El capellán de Solidaridad
Jerzy Popieluszko ha muerto. Acababa de cumplir 37 años.
Había nacido el 23 de septiembre de 1947 en la región de Bialystok, noroeste
del país, en el caserío de Okapy, dependiente de la aldea de Suchowola. Áspera comarca es el Este de Polonia, muy
cerca de la frontera con la Unión Soviética.
Región de bosques donde la vida no siempre se presenta color de rosa,
porque el suelo no es rico y sus habitantes necesitan coraje para extraerle su
sustento. A veces, por fortuna, primos distantes envían desde los Estado s
Unidos algunos bienvenidos dólares.
Maria y Wladyslaw, los viejos padres de Jerzy viven aún en la granja Nro
17 de Okapy, dolorosamente acongojados por la muerte de su hijo. Ese hijo que
tanto amaban, que siempre había sido el primero de la clase y que un buen dia,
no bien concluido el bachillerato y cumplidos los 18 años, les anunció su deseo
de entrar en el seminario de Varsovia. Declaración que no los sorprendió en
modo alguno y recibieron simplemente, a la manera polaca, como una señal de
Dios.
Jerzy Popieluszko fue ordenado sacerdote por el cardenal
Wyszinski el 27 de mayo de 1972. El primado no tardaría en manifestar su gran
confianza en ese joven sacerdote cuya inteligencia y espiritualidad asombraban
a quienes lo conocían, a los que sabía reconfortar e infundir entusiasmo.
Durante ocho años ejerce su ministerio en distintas
parroquias de los alrededores de Varsovia, en Zabki, en Anin, después en la
capital misma, en contacto con las parroquias del Niño Jesús, de Santa Ana,
parroquia del mundo estudiantil y universitario. También se ocupa en las obras
de caridad de los hospitales de Varsovia; será el jefe del servicio médico
durante los viajes de Juan Pablo II en 1979 y 1983, así como durante los
funerales del cardenal Wyszinski.
Pero ya en junio
de 1980 se opra en su vida un giro decisivo, cuando el cardenal Wyszynski lo
designa vicario de San Estanislao Kostka, en el barrio de Zoliborz. Todavía lo
veo en el momento en que, después de almorzar juntos en Santa Ana, me da sus
noticias, coordinándolas: “Será un trabajo distinto”. Sí, distinto, porque dos
meses después….
Cuando estalla el verano polaco, con su cortejo de
huelgas en Gdansk, Sczezin, Silesia, Varsovia, toda la iglesia se moviliza. En
todas partes, los huelguistas piden que a las fábricas ocupadas acudan
sacerdotes par oficiar misas.
En Varsovia, durante la última semana de agosto, los
obreros de Huta Warszawa, gran platna siderúrgica, envían a una delegación ante
el cardenal Wyszinski. Este designa capellán de esos trabajadores al padre
Popieluszko.
Escuchémoslo narrar a una revista católica polaca, en
mayo de 1983, esa asombrosa experiencia, su primera misa en medio de los
metalúrgicos:
«Jamás
olvidaré ese día, ni la misa que dije. Tenía un miedo tremendo; nunca me había visto
en semejante situación. ¿Qué ambiente iba a encontrar? ¿Cómo me recibirían? ¿Dónde
celebrar la misa? Quien leería los
textos, quién cantaría? Esas preguntas, que me parecen hoy ingenuas, me
atormentaron en camino a la fábrica. En las puertas de la acería experimenté mi
primera conmoción fuerte. Una densa multitud me esperaba, sonriente y a la vez llorando.
Me aplaudieron y, por un instante, creí que atrás de mi venía alguna
celebridad. Pero no, esos aplausos eran sólo para mí primer sacerdote que
hubiera franqueado alguna vez el portal de la acería. Entonces me dije que
ovacionaban así a la Iglesia, que desde hacía 30 años llamaba a las puertas de
las fábricas.»
« Todas
mis dudas anteriores resultaron carecer de fundamento: en medio del sitio
estaba preparado el altar, así como una cruz que después fue plantada a la
entrada, y tras sobrevivir a los días más negros, se encuentra siempre allí,
rodeada de flores. Incluso habían construido un confesionario improvisado. También
estaban allí los lectores. Lo que fue escuchar esas voces roncas, habituadas al
reniego, leer con solemnidad los textos sagrados….Después, de millares de
bocas, surgió como un trueno el grito: ´´Alabado sea Dios´´. También comprobé
que sabían cantar, y mejor que en las iglesias. Antes de empezar, se
confesaron. Yo estaba sentado en una silla, apoyada la espalda contra un montón
de chatarra, y esos hombres duros, en overoles de trabajo azules, manchados de
grasa, se arrodillaron en el suelo sucio e impregnado de herrumbre.»
Fue el comienzo de
un compromiso cotidiano, sin interrupciones, al servicio de los obreros
polacos, al servicio de Solidaridad,
ese sindicato que habían creado, libremente, para sí mismos.
¿Elección política? ¿Combate ideológico? Cuando se le
formulaba la pregunta, Popieluszko sonreía, así seguro de jugarle una buena
pasada a su interlocutor al contestarle: «“No
simplemente vivir el Evangelio y ser testigo de Jesucristo. Testigo de la
verdad, la justicia, la libertad.».
Durante los 500 dias de Solidaridad, del 14 de agosto de 1980 al 13 de diciembre
de 1981, la actitud de Jerzry Popieluszko es la de una presencia activa junto a
los siderúrgicos de Huta Warsawa. Los ayuda como puede, los apoya, los alienta,
pero con espíritu de servicio y devoción por Polonia, sin odio ni acrimonia algunos. Para èl, como para millones de polacos, la
firma de los históricos acuerdos de Gdansk y el nacimiento de Solidaridad, el diálogo
que, como quiera que sea, parece instaurarse entre el poder y el nuevo
sindicato, el entusiasmo que se manifiesta en la juventud – Polonia es uno de
los países de mayor proporción de jóvenes -, constituyen signos de que quizás el
país esté a punto de modificar su fisonomía. Hay altibajos, pero se avanza,
prudentemente. El romanticismo polaco debe pactar con la situación geopolítica….
Sin embargo, pronto es necesario desistir. El otoño de
1981 es una temporada no poco tensa en
Polonia. En el seno de Solidaridad, las pasiones se exacerban como consecuencia
de la negativa de las autoridades a cumplir lo pactado en Gdansk, a pesar de
los desesperados llamamientos que lanza Lech Walesa a favor del diálogo.
El 4 de noviembre de 1981, se cree posible llegar a un
acuerdo “entre polaos”. Ese dìa se sientan en torno de una mesa el general
Jaruzelski, el cardenal Glemp y Lech Walesa, es decir, el pdoer, la Iglesia y
Solidaridad. Se trata de un momento histórico,
¡ay!, de corta duración. El “entendimiento nacional” no se consuma: el Kremlin
ha resuelto algo distinto. Y sobrevienen la demencial noche de diciembre, la
noche del 12 al 13, y el estado de emergencia, “estado de guerra”, lo llamarán
pronto, simplemente, los polacos, en particular los jóvenes.
Confinamientos, arrestos, militarización de la vida pública:
el general Jaruzelski implanta en Polonia una férrea vigilancia. En la caza de
militantes descuellan los Zomos, unidades antimotines de las fuerzas de seguridad,
Estado de guerra que dura largo tiempo. “Suspendido” el 1 de enero de 1983,
cuando en realidad la legislación de excepción aplicada antes, al tornarse
corriente, prolonga ese estado de guerra….¡pacíficamente!
Es necesario esperar hasta el 22 de julio de 1984, conmemoración
del 40º aniverasrio de la instauración de un gobierno comunista en Polonia,
para que se proclame una amnistía amplia.
Coherente en todo con su solidaridad con los obreros de
Varsovia, Jerzy Popieluszko reacciona vivamente al proclamarse el estado de
guerra. “Salvaguardar la propia dignidad”, dice, “significa vivir de acuerdo con
la propia conciencia”. Y lo prueba con sus célebres “misas por la Patria”.
2 comentarios:
¿Puede conseguirse ese libro en España?
Hola Miguel. Gracias por la consulta. He averiguado aqui con Editorial Atlantida, quienes publicaron el libro en su momento, pero ya no esta disponible. Si no puedes conseguirlo avisame y te lo voy scaneando y enviando en partes. Para alguien que esta profundamente interesado en el tema, es un libro valiosisimo. Aqui en este momento hay disponible un ejemplar en MErcado Libre : http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-429100933-el-camino-de-mi-cruz-misas-en-varsovia-popieluszko-jerzy-_JM
pero no se como podrias llegar a arreglar. Puedes enviarme un email hribarmila@speedy.com.ar
Publicar un comentario