Creemos en Jesucristo nuestro Señor.
Queridos jóvenes amigos – nos preguntaba el beato Juan Pablo II aquel Domingo de Ramos
en 1987 durante la Jornada Mundial de la Juventud en Buenos Aires - ¿Por qué este día, Domingo de Ramos, se ha
convertido en vuestra Jornada?
Esto ha ocurrido poco a poco: desde hace tiempo, este día atraía y reunía,
sobre todo en Roma, a muchos jóvenes peregrinos.
Quizá de este modo habéis querido sumaros a los jóvenes y a las jóvenes de
Jerusalén, “pueri hebraeorum”, que asistieron a la llegada de Jesús para las
fiestas. Habéis querido asumir su entusiasmo, que se expresaba en las
palabras ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Sin embargo, el entusiasmo dura poco. Puede acabarse en un solo día. En
cambio, el Domingo de Ramos nos introduce en todos los sucesos de la Semana
Santa, en el misterio total de Jesucristo: en su entrega hasta la muerte en la
cruz por obediencia al Padre, en el anonadamiento del Hijo que, siendo igual al
Padre, ha asumido la condición de siervo hasta sus últimas consecuencias.
Se podría decir que los jóvenes habéis sido atraídos por la cruz de Cristo;
que vuestro entusiasmo, precedido por los “pueri hebraeorum” y expresado
también con el “¡Hosanna... Bendito el que viene en nombre del Señor!”,
adquiere ante el misterio pascual todo su significado. Alabando al Profeta de
Galilea, Jesús de Nazaret, proclamáis a la vez vuestra fe en Jesucristo Dios y
Hombre, Redentor del hombre y del mundo.
Sí. El Domingo de Ramos nos introduce en el misterio total de Jesucristo,
es decir, en el misterio pascual, en el que todas las cosas alcanzan su
culminación, y en el que se reconfirma plenamente la verdad de las palabras y
de las obras de Jesús de Nazaret. En este misterio se revela también hasta qué
punto “Dios es amor” (cf. 1Jn 4, 8); y a la vez, adquirimos
conciencia de la verdadera dignidad del hombre, rescatado con el precio de la
Sangre del Hijo de Dios, y destinado a vivir eternamente con El en su amor.
“Nosotros hemos reconocido y creído en el amor que Dios nos tiene” (Ibíd.,
4, 16). Así se expresa San Juan en el texto que meditaremos como lema de esta
Jornada mundial de la Juventud. Queridos jóvenes: Celebrad siempre en vuestra
vida el misterio pascual de Jesús, acogiendo en vuestros corazones el don del
amor de Dios: “Me ha amado y se ha entregado por mi” (Ga 2, 20).
Empapados por la fuerza divina del amor, comprometed vuestras energías
juveniles en la construcción de la civilización del amor.
Guiados por el “sentido de la fe” seguid, al mismo tiempo, la voz de aquello
que en el corazón humano y en la conciencia es lo más profundo y lo más noble,
de aquello que corresponde a la verdad interior del hombre y de su
dignidad. Así seréis capaces de entender la lógica divina, capaces de superar
las pobres razones humanas, y penetraréis en la dimensión nueva del amor que
Cristo nos ha manifestado.
¡Acercaos a Cristo, Redentor del
hombre! Ese es el sentido que tiene vuestra presencia … hoy en esta gran
avenida de la capital argentina. Es Cristo quien os atrae, es El quien os
llama. Y junto a Jesucristo, nuestra Madre Santa María, que ha venido desde su santuario
de Luján para estar con nosotros. A Ella os encomiendo al final de esta
celebración. Sé muy bien todo lo que Nuestra Señora de Luján significa para
vosotros, jóvenes argentinos, como meta de vuestras peregrinaciones anuales, a
las que concurrís en gran número, llenos de devoción a la Madre de Dios, con
manifiesta generosidad y esperanza.
[…]
Dejaos abrazar por el misterio del Hijo del hombre, por el misterio
de Cristo muerto y resucitado. ¡Dejaos abrazar por el misterio pascual!
Dejad que este misterio penetre, hasta el fondo, en vuestras vidas, en
vuestra conciencia, en vuestra sensibilidad, en vuestros corazones, de modo
que dé el verdadero sentido a toda vuestra conducta.
El misterio pascual es misterio salvífico, creador. Sólo desde el misterio
de Cristo puede entenderse plenamente al hombre; sólo desde Cristo
muerto y resucitado puede el hombre comprender su vocación divina y alcanzar su
destino último y definitivo.
Dejad, pues, que el misterio pascual actúe en vosotros. Para el
hombre, y especialmente para el joven, es esencial conocerse a sí mismo, saber
cuál es su valor, su verdadero valor, cuál es el significado de su existencia,
de su vida, saber cuál es su vocación. Sólo así puede definir el sentido de
su propia vida.
Sólo acogiendo el misterio pascual en
vuestras vidas podréis “responder a cualquiera que os pida razón de la
esperanza que está en vosotros” (1P 3, 15). Sólo acogiendo a Cristo,
muerto y resucitado, podréis responder a los grandes y nobles anhelos de
vuestro corazón.
¡Jóvenes: Cristo, la Iglesia, el mundo esperan el testimonio de vuestras
vidas, fundadas en la verdad que Cristo nos ha revelado!
¡Jóvenes: El Papa os agradece vuestro testimonio, y os anima a que seáis
siempre testigos del amor de Dios, sembradores de esperanza y constructores de
paz!
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,
68).
Aquel que se entregó a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte de
cruz, El solo tiene palabras de vida eterna.
Acoged sus palabras. Aprendedlas. Edificad vuestras vidas teniendo siempre
presentes las palabras y la vida de Cristo. Más aún: aprended a ser Cristo
mismo, identificados con El en todo.”
Invito visitar el blog Juan Pablo II en la Argentina con textos completos y
audios de su visita.
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