Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 17 de noviembre de 2025

Juan Pablo II – Veritatis Splendor - El esplendor de la verdad

 



La Carta Encíclica Veritatis Splendor   El esplendor de la verdad, “sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia” del Papa Juan Pablo II,   firmada el 6 de agosto —fiesta de la Transfiguración del Señor— de 1993,fue citada brevemente por el Papa en su Ángelus del 17 de octubre  de 1993 al regreso de sus viajes. Fue el Cardenal Joseph Ratzinger que la presento mas formalmente (ver Aceprensa  y también Almudi: 

¿Cuál es el fin de este documento? Se preguntaba el Cardenal Ratzinger y respondia :  Existe un motivo interno y otro externo, que naturalmente son inseparables. El motivo interno está ligado al mismo fin del cristianismo. En sus primeros tiempos, antes incluso que se acuñara la palabra «cristianos», la religión cristiana se llamaba simplemente «camino». En los Hechos de los Apóstoles se encuentra no menos de seis veces esta designación. (…) Si el cristianismo es llamado camino, significa que antes que nada indicaba una determinada manera de vivir. La fe no es pura teoría, es sobre todo un «camino», es decir, una praxis. Las nuevas convicciones que ofrece tienen un contenido práctico inmediato. La fe incluye la moral, y eso quiere decir no sólo ideales genéricos. Ella ofrece mucho más: indicaciones concretas para la vida humana. Precisamente a través de su moral los cristianos se diferenciaban de los otros en el mundo antiguo; precisamente de ese modo su fe se hizo visible como algo nuevo, una realidad inconfundible. Un cristianismo que no fuese ya un camino común, sino que anunciase sólo ideales vagos, no sería ya el cristianismo de Jesucristo y de sus discípulos inmediatos. (…)

A este motivo interno se añade otro externo, que no por eso es exterior. La cuestión moral es claramente hoy más que nunca una cuestión de supervivencia para la humanidad. En la unitaria civilización técnica que se ha extendido ya a todo el mundo contemporáneo, las antiguas certezas morales en las cuales se apoyaban hasta ahora las grandes culturas singulares se han destruido en gran parte. La visión tecnicista del mundo prescinde de los valores. Se pregunta sobre si es posible hacer algo en la práctica, no sobre la licitud. (…) Cada vez más a menudo se piensa que lo que es posible hacer, es lícito hacerlo.

Pero el verdadero problema se plantea a un nivel todavía más profundo. Frente a las certezas indiscutibles que se dan en las materias técnicas, todas las certezas morales parecen frágiles y discutibles. Muchos consideran que lo razonable sería sólo lo que se puede verificar de modo incontrovertible como las fórmulas matemáticas o técnicas. ¿Pero cómo encontrar tal verificación en las realidades típicamente humanas, en las cuestiones de la moral y del recto vivir humano? El hecho de que en este ámbito las grandes culturas, aunque contengan importantes elementos comunes, afirmen también a menudo algo distinto, hace que el relativismo se haga cada vez más la opinión dominante. En el ámbito de la moral y de la religión no habría, pues, ninguna certeza compartida. (…)

 


Y el Papa Juan Pablo II volvió sobre ella en su Ángelus del  12 de junio de 1994. 

 

Con motivo del  Congreso “Juan Pablo II : 25 años de pontificado. La Iglesia al servicio del hombre” en la Pontificia Universidad Lateranense (8-10 de mayo 2003) el Cardenal Ratzinger hacia una breve presentación de las catorce encíclicas del Santo Padre JuanPablo II. En su alocución decía con respecto a Veritatis Splendor:

Veritatis splendor no sólo afronta la crisis interna de la teología moral en la Iglesia, sino que pertenece al debate ético de dimensiones mundiales, que hoy se ha transformado en una cuestión de vida o muerte para la humanidad. Contra una teología moral que en el siglo XIX se había reducido de modo cada vez más preocupante a casuística, ya en los decenios anteriores al Concilio se había puesto en marcha un decidido movimiento de oposición. La doctrina moral cristiana se debía formular nuevamente desde su gran perspectiva positiva a partir del núcleo de la fe, sin considerarla como una lista de prohibiciones. 

 

La idea de la imitación de Cristo y el principio del amor se desarrollaron como las directrices fundamentales, a partir de las cuales podían organizarse los diversos elementos de la doctrina. La voluntad de dejarse inspirar por la fe como luz nueva que hace transparente la doctrina moral había llevado a alejarse de la versión iusnaturalista de la moral en favor de una construcción de perfil bíblico e histórico-salvífico. 

El concilio Vaticano II había confirmado y reafirmado estos enfoques. Pero el intento de construir una moral puramente bíblica resultó imposible ante las demandas concretas de la época. El puro biblicismo, precisamente en la teología moral, no es un camino posible. Así,  de modo sorprendentemente rápido, después de una breve fase en la que  se  trató  de dar a la teología moral una inspiración bíblica, se intentó una explicación puramente racional del ethos, pero la vuelta al pensamiento iusnaturalista resultó imposible:  la corriente antimetafísica, que tal vez ya había contribuido al intento biblicista, hacía que el derecho natural pareciera un modelo anticuado y ya inadecuado. 

Se quedó a merced de una racionalidad positivista que ya no reconocía el bien como tal. "El bien es siempre -así decía entonces un teólogo moral- sólo mejor que...". Quedaba como criterio el cálculo de las consecuencias. Moral es lo que parece más positivo, teniendo en cuenta las consecuencias previsibles. No siempre el consecuencialismo se aplicó de modo tan radical. Pero al final se llegó a una construcción tal, que se disuelve lo que es moral, pues el bien como tal no existe. Para ese tipo de racionalidad ni siquiera la Biblia tiene algo que decir. La sagrada Escritura puede proporcionar motivaciones, pero no contenidos. 

Pero si las cosas fueran así, el cristianismo como "camino" -así debería y quisiera ser- resultaría un fracaso. Y si antes desde la ortodoxia se había llegado a la ortopraxis, ahora la ortopraxis se convierte en una trágica ironía:  porque en el fondo no existe. 

El Papa, por el contrario, con gran decisión volvió a dar legitimidad a la perspectiva metafísica, que es sólo una consecuencia de la fe en la creación. Una vez más, partiendo de la fe en la creación, logra vincular y fundir antropocentrismo y teocentrismo:  "la razón encuentra su verdad y su autoridad en la ley eterna, que no es otra cosa que la misma sabiduría divina. (...) En efecto, la ley natural (...) no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios" (Veritatis splendor, 40). Precisamente porque el Papa es partidario de la metafísica en virtud de la fe en la creación, puede comprender también la Biblia como Palabra presente, unir la construcción metafísica y bíblica del ethos. Una perla de la encíclica, significativa tanto filosófica como teológicamente, es el gran pasaje sobre el martirio. Si ya no hay nada por lo que valga la pena morir, entonces también la vida resulta vacía. Sólo si existe el bien absoluto, por el que vale la pena morir, y el mal eterno que nunca se transforma en bien, el hombre es confirmado en su dignidad y nosotros nos vemos protegidos de la dictadura de las ideologías.”

Con ocasión del XXV aniversario del pontificado de Juan Pablo II y del X aniversario de la encíclica Veritatis Splendor se creó el 15 de octubre de 2003 la Cátedra Juan Pablo II de la Pontificia Universidad Católica Argentina.  La primera actividad de la Cátedra consistió en la organización del Congreso Teòlogico Internacional La Verdad los hará libres sobre la encíclica Veritatis Splendor y fue desarrollado en Buenos Aires durante los días 23-24-25 de septiembre de 2004. Todas las actas fueron publicadas bajo el título del Congreso por Ediciones Paulinas en conjnto con la Pontificia Universidad Católica Argentina.


Aquel Congreso LA VERDAD LOS HARA LIBRES sobre la Encíclica Veritatis Splendor concluyó con el discurso de clausura por parte del Cardenal Jorge Mario Bergoglio que presentaba la Encíclica como de una “enorme riqueza que habrá que seguir desentrañando y difundiendo” invitando a los presentes a “profundizar y comunicar las vivencias y reflexiones compartidas bajo tres perspectivas:

"La primera es la que nos ofrece la centralidad de la Gracia en la vida moral, tal como es concebida a la luz de la Revelación.

La segunda es la  perspectiva de la evangelización como realidad indispensable, no solo porque existe un mandato del Señor, sino sobre todo porque El nos ha comunicado una vida nueva, y la vida tiende y exige la comunicación.

La tercera es la perspectiva de la relación entre el Evangelio de la gracia y la vida cultural y política de los hombres"..

El cardenal Bergoglio finalizó su exposición centrada en la conclusión de la encíclica donde el Papa se vuelve hacia la misericordia del Padre, comunicada en su Hijo Jesucristo por el don del Espíritu, en la figura de Maria, Madre de Dios y Madre de Misericordia:

- Maria es madre de misericordia, porque Jesús, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación y comunicación de su Misericordia, y ella nos anima y nos guía a seguirlo.
- Maria es madre de misericordia porque Jesús, en la Cruz, le confía su Iglesia y toda la humanidad.
- Maria es madre de misericordia como signo luminoso y ejemplo preclaro de vida moral, al vivir la propia libertad donándose al Padre y acogiendo el don del Padre.
- María es madre de misericordia porque invita a todo ser humano, en la celebración de las bodas de su Hijo a lo largo de la historia, a acoger “la Verdad que nos hará Libres” haciendo siempre lo que Él nos diga (cfr. Jn 2,5)”


Y concluia diciendo “Confiemos a Maria, madre de misericordia, las enseñanzas de esta Carta Magna de la Libertad, la Veritatis Splendor, a fin de que el Esplendor de la Verdad ilumine nuestras vidas, la de nuestras comunidades eclesiales y la de toda la humanidad”.

“El hecho de que el Papa concluya la Encíclica con una meditación sobre María, la Madre de la misericordia, es algo más que una piadosa costumbre reflexionaba el Cardenal Ratzinger:  El Papa nos dice que la Virgen puede llevar este título «porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como Revelación de la misericordia de Dios… No vino a condenar sino a perdonar»  Solo con esta afirmación se completa la doctrina moral cristiana. De ella forma parte la grandeza de las exigencias que derivan de nuestra semejanza a Dios, pero también la grandeza de la bondad divina, de la cual el signo más puro es para nosotros la Madre de Jesús.”  

Oración conclusiva de la Encíclica Veritatis Splendor del Santo Padre Juan Pablo II a Maria, madre de misericordia




María, Madre de misericordia,

cuida de todos para que no se haga inútil

la cruz de Cristo,

para que el hombre

no pierda el camino del bien,

no pierda la conciencia del pecado

y crezca en la esperanza en Dios,

«rico en misericordia» (Ef 2, 4),

para que haga libremente las buenas obras

que él le asignó (cf. Ef 2, 10)

y, de esta manera, toda su vida

sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).

Invito leer el articulo de Juan Pedro Rivero Gonzalez titulado: La Gramática del Don Una aproximación teológica y didáctica a la Encíclica Veritatis Splendor en su trigésimo aniversario.

“ El autor, partiendo de las fuentes de la teología sistemática, y con el afán de desvelar la novedad propuesta para la vida personal y social, analiza la enorme envergadura de Veritatis Splendor (1993) a lo largo de estas tres décadas, el periodo más complejo de la historia del pensamiento ético. Subraya, a tal fin, los criterios centrales del documento para vincularlos con la didáctica del mensaje que transmite, de libertad y de bien para la sociedad y la comunidad eclesial.”

 

Invito también leer los varios posts etiquetados Veritatis Splendor. 

 

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