Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 26 de octubre de 2019

Quien fue Juan Pablo II?



Nadie, excepto Dios, conoce la verdadera respuesta. Solo Dios es quien piensa creativamente cada hombre. Nadie lo conoce plenamente menos aun el propio ser indicado por su nombre,  pues nadie conoce el contenido de aquello que desea y que decide en su ser la persona.  El  nombre de la persona no es un concepto.  Este nombre no significa cualquier cosa, no indica  la dirección en cuya dimensión existe el hombre, guiado por su propio deseo de mayor bondad y belleza. Según San Tomas de Aquino el nombre de la persona indica el amor que se da en el espacio que se extiende en la “gran pregunta” (magna questio – gran enigma - de San Agustin) del misterio del Principio al Fin.  Miramos a la persona siempre – por así decirlo – desde atrás. Vemos las huellas dejadas en el camino recorrido en dirección al Futuro. Vemos las acciones con las cuales la persona entra en el laborioso amor de los otros para,  juntos  con ellos,  edificar una casa familiar a todos.

El hombre recibe el nombre de aquellos que lo aman laboriosamente y a cuya llamada debe responder del mismo modo.  Lo recibe de aquellos en los cuales se fija su mirada.  Me atrevería decir que el nombre proviene de la escucha entusiasta que la persona presta a otra persona (ex auditu),  del mirar fijamente a aquel de quien proviene el don del amor por la otra persona. En este fijarse en la otra persona  se le revela al hombre algo primordial, aquello de su vida que se reconduce y todo lo cual continúa existiendo no obstante ya haber pasado.

En la tradición de la casa familiar que son los hombres, uno para el otro, nacen en ellos las obligaciones morales, que de hecho no se identifican con las costumbres que en aquel momento permean en la sociedad. Las obligaciones morales se identifican,  en cambio,  con los llamados con los cuales el amor llama al amor. El amor es amor en cuanto compromete al amor, y respondiendo a su llamada crece progresivamente.  Las obligaciones morales sustentan en el hombre la esperanza de encontrar en el Amor la salvación que le ha sido prometida y que el espera.

La persona mora en la otra persona en la medida en que juntas construyen una casa común. Es en este estar juntos que consiste la esencia misma del trabajo del hombre. Por eso, a la pregunta “Quien fue Juan Pablo II”? responderé sin dudar que él fue una persona que se revelaba en sus actos,  con los cuales edificaba,  junto a otros,  la casa familiar, y es justamente en este edificar juntos con los otros una casa familiar que es necesario buscar la respuesta a la pregunta quien fue.  Según Karol Wojtyla es en los actos que se revela la persona. Los actos muestran cual es el mensaje de una persona a las otras personas. Ser persona significa ser enviado (missio).

Es la buena «forma del amor» - que llama al hombre al trabajo. Lo bueno revela en el hombre el estupor y la maravilla. Lo entusiasma por la vida en este mundo según una lógica que no es de este mundo, lo entusiasma a transformar la propia vida en una obra de gran poesía (poiein). Haciendo así, el hombre penetra el sentido de la existencia en esta tierra y comprende así todo con el corazón y la mente.  Se transforma en amigo de la sabiduría, filo-sofos.  La luz de lo bueno le permite mirar de modo racional el mundo y a si mismo. Libera sus ojos “incapaces”(Lc, 24,16)  a causa de la razón que fijada en sí misma en este modo se mueve a tientas con ayuda del bastón que es su cálculo, y es por eso la razón calculadora (ratio significa el cálculo y deriva del ver reor, reri – calcular)

En 1977 el Cardenal Karol Wojtyla dicto una conferencia que trataba sobre las fuentes de su visión de la vida humana y la cultura. Una de estas se inspiraba en el poema de Cypriano Kamil NOrwid (1821-1883) Promethidion. Creo poder decir que en esta Obra Karol Wojtyla encontró una confirmación de su antropología. (*)  Las palabras de Norwid:

«Forma del amor y lo bello […]
Lo bello para entusiasmar
El trabajo – el trabajo para resurgir.»

constituyen la clave, en la dirección de la historia de la vida del hombre,  que se compone de un estar juntos armónico y termina en la resurrección de la persona en la persona para la cual ella trabaja. La lucha con la muerte,  no en nombre del honor sino por la resurrección,  crea la cultura de la fe, de la esperanza y del amor. En esta lucha está naciendo la cultura de la verdad del hombre.

Dime a quien has escogido como amigo y te diré quien eres – dice el proverbio. Con quienes construía la “casa” Juan Pablo II?  Sobre que tradición del “trabajo” construía para transmitirlo a los demás? La respuesta a esta pregunta indica,  de alguna manera, quien era él.

Juan Pablo II compartía su vida sobre todo con los laicos.  Fue con ellos que desde los años de su juventud hasta el fin de su vida construía la casa común. Junto a ellos entraba al trabajo de las grandes figuras de la historia polaca, que siempre han debido luchar por la libertad y aprender a sufrir por ella. Al mismo tiempo como sacerdote y como obispo había entrada a la tradición de tres grandes pastores de la Iglesia de Cracovia. En tierra polaca la historia de la Polonia coincide con la historia de la Iglesia en la lucha por la libertad y en el sufrimiento por ella.

(*) La experiencia moral llamada por Wojtyla praxis de la persona, difiere de la praxis propuesta por los marxistas. La praxis de la persona es la experiencia del amor que llama y obliga al amor, mientras la praxis marxista vive de a lucha con el enemigo indispensable para la supervivencia de los sistemas basados en la ideología marxista. 

(traducido de Dialogando con Giovanni Paolo II de Stanislaw Grygiel, Cantagalli, 2013)



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