Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 1 de agosto de 2020

El hombre que sufre nos pertenece



«El hombre que sufre nos pertenece» es la frase que Juan Pablo II pronunció en 1992 durante la visita al comedor de Caritas diocesana de Roma, en Colle Oppio, lugar que la Diócesis de Roma ha dedicado a su memoria.

Un pensamiento que sintetiza y al mismo tiempo identifica la obra pastoral que ha encarnado en el Papa Wojtyla la esperanza concreta de pobres, marginados, enfermos y explotados de todo el mundo, quienes han encontrado en él consuelo y una firme voz clamando paz y justicia.

Juan Pablo II – el pontífice que ha hecho del mundo una sola gran parroquia y también fuera es reconocido universalmente como guía espiritual por hombres y mujeres no creyentes y pertenecientes a otros credos – ha sido para nosotros, los romanos, Obispo y Padre.

Desde el comienzo de su pontificado, había afirmado «soy plenamente consciente de haber llegado a ser Papa de la Iglesia universal por ser Obispo de Roma», y como guía de la Iglesia de Roma, ratificó la opción fundamental por los pobres Una opción que en estos años ha inspirado y guiado el trabajo de las parroquias y de la comunidad cristiana, pero también de las instituciones y la sociedad civil, hacia políticas y mensajes tendientes a valorizar la dignidad del hombre.

Recuerdo haberme encontrado por primera vez con Wojtyla cuando era arzobispo en un viaje a Cracovia organizado por el Seminario Romano Mayor en 1972. Junto a otros jóvenes sacerdotes, varias veces a la semana durante mi permanencia en Polonia, tuve oportunidad de conocer la obra que se llevaba a cabo en la diócesis, y de observar su particular interés por las personas mas indigentes haciendo involucrar en ello a toda la comunidad. Esto ocurría en un contexto por cierto nada fácil en cuanto a las libertades individuales, pero precisamente por eso supo hacer crecer la diócesis en solidaridad.

Una obra pastoral que continuó al mando de la Iglesia como Obispo de Roma, fundando ya el primer año de su pontificado la Caritas diocesana. Una presencia que nos fue acompañando durante tantos años, y que día tras día, nos animaba.  Sabíamos que cuando, como instrumentos de la caridad, estábamos al lado de los vagabundos, de los inmigrantes defendíamos los derechos más elementales de los extranjeros ilegales, de los enfermos o de los sin vivienda, nuestro guía era nuestro Obispo.

Frente a los grandes dramas mundiales de pobreza y marginación, Juan Pablo II supo mostrar a la comunidad cristiana y también a la internacional el camino de un amor concreto y tangible que no era  un nuevo sentimiento abstracto e individual. Ha guiado a la Iglesia y en particular a los jóvenes, hacia la caridad, virtud teologal vivida como estilo de existencia cotidiana marcada por el servicio gratuito inspirado en los mas auténticos valores evangélicos.

Una caridad que se dirige al hombre en cuanto imagen del Cristo que sufre, y por tal motivo, no fácil de adoptar porque no es solo un deber a cumplir o un trabajo a realizar, sino una cercanía espiritual y mística con aquel que sufre.

Una invitación a vivir con el pobre y con el desprotegido porque es él quien encarna a Jesus:  una perspectiva que se nutre del Evangelio que Juan Pablo II supo testimoniar.

En octubre de 2004, en ocasión del XXV aniversario de la fundación de la Caritas Diocesana de Roma,él nos trazo el camino a seguir: «Auguro (…) un renovado deseo de fidelidad al carisma originario: este hace referencia esencial al amor gratuito y misericordioso de Dios a los hombres, así como a la virtud sobrenatural de la caridad, infundida en el corazón de los creyentes. Con estas sólidas referencias espirituales, animo a seguir adelante confiadamente y con impulso apostolico.»”

Mons. Guerino DI Tora - Director Caritas Diocesana

(Texto publicado en Totus Tuus 3/2008


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