(imagen
de Wikipedia)
“En
este tiempo de Adviento los cristianos estamos invitados a meditar los
acontecimientos admirables y misteriosos de la Encarnación del Hijo de Dios que
se hace humilde, pobre, débil, frágil, en la conmovedora realidad de un Niño
envuelto en pañales y colocado en un pesebre.
Pero este Niño es precisamente el que guía, orienta, marca el comportamiento, las opciones y la vida de las personas que están a su lado o a quienes afecta de lleno su aparición. Está la anciana Isabel, que ha sentido florecer milagrosamente en su seno la vida de un hijo, esperado desde años, como una gracia del Señor: Juan el Bautista será el precursor del Mesías; está su marido Zacarías, cuya lengua se desata para cantar las grandes gestas de Dios en favor de su pueblo; están los pastores que pueden contemplar al Salvador, los Magos, desde años en búsqueda del Absoluto en los signos de los cielos y de los astros, y que se prosternan en adoración ante el recién Nacido, está el anciano Simeón, que ha esperado también desde hace mucho tiempo al Mesías, "luz de las gentes y gloria de Israel" (cf. Lc 2, 32); Ana, la venerada profetisa que exulta de júbilo por la "redención de Jerusalén " (cf. Lc 2, 38); José, el silencioso, vigilante, atento, tierno, paternal custodio y protector de la fragilidad del Niño; finalmente y, sobre todo Ella, la Madre, María Santísima, que ante el designio inefable de Dios se sumergió en su pequeñez, definiéndose "esclava" del Señor e insertándose con plena disponibilidad en el proyecto divino.
Pero al lado y alrededor de este Niño están, por desgracia, no sólo personas que lo han esperado, buscado, amado adorado; está también la muchedumbre indiferente de los peregrinos y de los habitantes de Belén, o, incluso el rey, potente y suspicaz, Herodes, que, con tal de mantener su poder, asesina a los pequeños inocentes con el propósito de eliminar al hipotético pretendiente al trono.
Ante
el pesebre de Belén —como luego ante la cruz en el Gólgota— la humanidad hace
ya una opción de fondo con relación a Jesús, una opción que, en último
análisis, es la que el hombre está llamado a hacer improrrogablemente, día tras
día, con relación a Dios, Creador y Padre. Y esto se realiza, ante todo y sobre
todo, en el ámbito de lo íntimo de la conciencia
personal. Aquí tiene lugar el encuentro entre Dios y el hombre.
(Juan Pablo II Audiencia General 22 de diciembre de
1982)
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