Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 17 de junio de 2020

El Santo Fray Alberto según Juan Pablo II




Hoy la Iglesia celebra la memoria liturgica de San Alberto Chmielowski,  inspirador espiritual de Karol Wojtyla.  Escuchemos que nos dice el mismo de este santo tan particular: 


“Me pregunto a veces qué papel ha desempeñado en mi vocación la figura del Santo Fray Alberto. Adam Chmielowski -éste era su nombre- no era sacerdote. Todos en Polonia saben quien fue. En el período de mi interés por el teatro rapsódico y por el arte, la figura de este hombre valiente, que había tomado parte en la "insurrección de enero" (1863) perdiendo una pierna durante los combates, tenía para mí una atracción espiritual particular. Como es sabido, Fray Alberto era pintor: había realizado sus estudios en Munich. El patrimonio artístico que dejó muestra que tenía un gran talento. Sin embargo, en un cierto momento de su vida este hombre rompe con el arte porque comprende que Dios lo llama a tareas más importantes. Conociendo el ambiente de los pobres de Cracovia, cuyo lugar de encuentro era el dormitorio público, llamado también "lugar de la calefacción'', en la calle Krakowska, Adam Chmielowski decide convertirse en uno de ellos, no como el limosnero que llega desde fuera para distribuir dones, sino como uno que se da a sí mismo para servir a los desheredados.

Este fascinante ejemplo de sacrificio suscita muchos seguidores. Alrededor de Fray Alberto se reúnen hombres y mujeres. Nacen así dos Congregaciones, que se dedican a los más pobres. Todo esto sucedió en los comienzos de nuestro siglo, en el período anterior a la primera guerra mundial
Fray Alberto no pudo ver el momento en el que Polonia conquistó su independencia. Murió en Navidad de 1916. Sin embargo, su obra sobrevivió convirtiéndose en expresión de las tradiciones polacas de radicalismo evangélico, siguiendo las huellas de San Francisco de Asís y de San Juan de la Cruz.

En la historia de la espiritualidad polaca Fray Alberto ocupa un lugar especial. Para mí su figura fue determinante, porque encontré en él un particular apoyo espiritual y un ejemplo en mi alejamiento del arte, de la literatura y del teatro, por la elección radical de la vocación al sacerdocio. Una de las alegrías más grandes que he tenido como Papa ha sido la de elevar al honor de los altares a este pobrecito de Cracovia con hábito gris, primero con la beatificación en Blonie Krakowskie durante el viaje a Polonia del año 1983, y después con la canonización en Roma en el mes de noviembre del memorable año 1989. Muchos autores de la literatura polaca han inmortalizado la figura de Fray Alberto. Entre las diversas obras artísticas, novelas y dramas, es digna de ser mencionada la monografía que le dedicó el P. Konstanty Michalski. También yo, siendo joven sacerdote, en la época en que era coadjutor en la iglesia de San Florián de Cracovia, le dediqué una obra dramática llamada "El Hermano de nuestro Dios", saldando así la gran deuda de gratitud que había contraído con él.”

Karol Wojtyla/Juan Pablo II: DON Y MISTERIO, Libreria Editrice Vaticana 2011


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