(del punto 4 – conclusión - de la Conferencia)
Conclusión: el Concilio y el futuro del catolicismo. Para terminar, dejemos resonar el objetivo último perseguido en esta disertación: la genialidad y la santidad se dan la mano en la decisión de Juan XXIII de convocar el Concilio, de la misma manera que la santidad de Juan Pablo II va uncida a la grandeza de su esfuerzo por aplicar las directrices del Vaticano II a la Iglesia del tercer milenio.
La iniciativa del Papa Juan de convocar un concilio sorprendió a todo el mundo. No había un clamor general que demandara un concilio como a finales de la Edad Media. Además, los planes anteriores de Pío XII habían sido llevados en secreto. Por otra parte, la sorpresa podía reposar sobre motivos teológicos de fondo, como es el hecho de que noventa años antes el Concilio Vaticano I había proclamado en la constitución dogmática Pastor Aeternus (1870) el primado de jurisdicción papal y la prerrogativa de la infalibilidad ex cathedra. Para muchos, la época de los concilios habría pasado a la historia y las reuniones o asambleas del episcopado universal resultaban superfluas. Sin embargo, con un simple gesto, Juan XXIII puso fin a la idea de que el gobierno de la Iglesia fuera algo estrictamente unipersonal. Con la convocatoria del inesperado Vaticano II el Papa Roncalli dejaba claro que el colegio de los obispos es tan original en la estructura de la Iglesia como el servicio del sucesor de Pedro. Aquel papa, llamado por su elevada edad a ser un papa de transición, ha propiciado así la transición de la Iglesia a una nueva etapa de su historia, que él expresó a menudo con la imagen de un nuevo Pentecostés.
Roncalli se había fiado plenamente de su gran corazonada. Wojtyla no creía en el determinismo de la historia. Estas dos figuras simbólicamente unidas por el Concilio Vaticano II habían vivido como cristianos las tragedias de un tiempo verdaderamente dramático: las inútiles masacres de las guerras mundiales, la impía deshumanización de los totalitarismos nazi y comunista, las tinieblas atroces de la shoah, hasta los fundamentalismos y la globalización del materialismo práctico en los primeros años del nuevo siglo. Hoy son reconocidos como santos estos dos hombres en quienes se transparentaba su fe en Dios. Hago mía para concluir la observación de A. Riccardi: «Mediante la proclamada santidad de dos grandes protagonistas del Vaticano II, el papa Francisco propone el Concilio en el siglo XXI como acontecimiento-clave para el futuro del catolicismo.
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