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 165); una patria que elige construir puentes y no muros, que prefiere la misericordia y no el juicio. Que María sea siempre la Puerta de la Aurora para toda esta bendita tierra.
Dejándonos guiar por ella, recemos ahora una decena del Rosario, contemplando el tercer misterio gozoso.”




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jueves, 13 de septiembre de 2018

Juan Pablo II Tríptico Romano El juicio



Y aquí precisamente, al pie de esta maravillosa policromía Sixtina

se reúnen los cardenales – la comunidad responsable

de la heredad de las llaves del Reino. Viene precisamente aquí.

Y Miguel Ángel de nuevo abarca con la visión.

«En El vivimos, nos morimos y existimos»…

¿Quién es Él?

He aquí la mano creadora del Anciano Todopoderoso dirigida hacia Adán…

En el principio creo Dios…

Él, que vio todo…

La policromía Sixtina hablará, entonces, con la Palabra del Señor:

Tu es Petrus (Tú eres Pedro)  - oyó Simón, hijo de Jonás.

«Te doy las llaves del Reino»,

Los hombres a quienes se confió el cuidado de la heredad

     [de las llaves, se encuentran aquí se dejan abarcar

     [por la policromía Sixtina,

Por la visión que dejó Miguel Ángel

Así fue en agosto y, luego en octubre del memorable año

De los dos conclaves,

Y así será de nuevo, cuando se presente la necesidad,

Después de mi muerte,

Es menester que les hable la visión de Miguel Ángel.

«Con-clave»: el común cuidado de la heredad de las llaves,

De las llaves del Reino.

He aquí que se ven entre el Principio y el Final,

entre el Día de la Creación y el Día del Juicio…

¿Se permitió al hombre morir una sola vez y, luego

     [el Juicio!

La transparencia final y la luz

La transparencia de los hechos

La transparencia de las conciencias

Es preciso que, durante el cónclave, Miguel Ángel

concientice a los hombres

No olvidéis:  Omnia nuda et aperta sunt ante oculos Eius.

Tú que penetras todo – indica!

Él indicará…

 

El juicio – Tríptico Romano – Postfacio – Karol Wojtyla