Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 2 de mayo de 2018

Que no enmudezcan las lápidas


(foto de Auschwitz.Org.)

El 6 de febrero pasado el presidente de Polonia firmo la ley que prohíbe culpar a Polonia  por los crímenes cometidos durante el Holocausto, una ley polémica y muy criticada. 
Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad dice que tanto el mal como el bien son un misterio y reconoce que Polonia misma  tardo en darse cuenta de lo macabro del plan y Occidente no aceptaba creer en la exterminación de los judíos.   He tenido la oportunidad – decía - de experimentar personalmente las «ideologías del mal». Es algo que nunca se borra de la memoria…. Lo que se podía ver en aquellos años era ya terrible. Pero muchos aspectos del nazismo no se veían en aquel período. No todos se daban cuenta de la verdadera magnitud del mal que se cernía sobre Europa, ni siquiera muchos de entre nosotros que estaban en el centro mismo de aquel torbellino. Vivíamos sumidos en una gran erupción del mal, y sólo gradualmente comenzamos a darnos cuenta de sus dimensiones reales.” Nadie niega, sin embargo y el mismo Karol Wojtyla/Juan Pablo II,  hablaba de ello con inmenso dolor,  el antisemitismo velado que existía tanto en Wadowice como -  mas tarde - en su querida Cracovia. Ya  durante sus años en Wadowice  Karol Wojtyla había  sido testigo,  y sufrido con  tristeza,  el menosprecio y discriminación que sufrían sus amigos judios,  incluso por parte de sus compañeritos de la primaria en Wadowice.   Pero fue durante sus años en Cracovia que fue testigo del Holocausto mayor. En palabras sencillas y profundas decia “El estallido de la guerra cambió de modo radical la marcha de mi vida.”  (Don y Misterio.) El nazismo no solo persiguió al pueblo judío, su fuerte objetivo secundario era destruir por completo la cultura polaca y el 6 de noviembre de 1939 fueron convocados engañados y deportados los respetables hombres de ciencia de la Universidad Jaguellonica llevándolos al campo de concentración de Sachsenhausen.  

Debido a las protestas de Israel, Polonia ha accedido, por ahora,  a debatir acerca de esta ley; afirman, sin embargo, que su implementación no ha sido congelada. 

Marta Suarez ha escrito en detalle acerca de la finalidad de esta ley en su blog. Invito leer sus comentarios.   Son muchas las conjeturas que aquí nos hacemos.  Se trata de una nueva ola de  antisemitismo? Exceso de “polonismo”?     Temor al pueblo judío?  Porque? si  según datos que contamos,  en Polonia actualmente viven tan solo unos 10.000 judios. (Sin embargo la comunidad judía internacional ya ha levantado su voz) Temor  a su propia gente y su conciencia?  Señal de fortaleza o signo de debilidad? 

Si hurgamos un poco en la historia los judíos llegaron a la actual Polonia durante el siglo X/XI  pero no les fue dado celebrar en paz el milenio en la tierra adonde habían sido acogidos, donde habían prosperado y gozado de cierto prestigio,  mayormente por sus habilidades comerciales, que no todos valoraban por temor a la competencia.    Aparentemente los comerciantes  judíos habían visitado los territorios habitados por polacos antes de la fundación de su Estado a finales del siglo X, atravesando las rutas de  comercio que les conducían desde Europa Occidental, a través de la actual Ucrania, para llegar hasta Bizancio y los países musulmanes. Sus  primeros asentamientos permanentes datan del siglo XI: en esa fecha  se establecen las primeras comunidades judías en Cracovia y otras  ciudades.  De hecho desde la fundación del reino de Polonia en 1025 y hasta la unión polaco lituana Polonia fue uno de los países más tolerantes de Europa convirtiéndose en el hogar de los judíos más grande y vibrante del mundo, de alguna manera “un paraíso judío”. Polonia ofreció a los judíos refugio ante las persecuciones que estaban sufriendo en Europa Occidental en la época de las cruzadas medievales de los siglos XI –XIII y ante la epidemia de la peste bubónica de mediados del siglo XIV, llamada la Muerte Negra. Los reyes y los príncipes polacos protegieron a los colonos judíos, a quienes garantizaron  libertad de culto y el derecho a desarrollar actividades económicas. Sin embargo la tolerancia empezó a mermar después de la partición de Polonia en 1795.  El asesinato del Zar produciría una escalada de oleadas antijudías (pogromos) entre 1881 y 1884 y más sangrientos otras entre 1903 y 1906.  Se calcula que hasta finales de la década de los años 1920 más de dos millones de judíos abandonaron la zona entonces compartida por países bajo el dominio de Rusia.    Según un censo nacional de 1931  habia en Polonia mas de 3 millones de personas que declaraban el judaísmo como su religión.  (un 10% de la población)   Cuando Polonia recobro su independencia poco antes de la II guerra mundial habitaban en Polonia algo más de 3 millones de judíos (10% de la población) Aproximadamente el 90% de los judíos polacos fueron asesinados por los nazis durante el Holocausto, unos 200.000 lograron emigrar a Israel. Ahora que Polonia cumplirá los 100 años de su independencia (en noviembre)  la comunidad judía actualmente allí ronda en tan solo unos 10.000 personas concentradas mayormente en Varsovia.


No es dificil imaginar la carga de emoción y significado que embargarían al Papa polaco cuando el 7 de junio de 1979 en su primervisita como Sumo Pontífice a su querida patria, visitaba conmovido el campo de exterminio de Auschwitz, Birkenau esa «cuenta con la conciencia de la humanidad»,  ese “lugar del terrible estrago, que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas naciones”  la «Gólgota del mundo contemporáneo».  

Considero que la tragedia ocurrida en tierra polaca y no solo la causada al pueblo judío sino también a otras nacionalidades y al pueblo polaco mismo, es demasiado tremenda y pesada su carga,  para ser siquiera tocada  por una simple ley que pretende evitar que se hable de culpas.  
Puede un escrito querer olvidar o borrar tanta tragedia,  aquel testimonio en las más diversas lenguas:   polaco, inglés, búlgaro, cíngaro, checo, danés, francés, griego, hebreo, yidis, español, flamenco, serbo-croata, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro, italiano…. “En particular, me detengo junto con vosotros, queridos participantes de este encuentro, ante la lápida con la inscripción en lengua hebrea. Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abrahán, que es padre de nuestra fe (cf. Rom 4, 12), como dijo Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que ha recibido de Dios el mandamiento de "no matar", ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia…. Finalmente, la última lapida: la que está en lengua polaca. Son seis millones de polacos los que perdieron la vida durante la segunda guerra mundial: la quinta parte de la nación. Una etapa más de las luchas seculares de esta nación, de mi nación, por sus derechos fundamentales entre los pueblos de Europa. Un nuevo alto grito por el derecho a un puesto propio en el mapa de Europa. Una dolorosa cuenta con la conciencia de la humanidad.”  (JuanPablo II 7 de junio de 1979) 

Esta proyectada ley de la nación polaca pretende a la larga hacer enmudecer aquellas lápidas por temor a ser culpados?   Seria un quiebre en la historia, en esa parte cruel de la historia ensamblada de tragedias demasiado pesadas para que cargue con ellas una sola nación. Tragedias que indudablemente,  y para siempre,  formarán parte de la historia.

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