Las madres saben
los instantes en los que el misterio
humano
despierta un
reflejo de la luz en sus pupilas,
que parece tocar
el corazón con la mirada apenas.
Sé de estas
lucecitas que pasaron
sin despertar
ningún eco
Y duran lo que
dura un pensamiento.
Hijo mío,
complicado y grande, hijo sencillo,
conmigo te acostumbraste
a pensamientos comunes a
todos los
hombres,
y, a la sombra
de estas ideas, esperas la profunda voz
Del corazón
que en cada
persona suena de manera distinta.
Yo soy la madre
absoluta
y esta plenitud
nunca me cansará.
Cuando eres
presa de un instante como éste,
no sientes
cambio alguno, todo lo mío te parece
sencillo.
Ya sabes, cuando
las madres captan en los ojos de sus
hijos
el hondo latido
del corazón,
también estoy
allí, recogida en su misterio.
Karol Wojtyla: Poesías LA MADRE, Biblioteca de Autores Cristianos
1979
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