Se trata del segundo ensayo de Karol
Wojtyla y fue publicado en TygodnikPowsechny en marzo de 1949. Era un artículo sobre Jan Tyranowski titulado “El apóstol” y
contiene datos autobiográficos.
Traduzco
los trozos de ese texto, que fueron publicados
en The Making of the Pope of the Millenium – Kalendarium of the Life of Karol Wojtyla, de Adam Boniecki, MIC (Marian Press, 2000). El
original en polaco fue publicado en 1983; la traducción al inglés - ampliada y revisada - en el
2000, fue dedicada al Papa Juan Pablo II
al cumplir 80 años.
“Creemos que es necesario recordar a Jan por diversas
razones. Ante todo para refrescar la memoria de aquellos que lo conocieron; por otra parte para fomentar aplicaciones
creativas en la metodología apostólica católica. Porque en aquel grupo
particular, que por una variedad de
razones debió dispersarse muy pronto, Jan jugaba un papel preponderante: fue un apóstol en todo el sentido de la
palabra. Cuando el hablo por primera vez
y aun la segunda en reuniones del grupo de aprendizaje religioso, todas los jóvenes
presentes lo tomaron con gran reserva. Esto
en parte se debía a la obvia diferencia de edad (Jan estaba encaneciendo pese a
sus apenas 40 años) pero mucho más por su manera de presentar los temas, una
forma que parecía demasiado piadosa, de catecismo, nada original. De manera que las primeras reuniones con Jan crearon cierta distancia entre el y nosotros, actitud
que parecía potenciada justamente por aquellos que luego más se acercarían a él.
Pero no debiera sorprender que nuestra primera reunión resultase,
aparentemente, tan desfavorable. Entablábamos un acercamiento entre nosotros
desde polos muy diferentes, no sabiendo nada el uno del otro. Además, como jóvenes, sin idea alguna que en la esfera de la religión,
que todos profesábamos activamente, pudiesen existir las posibilidades que Jan
nos revelaba.
En este punto nuestros recuerdos necesitan un comentario
acerca de la metodología misma en presentar estas memorias sobre él, pues no es fácil recordar a este hombre, quien
no puede ser comprendido bajo la luz de una mera recopilación de acontecimientos de su vida. Para nosotros los acontecimientos
no lo definían. Los actos externos nunca
podrían abarcar todo acerca de él. Si todo contacto con una persona nos deja una impresión
general, también nuestras impresiones y juicios sobre Jan fueron formados en base
a nuestro contacto con él a lo largo de varios años.
Nuestras impresiones de Jan partían de considerar a este
hombre como un caballero mayor piadoso y de una convicción personal que estábamos
frente a alguien que indudablemente era santo. De tal manera nuestra
experiencia interna de Jan cubrió toda
nuestras resistencia y reservas, y su personalidad quedo grabada indeleblemente
en nosotros. Es esta la personalidad que
es objeto de estos recuerdos, al igual que su humanidad transfigurada de tal
manera que sus palabras y hechos eran tan solo un magro reflejo de ésta, porque
sus palabras y hechos debían parecer muy comunes a cualquiera que no fuese
transportado a la órbita de la vida interior de Jan. No, Jan no podría ser conocido desde afuera,
el debía ser captado y vivido desde adentro.
Nuestro camino en conocer a Jan fue tanto más difícil porque
el nos traía un concepto de vida totalmente desconocido para nosotros. El quería
acercar a quienes lo escuchaban a esta nueva vida. El fue el apóstol y el maestro
de este concepto nuevo. Y ésta es la esencia: el fue un apóstol. Su presencia misma, testimoniaba la verdad
que proclamaba.”
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