Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 19 de octubre de 2019

Juan Pablo II, constructor de puentes



El papado no se parece a ningún otro cargo en el mundo, y no es simplemente por su longevidad institucional.  Al Papa se le llama “Pontífice supremo”, una abreviatura del Latin pontifex  “constructor de puentes”.  Un puente va de un lado hacia otro. Que es lo que hace el puente del Pontífice supremo?  Es puente entre Dios y la humanidad; entre la Iglesia Católica Romana y otras Iglesias cristianas y comunidades eclesiales; entre la Iglesia católica romana y el Judaísmo; entre la Iglesia Católica romana y otras religiones del mundo;  entre la Iglesia católica romana y los mundos de la política, economía y cultura; entre el centro de la unidad de la Iglesia y el Colegio de Obispos e Iglesias locales a través del mundo.  Como custodio de una tradición de enseñanza autorizada, el papa también es, según la teología católica, un “puente” entre la humanidad histórica y la verdad acerca de su origen, naturaleza y destino.

Ser papa es asumir una tarea que por descripción teológica precisa resulta imposible definir.  Como toda otra responsabilidad en la Iglesia, el papado existe apuntando a la santidad. El cargo es producto del tiempo y el espacio, en cambio la santidad es eterna.  Nadie, ni siquiera un papa santo, puede cumplir a la perfección las demandas del cargo.  Y sin embargo este cargo, según la fe de la Iglesia, es voluntad de Dios, y no puede fallar aunque el tenedor  no lograra todos sus objetivos. La distinción entre puesto y  hombre que lo ocupa consuela a todo Papa.  Según un distinguido teólogo también es “tremendamente terrible”. El cargo refleja la unidad de la persona y la misión en Jesucristo, de quien el Papa es vicario. Todo papa, tanto santos como pecadores, “está parado en un lugar tremendamente trágico”, “porque no puede cumplir todo lo que el puesto demanda”.   Si lo intentara se ubicaría arrogantemente frente al Señor.  Si se consuela demasiado fácilmente con el pensamiento que debería serlo, falla y traiciona las demandas del puesto que ocupa, la demanda de amor radical. La Sede de Pedro siempre refleja las palabras de Cristo a Pedro – que debido a la profundidad de su amor, necesariamente será llevado adonde no quiera. (Jn, 21,18) 

Proveer liderazgo a la Iglesia Católica Romana y estar presente en todas las otras comunidades donde el papa es “puente” es una tarea muy compleja tanto que,  en la esencia misma y dejando a un lado todo tipo de confusiones,  el papa no es monarca absoluto.  Durante  el Vaticano II, Pablo VI una vez propuso que la Constitución Dogmática de la Iglesia incluyera la frase que el papa solo “debe rendirle cuentas a Dios”. Esta propuesta fue rechazada por la Comisión Teológica del Concilio argumentando que el Pontífice romano también está obligado a la revelación misma, a la estructura fundamental de la Iglesia, a los sacramentos, a las definiciones de Concilios anteriores, y otras obligaciones demasiado numerosas para detallar. …

El Papa no es una figura autoritaria que emite decisiones arbitrarias en virtud de falta de dominio de su voluntad .  El papa es el custodio de una tradición acreditada de enseñanza, un “magisterio”, que define las fronteras de la Iglesia. Es un sirviente, no su amo.

Para Karol Wojtyla, quien estaba convencido desde hacía mucho tiempo que la verdad es liberadora, las “limitaciones” del papado no le fueron limitantes. La verdad que obliga y libera al mismo tiempo fue, a su juicio, un instrumento para ejercer la Sede de Pedro al servicio de la liberad humana. Y el intentó ejercer ese lugar de acuerdo al modelo bíblico de Lucas 22,32 en el cual Cristo instruye a Pedro que su tarea primordial entre los apóstoles es “fortalecer a sus hermanos”.

Los primeros días del pontificado, más de un observador subrayo que Juan Pablo II parecía estar haciendo eso “toda su vida”. Uno de los hombres que lo eligiera, el cardenal William Baum, cuidadoso estudioso de la historia de la Iglesia, dijo años mas tarde. “No puedo imaginar alguien mejor preparado para el papado que el Cardenal Wojtyla.  El cardenal Agustino Casaroli, quien tuvo ocasión de sentirse nervioso del nuevo modelo de Papa confeso,  una vez retirado,  que “Polonia era demasiado pequeña para una personalidad tan grande como la del Cardenal Wojtyla…más apropiada para un papa”.

(George Weigel: Witness to Hpe, Harper, 1999)

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