Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 20 de diciembre de 2021

La “nostalgia” de Juan Pablo II por las Navidades polacas

La entrevistadora Brygida Gryslak le pregunta al Arzobispo Mieczyslaw Mokrzycki en el libro-entrevista (foto arriba) 

Extrañaba el Papa las festividades polacas, como por ejemplo la Vigilia de Navidad? 

 El antiguo segundo secretario de Juan Pablo II (ahora Arzobispo de Lviv) responde: Estoy seguro que sí. Pero nosotros hacíamos todo lo posible para presentarle ese mismo ambiente tan particular en el Vaticano. Es por eso que siempre había huéspedes polacos, aquellos más cercanos al Santo Padre. En una de sus habitaciones, en el dormitorio o en el estudio, siempre había un verdadero árbol de Navidad traído especialmente de Zakopane. Lo decoraban las religiosas. Imagino que el santo Padre hubiese querido adornarlo el mismo, pero nunca tenía tiempo suficiente para hacerlo. Le gustaba mucho admirarlo. El aroma era especial. Además había otros árboles de Navidad en el salón comedor y en el pasillo. 

 Y sigue preguntando la entrevistadora: Parece que también había un Pesebre.

 Era infaltable. Los Pesebres le gustaban mucho al Santo Padre. El personal del Vaticano se lo preparaba todos los años. Se colocaba en el pasillo y siempre era hermoso y original. Quienes lo preparaban siempre aparecían con alguna nueva idea que el Santo Padre apreciaba mucho. 

Luego la entrevistadora hace un comentario: El Arzobispo Mokrzycki dice que la cena de la vigilia tradicionalmente comenzaba con la lectura de la Sagrada Escritura, que leía alguno de los huéspedes: Mons. Stanisław Ryłko o el padre Styczeń.. Después se compartía el oplatek. Emocionante, igual que en sus casas en Polonia. El deseo para ellos del Santo Padre era que encuentren al Cristo recién nacido y que El colme de gozo y paz sus corazones. Y se cantaban villancicos, era una parte de la vigilia que el Santo Padre gustaba mucho: : cantábamos villancicos al comienzo y después de la cena. Era una tradición importante en la casa de Juan Pablo II: en Cracovia y en el Vaticano. Al Santo Padre le gustaba mucho cantar, especialmente villancicos. El cantaba a viva voz y podíamos ver que esto lo hacía feliz. El canto de los villancicos no duraba mucho tiempo, alrededor de media hora quizás algo más. Pero la Vigilia era para nosotros solo el comienzo de esas veladas de canto de villancicos pues los seguiríamos cantando hasta el 6 de enero todos los días. En esas veladas familiares con villancicos invitábamos también a dos o tres sacerdotes polacos, a menos que hubiese otros invitados. Y después de la cena, durante media hora o 40 minutos se cantaban villancicos: desde Duérmete pequeño Jesús (Lulajże Jezuniu) hasta Dios ha nacido (Bóg sie rodzi) 

 Cuál era el villancico que más le gustaba a Juan Pablo II? 

 Creo que Oh mi pequeño Niño (Oj, maluśki, maluśki) Todo lo relacionado con las montañas lo llevaba en el corazón. 

Disfrutaban los secretarios de aquellas veladas de villancicos? O se llegaban a cansar del canto?

No, no nos cansábamos. Todo lo contrario, era fuente de alegría para nosotros. Además, el Santo Padre tenía el don de contagiar su entusiasmo sobre todo lo que hacía: la buena energía, la humilde oración, cantando O mi pequeño Niño…. 

Se comía en base a 12 platos?

Si siempre. De eso se ocupaban las religiosas. Siempre había sopa de remolacha, ravioles polacos, carpa, ensaladas y por supuesto dulces. Aquellas veladas eran hermosas, excepcionales. Sentarse a la mesa con Juan Pablo II - en la vigilia Navidad de manera especial – sentíamos la presencia de Cristo. Nos acompañaban en la Vigilia amigos del Santo Padre de Cracovia. Con su presencia el Santo Padre se sentía más alegre que de costumbre. Reía más a menudo porque se sentía más en casa, mas en familia.
Recuerda usted la ultima Vigilia de Navidad juntos? Se notaba alguna diferencia con las anteriores? 

 No ninguna. Todo era como siempre. El Santo Padre aun se sentía bastante bien. Había invitados con nosotros, cantamos villancicos y se servían 12 platos. Después la Misa de Medianoche. La basílica de San Pedro se llenaba a tope. No había entradas para todos. La multitud en la Plaza San Pedro podía ver y escuchar en las pantallas gigantes como la voz del Santo Padre, ya avanzado en edad, se iba volviendo más débil. En realidad sus secretarios no podían comprender: de donde emanaba tanta fuerza! Juan Pablo II se preparaba para la Misa de Medianoche en su capilla privada. Rezaba como lo hacía antes de toda Eucaristía. Fortalecido por Dios salía a las multitudes y les hablaba del Cristo recién nacido. Después de la Misa de medianoche simbólicamente colocaba al Niño en el pesebre cerca de la Basílica de San Pedro. Para los católicos y en especial para los polacos, la Navidad es una solemnidad muy emotiva. Viene al mundo el Salvador y trae esperanza y alegría para todos. Tiene significado religioso. Y además existe la tradición que el Santo Padre gustaba tanto: el árbol de Navidad, el pesebre, los villancicos. Todo esto lo llenaba paz interior al igual que a nosotros. El Santo Padre le gustaba celebrar la Vigilia de Navidad en medio de un círculo numeroso, pero la vigilia del Año Nuevo (en San Silvestre) la celebraba solamente en compañía de sus estrechos colaboradores. Así quería el que fuese. El 31 de diciembre a medianoche, solamente los secretarios y las religiosas que se ocupaban del apartamento del papa participaban en la Misa de acción de gracias. A veces también alguien de la Curia, dice el Arzobispo Mokrzycki. Ellos no sabían porque era así y nunca preguntaron. Parecía que Juan pablo II quería vivir los últimos momentos del año que terminaba en silencio y recogimiento. Vivía esta noche de acción de gracias muy intensamente porque tenía mucho para agradecer: por otro año siempre difícil, si bien buen año de su pontificado. Y tenía algo para pedir: fuerza para los próximos 365 días. Nadie sabe porque oraba durante la medianoche del 2005. Aparentemente todo era como de costumbre, al menos así lo veían y sentían sus más estrechos colaboradores. Cuando salía de la capilla el papa expresaba su deseo, tal como lo hacía cada año, que puedan continuar juntos y que todo vaya bien. Ellos esperaban y rezaban apara que así fuera. Después de la Misa el Santo Padre se retiraba a sus habitaciones.

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