Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 14 de diciembre de 2019

Juan Pablo II: El genio de la mujer



La carta que había causado más impresión era aquella dirigida A lasmujeres. 
 El veía y admiraba la presencia del “genio de la mujer” en el mundo. Para él, la figura femenina sobre la tierra era “un signo de la ternura de Dios hacia el género humano”.
En la comunidad eclesial, la mujer, en razón de su femineidad, era como la expresión de aquello que es la Iglesia: “Esposa de Cristo y madre de los creyentes”. Es decir, para el pueblo de Dios la Iglesia señalaba en la mujer aquello que de más tierno y delicado podía atribuirse: representar de manera mística, con su femineidad, el amor a Cristo.
Por eso exclamaba maravillado: “Gracias a ti, oh mujer, por el hecho mismo de ser mujer!”. Hablaba de las actitudes de Jesus hacia la mujer: “Apertura, respeto, recibimiento, ternura”. El Evangelio mostraba esto;  sin embargo, el Papa se preguntaba: “¿Cuánto de ese mensaje es captado y puesto en práctica?”. En la sociedad, quería decir, pero también en la Iglesia.
El Papa escribía: “Lamentablemente somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en todas las latitudes, han dificultado el camino de la mujer, ignorada en su dignidad, falseadas sus prerrogativas, no pocas veces marginada e inclusive reducida a la esclavitud. Si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidad objetiva incluso de no pocos fieles de la Iglesia, lo lamento sinceramente”.
Escribía acerca de la ternura de Jesus hacia las mujeres. También el demostraba ejercitar aquella ternura, incluso hacia la mujer que “elige el aborto, grave pecado”. Nunca, en ninguna parte del mundo, en ningún lugar en que sus viajes lo hicieran llegar, aun más, ni en la dureza de sus discursos contra las leyes sobre el aborto había tenido jamás palabras de condena o de desprecio hacia la madre que sacrificaba a su propio hijo.
También para esta mujer había tenido siempre expresiones de participación misericordiosa, de “ternura”, precisamente. Por ella, una ver, invirtió el texto bíblico del libro del Génesis, dando una nueva visión sobre el relato del pecado original.
Allá, en el jardín del Edén, se muestra  eva que arrastra a Adán a la perdición. “Detrás del pecado de una mujer siempre está el hombre”, había comentado el Papa un dia, en Varsovia. El “hombre”, en este caso, no era solamente una persona física masculina, eran además ciertas estructuras de la sociedad. Este concepto lo había repetido en la Carta a las mujeres. “La elección del aborto, antes de ser una responsabilidad para cargar sobre las mujeres, es un crimen para atribuir al hombre y a la complicidad del ambiente circundante”.
Por otra parte, el Papa ya había dirigido su atención hacia la muer en una carta solemne, una carta apostólica, la Mulieris digitatem, el 30 de septiembre de 1988, el 30 de septiembre de 1988. Todo el documento tenía la forma de una meditación, una extensa, apasionada consideración acerca de la mujer construida casi exclusivamente sobre el plano sobrenatural y metafísico, inundada de textos bíblicos, un texto para la defensa y exaltación de la dignidad y la sublimidad de la mujer, del “genio femenino”, como decía ahora el Papa.
El principio del cual partía bíblicamente y sobre el cual insistía era aquel de la igualdad de la mujer y del hombre delante de Dios en el género humano. Del principio de la igualdad se derivaba que la mujer no podía transformarse en objeto de dominio y de posesión masculina. Esto valía para el matrimonio, pero también en los diversos campos de la convivencia social: las situaciones en las uales la mujer permanece en desventaja o es discriminada por el hecho de ser mujer. “Estas situaciones – escribía el Papa – son objetivamente dañinas, injustas”.
El Pontífice había llegado casi a teorizar acera de una superioridad de3 la mujer sobre le hombre. “Lo femenino es símbolo de todo lo humano; Dios lo confía al hombre de un modo especial.  Será el genio de la mujer, cuya mas alta identidad es donar amor, la que salvara la sensibilidad para el hombre, porque es esencialmente humana, una sensibilidad que amenaza con desaparecer en esta nuestra árida era tecnológica”.
Comentando la aparición de la mujer sobre la tierra según la Biblia, el Papa escribía: “La exclamación del primer hombre a la vista de la mujer fue una exclamación de admiración y encanto que atraviesa toda la historia del hombre sobre la tierra”.
La Mulieris dignitatem era la expresión de admiración y encanto que el Papa elevaba hacia la mujer de todos los tiempos.

No hay comentarios: