Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 1 de septiembre de 2017

Gian Franco Svidercoschi: Juan Pablo II el Papa de la Encarnación (2 de 2)

 “Sin embargo, tras el avance de este desierto espiritual, podía advertirse una creciente turbación interior. El hombre contemporáneo empezaba a darse cuenta del vacío de una vida sin raíces, puramente terrena, carente de valores, una vida sin una identidad propia, encerrada en sí misma. Aunque era un malestar aun sin nombre, vago, inexpresivo, no le fue difícil entender que se trataba de una verdadera y propia sed de paternidad. Y precisamente a este hombre en busca de sentido y también en busca de los «otros», sobre todo, a estas nuevas generaciones literalmente carentes de padres fue a qui9enes supo dar respuesta Juan Pablo II. Y no lo  hizo simplemente presentándose como figura paterna, consoladora, protectora, sino, al contrario, proponiendo un punto de referencia común, un unto de trascendencia.
Por eso podría decirse que Karol Wojtyla fue el Papa de la Encarnación. Logro que el hombre volviera a encontrarse con Dios y, así, permitió que este hombre tuviera una experiencia profunda, vital, de Aquel que le dio el don precioso de la libertad. Porque Dios, en su infinito amor, es respetuoso con la libertad del hombre, es más, deja espacio para esta libertad, queriendo que el hombre – con sus tiempos, sus dificultades e incluso sus traiciones – colabore con El en la realización del Gran Proyecto :: completar la obra de la creación.
De este modo Juan Pablo II pudo poner en marcha un proceso de espiritualidad, de nueva espiritualidad, un nuevo modo de vivir hoy como cristianos, de «imbuir» la fe en la sociedad moderna sin que se diluyera por ello su propia identidad. La nueva espiritualidad donde finalmente los que con frecuencia desde tiempos inmemorables parecían ser «polos» opuestos e incluso casi incompatibles – sagrado y profano, trascendencia e inmanencia, cielo y tierra – se revelaran como dimensiones diferentes de una misma realidad: el encuentro entre la acción humana y el actuar divino.
En fin, toda esa gente que llegaba a la plaza de Sn Pedro había vuelto a llamar a Dios por su nombre – aunque algunos solo lo balbucearan o lo hicieran tímidamente -, a considerarlo presente en su propia vida.  Y esto era porque habían vuelto a ver a Dios Padre en el testimonio cristiano de Karol Wojtyla, en sus palabras, en sus gestos. El mensaje evangélico, tal como él lo había vivido y radicalmente practicado – es decir, como mensaje de amor, de misericordia, de paz, de fraternidad, de tolerancia, de compartir – pudiera llegar a todos y  ser comprendido y acogido por todos.
El hecho de haber mostrado el rostro de Dios, reconocido sobre todo en el otro, en el prójimo, el señalar la trascendencia como punto de encuentro para todos los hombres de buena voluntad mas allá, por tanto de lenguas, naciones, razas y cualquier otra diferencia, fue, pues, como abrir de par en par las puertas del cristianismo a toda la familia humana.”



(Gian Franco Svidercoshi: Juan Pablo II el Papa de la Encarnación) de “La búsqueda del Padre” UN PAPA NO MUERE, La herencia de Juan Pablo II, Ediciones San Pablo, 2011 

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