Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 4 de febrero de 2020

Jan Beyzym (6 de 7) La vocación misionera


A pesar de dedicarse por entero al  trabajo con los jóvenes en la institución Chyriv el padre Beyzym sentía una creciente necesidad de algo mas grande. Sentía la necesidad de sacrificarse a Dios sirviendo a los más miserables, despreciados y pobres, a los más pobres de ellos.  A la edad de 48 años (en 1898) y después de un largo servicio a la educación, el padre Byzym   opto por entrar en el terreno de aquellos a quienes se dedicaba menos atención (la sola idea de ello hacia correr frio por las venas) y decidió dedicarse a servir a los leprosos.  Insistió en lograr el permiso para ir a Madagascar y finalmente el Superior se lo otorgo. El 17 de octubre de 1898 se embarco para Madagascar. Despues de un largo y tedioso viaje  llego a Antananarivo, la capital de la Isla roja,  el 30 de diciembre de 1898.  Los superiores locales lo asignaron al asilo de leprosos de Ambahivoraka, fundado en 1872,  que no estaba alejado de la capital.


Su primer encuentro con la realidad local fue chocante. En una de sus cartas al padre Marcin Czerminski SJ escribió: “ En mi viaje al lugar pensaba que encontraría una especie de hospital pero solo encontré  desgracia. En efecto era una especie de “cucha ni digna para perros”. Los leprosos vivian en barracones destruidos, divididos en casetas sin ventanas ni pisos y desprovistas de lo mas elemental.  Durante la época de lluvias las barracas se mojaban y muchos vivían  directamente en el barro.  Entre piojos y moscas los leprosos sufrían de enfermedades venéreas.  Las autoridades y la mayor parte de la sociedad simplemente habían privado a toda  este  gente de su derecho a existir, tratándolos como descartes, sin derecho a ser llamados humanos.  El encargado del pueblo había obligado a estas pobres criaturas alejarse del pueblo y si alguno de ellos se atrevía a acercarse era golpeado como si fuera un animal. . Cuando trataban de acercarse a las viviendas para rogar por un  pedazo de pan   eran echados con bastones y piedras. Estas miserables criaturas erraban por los desiertos del país y exhaustos caían y morían de hambre.  El padre Beyzym obtuvo el permiso para vivir en el asilo en una pequeña casa próxima a las barracas. Eran comienzos de febrero de 1899.  El construyo una casa de adobe y una capilla.  De un habitante del pueblo consiguió que le diera un pedazo de terreno para la construcción de la casa.  Hoy solo se ven los restos de las barracas y edificios que había allí.

Desde los primeros momentos de su estada allí en el asilo de leprosos el padre Beyzym trato de ayudar a esas pobres almas, empeñándose en  minimizar sus sufrimientos en lo posible.  Trato de consegir alimentos para evitar que mueran de hambre y les servía el mismo.  Fue el primer sacerdote en la historia de las actividades misioneras en Madagascar  que quedo a vivirse con los leprosos  en forma permanente, que convivió con sus miserias, que pensó en ellos, que les sirvió a pesar del hecho que podría contraer la enfermedad.  Hasta llego a pedir a la Santa Madre que lo “infectara con la lepra” para que pudiera obtener gracias  por una mejor vida y destino de quienes sufrían.   Sentia que si se convirtiera en leproso el mismo, tendría derecho de decirle a Nuestro Señor “di mi vida por mis amigos”.

Para mejorar la vida de los habitantes del asilo y alentarlos el padre se empeño en construir un jardín – con flores rodeadas de abedules. Y no era solo esta la razón sino que con el aroma de las flores no se sentiría el olor putrefacto de las heridas.  Para minimizar ese olor, planto rosales y otras flores aromáticas. En sus cartas a los amigos en Poloniai el Padre pedía semillas de claveles, resedas, siemprevivas, y astras, y bulbos de jacintos y azucenas y semillas de abedul.  Alrededor del hospital, contrastando con el resto del territorio, planto pinos por su aroma.  Aun hoy se ven hileras de pinos y flores plantados por el padre Beyzin, que perfuman los alrededores del hospital.   Fue su gran creador,  diseño y construyo todo lo que había planeado.

Trataba a los leprosos como iguales. Trato de encontrar en ellos el verdadero valor humano. No dejaban de asombrarse ante su devoción y cuidado.  Cuando recien comenzó se veia rodeado de montones de ellos, que no podian creer en sus acciones. Uno de los curiosos expreso en voz alta:   “miren, miren toca a los heridos, no les tiene miedo”.   Se dedico plenamente a ellos.
Fr Czeslaw H. Tomaszewski S

 (texto traducido de la pagina oficial de REFERAT MISYJNY, PROWINCJI POLSKI POŁUDNIOWEJ TOWARZYSTWA JEZUSOWEGO. http://beyzym.pl/person-and-work/2548-2/4767-2/


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