Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 7 de julio de 2017

Juan Pablo II y los laicos


El obispo – y aun antes ya como novel sacerdote – Karol Wojtyla supo valorar la colaboración de los laicos; la descubrió, la valoró, y agradeció ese “don de los laicos”.  Fueron quizás aquellas primeras experiencias con los jóvenes que tan bien describe  Stanislaw Grygiel, discípulo y amigo de Karol Wojtyla,   aquellas vivencias tan particulares con los grupos de jóvenes y ese encuentro tan providencial con el obispo Jan Pietraszko, que dejaron marcados indeleblemente los dos años de sus vivencias en la querida parroquia de San Florián, su punta de lanza para valorar a pleno ese  don singular de los laicos.

Lo ratificaba en Don y Misterio  “porque cada uno de ellos ha ofrecido su propia aportación a la realización de mi sacerdocio. En cierto modo me han indicado el camino, ayudándome a comprender mejor mi ministerio y a vivirlo en plenitud….Entre ellos había simples obreros, hombres dedicados a la cultura y al arte, grandes científicos. En verdad, me ha acompañado siempre la profunda conciencia de la necesidad urgente del apostolado de los laicos en la Iglesia. Cuando el Concilio Vaticano II habló de la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, pude experimentar una gran alegría: lo que el Concilio enseñaba respondía a las convicciones que habían guiado mi acción desde los primeros años de mi ministerio sacerdotal.”

Con fecha 30 de diciembre de 1988 se dio a conocer su Exhortación apostólica post-sinodal  (Sinodo de Obispos 1987 – Roma 10 al 30 de octubre de 1987) Christifideles Laici  sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo en cuya introducción se lee:
“Los fieles laicos (Christifideles laici), cuya «vocación y misión en la Iglesia y en el mundo a los veinte años del Concilio Vaticano II» ha sido el tema del Sínodo de los Obispos de 1987, pertenecen a aquel Pueblo de Dios representado en los obreros de la viña, de los que habla el Evangelio de Mateo: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña» (Mt 20, 1-2). La parábola evangélica despliega ante nuestra mirada la inmensidad de la viña del Señor y la multitud de personas, hombres y mujeres, que son llamadas por Él y enviadas para que tengan trabajo en ella. La viña es el mundo entero (cf. Mt 13, 38), que debe ser transformado según el designio divino en vista de la venida definitiva del Reino de Dios.”

Juan Pablo II mantuvo una serie de audiencias dedicadas a los laicos, comenzando con la Audiencia General del 27 de octubre de 1993  La identidad eclesial de los laicos donde en la introducción explicaba la naturalidad de ocuparse del papel de los laicos :  “A lo largo de las catequesis eclesiológicas después de haber reflexionado sobre la Iglesia como pueblo de Dios, como comunidad sacerdotal y sacramental, nos hemos detenido en varios oficios y ministerios. Así, hemos pasado de los Apóstoles, elegidos y mandados por Cristo, a los obispos, sus sucesores, a los presbíteros, colaboradores de los obispos, y a los diáconos. Es lógico que nos ocupemos ahora de la condición y del papel de los laicos, que constituyen la gran mayoría del populus Dei. Trataremos este tema siguiendo la línea del concilio Vaticano II, pero también recogiendo las directrices y las orientaciones de la exhortación apostólica Christifideles laici, publicada el 30 de diciembre de 1988, como fruto del Sínodo de los obispos de 1987.”

A aquella primera Audiencia General introductoria sobre  los laicos, le siguieron cinco más:





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En su homilía del26 de noviembre de 2000 con ocasión del Jubileo del apostolado de los laicos afirmaba:    “En la maduración de esta conciencia, el concilio ecuménico Vaticano II marcó una etapa decisiva. Con el Concilio, en la Iglesia llegó verdaderamente la hora del laicado, y numerosos fieles laicos, hombres y mujeres, han comprendido con mayor claridad su vocación cristiana, que, por su misma naturaleza, es vocación al apostolado (cf. Apostolicam actuositatem)

“Pero ¿qué implica esta misión? - Preguntaba allí mismo -   ¿Qué significa ser cristianos hoy, aquí y ahora?
Ser cristianos jamás ha sido fácil, y tampoco lo es hoy. Seguir a Cristo exige valentía para hacer opciones radicales, a menudo yendo contra corriente. "¡Nosotros somos Cristo!", exclamaba san Agustín. Los mártires y los testigos de la fe de ayer y de hoy, entre los cuales se cuentan numerosos fieles laicos, demuestran que, si es necesario, ni siquiera hay que dudar en dar la vida por Jesucristo y a modo de ejemplo citaba palabras del Papa Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi:  "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros (...), o si escucha a los maestros es porque son testigos" 

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