(…)
La vida con Jesús fue para San José un continuo descubrimiento
de su propia vocación de padre. Habia llegado a serlo de un modo
extraordinario, sin dar el cuerpo a su Hijo. ¿No es quizá la realización de la
paternidad que se nos propone como modelo a nosotros, sacerdotes y obispos?
Todo cuanto hacia en mi ministerio lo vivía como manifestación de esa
paternidad: bautizar, confesar, celebrar la Eucaristía, predicar, exhortar,
animar eran para mí siempre una realización de la misma paternidad.
Hay que pensar en la casa
construida por San José para el Hijo de Dios, especialmente cuando se
habla del celibato sacerdotal y episcopal.
El celibato da la
plena posibilidad de realizar este tipo de paternidad: una paternidad casta,
consagrada totalmente a Cristo y a su Madre Virgen. El sacerdote, libre de
preocupaciones personal por su familia, puede dedicarse con todo el corazón a
la misión pastoral. Se entiende por tanto la firmeza con que la Iglesia de rito
latino ha defendido la tradición del celibato para sus sacerdotes,
resistiéndose a las presiones que ha sufrido a lo largo de la historia., Es una
tradición exigente, pero que se ha mostrado sumamente fecunda en frutos
espirituales, si bien causa ciertamente alegría constatar que también el
sacerdocio de casados en la iglesia católica oriental ha dado optimas pruebas
de celo pastoral. Especialmente en la lucha contra el comunismo, los
sacerdotes orientales casados no han sido menos heroicos que sus colegas
célibes, como hizo observar una vez el cardenal Josyf Slipyj.
Conviene subrayar que hay profundas razones teológicas a
favor del celibato. La encíclica, Sacerdotaliscaelibatus, publicada
en 1967 por mi venerado predecesor Pablo VI, las sintetiza del modo siguiente:
- Hay sobre todo
un motivo
cristológico: constituido Mediador entre el Padre y el género
humano, Cristo permaneció célibe para dedicarse totalmente al servicio de Dios
y de los hombres. Quien tiene la suerte de participar en la dignidad y en la
misión de Cristo esta llamado a compartir también esta entrega total.
- Hay además un motivo
eclesiológico: Cristo ha amado a la Iglesia, ofreciéndose a si mismo
del todo por Ella para hacerla una Esposa gloriosa, santa e inmaculada. Con la
elección del celibato, el ministro sagrado hace suyo este amor virginal de
Cristo por la Iglesia, recibiendo de el fuerza sobrenatural y fecundidad
espiritual.
- Hay por fin, un motivo
escatológico: después de la resurrección de los muertos, dijo Jesús, ni
ellos tomaran mujer, ni ella marido, sino que serán como ángeles en el cielo
(Mt 22,30) El celibato del sacerdote anuncia la venida de la salvación en los
últimos tiempos y, en cierto modo, anticipa la consumación del
reino, afirmando los valores supremos que un día resplandecerán en todos los
hijos de Dios.
En el intento de oponerse al celibato, se esgrime a veces
la soledad del sacerdote, la soledad del obispo. Basándome en mi experiencia,
rechazo decididamente tal argumento. Personalmente nunca me he sentido solo.
Además de la convicción de la cercanía del Señor, también humanamente he tenido
siempre en torno a mí a muchas personas, he cultivado numerosas relaciones
cordiales con sacerdotes – arciprestes, párrocos, vicarios parroquiales – y con
laicos de todas las categorías.
(Juan Pablo II ¡Levantaos!¿Vamos! pp 126/28, Editorial
Sudamericana, 2004)
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